Bajo
Suscripción
Aunque la esencia The xx está ahí, manteniéndose aún en la distancia como eje en torno al que orbitar, “Hideous Bastard” consigue construir un universo sonoro. El mayor descubrimiento es el talento de Oliver Sim como crooner pop, capaz de números tan catchy como una “Romance With A Memory” que se niega a renunciar a un carácter mínimamente experimental o la redonda “Fruit”. Inspirado también en la afición de Sim por el cine de terror, “Hideous Bastard” termina matando a Romeo en la escena final. Diego Rubio
Conceptualizado sin colaboraciones, Nas se presenta en “King’s Disease III” como una metralleta lírica capaz de aguantar el peso de un larga duración sobre sus hombros, dando como argumentos la excelencia letrística y la seguridad del que sabe que ocupa el trono por pleno derecho, ganado y sudado a pulso, no otorgado por gracia divina. A punto de cumplir los 50, lo que el MC de Queens nos ha demostrado con este álbum es que el rap es Nas, y Nas es el rap. Al Sobrino
Entre el orientalismo con samples de espada a lo RZA de “ride the dragon” y esa sobrenatural balada final producida por Arca, “thank you song”, hay espacio para casi todo, casi todo inesperado. Sin ser un disco oficial, “CAPRISONGS” ha tenido dos mejores primeros singles que “MAGDALENE” (2019): “tears in the club” es avant-R&B (de club, así es) con The Weeknd como invitado, y “jealousy”, una maravilla afrobeats a dúo con Rema y con diseño sonoro de, entre otros, Fred again.. Juan Manuel Freire
Ayudados por Adrian Utley (Portishead) y Ali Chant en la producción, Sorry han reunido en “Anywhere But Here” un puñado de canciones de las que construyen carreras y acortan las distancias entre underground y overground. Todos los trajes e ideas musicales que se prueban les sientan bien. Asha Lorenz transmuta en diva alt-R&B en “Key To The City”. Con esos aires medio carnavalescos, “Willow Tree” se diría su singular homenaje a Tom Waits. “I Miss The Fool” alcanza su clímax en un extraño inserto operístico. Juan Manuel Freire
Muchos pensaban (pensábamos) que sería un nuevo tratado de ambient plácido y eterno. El referente más inmediato que le viene a uno a la cabeza escuchando “Plonk” es Actress, por esa visión 360º que parece tomar prestado de aquí y de allí sin sonar a nada en concreto (o sea, sonando a sí mismo). Encaja perfectamente con esa voluntad de Huerco S. de no atarse a nada y confirma a su autor, por si hiciera falta, como el productor inquieto y excelso que siempre ha sido. Carles Novellas
A pesar de tanto invitado, no se percibe en “Cheat Codes” dispersión alguna. Todo va en la dirección que marcan sus protagonistas, en plena forma. Danger Mouse destapando su proverbial vis melódica y una gozosa ambientación de soul setentero de violines y agitación social, blaxploitation, boom bap (“No Gold Teeth” recuerda a Cypress Hill y House Of Pain) y algo del darkcore de Wu-Tang Clan, y Black Thought, el experimentado MC de The Roots, señalando la insoportable condición del hombre negro en Estados Unidos. Félix Suárez
Musicalmente, “The Line Is A Curve” sorprende con fugas hacia una base entre blues y free jazz en “These Are The Days” o hacia el folk acústico en “Grace”. Se percibe un clima general de sufrimiento, resiliencia y redención, de transformación y liberación, y de celebración final de la belleza una vez superado el dolor. Supongo que es inevitable que haya una lógica narrativa en todo lo que Kae Tempest hace, y ello implique una especie de recorrido desde la oscuridad hacia la luz. David Saavedra
En “Reset” hay dos tipos de temas: los cantados por Panda Bear, los más luminosos, y los cantados por Sonic Boom, que funcionan como su reverso tenebroso y recuerdan demasiado a algunos cortes del último trabajo de Peter Kember como Sonic Boom. Un disco de doo-wop cósmico-veraniego que juega a las adivinanzas, pero que te hace olvidar los originales añadiendo un toque de realidad en las letras de Lennox, con referencias a cuestiones de desigualdad, abuso capitalista o hastío digital. José Manuel Caturla
Teclados pixelados, ritmos feos cortesía de Rolands, palmadas maquinales, pedales inquietantes y la sensación de que la edificación sonora podría desmoronarse en cualquier momento, lo que se complementa bien con la voz irregular y temblorosa de Ezra Furman. Cuestiones de identidad sexual, espiritualidad, (in)estabilidad psicológica o aceptación social son visitadas con sutileza en “All Of Us Flames”: aunque hay excepciones, la reivindicación inherente a la persona de Furman no se refleja de manera frontal. Xavier Gaillard
El álbum “Waterslide, Diving Board, Ladder To The Sky” es el conjunto que Dana Margolin lanza en forma de banda de rock. Reducir la historia de Porridge Radio a su época de cuarteto sería dejar de lado aquellas grabaciones bedroom pop emotivo e imaginativo con las que Margolin se dio a conocer a finales de la década pasada. La indudable maestría a la hora de crear momentos climáticos, como prueban la tiernísima “Flowers” o la hipnótica “Birthday Party”, pierde fuerza a lo largo de un álbum que juega con pocos recursos sonoros. Santi Fernández
La tendencia bucólica que atraviesa la espina dorsal de este doble “Overwintering” remarca la extrañeza de hacerse mayor. Dicha sensación se expande a lo largo de faros como “Leaf Fall Is Over”, pero también a través de la pausa cósmica, bajo los tempos de Erik Satie, que Lightning In A Twilight Hour bordan en “Natural Light”. Cada vértice de estas canciones está articulado en torno a un maridaje astral entre percusiones mínimas, gamas aerostáticas de guitarras acústicas y ríos de efectos protoambient. Marcos Gendre
La novedad en “The Car” son las cuerdas, que por momentos incluso pueden imponerse a la banda: Turner y el productor James Ford han creado un puñado de imponentes arreglos luego depurados por Bridget Samuels. “There’d Better Be A Mirrorball” debe ser una de las mejores y más maduras partituras de Turner. En el intento de no aburrir o no aburrirse, suele optar en el disco por un falsete que al principio intriga y, a la altura de “Jet Okis On The Moat” o “Body Paint”, se acepta sin problema. Juan Manuel Freire
Si en su primer álbum, “Miss Universe” (2019), Nilüfer Yanya probó con suerte diversos sonidos, exhibiendo mejor que nunca la elasticidad de su voz, en este esperado “PAINLESS” busca una experiencia algo más homogénea y sale todavía más victoriosa. Básicamente, son todo hits, todo el tiempo. El tema estrella es “stabilise”, basada en riffs de guitarra insistentes e hipnóticos y especie de elucubración sobre cómo sonarían The xx si se aplicaran a un estudio intensivo del krautrock. Juan Manuel Freire
Lambchop convierte la elipsis en poesía, la vaguedad en melodía, la dispersión en coherencia, y todas ellas en un objeto estético que te atrapa, pero del que es difícil conocer la composición exacta. La música de “The Bible” se desliza entre los dedos, pero también sabe tocar tierra firme. Como en “So There”, capítulo esencial, así lo intuimos, en esta biblia apócrifa de Wagner: “Ser cortés, ser gentil, ser honesto, ser amable para acoger lo inesperado con una mente insatisfecha”. José Manuel Caturla
Con el tiempo, disco a disco, el combativo cuarteto de Filadelfia ha estilizado y enriquecido hasta el extremo –nunca mejor dicho– una propuesta de sustrato hardcore punk a priori poco amiga de florituras, con una inventiva difícil de ver no solo en el panorama de los sonidos más duros, sino en cualquier otro. Trepidante, lesivo e insospechadamente pegadizo, “Diaspora Problems”, su cuarto álbum, redefine el concepto de crossover y confirma la excepcionalidad de Soul Glo en el ámbito de la música de guitarras más beligerante. César Luquero
Entre bofetones bailables al nuevo aislacionismo inglés (“Dead Horse”, muy Happy Mondays, pero todavía más Cake), lamentos felices sobre la cultura capitalista (“Payday” y la más taciturna secuela “Rich”), retratos de hombres trastornados por su vulnerabilidad en el nuevo orden social (“The Incident”) o reflexiones hedonistas sobre liderazgos indefendibles (“Land Of The Blind”), Yard Act construyen en “The Overload” un monumento al sentido común que invita, a la vez, a perder el control. Juan Manuel Freire
“The Elephant Man’s Bones” demuestra que cuando dos genios se juntan posiblemente no se necesite nada más. La fórmula que ponen sobre la mesa es suficiente para parir uno de los discos de rap del año, sólido y con pocas fisuras. El único pero es quizá ese: nada inesperado, un sobresaliente pero no matrícula de honor. Por el camino queda la capacidad de sorpresa o ese hambre superlativa que representó una obra como “Marcberg” (2010), de Roc Marciano en solitario. Pero nos queda la madurez y seriedad de este álbum. Al Sobrino
Grabado en su estudio casero de Los Ángeles, “We’ve Been Going About This All Wrong” puede sonar cálido y modesto, sobre todo en relación a la osadía sónica de “Remind Me Tomorrow” (2019). Pero es un disco quietamente épico, recorrido por grandes crescendos, con preocupaciones que van más allá de lo doméstico y personal y alcanzan lo global. No trata solo de cómo puede salir adelante Sharon Van Etten; trata también de cómo podemos salir adelante como especie. Juan Manuel Freire
En “Florist” se juega con las sonoridades. Los juegos de voces y el imaginario musical que ofrecen aves, lluvia o noches bajo el porche componen sonoridades agradables. Lirismo sin voces. Ese conjunto de elementos es protagonista de las melodías. Sirviéndose de canciones que transitan entre la vida y la muerte, y teniendo el conflicto como puente, Emily Sprague trasiega con Florist su espiral de emociones, construyendo un disco orgánico, sin rastro de épica. Miquel Queralt
En su decena de composiciones se me han aparecido las auras de Carly Simon y Karen Carpenter, como si fuesen brumas que se levantasen desde aquella West Coast californiana que vio nacer a Weyes Blood en 1988. Sin embargo, no es “And In The Darkness, Hearts Aglow” un álbum de espíritu retrospectivo. Es un pleno reflejo de nuestro tiempo. A esas cartas que Weyes nos escribe y que no disimulan ni su desolación ni su confusión, va aplicando lenitivos sonoros en forma de pop barroco sutil, clásico pero actual. Miguel Martínez
Gilla Band ha reconstruido sus propias normas y autoboicoteado sus posibilidades de construir hits melódicos a base de violar sus canciones de modo que no caigan en ningún planteamiento formulario, con estructruras imprevisibles que te impiden aventurar qué vericueto van a seguir en cada momento. Todo ello contribuye a crear una obra desasosegante y liberadora. “Most Normal” es un extraño y convulso artefacto poético que muestra un posicionamiento ante el mundo y ante la cultura predominante. David Saavedra
El sonido de Dry Cleaning se ha “aclarado” sin perder ni un ápice de su fuerza ni de su poder evocativo. Puede que la guitarra le guiñe un ojo al slacker rock noventero, pero el ADN british sigue latente y muchas veces ambos colisionan con desparpajo para crear sus hipnóticas polaroids sobre el estado de las cosas en el mundo de hoy. “Stumpwork” es jangle pop e indie rock, es post-punk y no wave. Es la visión de una banda sin complejos bailando sobre las esquirlas oxidadas del revival. Juan Cervera
“Saint-Clair” es un disco en el que cabe el pop susurrado y acústico de “Sainte-Rita”. “Rends l’amour!” suena a mezcla de Arthur H con disco-house y arreglos de cuerda neoclásicos. “Les joues rouses” tiene una gran tersura guitarrera. “(Un)Ravel” es casi un recitado con leve piano y otros instrumentos; su voz se basta y sobra para conseguir el charme y la nonchalance que desprende la canción. A punto de cumplir 50 años, Benjamin Biolay sigue siendo un príncipe de la melodía. Ramon Súrio
Desencanto, amores frustrados o desconfianza hacia el paso de los años. El dúo, que se acerca a la treintena, diseña un catálogo de los males que afectan a la juventud y a la madurez temprana en la era posmoderna. The Breeders o The Ting Tings salen a la palestra en cuanto a su sonoridad. Hay reminiscencias de los Strokes en “Being In Love”, que inicia “Wet Leg”, su debut homónimo, en la que incluyen rugosos brochazos sintéticos que alientan su decadente interpretación del enamoramiento. Carlos Marlasca
La música de caroline discurre orgánica y cristalina, respira con una naturalidad asombrosa y reescribe de manera sorprendente conceptos aparentemente tan manidos como folk, slowcore o post-rock. En una época donde la uniformidad parece ser el traje que mejor le sienta a todas las vertientes de la música pop(ular), demuestran en los tres cuartos de hora de “caroline” que todavía es posible sorprender (y sorprenderse) con un planteamiento que rechaza amoldarse a los parámetros más previsibles. Juan Cervera
En su búsqueda de la falta de límites, Perfume Genius se permite desde instrumentales pianísticos de vuelo libre (“Scherzo”, el más contenido “Cenote”) hasta largos desarrollos hipnóticos para pistas de baile improvisadas en galerías de arte (“Eye In The Wall”). Pero que tampoco se asusten quienes busquen melodías claras en “Ugly Season”. Queda la explícitamente titulada “Pop Song”. O ese corte titular en clave gozosamente dub. O la torch song “Photograph” en la que también hay espacio para esputos free jazz. Juan Manuel Freire
“Big Time” iba a ser un disco producto de su primer buen amor queer, pero acabó siendo también producto de la pérdida (su padre y su madre). Olsen abraza esos sentimientos con igual serenidad y plenitud, mostrando su cara, quizá, más distendida hasta la fecha. Dejando atrás los espasmos orquestales de “All Mirrors” (2019), pero sin abandonar las cuerdas, Olsen se mueve aquí con emoción tranquila por paisajes country y americana en los que se nota el toque delicado de Jonathan Wilson como productor. Juan Manuel Freire
Construido a distancia entre Vancouver, donde reside el músico, y la Isla Galiano, donde lo hace el productor y multinstrumentista John Collins, “LABYRINTHITIS” toma una estructura laberíntica en su construcción sonora, plagada de recovecos, callejones sin salida y puertas inesperadas hacia un mundo cuasi borgiano. El que parece el trabajo más libérrimo y desacomplejado de Destroyer tiene algo de compendio de las facetas que ha ido mostrando desde 1996, pero con una pulsión que parece nueva. David Saavedra
El enigma de las relaciones íntimas es eje fundamental de “Laurel Hell”, pero también la idea de la transformación. Es su álbum más synthpop, y más accesible, con prácticamente todos los temas construidos al completo por Mitski y su colaborador musical de siempre, Patrick Hyland. Pop sin fronteras dispuesto a llegar a todos y cada uno de nosotros, porque, por encima de cualquier otra cosa, posee un don que dábamos demasiado por supuesto: canta como una verdadera diosa. David Saavedra
El cuarteto ha modelado uno de los paisajes más devastadores de los Estados Unidos de hoy, un país al borde del colapso agrietado por el deterioro medioambiental y las desigualdades sociales. Los cuarenta minutos de “God’s Country” le sacan la lengua a esa coletilla absurda de “el rock ha muerto”, hacen pupa, arañan y le dan un chute oxigenante a las neuronas dormidas. En su campo de minas caben la desesperanza y la oscuridad, pero también se erige en guía sónica sobre la resistencia. Juan Cervera
Nina Nastasia aparca ese particularísimo marco de folk gótico de sus discos precedentes y va al grano y al hueso, sin perder por el camino su capacidad para elaborar melodías que van directas al corazón. Aquí enseña partituras de folk confesional y libreta de heridas, tormentas emocionales y páginas de duelo: “Riderless Horse” discurre como una bofetada en forma de testimonio sin anestesia. Pocos discos tan esenciales escucharán esta temporada. Excepcional y sobrecogedor. Juan Cervera
La mejor baza de Alex G, además del excepcional songwriting, es la sutil capacidad de incorporar influencias sorprendentes. En “God Save The Animals”, sus incursiones en el (casi) hyperpop, como “No Bitterness” o “Immunity”, funden country con 100 Gecs, la huella del cloud rap con el lo-fi noventero. Si en “Blessing” anticipa un flirteo con una herencia nu metalera que siempre estuvo ahí pero nunca se había llegado a cristalizar, en “Runner” firma un hit de folk-rock a lo Tom Petty que es capaz de fundir dulzura y violencia. Santi Fernández
Propulsados por una gran nueva sección rítmica, Alvvays se abren paso a controlados trompicones en uno de los mejores repertorios (power) pop escuchados en mucho tiempo. ¿Por dónde empezar? ¿Por el final de “Pharmacist”, ese solo de guitarra absurdamente lúdico? Nada que objetar, pero justo después “After The Earthquake” se postula como verdadero primer clásico del lote de “Blue Rev”. Alucinantes canciones, igual que el doble nocaut emocional de “Velveteen” y “Tile By Tile”. Juan Manuel Freire
Lucrecia Dalt da el paso que se le pedía desde hace tiempo con “¡Ay!”, un artilugio que se impone por encima de sus códigos vanguardistas para ofrecernos un retrato musical que liga sus ansias experimentales con la raíz popular colombiana. Mapa de transformismo donde la disonancia y el trabajo de borrado hauntológico de los relieves tonales deforma la masa estructural de las canciones en cada escucha, siempre dejando un porcentaje alto de subjetividad para quien las escuche. Marcos Gendre
Estas “mil cosas invisibles” que propone Tim Bernardes citan por igual el pop orquestado de John Lennon y la música brasileña de los años 70. Se ha escrito que mezcla las bases del tropicalismo con el indie folk anglosajón, y es una buena carta de presentación para la orfebrería de segundo largo, “Mil coisas invisíveis”, a lo que podríamos añadir una maravillosa colisión entre el acento lo-fi y las orquestaciones suntuosas: consigue que los extremos estén condenados a entenderse. Quim Casas
El hoy, “Skinty Fia”, es un paso de equilibrio en el que cobra protagonismo la intensidad, en el que regresan a la penumbra de “Dogrel” (2019) y en el que, al mismo tiempo, caben más baladas. En el que conviven destellos del rock británico de estadios de los noventa y la efervescencia festiva de Madchester. En el que, por el camino de la mesura, ofrecen su versión más sólida. Una que cierra la etapa de construcción de la banda y que los sitúa como uno de los actos de rock más importantes del mundo. Diego Rubio
“Renaissance” pretende ser una liberadora terapia de baile después de la afectación pandémica planetaria vivida en los últimos tiempos. Bailemos y olvidemos las penas, sugiere Beyoncé con este manifiesto garage house 90s, disco-electro y dance-pop 80s. Un efectivo reclamo para las pistas que incita a la diversión y a la liberación sexual. A veces con simulacros a lo Madonna y, otras, con inesperados remedos de Jacko y otros tótems de los 80s, “Renaissance” celebra la música negra con un sentido retrospectivo. Santi Carrillo
Bill Callahan hace tiempo que dejó el lado oscuro. Antes de mudarse a Austin, hace casi 15 años, más o menos en el tiempo que renunció a su alter ego Smog, ya hablaba de que quería una casa para encerrarse y componer, alejada del mundanal ruido y en la que tuviera sitio para aparcar.
Para quien esté esperando la corrosión lírica habitual, “YTI⅃AƎЯ” es quizá el disco más “buenista” de Callahan, aunque haya conatos de canción política en “Naked Souls” o reflexiones sobre la muerte. Está engolado con arreglos de viento, abrazado por coros femeninos y deja momentos inusitadamente pop como el final de “Natural Information”, aunque a veces los esquemas estén también algo deformados, con pianos disonantes, eléctricas afiladas y cornos casi apocalípticos.
Ya sea recreándose en el primer pajarillo que ve su hija recién nacida –“First Bird”–, confesando su amor por ella entre vistazos de coyotes y perros –“Coyotes”– o haciendo poesía algo surrealista a partir de una vomitona –“Drainface”–, Callahan divaga siempre hacia un lenguaje completamente alegórico, confundiendo el mundo de los sueños con la realidad mundana. No por nada la portada juega con lo especular y el título, “Realidad”, está escrito hacia atrás. Diego Rubio
Es que no para. Si hace tan solo unas semanas nos noqueó con el álbum de 700 Bliss (“Nothing To Declare”), ahora Camae Ayewa lo hace con “Jazz Codes”, su segundo largo para Anti, sello en el que debutó en 2021 con “Black Encyclopedia Of The Air”.
Que el jazz ha sido uno de los componentes del ADN musical de Moor Mother es algo que ya quedó claro desde aquel tortazo que fue “Fetish Bones” (2016), punto de partida oficial de una carrera siempre beligerante y en los límites de la escucha placentera, y que ahora pone definitivamente sobre la mesa con este “Jazz Codes”, su homenaje a un género en constante renovación y que ella afronta desde su particular visión afrofuturista.
El álbum tiene su origen en una serie de poemas de Ayewa para los que el músico sueco Olof Melander construyó una serie de loops y beats. A partir de este germen, Moor Mother se zambulló sin red en el océano jazzístico para construir esta monumental reverencia a un estilo por el que desfilan name-droppings que citan a John Coltrane, Mary Lou Williams, Albert Ayler, Woody Shaw, Nina Simone, Billie Holiday, Joe McPhee y Ella Fitzgerald, entre otros.
Un tapiz electrizante con el free jazz y el spoken word como columna vertebral. Juan Cervera
Los proyectos paralelos, ya se sabe, están para marcar distancias y abrir nuevas válvulas de escape, pero si a algo suena “A Light For Attracting Attention” es a Radiohead. Por los cuatro costados. De principio a fin. En realidad, tampoco es tan extraño: siendo Yorke y Greenwod las principales fuerzas creativas de la banda británica, la inercia les debe empujar hacia ese agujero negro del que han ido emergiendo, cada vez un poco más retorcidas, las canciones del quinteto inglés. El batería Tom Skinner aporta el pulso jazzístico y el ritmo singular, pero son Yorke y Greenwood quienes manejan la locomotora y colocan los raíles.
Nada de todo esto, sin embargo, le resta valor a un álbum que quizá no sea un dechado de riesgo y originalidad, pero que consigue sacar petróleo de paisajes ya conocidos y tierra aparentemente quemada. En cierto modo, es como si liberándose del peso enorme de Radiohead, marca que hace años que trascendió lo puramente musical, Yorke y Greenwood se hayan permitido medirse de nuevo con baladas desarmantes como “Free In The Knowledge” y con parcheados sintéticos que, como ocurre con “A Hairdrayer” y “The Same”, no habrían desentonado en una versión algo menos radical de “Kid A” (2000). David Morán
Entre pasado y futuro pop, Charli XCX ha apostado en “CRASH” por lo primero, ya que en la hoja de créditos aparecen discretamente A.G. Cook, 100 Gecs y Oneohtrix Point Never. No es, desde luego, el álbum dedicado a SOPHIE que esperabas. Por lo demás, el peso de la producción y composición lo llevan grandes nombres de la industria que han tratado con el quién es quién del pop mainstream .
Por lo general, el álbum cumple en su cometido de convertirla en la estrella pop que siempre mereció ser. Lo hace, además, impulsado por la energía de quien no tiene problema en tomar el control y de erigirse en la chica mala capaz de joderte. Se demuestra en la urgencia de la que ella misma describe como su canción sexy oficial, “Baby”, donde convergen influencias que van de Janet Jackson a Britney Spears, de Prince a Cameo.
El asalto al top 40 es inevitable con semejantes armas. Quizá no será tan futurista aquí, pero lo que siempre ha sido Charli es camaleónica y, al aluvión de géneros, influencias y citas anteriormente mencionadas, también hay que añadir otras pequeñas curiosidades, como el coqueteo con lo tropical de “Twice”, o la locura autotunera de “Constant Repeat”. Álvaro García Montoliu
“Ants From Up There” parte de la repetición de motivos, de pequeñas ideas musicales y líricas que se van colando aquí y allá, gimmicks casi humorísticos. Nunca paran de hilar conceptos. En “Chaos Space Marine” están Warhammer 40000, los Cardiacs, Arcade Fire y un hundimiento sentimental. En “Concorde” Isaac Wood anticipa (qué doloroso resulta escuchar la canción ahora) cómo iba a dejar el grupo, mientras canaliza sus escuchas de Will Oldham repitiendo obsesivamente una secuencia de acordes que la banda quiebra rítmicamente.
Es difícil saber qué va a ser del grupo sin Isaac, y qué va a ser de este álbum en la memoria colectiva. Está tan profundamente atado a unas circunstancias, a un momento histórico, que tan pronto puede convertirse en testimonio de este principio de década como en materia de chiste. Habrá un inevitable cambio de valores críticos. Igual en diez años estamos todos riéndonos de la épica, del virtuosismo, de las letras que se regodean en la autoconsciencia, de la neurosis y el autoodio, de una cierta querencia por el angst adolescente que siempre resulta peligrosa. Pero los Black Country, New Road se rieron antes. Y se rieron mejor. Ya han ganado. Un triunfo absoluto. Santi Fernández
Cuando, a pesar de sus intentos por evitarlo, creíamos conocerlos, Josckstrap se han avanzado a cualquier suposición con “I Love You Jennifer B”, en el que su art pop es a la vez más artístico y más pop que nunca. Taylor Skye se desata por completo, pero, a la vez, Georgia Ellery abraza partes melódicas fáciles de imaginar siendo tarareadas en un festival. Cada canción es un mundo en sí mismo, pero todas conectan con un hambre de riesgo solo equiparable a su capacidad para enganchar.
La inicial “Neon” advierte seriamente de los caminos misteriosos por los que pasearemos durante los siguientes tres cuartos de hora. “Jennifer B” delata el interés del dúo por la electrónica de baile. Mención aparte merece la (post-)disco “Greatest Hits”, en clara sintonía con los Mr. Twin Sister más nocturnos, U.S. Girls o los mejores trucos hauntológicos de The Avalanches. Tras el asalto final con esa “50/50” extralarga, solo se puede decir: “I love you Jockstrap”. No sabemos si querer igual a Jennifer B, de la que sabemos poco. Según la entrevista que leas, es un personaje con pocas líneas de una película o un nombre que vieron en la chaqueta de alguien cuando iban a la Guildhall. Sin misterio no hay juego. Juan Manuel Freire
En su nueva, burbujeante metamorfosis, Brittney Parks es R&B y hip hop y pop y synthfunk y todas las modalidades que aplica a un violín casi nunca solemne, sino generalmente destinado a hacer bailar. Si nuestra intención es pararnos a buscar una descripción, será mejor no hacerlo mientras suena “Natural Brown Prom Queen”, demasiado denso, demasiado inquieto para permitir ese respiro. Demasiado directo y chocante, también: Parks pasa ya definitivamente de convertir sus dolores en metáfora; ahora simplemente los pone por escrito.
Inspirada e inspiradora, Sudan Archives puede explorar sus inquietudes desde un techno ralentizado, como en “Loyal (EDD)”; o un trap de graves abrasivos, como en la explosiva “OMG BRITT” (“Oh, Dios mío, Britt / Les va a dar un síncope cuando oigan esta mierda”); o un hip hop con denominación de origen de su natal Cincinnati, como en “#513”, producida por el mítico beatmaker local Hi-Tek; o no conformarse con un solo ángulo sónico y marcarse un road trip (no solo) psicodélico en “ChevyS10”, que pasa del rap al R&B y de la espaciosidad atmosférica al house. Lo que pueda venir en el futuro cercano, después de temas como este, quizá requiera la creación de nuevas palabras, nuevos géneros. Juan Manuel Freire
Renacimiento, reafirmación y pertenencia flotan en las trece canciones de “Fossora”, con una Björk imperial oficiando para invocar conexiones emocionales como remedio a los males de este mundo: “Hope is a muscle / That allows us to connect”, escuchamos en “Atopos”, el tema de apertura, mientras se despliegan los clarinetes del sexteto Murmuri y los indonesios Gabber Modus Operandi lanzan beats marciales en una batidora que tritura partículas electroindustriales y nos conmina a dinamitar las cadenas que nos impiden vivir en plenitud.
La conmovedora “Ancestress” es el homenaje póstumo a su madre. La colaboración con serpentwithfeet cristaliza en “Fungal City”, una especie de retazo de music hall que podría sonar en el bar de “La guerra de las galaxias”. La titular “Fossora” se cimbrea entre los arabescos de los clarinetes y las erupciones de protogabber para recordarnos el imparable ciclo de la vida. Exploradora de su propio planeta, Björk lo ha vuelto a hacer. Y no busquen aquí caramelos tipo “Venus As A Boy”, “Human Behaviour”, “Army Of Me” o “Bacherolette”: hace años que la de Reikiavik decidió adentrarse en otros senderos e ir construyendo un modelo para armar pop contemporáneo de la que ella es la única y poderosa dueña. Juan Cervera
La cantautora de Norwich ha entregado por fin el gran álbum que parecía haber prometido toda la vida y que nadie pensó que fuera a llegar ya. Podríamos hablar de las circunstancias vitales que lo alentaron: regreso a Inglaterra tras convivir en Los Ángeles con su marido, el también músico Sam Amidon, y sus dos hijos; momentos de soledad, una pandemia y el diagnóstico tardío de una enfermedad muy desestabilizadora como es la epilepsia del lóbulo temporal.
Beth Orton empezó a dejar fluir todo lo que le pasaba en forma de largas piezas musicales. Después las revistió con la ayuda, entre otros, de Tom Skinner, Tom Herbert, Alabaster DePlume y Shahzad Ismaily. Su intención, crear un sonido puramente sensorial en el que flotaran su propia conciencia, el paisaje, el clima, el recuerdo de momentos y personas y su propia celebración en calma del vivir, del amar, del abrazar la belleza del mundo.
Ella ha hablado de la inspiración de discos de Talk Talk y David Sylvian, enriquecidos con una atmósfera de free jazz brumoso y folk etéreo. La Beth Orton de“Weather Alive” juega en esa liga, y en la de Joni Mitchell, Robert Wyatt, John Martyn, Nick Drake y el Van Morrison de “Astral Weeks” (1968). Mirándolos de tú a tú. David Saavedra
Se trata de un generoso trabajo que bien podría haber sido un disco doble, en el que no faltan featurings ni escarceos con otros estilos. Bad Bunny ha declarado que no se ve haciendo reguetón toda la vida, y aquí va más allá.
En “Después de la playa” se marca un mambo del que sale más que airoso. En “Yo no soy celoso” se enfrenta al machismo interiorizado de los celos a ritmo de bossa nova. Y hasta se zambulle en el pop más clásico en “Un coco” y “Otro atardecer”. Una de las grandes sorpresas es “El apagón”, en la que se tira de cabeza al EDM mientras se queja de las leyes que están permitiendo la especulación inmobiliaria en Puerto Rico. No es la única canción en la que usa la música para poner sobre la mesa cuestiones sociales: en “Andrea” se hace eco de un feminicidio en el que además se terminó culpando a la víctima.
La extensión hace que cueste más adentrarse en “Un verano sin ti” que en otros trabajos del Conejo Malo o que incluso llegue a dar la impresión de estar ante un batiburrillo de canciones sin desbrozar, pero basta un poco de tiempo para darse cuenta de que nos enfrentamos a un trabajo redondo que además se postula a clara banda sonora del verano. Carolina Velasco
La temporada de aislamiento impuesta por la COVID les llevó a plantearse hacer un disco gigante. “Dragon New Warm Mountain I Believe In You”, álbum mastodóntico pero fluido y grácil, es el resultado de cuatro sesiones de grabación distintas, cada una de espíritu diferente. De la tercera sesión provienen la canción titular, “No Reason” y “The Only Place”, o la aún mejor “Flower Of Blood”, desvío hacia un nuevo horizonte dream pop y electrónico que forma un verdadero doble nocaut con la cuasi trip hop “Blurred View”. Atención al desestabilizador uso del estéreo en “Time Escaping”, en el que distintos retorcidos instrumentos compiten por tu atención desde uno y otro lado de los auriculares.
La primera y cuarta sesiones, desarrolladas en los bosques al norte de Nueva York y Tucson (Arizona), traen a los Big Thief más rústicos. En la segunda se unió al grupo un quinto miembro: Mat Davidson, alias Twain, para violín y voces. A veces con desatada imaginación, casi siempre con ingente emoción, otras veces con oscuridad relativamente inesperada, las canciones de Big Thief se resisten a ser simple ruido de fondo de esta absurda vida moderna: quieren toda nuestra atención, sin interferencias ni pestañas abiertas en segundo plano. Juan Manuel Freire
En “Multitude”, por supuesto, el personal toque Stromae sigue muy presente. Es inevitable. La hibridación musical vuelve a ser patente, pero mantiene un tono general quizá más homogéneo. Eso sí, de una calidad superlativa y con una brillantez lírica que permanece inalterable. El disco reúne doce canciones de entre dos y poco más de tres minutos que condensan su forma de ver los acontecimientos personales y sociales ocurridos en los últimos años.
“Invaincu” es un grito victorioso de reafirmación a pesar de todas las dificultades y de la dureza de la vida que nos ha tocado vivir en tiempos recientes. La experiencia pandémica continúa presente en “Santé”, introducido por un charango, en el que se entremezclan zouk, EDM y la huella de Henri Salvador, habitual en la música de Stromae. El peligro de la rutina en la vida de pareja queda reflejado en “La solassitude”. “Fils de joie” trata el tema de la prostitución desde una perspectiva no precisamente abolicionista, y lo hace sobre un aire melancólico entre cadence antillana y danzón cubano con un toque barroco. “L’enfer” cruza las polifonías búlgaras con una melodía que podría ser la de un tema que hubiera llevado Brel a Eurovisión. El disco llega a su desembocadura con los dos temas que el belga ha coescrito con el rapero francés Orelsan y que representan las dos caras de la moneda de una jornada cualquiera, como si tratara de dar voz a una personalidad bipolar. Luis Lles
Cinco años después de “DAMN.” y con el preludio de la quinta parte de “The Heart”, Mr. Duckworth parecía estar listo para desplegar las páginas sonoras de su quinto álbum oficial, un “Mr. Morale & The Big Steppers” que se presenta como doble álbum dividido en dos partes (“Mr. Morale” y “The Big Steppers”), casi setenta y cinco minutos de sounds & lyrics que vuelven a golpear con una fuerza poco común en la música actual y que refrendan el poder de la palabra musicada.
Es realmente emocionante observar cómo Lamar se expone en las dieciocho piezas del álbum, mostrándonos sus debilidades y flaquezas con una crudeza que alumbra el devenir de una vida marcada por el trauma y el constante esfuerzo por superarlo y hallar la paz interior. La fama y la riqueza no son la solución (queda meridianamente claro en “United In Grief”, el tema de apertura), y Dios puede ser un camino pero tampoco parece ser la solución definitiva: la implacable realidad es que hay que enfrentarse en solitario a los demonios que nos habitan, por mucha ayuda (espiritual, médica) que podamos atraer para aplacar los tormentos interiores.
Si “To Pimp A Butterfly” era como una novela (o película) sobre las circunstancias de vivir y crecer en Compton , “Mr. Morale & The Big Steppers” es un striptease personal enfocado en el protagonista, un rosario de sus inseguridades y fragilidades, un almanaque que pone sobre el tapete las grietas familiares y el abuso infantil, la homofobia y la cultura de la cancelación, la idolatría hacia las figuras públicas y el endeble y problemático equilibro que amalgama las relaciones interpersonales, como si observáramos impúdicamente por un agujero secreto durante unas de sus sesiones de terapia psicoanalítica.
Lamar ofrenda una sólida roca musical y poética sobre la que descansar, echar el ancla y lamernos las heridas, una expedición sin seguro por los arañazos del daño psíquico y sus consecuencias en una obra inmensa (otra) de la cultura negra contemporánea ante la que cualquier genuflexión se queda corta. Juan Cervera
1986 Joe Jackson Big World / 1987 Prince Sign 'O' The Times / 1988 Public Enemy It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back / 1989 Pixies Doolittle / 1990 Jungle Brothers Done By The Forces Of Nature / 1991 Massive Attack Blue Lines / 1992 R.E.M. Automatic For The People / 1993 PJ Harvey Rid Of Me / 1994 Portishead Dummy / 1995 Tricky Maxinquaye / 1996 Sepultura Roots / Tortoise Millions Now Living Will Never Die / 1997 Spiritualized Ladies And Gentlemen We Are Floating In Space / 1998 Manu Chao Clandestino / 1999 The Flaming Lips The Soft Bulletin / 2000 The Magnetic Fields 69 Love Songs / 2001 Mogwai Rock Action / 2002 El-P Fantastic Damage / 2003 Robert Wyatt Cuckooland / 2004 Tom Waits Real Gone / 2005 M.I.A. Arular / 2006 Joanna Newsom Ys / 2007 Animal Collective Strawberry Jam / Panda Bear Person Pitch / 2008 Portishead Third / 2009 Animal Collective Merriweather Post Pavilion / 2010 Kanye West My Beautiful Dark Twisted Fantasy / 2011 PJ Harvey Let England Shake / 2012 Swans The Seer / 2013 Kanye West Yeezus / 2014 Sun Kil Moon Benji / 2015 Kendrick Lamar To Pimp A Butterfly / 2016 Nick Cave And The Bad Seeds Skeleton Tree / 2017 Kendrick Lamar DAMN. / 2018 Low Double Negative / 2019 FKA twigs MAGDALENE / 2020 Fiona Apple Fetch The Bolt Cutters / 2021 Low HEY WHAT ∎
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