En la época en que Ana Fernández-Villaverde andaba presentando las canciones del primer disco de La Bien Querida, “Romancero” (2009), hacía gala de una timidez que parecía rayar lo patológico. El día que la conocí, en los estudios de la Cadena SER, no se quitó las gafas de sol en toda la entrevista. Hablo de 2009, cuando era una artista nueva que llegaba avalada por J Planetas y Antonio Luque (Sr. Chinarro) y cuyas canciones tenían un no sé qué que irradiaba talento por los cuatro costados. En 2022 las cosas parecen ser muy diferentes para ella. Presenta su nuevo disco en ‘El Hormiguero’ con una entrevista completa y en la web de Europa FM le dedican un artículo con el título “¿Por qué se llama “Paprika”? Los secretos del nuevo disco de La Bien Querida” que tanto vale para ella como serviría para un hipotético disco de debut de Tamara Falcó. Y lo mejor de todo es que merece toda esta atención, esta exposición ante el gran público. Por fin.
Su carrera como compositora y cantante (también es pintora) se ha convertido en una de las más importantes y trascendentes de nuestro pop, y lo es gracias a que ha mantenido la capacidad para sorprender, investigando en diferentes estilos, pero siendo siempre fiel a su personalidad, que queda por encima de todo lo que hace. No hay muchos artistas que sean capaces de mantener el interés por su obra a lo largo de los años sin grandes altibajos, y ella lo ha hecho y lo sigue haciendo con una aparente facilidad que aún hoy resulta asombrosa.
No es menos destacable su capacidad para rodearse de la gente más oportuna. Y no me refiero solo a las colaboraciones en sus discos (en el que nos ocupa están Tulsa, J Planetas y Santiago Motorizado) o las que ella realiza para otros artistas, sino también a quienes están más allá de las canciones en el negocio de la música. Por ejemplo, que este sea su primer disco para Sonido Muchacho y que previamente haya cargado con el peso de toda la producción (es decir, que ha asumido el riesgo de correr con los gastos de grabación) es una jugada tan inteligente como oportuna.
Pero lo que nos tiene aquí es lo que contiene su nuevo y séptimo álbum, “Paprika”. No sé si es su mejor trabajo hasta ahora, pero sí en el que se la escucha más pletórica, se la siente más autora y en el que canta con una confianza como no la había escuchado antes. Es también su disco más marcadamente latino. Hay que recordar que en “7 días juntos”, una de las canciones incluidas en “Fuego” (2017), ya se movía entre la cumbia y el dub, pero en este nuevo la bachata es el estilo que tiene un lugar prominente en el batiburrillo de géneros que sobrevuelan las once canciones (“Esto que tengo contigo” o “La cruz de Santiago” son los ejemplos más evidentes). Pero hay mucho más. También hay hueco para el electro pop (“La voz de su amo”; he leído por ahí que esta canción está inspirada en “Master And Servant” de Depeche Mode), las baladas (“Átame” –con un sorprendente solo de guitarra al estilo Prince– o “Como si nada”) y la rumba (“Mala hierba”, con una letra repleta de una mala uva que bien podría haber cantado una diva como María Jiménez).
Aunque el motor creativo parta de la artista bilbaína, buena parte del mérito de la heterogeneidad del disco recae en la labor de producción de David Rodríguez (sin el que la carrera de La Bien Querida a buen seguro no sería tan completa ni tan rica, y que aquí vuelve a brillar con un buen gusto y una originalidad encomiables) y Sergio Pérez. Ambos han realizado un trabajo impecable.
Las canciones de Ana hablan al oyente de tú a tú sin necesidad de alardes, con una sencillez que convierte lo personal en algo universal. Aquí está la artista que esperas, pero también una versión diferente con nuevos matices que no defraudan. “Paprika” es La Bien Querida en su máximo esplendor. ∎
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