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El verano eterno ha sido siempre un mito recurrente en la música de baile, y tampoco es de extrañar que Rajko Müller, eternamente rehén (seguro que bien a gusto) de una canción que ya en 1998 se titulaba “Beau Mot Plage”, en recuerdo de una playa que conoció siendo un crío, haya vuelto a inspirarse en ese paisaje mental de arenas casi blancas, aguas color turquesa y cierta idea de refinado glamur. Ocurre que ni nosotros somos los mismos que en aquel tránsito de los noventa a los dos mil (a ver quién está para soñar aún con yates de lujo y resorts exclusivos) ni tampoco la electrónica es, ni mucho menos, la misma. No puede serlo. Y todo lo que en discos como “Rest” (2000) tenía de innovación desde la trinchera de un microhouse del que Isolée fue marca pionera más de dos décadas después deviene en un satinado y –desde luego– disfrutable brebaje que apenas tiene nada de disrupción, inventiva particular o prospección de grutas por descubrir. En cualquier caso, barrunto que este traje le sienta mejor que el synthpop de “We Are Monster” (2005) o el house fracturado y polirrítmico de “Well Spent Youth” (2011). Al menos a mí me lo parece, por cuanto este cuarto álbum reconecta con sus inicios y en cierto modo los pone al día.
Suena aquí todo más pulido que en cualquier trabajo anterior, con buen derroche de clase y elegancia. Una electrónica de líneas rectas y superficies policromadas, diseñada en la mayoría de los casos sobre loops que emergen y se sumergen de nuevo, con el mejor poder obnubilante de ese house que ni se crea ni se destruye, tan solo se transforma, más allá de prefijos y sufijos. La dicotomía entre la aparente frialdad germana, el toque cerebral que siempre se ha filtrado en su música, y la reconfortante calidez de composiciones que nos llegan justo cuando tenemos ya el verano encima es uno de los mejores activos de esta colección de diez composiciones: “Canada Balsam” y “Pardon My French” bien podrían ser los respectivos extremos de esa síntesis. Y entre medias, guiños a las añejas texturas ambient de Brian Eno en “Let’s Dence” y motivos melódicos seductores que parecen fundirse placenteramente a la luz del sol como “Coco’s Visa”, “Modernation” o “7Eleven2”. Un disco de prescripción facultativa para cualquiera que necesite un buen chute de vitamina D en las próximas semanas. ∎