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Hasta ocho años hemos tenido que esperar por un nuevo LP de The Soundcarriers. Demasiado tiempo para el grupo firmante de “Entropicalia” (2014), una de las demostraciones library pop más fantasiosas que nos brindó la década pasada.
Este retorno se lo tenemos que agradecer directamente a Tom Patterson, encargado de la supervisión musical de la infravalorada serie “Lodge 49” –donde también han sonado canciones de bandas afines a los de Nottingham como Broadcast–; Patterson los convenció directamente para que prepararan canciones para la segunda temporada de la serie: caso de “At The Time” y “Driver”. Otra que nació gracias a tan recomendable comedia dramática fue la exultante “Waves”, con la que arranca este inspirado ejemplo de pop cinemático en el que el sonido de canciones como las señaladas está perfectamente cuadrado en un encadenado donde el bajo marca los latidos de todos los temas. Líneas profundísimas que nos retrotraen a la fórmula que David Axelrod desarrolló en sus álbumes de finales de los 60.
Por otra parte, resulta indiscutible el sabor a Saggytarius que desprende en todo momento. Pop con denominación Costa Oeste californiana, encapsulado en las melodías que sobrevuelan sobre los engranajes instrumentales, de un perfil neutro y atmosférico muy cercano a Stereolab.
El enclave temporal de los años sesenta define la arcadia majestuosa y tensa, al mismo tiempo, de unas canciones marcadas por el continuo contraste entre voces celestiales y la intensidad rítmica, casi violenta, con la que desfila tan afilado carrusel de pellizcos eléctricos, y una base rítmica impulsada por el motorik. Eso sin olvidar la sensación hipnagógica que “Wilds” desprende, de principio a fin, y que los emparenta con otras formaciones básicas de esta rama del pop como Vanishing Twin o Beautify Junkyards. Eso sí, en el caso de The Soundcarriers estamos ante una propuesta donde la vía onírica es menos abstracta, las formas de las canciones son más literales, aunque siempre dentro de un muro de sonido ultraorgánico, donde los teclados suenan como sangre hirviendo de fondo y las percusiones sufren de brotes rítmicos fogueados en exótica.
En definitiva, estamos ante una bacanal de 37 minutos homogéneos como una roca, pero con grietas abiertas de estribillos sublimes, como en la canción que da título a un trabajo que encuentra la calma al final mediante “Happens Too Soon”, aunque solo sea en el arranque de la canción. Este es el último tramo de un álbum donde el flujo bipolar de sus composiciones, mágicas y poderosas, responde a un acto de creatividad atemporal. Uno donde el subconsciente sesentero cobra fuerza a través de uno de esos “what if…?” coloristas a los que ya llevan años acostumbrándonos desde sellos como Ghost Box y formaciones como The Soundcarriers, que se han aupado a una posición de privilegio por medio de uno de esos discos en los que la etiqueta “psicodelia pop retrofuturista” suena a ambición y no a tendencia. ∎