En la gestación de su estética, fotografía, color, textura digital y puesta en escena, sus responsables miran por el retrovisor hacia los noventa y principios de siglo. El cine de David Cronenberg, “Mullholand Drive” (2001) y “Carretera perdida” (1997) de David Lynch, el thriller erótico en la línea de “Instinto básico” (Paul Verhoeven, 1992) o la huella de Jonathan Glazer. Pero especialmente el rastro del desconcertante Chris Cunningham y su premonitorio estilo retumban en las paredes amplias, frías y siniestras de este picadero robótico. ¿No es acaso este “Generator” la versión X y emancipada del “All Is Full Of Love” de Björk que Cunningham transformó en material iconográfico? Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

La larga relación del director Paul Thomas Anderson con Jonny Greenwood y Thom Yorke –dos terceras partes de The Smile– continúa dando frutos como esta pieza audiovisual de sencilla puesta en escena. Con la cara lavada y vestido de calle, el grupo toca en el salón de actos de un cole para la despreocupada chavalería. El esquemático montaje de Andy Jurgensen contrapone la dedicación de los concentrados músicos a la improvisada sinfonía de lenguaje no verbal que interpretan los niños, que parecen poco impresionados ante el acontecimiento pero no escatiman cuando toca aplaudir. Elemental y sin subrayados. Tierno y –estaba claro– sonriente. César Luquero

Un recorrido por diferentes ambientes laborales definidos por un tono humorístico, las situaciones desconcertantes que se desarrollan, las físicas ladeadas y la arquitectura irregular que las encuadran. Diminutos escenarios, como si hubieran sido cortados de una maqueta mayor, bañados por la estética y las perspectivas visuales de los videojuegos, pero también por el cine asiático o Wes Anderson en su obsesión por los detalles pasmosos. También los títulos de crédito denotan un inspirado cuidado por los detalles y esos microuniversos alucinantes que aborda el artista Tatsuya Tanaka, cuya sombra parece interferir en el fabuloso diseño visual y artístico de la obra. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

En el audiovisual, la descontextualización a través del punto de vista infantil es un recurso ya utilizado, pero no por ello deja de captar la atención. Son los avatares infantiles de A$AP Rocky y Anderson .Paak los que protagonizan el clip. Una vez implantada esa configuración que distorsiona la realidad asociada al gueto, el vídeo se lanza a secuencias donde la evocación de la crudeza de la calle se funde con la aparente docilidad de la ludoteca. Los chavales que reproducen gestos, acciones y diálogos de adultos en lugar de consumir alcohol beben leche en biberones, las drogas son golosinas y el arsenal incautado es de juguete. Bajo esa estética llamativa se infiltra la crítica implícita en la canción sobre la dificultad de escapar del linaje delictivo. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

En una de las escenas del vídeo, Lamar se ensaña con una piñata en forma de búho, el símbolo comercial de Drake y el animal con que se le asocia. Su rapapolvo visual termina con Kendrick mirando fijamente un búho, y es al descubrirlo en contraplano cuando se ve al ave encerrada en una jaula. El clip actúa tanto como defensa a los ataques de su rival canadiense como lanzadora de cuchillos hacia el mismo. Un trabajo cargado de mensajes explícitos e implícitos y que pone de nuevo a Kendrick Lamar en el ojo público, aclamado como virtual ganador de la absurda contienda con Drake, aunque de beneficiosa recaudación. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

Una pieza que confía su pegada emotiva en la protagonista. Inga Petry es una estudiante de filosofía a quien se le ha diagnosticado un cáncer que utiliza su popularidad en redes sociales para generar conciencia sobre las discapacidades. Sufre una aplasia en las extremidades superiores, lo que no le impide desarrollar una vida normal a base de ingenio y un carácter despreocupado con la mirada ajena. El clip destila elegancia y decoro hacia su protagonista. Un trabajo bello e inspiracional que contribuye a normalizar esos cuerpos y todos los lances cotidianos que conllevan, vetados del canon de la belleza e igualmente relegados de cuota en cualquier pantalla. No en la del universo visual de MGMT. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

A través de una pantalla dividida en bloques más pequeños se expone el torbellino de emociones de dos jóvenes. Desde la fase de enamoramiento y pasión hasta los primeros baches y ese inevitable desenlace desviado del happy ending. Sin embargo, el visionado traspasa lo manido propio de este tipo de relatos gracias a un envoltorio cargado de brillantes e ingeniosas aportaciones formales que articulan la narración sin necesidad de ninguna aclaración o diálogo. La debutante Ja’Lisa Arnold se ha ganado ser seguida de ahora en adelante. Para mayor muestra de su buen gusto agradece el trabajo a Daniel Wolfe y Will Dorhn, entre otros consumados realizadores. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

Con la ayuda del dúo de realizadores The Reids y con el humor como ariete, James Blake lanza un grito de socorro ante el estado actual de la música y el aspecto promocional que la desvirtúa. El clip de “Thrown Around” lo empuja a una cadena de desdichas con un giro final irónico que subraya la idiotez del presente. El músico inglés se presta al humor, y al maltrato físico, en esta pesadilla realista y con fugas oníricas por el asfalto londinense. Un grito de desespero inserto en un divertido, accidental e incisivo mecanismo narrativo que se transmite mediante esa frenética cámara de seguimiento –en ángulo picado– sobre el cuerpo magullado y descompuesto de un Blake sobrepasado por la desdicha y por el mundo moderno. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

La pieza arranca con una oscura instantánea del músico cantando con un micro y con un vestuario de estar por casa. Sin embargo, la performance va cobrando un nuevo cariz. Los sudores arrecian en los rostros cada vez más desencajados y perdidos de los músicos, la intensidad entusiasta se desvía hacia estados de desconcierto, malestar y hasta de pavor y terror. Sensación deliberada que estalla con su inesperado clímax. Una concepción minimalista de impecable ejecución que traspasa el visionado funcional para volver a expresar el talento desmesurado de su principal artífice. Quien vuelve a revelarse dotado en las artes que aquí se desmenuzan, incluso sin la compañía de su habitual escudero visual, Hiro Murai. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

La premisa del clip resulta sencilla: la cantante llega cinco horas tarde a una cena con amigas en una trattoria. A su llegada expresa el deseo de interpretar su último melocotonazo ante todas las jóvenes reunidas, pero estas le responden que antes deben elegir a la próxima chica de moda de internet. Charli y sus chicas ponen patas arriba y alteran las pulsaciones de diversos escenarios. Ya en el tramo final aparece la actriz Chloe Sevigny, la it girl por antonomasia, para unirse a la pandilla de Charli. Otros de los rostros populares que se prestan para modelar este clip de recuerdo alargado son Emma Chamberlain, Hari Nef, Gabbriette, Alex Consani y el propio A.G. Cook. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

Se divide en dos bloques. En el primero empieza una coreografía fantástica en todas las acepciones del adjetivo. Parece fluir la paleta cromática de Chris Cunnigham con la acidez caricaturesca de algunos trabajos de Sam Pilling y el pulso kafkiano del “ANIMA” (2019) de Paul Thomas Anderson para el músico Thom Yorke. A través de una elegante transición, se entra en un segundo bloque que abraza sin remisión la peculiaridad fantástica. De nuevo es la británica quien acapara el centro de la imagen, pero la secundan bailarines en otra coreografía propia de danza contemporánea. El clip se despide con la intersección de los dos mundos, la fantasía fundida con la realidad de la oficina. Difícil mejorar la nueva carta de presentación de una artista que quiere seguir ensimismando al personal con sus gestos creativos. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

Pese a no inventar nada nuevo, consigue anular durante unos minutos la dispersión mental del frenético presente. También frenética resulta su endiablada concepción visual. El propio Scott –junto a otros personajes– se sitúa en el centro de una plataforma de rotación. Bajo una tenue luz cenital se desarrolla una coreografía de fisicidad subyugante. Todo su avance se plantea bajo una dinámica de peonza que aconseja la ingestión previa de biodramina. Pero entre este acelerado carrusel de reflejos sombríos sobresalen momentos a retener. Como ese trávelin circular dentro de un coche, los movimientos yoyó de unas colegialas orientales y especialmente esos momentos del tramo final en que se proyectan imágenes fascinantes bajo una modulación óptica propia del zoótropo. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

Para acompañar “Whack World” (2018), Tierra Whack construyó un mundo visual propio a partir de la tactilidad y la estaticidad del plató. En “SHOWER SONG”, el primero de los cuatro clips que ilustran “WORLD WIDE WHACK” (2024), mantiene la plasticidad colorista mediante el collage y el stop motion, si bien la irrupción del digital marca una senda por la que ir escapando de la corporeidad: en “27 CLUB” son unos inquietantes filtros faciales los que advierten del acecho del uncanny valley y de los derroteros oscuros que flotarán en “TWO NIGHT”, donde la artista se convierte en un gran globo hinchable atrapado en la hostilidad de un sandbox. “MOOVIES” recoge todo lo anterior en un mix explosivo que combina lo cartoonesco y la animación por ordenador. Tierra Whack en su propia nube. Anton Casas

Lee las críticas completas aquí y aquí

El tándem creativo de la serie “Atlanta” (2016-2022) y del icónico clip “This Is America” (2018) une fuerzas para desplegar este potente envoltorio para uno de los cortes de “Atavista” (2024). El vídeo pronto despliega su potencial cuando la música de “Little Foot Big Foot” inicia su curso y el músico y sus acompañantes se entregan a una extraordinaria coreografía con conexiones con la de “This Is America”. Es en la generación de un marcado contraste donde Murai y Glover vuelven a inocular ese enrarecimiento incómodo que definió algunos de los mejores parajes de la ficción producida por FX. Su brillo cinematográfico, al servicio de una nueva coreografía de aura icónica, vuelve a colocar a este artista entre los músicos más sugestivos del código postal norteamericano. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí

Vania Heymann y Gal Muggia sirven el alucinante decorado visual para “Tailor Swif”, un trabajo filmado en diciembre de 2021 en Kiev. Ni rastro de la megaestrella del pop, pero sí de una retahíla de escenas delirantes y momentos desternillantes que llevarse a la memoria.

Cada frame viene marcado por lo inesperado: acciones y personajes demenciales que se cuelan por todos los puntos cardinales y que piden más de un visionado para captar la infinidad de detalles dispuestos a ritmo frenético. Como si “Amanece que no es poco” (José Luis Cuerda, 1989) se hubiera despertado en los universos cruzados de Emir Kusturica, Guy Ritchie, Roy Andersson y Charlie Kaufman en pleno viaje lisérgico. O como si la cantina de Mos Eisley en “La guerra de las galaxias” (George Lucas, 1977) se hubiera relocalizado en las calles de una antigua república soviética enloquecida por la ingesta masiva de hongos alucinógenos.

En la tropelía de disparates no faltan coches estrellados en edificios, hombres-perro, cocineros pasando granadas por la freidora, inodoros móviles que caen del cielo, delfines que asoman de un charco, mujeres con un centenar de pitis en la cabeza, bebedores de café en cisterna de baño público, perros que conducen coches de criminales del este. Y por ahí, intentando estar a la altura del descontrol, el propio rapero neoyorquino. Todo capturado por una cámara ondulante, en circuito 360º, para no perderse ningún personaje ni pequeña escena de esta demencial representación. Marc Muñoz

Lee la crítica completa aquí