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La primera entrega de las bagatelas zornianas, “John Zorn’s Bagatelles Vol. 1-4” (2021), presentó diversos tipos de sonoridades, la marcada por la guitarra de Mary Halvorson con su cuarteto, los paisajes electrónicos de Ikue Mori, el duelo de violonchelos entre Erik Friedlander y Michael Nicolas y el metal punk rock de Trigger. La segunda, “John Zorn’s Bagatelles Vol. 5-8” (2021), se organizó en torno a los instrumentos de teclado: Brian Marsella en solitario y en formato trío, el pianista Kris Davis y el feroz terceto de John Medeski al órgano. La tercera caja cuádruple, en edición limitada como las dos anteriores, “John Zorn’s Bagatelles Vol. 9-12”, tiene como eje las guitarras.
Las dos selecciones más reconocibles son las de Asmodeus (Marc Ribot, Trevor Dunn y Kenny Grohowski) y el dúo Julian Lage y Gyan Riley. Si alguno de los miembros de Asmodeus cantara, podrían ser la Jimi Hendrix Experience de vanguardia. No porque la guitarra de Ribot se parezca a la de Hendrix, sino por la energía y velocidad con la que tocan. La furia y dureza. No es de extrañar habiendo tomado el nombre de un príncipe del infierno y ángel caído (hay un grupo austriaco de black metal, uno checo de thrash metal y una banda neerlandesa de psychobilly que se llaman también Asmodeus). Un power trio sin discusión, y sin tregua incluso cuando frenan el ritmo, como en la “Bagatelle #140”; un terceto acerado, metálico, de las facciones más rockeras del temario de John Zorn. A sus nueve bagatelas siguen las once de Lage y Riley, convertidos desde hace unos años en la materialización de la otra filosofía que tiene Zorn para las guitarras, y que hasta hace poco la representaba esencialmente Bill Frisell. Lage, guitarrista del New Masada Quartet, y el hijo de Terry Riley combinan a la perfección trenzando sus instrumentos acústicos. Digitan con elegancia, espaciando las notas entre ellos, superponiéndose el uno al otro o dialogando con fraseos diáfanos que abarcan estilos de lo más diverso, del jazz al blues, la música española, sefardí o de cámara.
Otro músico versátil, el baterista Jim Black, interpreta los once temas del volumen 11 con su cuarteto de doble guitarra eléctrica (Jonathan Goldberger y Keisuke Matsuno) y bajo (Simon Jermyn). Tras la pausa de Riley y Lage, vuelve una mesurada vehemencia. El sonido es más limpio que el del trío de Ribot, algo más atmosférico, con un pie en el jazz-rock milesdavesiano, otro en el free rock e influencias de la música hebrea o del rock ácido. El último de los cuatro discos es para Cleric, banda liderada desde hace dos décadas por otro de los guitarristas fieles a Zorn, Matt Hollenberg, que ha participado en un montón de discos de Tzadik. Hollenberg es el hombre de confianza de Zorn cuando se trata de invocar los espíritus de Aleister Crowley, Nostradamus o Gilles de Rais, generalmente con un trío de metal de instrumentación jazzística (órgano-guitarra-batería), Simulacrum, formado junto a Medeski y Grohowski. Cleric es mucho más grindcore y metal extremo. Aquí se embarcan en diecinueve bagatelas de desarrollo más breve con reminiscencias de Naked City, Painkiller y Mike Patton, depravados cut ups, crescendos en abismo, guitarras y baterías dobladas, un bajo kamikaze, lamentos de ultratumba y tambores de guerra en vez de baterías. Un ciclón. ∎