El pasado 14 de abril, “Missionsuicida” de Bb Trickz aparecía, sin previo aviso, en Spotify. Canción que ya había alcanzado millones de visualizaciones en Twitter tras haberse hecho viral días antes. Sin tener gran contexto sobre la canción o la artista que la firmaba, el germen de uno de los grandes fenómenos de 2023 comenzaba a crecer a la velocidad de la luz. Bb Trickz ya estaba en boca de todos nosotros, despertando todo tipo de opiniones en torno a la supuesta Ice Spice española. Álvaro Tejada

En el año en el que una canción de despecho logró dominar el planeta, Aiko el grupo publicó su segundo álbum. “Peñacastillo” ahonda una vez más en una relación rota, una constante en la corta pero productiva carrera del conjunto afincado en Madrid. Haciendo gala de su habitual mala leche, este ajuste de cuentas con revestimiento punk-pop nos deja impagables sentencias –en su mayoría llanas, a la par que hirientes– como esta: “Yo te quería y ahora me he vuelto una tía fría”. Edu Fernández

Canción de amor sin ironía, sin miedo a pisar la raya de la cursilería ni a mostrar la influencia granadina más citada; a pecho descubierto, vaya. La Buena Vida, La Bien Querida o Slowdive también son invocados, pero las influencias no valen de nada si no se tiene el gancho compositivo del buen pop, y ellos lo tienen. Aquí, demoledor. La épica bien construida –del inicio desnudo al final explosivo en tres minutos de crecida paulatina– junto con una producción cristalina coronan el hito. Pepe Nave

Se recrea con humor en ese mantra que a uno le atosiga a cierta edad –por desgaste o por presión social– en una golosina pop de pegada inexorable. Esa lucha por colgar las botas de las plazas nocturnas que destapa una carga nostálgica: la que conlleva la perspectiva de la mediana edad en contraste con la euforia de estreno de los nuevos pupilos. Dispensado con su sonido de estribillos coreables, melodías accesibles e instrumentación aguijoneante de estos tres viviendo su segunda juventud. Marc Muñoz

No llegó a tiempo para grabar su saludo personalizado para el wrapped de Spotify, pero a cambio inventó junto a Nacho Vegas el anti himno electoral y la canción protesta de política-ficción definitiva. Crudeza y desnudez, una guitarra y poco más, para hacerle un roto a la actualidad con una pieza que podrían haber firmado Albert Pla o Astrud pero que da alas a la poética deslavazada del murciano. David Morán

Entre los talentos surgidos en la última ola del pop oscuro de Valencia, Xenia y Margarita Quebrada han sido de los más consolidados e inquietos, por su celeridad a la hora de despojarse de la herencia post-punk que anticipaban en sus primeras grabaciones. “QUÉ MÁS DA” funciona como una cantadita angustiosa, como un dechado de amor fou adolescente sobre un bombo a negras que recuerda a unos VVV [Trippin’you] después de sustituir la ira por romanticismo. Santi Fernández

Continuación espiritual de “Polaris”, entrelazando con mucha maña cadencias reguetrónicas y un ritmo de drum’n’bass, “Supernova” demuestra la soltura con la que Saiko, confirmado en 2023 como ídolo nacional, es capaz de manejar el mass appeal mientras deja destellos de experimentación en la producción y reivindica –con muy buen gusto– horteradas de los 2000: aquí interpolando el prestribillo con flow flamenco pop de “Un violinista en tu tejado” (Melendi). Diego Rubio

Título autoexplicativo y ubicación al principio de su nuevo álbum: podríamos decir que es lo que vendría siendo una declaración de intenciones para Sen Senra. “Quiero ser algo mejor”, reconoce entre teclados acolchados, ritmos susurrados y un fraseo que se ha convertido en seña de identidad. De algún modo, culmina la transición sintética (en forma y contenido) que Sen Senra empezó en “Corazón cromado” (2021) y con la que está encaminado, sí, a acabar siendo algo más que un cantante. Aleix Ibars

Alba Morena la describe como “una bulería por soleá encubierta”, pero esto es un caleidoscópico cajón de sastre en el que confluye su ethos musical. Pop electrónico, fraseos rap, el obligado deje flamenco y una outro minimalista y experimental. Sugiere un universo de posibilidades para la compositora reforzado por una letra que es ejercicio de empoderamiento artístico y anticipa un estado de forma portentoso para afrontar todo lo que está por llegar. Que será mucho y bueno. Álvaro García Montoliu

El rey del urban aflamencao –triunfante este año gracias al estupendo “Lágrimas pa otro día”– nos aprieta las tuercas del lagrimal en compañía de Morad, otro jefe de la cosa callejera, apelando a una sustancia artística –ese melancólico lirismo– que lo define desde siempre. Guitarras de palo, voces abriéndose paso entre la bruma antes de subirse a lomos de un beat suaaaave y cuadrado, para narrar el fin de un romance que no consiguió cuajar. Sencilla, conmovedora y llamada a perdurar. César Luquero

Lejos del rock garagero y también de la parcela noise que aportaba al caldo Enemigo, es una canción orquestal redonda en la música y transparente en la letra (en las antípodas del hermetismo marca de la casa). Con un pie en Nilsson y otro en Brian Wilson, Oyonarte empieza sincopado y apocado, en tono menor, y despliega una oda a la zona de confort personal con un glorioso estribillo a medio camino entre el orgullo y la resignación. ¿Una continuación en la mediana edad de “La cuenta atrás”? Ricard Martín

Esta crudelísima revisión de la mejor trama de Guille Milkyway –la de “El momento”– sabe a pan negro y lana virgen. Ripios dolientes azuzados por el fulgor de los metales: las trompetas, los platillos, el chasis, el mercurio de un termómetro jubilado. Hipo carioca. Qué sería de la poesía sin sus esquinas de huellas y saliva en cada verso. “Prometo no olvidar”: canción tobogán, para dejarse caer. La memoria es selectiva. Los estribillos, tenaces. Gabriel Núñez Hervás

Una canción sobre la dirección y la racionalidad perdidas, superadas por un torbellino de emociones. Lo que es el pop de Alizzz de entrada, eufórico. Escarbando, más emocional. Viene de la electrónica y vuelve a ella, al electro, pero curado con drum’n’bass. Lazo generacional, sintoniza como pocos con varias sensibilidades sonoras. El EP lleva el nombre de “BOICOT”, aunque nada tiene de eso. Cambio de dirección para engatusar la sombra de estancamiento que persigue al pop urbano. Cesc Guimerà

NOIA, o Gisela Fullà-Silvestre, se fue a Nueva York en busca de nuevos caminos por recorrer, pero en “otra vida por vivir”, hito del muy personal “gisela”, recupera el catalán para rendir homenaje a sus raíces y, de paso, experimentar con el neofolclore, incluyendo una gran outro por bulerías. La compañera ideal en una aventura así (a la vez orgánica y digital, tradicional y house) es Maria Arnal, otra vez subyugante en sus requiebros vocales. Juan Manuel Freire

Nos cuenta una historia de infidelidades, trapicheos y traiciones que acaba siendo una crónica ácida de empoderamiento femenino de aire latino y sabor festivo. No contenta con haber editado en 2023 el EP “Alto cielo”, la catalana cierra el año con este single que la confirma como conquistadora de un espacio propio y equidistante de todas las etiquetas que pudieran amenazar con clasificarla: flamenco, pop, trap, reguetón, hip hop, dancehall, electrónica, copla… Simplemente, Queralt. Dr. Decker

La revolución ya no será –nunca iba a ser– televisada. Tampoco posteada. Sí que puede que nos coja coreando abrazados a los hombros de amigos. Así de presentes se han hecho, en una época en la que el tiempo libre y la energía van caros, los temas pop con gancho relatable, compartible, comunal. Pero, claro, hay que saber hacerlos. Como La Paloma. Tranquilos y tristes a un tiempo, frágiles aunque de mandíbulas apretadas, engranajes de una ira sorda. Así lo cantan y así coreamos. Ignacio Pato

“Echo en falta que pasen cosas buenas / abre los brazos que vengo sin fuerzas”. La vida es dura y más –también alude a ello esta canción– cuando ya se tiene una edad. Lo interesante del asunto es cómo se viven y se cuentan las circunstancias. Aquí es donde Renaldo & Clara da en la diana, ya que el lamento subyacente se nos presenta y nos abraza con la exquisita calidez del tratamiento musical de esta pieza, servida además por una voz luminosa pese a su aparente fragilidad. Un dolor bonito. Donat Putx

La arraigada creencia en la industria de este país de que para hacerse moderno hay que pasarse a la música de baile ha salpicado a Aitana, quien tras canciones de pop como “Teléfono” o baladas como “Vas a quedarte” ha resuelto capitular ante el dance electrónico en “Los Ángeles”, primer single de “Alpha”. Es un tema recio, oscuro, noctámbulo, elegante, en cierto modo adulto, lo que lleva a pensar que se ha marcado un Miley Cyrus para apostatar de su condición de ídolo infantil. Miguel Ángel Bargueño

No es fácil destacar una sola canción de entre las diecisiete que forman el sexto álbum de los catalanes. Pero esta, con esa inofensiva intro de órgano y armonías vocales que no insinúa la intensidad que va a llegar pasado el minuto, quizá es la que mejor refleja el estado de gracia en que se encuentra el grupo. De pronto se convierte en un luminoso himno atemporal de punk melódico con un estribillo épico, para cantar a gritos. Guiños ochenteros, regusto sesentero y mucho talento. Laura Pardo

Uno de los mejores efectos secundarios de la pandemia ha sido “Rumba de mi estado de alarma”, la primera canción que compuso Florent Muñoz –con ayuda en la letra de su mujer, Alicia Díez– cuando decidió iniciar su primer álbum en solitario fuera de Los Planetas o Los Pilotos. Es una de las mejores canciones españolas del año: psicorumba con ecos de rock andaluz de los setenta, pero con toda la intención “planetaria”. ¡Irresistible! Jesús Rodríguez Lenin

Seducidos por la idea de sentarse al volante de un Ferrari, leitmotiv del vídeo realizado por la productora L’Upuntvuit, el dúo catalán formado por Juan Delgado y Aleix Turon se enfrenta al humano dilema que representan las tentaciones. Con un rocoso y efectivo riff de cadencia rockera (la similitud con el de "Wild Flower", de The Cult, es pasmosa), la banda reafirma su talento en un tema pegadizo, con letra ocurrente y producido por Youth (Killing Joke). Miguel Ángel Sánchez Gárate

Nuno Pico arremete contra el mundo a base de rabia y crítica social, con ganas de pelea: luchando por seguir adelante y por hacer mejores canciones. Pertenece a una generación que vive peor que sus padres: “Desta mierda nunca me falaron / Naide ten piso, naide ten traballo / Naide ten moi claro se ten que marchar”. Unos sintes con mucho fuzz y mucho nervio en una amalgama electropunk industrial de voz cabreada. Una canción con pegada que consigue levantar y… ¿concienciar? Andrés Castaño

Quizá la huida más bella que se pueda escuchar. El anhelo de Colom casi adquiere corporeidad mientras la senda instrumental sobre la que se apoyan sus palabras traza el camino del clasicismo a la vanguardia. Comienza como interpretación del folclore mallorquín para acabar abrazando el presente más íntimo, con una voz celestial incrustada en la memoria sin posibilidad de vuelta atrás. En su intención de escapar, ha creado una canción eterna en la que siempre será posible encontrarla. Carlos Marlasca

La corta carrera de Ana Arsuaga acumula destellos de fresca genialidad y osadía. Este es su hallazgo más celestial, la niña soñadora de pureza, que canta en sublime agudo mientras se interroga cuándo llegará su amor en una danza ideal (“¿Cómo será mirar a alguien tan de cerca, hasta dentro su cuerpo en mi?”), flotando en una sensualidad que circula el aire. Pura magia que se deshace en el alma. Quizá hasta melodice a Benedetti, el sexo de los ángeles y el orgasmo ultraterreno. Javier Corral “Jerry”

Surgido de ese alborotado y maravilloso caldo de cultivo que es el colectivo navarro Chill Mafia, Ben Yart le saca el mayor partido posible a un paseo con su perra en un tema en el que, sobre un ondulante fondo downtempo, reparte estopa. Con un carisma monumental, practica el realismo sucio, el surrealismo urbano, el anarquismo fashion y la escritura automática. Dadá en clave de trap y Auto-Tune. “Aunque me vuelva facha como Sabina”, dice en un genial arrebato. Luis Lles

Pocas canciones son capaces de generar interés antes de ser publicadas. Judeline ya cantaba en sus conciertos este funk brasileño con rasgos urbanos antes de lanzarlo y, tras hacerlo, se convirtió en símbolo de su música. La canción sabe a vanguardia, Auto-Tune incluido, mientras que el videoclip transmite raíces y arraigo costumbrista. Una fusión de bellas contradicciones que es habitual en su propuesta y han convertido a Judeline y su “Canijo” en protagonistas este año. Alfonso Gil Royo

Aunque Vicco fue apadrinada por Alejandro Sanz hace diez años, no ha pegado el petardazo hasta que el Benidorm Fest se ha hecho con la “hegemonía de cazatalentos”. “Nochentera” no fue elegida para representar a España en Eurovisión, pero el tiempo le ha otorgado la victoria: ¿quién sabe tararear el tema de Blanca Paloma? Una canción que comienzas a escuchar de forma irónica hasta que descubres que te gusta de verdad, aunque haya más de los ochenta en su letra que en su producción. Marta España

Habitualmente, las nanas están concebidas para los niños. “Nana para mí”, por el contrario, es una ambivalente canción sobre el suicidio. “Si dormir es lo opuesto a sufrir / yo dormiría toda una vida”. Así expresa Clara Peya su rechazo al concepto de perfección que nos atenaza en vida, y lo hace con un piano de lo más minimalista y la ayuda de la voz de una pletórica Sílvia Pérez Cruz, más unos coros femeninos y unos leves apuntes de sintetizador. Ferran Riera

Decía Mario Benedetti que en la vida hay que evitar tres figuras geométricas: los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas. La tercera se la salta Soleá en esta jugosa canción. Con Guille Milkyway, productor y coautor, dándole a los breaksteps, customiza el mismo cante de Semana Santa de los gitanos del Sacromonte que ya adaptó su hermana Estrella hace 22 años. Segundo adelanto de su próximo disco. Electropop disfrutón. ¡Agua! Miguel Martínez

“Plena pausa” suena –y se ve– tan natural porque hay conexiones “arrebatadas” entre los universos de Iván Zulueta y del músico granadino. También ha dado algunas de sus mejores canciones en años, como esta. Estructura cadenciosa marca J con repetición-variación, contraste entre ruido y melodía, ritmo moroso por el que se arrastra su voz. En este caso para recordar una antigua relación. Siempre podemos imaginar cuál. O aplicarla a nuestra propia vida. Pepo Pérez

La primera canción de un grupo en treinta años es un hito obligado a acarrear un cierto simbolismo. “Máquina que no para” rompía una larga ausencia estableciendo un puente entre la lírica extrañamente frágil de Fernando Alfaro y la furia eléctrica y abollada que siempre ha identificado los mejores momentos de los Surfin’ Bichos. El resultado descarta al instante la idea del matrimonio de conveniencia y suena, más bien, a un rencuentro gozoso. Alex Serrano

¿Es esto el nuevo flamenco? ¿Hip hop? ¿Música urbana? ¿Todo al mismo tiempo? Lo que está claro es que es una nueva forma de entender la cultura popular. Asentada en las raíces del cante, la cordobesa firma una canción que podría haber formado parte del repertorio de Kanye West: el break de batería acústica no es el del sample de King Crimson de “POWER”, pero se le acerca. ¡Y ese sintetizador! Abriendo puertas hacia nuevos horizontes sonoros, tendiendo puentes entre el pasado y el futuro. JuanP Holguera

Rodrigo Cuevas es capaz de cualquier cosa, dicho sea esto en el mejor de los sentidos. Incluso –o sobre todo– es capaz de dedicarle este himno petardo al concejo donde vive, al mercáu, a la sidra y al asturianu (que habla y canta con humor irrenunciable). Canción de un verano fatal en Piloña, que este año sufrió terribles incendios, también puede ser lo mejor que te ha pasado a ti si aprecias las piruetas artísticas de este hombre de genio desatado. Produce Eduardo Cabra (Calle 13). Bruno Galindo

La colaboración del madrileño del año junto al relevante productor británico encaja natural y necesaria en su (generacional) “SUPERNOVA” auspiciada por el colectivo rusia-idk. Eleva el pulso, como buen sencillo de adelanto, más allá de la explícita connotación sexual. Suena a seudocumbia industrial con el acordeón y la flauta –también “instrumento de 2023”– contrastando con el tempo jazzy, aflamencado por un par de palmas que rompen donde viene en gana. Miguel Tébar A.

La inmortalidad dura una noche. Más que los besos y las promesas, lo que quedará del EP “RR” de los exnovios Rosalía y Rauw Alejandro es esta oda a golpe de reguetón infeccioso como dos vampiros que se consumen sin pensar en el día siguiente. Como dos amantes que sobreviven por las calles de Barcelona durante menos de tres minutos y que ofician hasta el colapso con la ayuda de Noah Goldstein cuando se intercambian “Si del amor abusas / Y es que el mismo te asusta”. Vicenç Batalla

En la lista del año de canciones que son droga tiene que estar “steak tar tar”. Se trata de un hit absoluto para la pista de baile creado en compañía del productor DRUMMIE. El cuarteto abandona el sonido de guitarras como eje central y entra de lleno a la electrónica con casi dos minutos y medio de noche, sudor y baile. Si hay algo que shego hizo bien durante 2023 fue levantar cualquier desánimo, ya fuese en el bar, en el club o en la habitación de todas las chicas del planeta. Javiera Tapia

En su single adelanto del álbum “Ahora”, la banda pamplonesa nos regala una delicia de jangle pop marcada por los sintetizadores krautrock y el bajo post-punk de los noventa. Un tema realmente adictivo cuyo sonido emite ecos de Kraftwerk y Stereolab, registrado en un estudio de Boston y que llega acompañado de un hipnótico videoclip rodado en su Navarra natal. La letra es toda una oda al efecto liberador de decir NO. Sin duda, uno de los himnos que nos deja 2023. Andrés García de la Riva

Empeñado en fusionar modernidad con folclore y música popular, qué más del pueblo que el himno de un equipo de fútbol: el del centenario del Celta de sus amores. Solemne, pero sin la rijosidad ni la pompa de otros infaustos ejemplos, Tangana –palabra que rara vez se utiliza fuera del contexto futbolero– y sus compinches (habituales y coyunturales) trazan un mapa emocional en galego con coral, pandereteiras, cantos de gradería y pincelada contemporánea del que sale campeón. Félix Suarez

Parecía haber encontrado su sitio sentada al piano, pero por suerte decidió complicarse la vida expandiendo su lenguaje. Escuchando estos cinco catárticos minutos casi parece más su sino que su decisión, como si los sonidos hubieran estado acumulándose en su interior y, llegado el momento, no pudiera más que dejarlos salir en tromba. Es lo que ocurre también en esta canción que va llenándose hasta que desborda: no hay contenedor suficientemente grande para la nueva tradición oral de Herlop. Víctor Trapero

Cuando a un triestrellado Michelin le piden que replique un clásico, sin tonterías, con oficio y rigor y, sobre todo, con emoción. De ahí salen las recreaciones de la receta de la tía abuela o el toque secreto de la madre del chef. Resuelto con producto, potencia y precisión. Siguiendo con el símil, Triángulo de Amor Bizarro entregaron “Estrella solitaria” como recreación perfecta de un sonido conocido, de una rítmica, arreglos y mezcla que nos pueden llevar a pensar en un ejercicio nostálgico y en un retorno al confort del hogar. Al sillón que ya conoces y a las muescas en la mesa que hace décadas hizo tu yo adolescente. O por lo que decidiste ponerle el nombre que tiene a tu grupo. Es casi imposible no pensar en las líneas de bajo de Peter Hook y en los sintes y arpegiadores analógicos de “Bizarre Love Triangle”. La voz de Isa Cea aporta el rasgo diferencial de la banda abocetando una letra que deambula en intersección de lo mineral, lo abstracto y la nostalgia trágica. Se suma la potencia y el volumen. La distorsión se trueca en intensidad y compresión. Si en anteriores encarnaciones Triángulo conquistaba territorio a arañazos, aquí lo hace con potencia muscular y dos bajos mediante. Ramón Ayala