Los míticos estudios de grabación en Abbey Road, en Londres, anteriormente conocidos como EMI Recording Studios y renombrados Abbey Road Studios en 1970 tras el éxito del álbum “Abbey Road” de The Beatles, cuya icónica portada los convirtió en un símbolo cultural, comenzaron entonces a consolidarse como un lugar legendario en la historia de la música.
No obstante, a finales de los setenta, Abbey Road Studios se enfrentaba a una crisis debido a la disminución de grabaciones de música clásica, ya que su mítico Studio One, diseñado para albergar orquestas, tenía menor demanda. Al mismo tiempo, el equipo de Anvil Films, liderado por el ingeniero Eric Tomlinson y enfocado en la música para la industria cinematográfica, se había quedado sin sede. Esta coincidencia fue un golpe de suerte que permitió al estudio de grabación más famoso del mundo reinventarse y dio lugar a una colaboración muy fructífera. Fue en esta época cuando la marca británica de altavoces Bowers & Wilkins introdujo su caja acústica 801, la primera de la serie 800, en Abbey Road Studios.
Aunque la 801 fue diseñada para uso doméstico, su excepcional transparencia y precisión la posicionaron por encima de muchos monitores profesionales de estudio, convirtiéndola en la elección preferida de los técnicos de sonido en los estudios de grabación más prestigiosos del mundo.
Aunque la 801 es, como todas las cajas acústicas de Bowers & Wilkins, un modelo diseñado para uso doméstico, sus cualidades excepcionales en transparencia y reproducción del detalle la colocan muy por encima de los monitores de estudio de gama profesional. A pesar de no haber sido concebida específicamente para el entorno de estudio, su rendimiento supera al de muchos monitores profesionales, lo que la convierte en la primera elección de los mejores técnicos de sonido en los estudios de grabación más prestigiosos del mundo.
Las primeras bandas sonoras grabadas en el estudio fueron “El león del desierto” (1980), de Maurice Jarre, y “El ojo de la aguja” (1981), de Miklós Rózsa, para la adaptación del superventas de Ken Follett dirigida por Richard Marquand. La primera había comenzado a grabarse en los estudios Denham, el emplazamiento anterior del equipo Anvil, antes de que fueran demolidos, y solo se completó en Abbey Road Studios. Por su parte, la banda sonora de Rózsa fue la primera grabada íntegramente en Abbey Road Studios, a lo largo de varias sesiones con la Royal Philharmonic Orchestra en enero de 1981, una fecha crucial para la historia del sonido en el cine.
El mayor impulsor del retorno de las grandes orquestas a la música de cine fue, sin duda, John Williams, y su larga relación con Steven Spielberg, con quien ya había colaborado en “Tiburón” (1975). En esta película, con apenas unas notas, Williams fue capaz de convertir al tiburón gigante, que colgaba inofensivo en los Universal Studios, en una amenaza aterradora.
Para “En busca del arca perdida” (1981), cuya banda sonora Spielberg y Williams grabaron en Abbey Road Studios, ambos fueron con todo y a lo grande, a pesar de que el estudio aún no estaba totalmente acondicionado para grabaciones de música de cine. Un divertido Steven Spielberg comentó: “¿Hacia dónde tengo que mirar? ¿Hacia la pantalla o hacia los altavoces?”. Pese a las dificultades, aquella banda sonora se convirtió en un clásico de Eric Tomlinson.
En el documental “Abbey Road. Si las paredes cantasen”, disponible en Disney+, Williams, quien regresaría a los estudios para grabar varios episodios de “Star Wars” –desde “El retorno del Jedi” (1983) hasta “La venganza de los Sith” (2005)–, declaró que, para él, “Abbey Road es como una especie de madre de la música que se interpreta aquí. La ha preservado para nosotros. La ha abrazado con su acústica personal. Es un regalo. La usamos, creemos que la contratamos. Pero es algo más espiritual”.
La historia del trío formado por Bowers & Wilkins, Abbey Road Studios y el cine comenzó a lo grande. El no menos legendario Jerry Goldsmith se sumó con la banda sonora de “Atmósfera cero” (1981), de Peter Hyams, grabada en formato Mega Sound, que requería que los cines instalaran una línea de subwoofers –altavoces de subgraves– detrás de la pantalla para hacer vibrar, literalmente, al público. Fue el inicio de una larga serie de cineastas y músicos que acudieron a Abbey Road en busca de una narrativa musical perfecta.
Goldsmith regresó para grabar la música de “Acorralado” para Canon Films, que el ingeniero Allan Snelling registró en el Studio One en agosto de 1982, mezclando arreglos orquestales y sintetizadores. Compositores más jóvenes también siguieron sus pasos, como Michael Kamen, que grabó allí “La zona muerta” (1983), “Brazil” (1985) y “Los inmortales” (1986), o James Horner, quien llegó con “Aliens” (1986), y más tarde, en los noventa, con “Braveheart” (1995). Esta última, con su alternancia de escenas románticas y épicas, fue durante años la obra de la que Horner se sentía más orgulloso. La grabación, con la London Symphony Orchestra y un coro de niños en el Studio One, se realizó en un entorno cada vez más preparado para las bandas sonoras, especialmente a partir de 1993, cuando se instaló una mesa de mezcla de 72 canales presidida por monitores de Bowers & Wilkins.
Los altavoces de la serie 800 han seguido evolucionando, adaptándose a las constantes innovaciones de los estudios, como el sonido Dolby Atmos, que permite asociar un sonido a un objeto específico dentro de la banda sonora. Tanto en el estudio como en casa, el sonido que emiten es cada vez más espectacular.
Howard Shore, quien había grabado en el estudio bandas sonoras como “M. Butterfly” (1993) y “Filadelfia” (1993), destacó especialmente con la trilogía de “El señor de los anillos” (2001-2003), por la que recibió hasta tres estatuillas de la Academia de Hollywood. En la era de las franquicias como “Harry Potter”, cuyas bandas sonoras también fueron grabadas en Abbey Road Studios, surgieron partituras de personalidades singulares, como las de “Apocalypto” (2006) –de nuevo Horner y Mel Gibson–, “Promesas del Este” (2008) –otra colaboración entre Shore y Cronenberg– o la de Jonny Greenwood y Paul Thomas Anderson para “Pozos de ambición” (2007).
Incluso las superproducciones de Marvel han recurrido a grandes orquestas para enfatizar la acción de sus personajes y las emociones del público. La partitura de “Viuda Negra” (2021), compuesta por Lorne Balfe, reunió a 116 músicos, todo un récord en la historia del estudio.
No solo se trata de grandes innovaciones como el sonido Dolby Atmos. La triple alianza entre cineastas, compositores e ingenieros permite llevar la narrativa a otro nivel de comprensión a través de la música.
Uno de los más destacados en este sentido ha sido Edgar Wright, quien mezcla con acierto canciones originales y banda sonora. El inicio de “Baby Driver” (2017) es una persecución al ritmo de “Bellbottoms”, el tema de The Jon Spencer Blues Explosion; el director imaginó toda la escena a partir de esta canción. Para “Última noche en el Soho” (2021), protagonizada por Anya Taylor-Joy, grabó los primeros 23 minutos en mono, como se escuchaba la música en los años sesenta, para luego dar el salto al Dolby Atmos actual.
De una manera u otra, las películas más sonadas de los últimos cuarenta años han alcanzado ese sonido tan espectacular gracias a las cajas acústicas de Bowers & Wilkins, que han permitido a los ingenieros perfeccionar el sonido de cada grabación. A lo largo de estas décadas, la marca ha evolucionado constantemente, adaptándose a las innovaciones técnicas de los estudios. Así, tanto los 801 D4 Signature –el modelo más reciente de la serie 800– como los auriculares inalámbricos PX8, que pueden considerarse como réplicas a escala de la tecnología 800, garantizan una experiencia de audición completa, que no solo nos transporta a la sala de cine, sino al mismísimo estudio de grabación de Abbey Road Studios, como los Beatles y la infinidad de músicos y directores de cine que han pasado por allí a lo largo del tiempo. ∎