El miércoles, 27 de abril, supimos que
Klaus Schulze,
nacido en Berlín el 4 de agosto de 1947
, había muerto el día anterior, a los 74 años de edad. La frágil salud del compositor germano, afectado por una enfermedad renal, ya le había llevado a anunciar su retirada definitiva de los escenarios en 2013. Con todo, el autor de
“Irrlicht” (Ohr, 1972) no había dado por acabada la creación de música en su estudio. En 2018 llegó el primer ejemplo de ello: el álbum
“Silhouettes” (Oblivion-SPV), el primero en cinco años que incluía material nuevo. Desgraciadamente, Schulze no vivirá para ver el lanzamiento de su siguiente largo,
“Deus Arrakis”, una nueva referencia a “Dune” (Frank Herbert, 1965). El músico ya había dedicado un disco homónimo, que se publicó en 1978, a este clásico de la ciencia ficción. Este mismo mes se había dado a conocer un extracto de
“Osiris”, una de las tres composiciones que compondrán el disco ya póstumo.
Después de iniciarse como guitarrista y percusionista y de intervenir en los primeros trabajos de formaciones de la escena progresiva alemana como Tangerine Dream y Ash Ra Tempel, Schulze comenzó en 1972 una larga carrera como músico en solitario que acabaría siendo un paradójico ejercicio de estilo en el que combinaba contención y desmesura. Contención en los parámetros musicales, porque el autor se mantendría bastante fiel a la personalidad artística que desplegó en sus primeros álbumes. Y desmesura en la cantidad de grabaciones publicadas y en la extensión de los temas que las integraban. Su discografía, compuesta por centenares de discos, puede llegar a apabullar.