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Todo ese imaginario tan mágico y único que aparece en sus discos, en sus vídeos, en sus guiños, en sus vestidos, en sus miradas... Todo eso y más encuentra su estuario natural en un directo que suma y multiplica emociones y coreografías, sonrisas y lágrimas. Aunque para ello tengan que sucederse expectantes y descolocados los primeros quince minutos del concierto y se apacigüe el fragor de sus fans que corean (y corean) cada uno de sus versos. Lana solo puede haber una: reina, princesa y súbdita revoltosa, todo a la vez, de un castillo medieval y tecnológico. Más que un concierto –31 mayo en el Primavera Sound (Barcelona)– parece un cuento de hadas, con la complicidad de tres vocalistas, cuatro músicos, diversas bailarinas y esa mezcla del Hollywood glorioso con columpios inocentes, proyecciones sutiles, morritos mohínos y la fantasía perversa de David Lynch. Al final pisa tierra, se fotografía con la gente y regala besos. No llegamos ahí, pero presumimos que de expresa rendición. (Foto: Òscar Giralt). Javier Corral “Jerry”
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La fragilidad siempre es atractiva cuando proviene de un sentir sincero, del enfrentamiento del artista a sus propios miedos o carencias, o al hecho de saber que no posee las armas que se le presuponen a quien que se lanza a un escenario: egocentrismo, seguridad, virtuosismo. Esa fragilidad se vislumbra en Joanna Sternberg y su forma de estar en el escenario –Auditori Rockdelux, Primavera Sound (Barcelona), 31 de mayo–, pero con el confort de quien se muestra como si estuviera en el salón de su casa: puede volver a empezar una canción si no le gusta cómo está quedando, y llenar ella sola con su guitarra y el pequeño piano Fender Rhodes un enorme escenario. El aplomo de la naturalidad. La libertad del outsider, pero con los pies en el suelo. Sus preciosas canciones se benefician de esos agudos esforzados y apasionados, como los de Daniel Johnston o Neil Young, que transmiten una gran ternura, en canciones preciosas, sean soñadoras o dolorosas, que te mecen o te retan, pero siempre te mantienen en vilo. (Foto: Marina Tomàs). Ricardo Aldarondo
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Desde que en 2010 Michael Gira resucitó a la bestia, hablar de un concierto de Swans se ha convertido en mantra repetitivo sobre los placeres extremos de sus rituales en vivo. En este sentido, poco ha cambiado en todo este tiempo respecto a la brutal sensación final originada por sus portentosas demostraciones en vivo. Lo que sí ha mutado es un hecho central: la sensación de que la violencia contenida en su música ya no es fruto de una irrupción eléctrica estruendosa, ni de un ataque a degüello. No, los Swans de 2024 –18 febrero (Teatro Barceló, Madrid), 19 febrero (Teatro Colón, A Coruña) y 22 febrero (Razzmatazz 2, Barcelona)– vertebran todo su discurso desde una capacidad innata para jugar con los límites de la concepción free jazz en terreno noise. Lo suyo es tensar atmósferas hasta la extenuación, encontrar puntos de fuga para la experimentación. Vértigo eléctrico sinfónico que, a día de hoy, no tiene rival en el cara a cara. Uno donde el público se encuentra con un Gira endemoniado, gurú de una troupe de insignes terroristas del ejercicio de estilo. (Foto: Alfredo Arias). Marcos Gendre
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The Magnetic Fields recalaron en Barcelona, sala Paral·lel 62, el 4 y 5 de septiembre, para celebrar el 25º aniversario de su colosal triple álbum “69 Love Songs” (1999). Y, si aquella obra ya era de por sí ambiciosa, hacer una gira interpretando las 69 canciones por orden –siempre dos fechas en cada ciudad, con 35 temas la primera noche y 34 la segunda– parecía una empresa aún más arriesgada en los tiempos que corren. Un doble concierto que no ponía las cosas fáciles: repertorio inalterable, sin opción a la sorpresa, la banda tocaba sentada y a un volumen muy bajo. Pero el público, entregadísimo en su respeto y en su atención admirada, respondió ante la asunción de que aquel era un Gran Acontecimiento, estaba escuchando en vivo una de las obras cumbres de la música popular del siglo XX, canción por canción. Más que nostálgica, la ceremonia fue la de un encuentro con la Historia, con una obra que demostró no haber perdido ni un ápice de su vigencia. (Foto: Òscar Giralt). David Saavedra
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El festival barcelonés MIRA acogió la única fecha española, 9 de noviembre, en la gira europea de presentación de “The Collective” (2024), el álbum con el que la divina Kim Gordon ha apuntado definitivamente su trayectoria al margen de Sonic Youth. Un disco magnífico con una traslación al directo definitivamente superlativa. Desde el inicio con “BYE BYE” quedó patente el engranaje de una banda –menciones para la guitarrista Sarah Register y la baterista Madi Vogt– dispuesta a expender rock sin arrugas y experimentos ruidistas con cenefas de spoken word y hip hop lobotomizado, con Gordon conduciendo con absoluto dominio y carisma –¡esas interpretaciones de “Air BnB”, “Paprika Pony” y “I’m A Man”!– una ceremonia eléctrica y perturbadora que no olvidó zambullirse en el tracklist del anterior “No Home Record” (2019) y que nos dejó claro –también lo hizo en el Primavera Sound de 2022– que el rock de riesgo tiene en la diosa de Rochester a una de sus más fiables guardianas.(Foto: Marina Tomàs). Juan Cervera
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Es ya un tópico del mundillo indie escribir que Yo La Tengo no hacen dos conciertos iguales. Lo que ocurre es que ellos se empeñan en demostrar su validez cada vez que nos visitan. Así, este año, algunos de los que estáis leyendo esto los habréis visto realizando un bolo exclusivamente de versiones poco convencionales dado su estatus de gourmets de perlas del underground –28 de mayo, en la sala Apolo de Barcelona (Primavera a la Ciutat)– y otros los hemos visto haciendo un concierto de festival, apoyado en su último álbum, “This Stupid World” (2023) –31 de mayo (Primavera Sound, Barcelona)–. Como siempre, interpretando su propio cancionero con la actitud de un fan, alternándose a las voces Ira y Georgia, aunque siempre hay hueco para la tímida voz de James McNew, su fiel bajista. Entre sus clásicos, cuando el concierto es corto, uno puede tener más o menos suerte con el setlist. Exceptuando el casi obligatorio himno “Tom Courtenay”, alternan ramalazos eléctricos y delicadas piezas crepusculares de cualquiera de sus álbumes. ¿Tocaron esta vez la tuya? (Foto: Òscar Giralt). Pepe Nave
Sentada en el centro del escenario, las piernas cruzadas para reposar la guitarra clásica, la melena volcada sobre el micro casi ocultando su rostro. La rodean otros tres músicos, pero cierta idea de sofisticación que pueda transmitir “Here In The Pitch” (2024) es solo un espejismo sobre el escenario: busca en cada nota y cada pulso sonoro, todos en mínima expresión, la reverberación de la belleza. Con la calidez de la bossa nova hace aún más intimistas las melodías de sus canciones, llena el espacio y lo convierte en un refugio a salvo de todo: de las prisas, de las angustias, del caos. No es una placidez inerte y aséptica, sino la posibilidad de sentir y pensar con intensidad, pero sin agobios. Su voz dulce y segura evita convencionalismos y estribillos fáciles. Acudiendo por igual a sus anteriores discos, Jessica Pratt demostró –31 mayo (Auditori Rockdelux, Primavera Sound, Barcelona), 15 noviembre (Independance Club, Madrid) y 16 noviembre (CAT, Barcelona)– que no es un fenómeno repentino, y que su mundo no pende de un hilo, que es seguro, acogedor y hermoso. (Foto: Alfredo Arias). Ricardo Aldarondo
Acompañados sobre el escenario por la leyenda roots Horace Andy, Young Fathers, Deborah Miller y Elizabeth Fraser de Cocteau Twins, los conciertos de Massive Attack –11 julio (Bilbao BBK Live, Bilbao) y 31 agosto (Kalorama, Madrid)– se sustentan musicalmente en el 20 aniversario de “Mezzanine” (1998) y por ello poseen esa bruma tan emocional y misteriosa, que se mueve en la penumbra desde un dub vaporoso hasta una sinfónica de electrónicas y cantos espirituales. Pero hay muchas contradicciones y sarcasmos en la construcción del espectáculo, que se contiene como una pesadilla entre las voces del “In My Mind” (Gigi D’Agostino) y que depende absolutamente de lo que sucede en la pantalla, como en otro plano, donde corren como pólvora vídeos que ironizan con las teorías de la conspiración o exponen las barbaries del mundo, cuestionando nuestra posición como espectadores. ¿Podemos escuchar “Levels” tranquilos (“I get a good feeling yeah”) mientras nuestros gobiernos contribuyen al bombardeo de poblaciones inocentes? (Foto: Alfredo Arias). Diego Rubio
¿Cómo interpretar a alguien sin que te fagocite? Existen pocas excepciones. El concierto ofrecido el 9 de julio por Charlyn Marie “Chan” Marshall en el marco del Alma Festival (Poble Espanyol) fue una tormenta escénica del doble álbum en directo “Cat Power Sings Dylan. The 1966 Royal Albert Hall Concert” (2023), el decimotercero en la discografía de la cantante y compositora de Atlanta. En un ejemplo de personalidad artística y de respeto a una figura bíblica del rock, un cierto sentido religioso o, al menos, de intensa devoción, transitó por el espíritu de muchos de los congregados. La lectura que hizo del disco de Dylan fue de diez. Regaló apasionadas recreaciones de “Visions Of Johanna”, “It’s All Over Now, Baby Blue” y “Just Like A Woman”; se mostró apabullante en “Desolation Row” y delicada en “Mr. Tambourine Man”, “One Too Many Mornings” y “Ballad Of A Thin Man”. Una lluvia de palabras, silencios y electricidad para versos poderosos es la respuesta. (Foto: Meritxell Rosell). Miquel Queralt
Si hay dos cosas que definan a Portishead, esas son el prodigarse poco y el exigirse mucho. Las dos se pueden aplicar igualmente a su cantante, Beth Gibbons, cuyo nuevo disco de material propio a su nombre, “Lives Outgrown” (2024), llegó más de 20 años después del anterior. Se advierte en el nivel compositivo o en la depuración y exquisitez de unos arreglos que sonaron intactos en directo, cortesía de una rica formación con guitarras, cuerdas o instrumentos de viento madera y viento metal. Sucedió el 30 de mayo en Barcelona, en el Primavera Sound; más en concreto, en uno de sus escenarios al aire libre (Cupra). ¿Un poco arriesgado? Quizá, si tenemos en cuenta que hablamos de un repertorio de pop de cámara sobre la mortalidad. Pero la fascinación ejercida por la música, en particular esa voz indescriptible, consiguió acallar cualquier ruido de fondo. Cuando, a modo de generoso bonus track, cayó “Roads” (Portishead), el silencio entre el público hacía creer en la humanidad.(Foto: Óscar García). Juan Manuel Freire
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Por orden de aparición: una circunspecta audiencia consciente de la liturgia venidera, la performer Johanna Constantine de blanco y con cornamenta cerval, los ocho The Johnsons, la ecofeminista diva queer ANOHNI y, nuevamente, la cofundadora del colectivo Blacklips ya de luto. Adjetivos a la voz de la conciencia: sublime, etérea, increíble, épica, singular, profunda, atractiva, tierna, acogedora, afligida, mohína, vigorosa, comprometida, bella, esperanzadora, rabiosa, radical, extraña, angelical, escalofriante, intensa… Capaz de convertir la inclemencia climática en inigualable atmósfera de melancolía –lluvia y frío en el concierto de Madrid (18 de junio, Noches del Botánico); también tocó en San Sebastián (20 de junio, Kursaal)– con trece canciones propias más un canto espiritual asociado al movimiento de Derechos Civiles en los Estados Unidos, “Manta Ray”, y “Breaking”, su último single, que lo resume todo. Despistadas o no iniciadas sin ganas de convertirse ante tan convincente revelación siempre habrá. (Foto: Víctor Moreno). Miguel Tébar A.
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No solo han sobrevivido Ezra Koenig y Vampire Weekend –al fin y al cabo el grupo es suyo– a la salida de su otra fuerza creativa, Rostam Batmanglij, sino que, más complicado aún, lo han hecho a la desaparición del marco estético con el que irrumpieron en 2008 y llevando a la formación a uno de sus momentos de mayor brillantez. Si aquella pretenciosa sofisticación les brindó el éxito instantáneo pero perecedero, el pop igualmente elaborado pero sin tanto artificio les asegura perdurabilidad. La integración en el repertorio de “Classical”, “Connect”, “Capricorn” o “Gen-X Cops”, entre lo más destacado de un “Only God Was Above Us” (2024) sin fisuras, es tan orgánica como lo ha sido la difusa trayectoria que los ha llevado al esplendor actual. Tan aclamadas como “A-Punk” o “Cape Cod Kwassa Kwassa”. Lo nuevo y lo viejo fluye y ellos conviven con naturalidad con ambas épocas. Se comprobó el 30 de mayo en un Primavera Sound que no pisaban desde aquel 2008. (Foto: Marina Tomàs). Cesc Guimerà
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Empezaron cavando una tumba, con “Go Dig My Grave” calando hasta los huesos, y acabaron sublimando el éxtasis oscuro del sensacional “False Lankum” (2023) entre zarpazos de folk apocalíptico y murder ballads surgidas de la aparatosa colisión de tradición y modernidad. Shane MacGowan de pintas con Michael Gira y “The Wild Rover” en sobrecogedora versión irreconocible, a años luz de cualquier cosa imaginada antes por los Dubliners y los Pogues. Gótico sombrío y aquelarre purificador para unas canciones nacidas de la tragedia y el dolor y servidas entre loops catárticos e inquietantes sintetizadores. Los irlandeses, profetas de un apocalipsis a cámara lenta y asaltadores de tumbas de la memoria, estremecieron con su liturgia tenebrosa en el Primavera Sound (Auditori Rockdelux, 1 de junio) y remataron la faena con una segunda fecha en Barcelona (Apolo, 28 de septiembre) que confirmó su audacia a la hora de traerse al presente toda la emoción y el sentimiento del viejo y ajado folk irlandés. (Foto: Marina Tomàs). David Morán
Fue una decisión meditada durante un tiempo. Su último trabajo, el minimalista “I Inside The Old Year Dying” (2023), concluía un período de reflexión en el que la británica se planteó la continuación de su carrera. El regreso a los escenarios –1 junio (Primavera Sound, Barcelona) y 7 junio (Noches del Botánico, Madrid)– también había que contemplarlo desde el punto de vista de su exigencia artística, huyendo de la inercia. En consonancia con su lanzamiento más reciente, cuyas canciones ocuparon la primera parte del recital, PJ Harvey planteó un concierto intimista y sofisticado, con un atrezo cálido y naturalista, y entonando con espontánea teatralidad. Incluso algunos de sus clásicos, como “To Bring You My Love”, sonaron más contenidos sin regatear en cuanto a su impacto emocional. “50ft Queenie” supuso una de las pocas licencias expansivas y quedó grabada en la memoria colectiva la soberbia interpretación de “The Desperate Kingdom Of Love”, así como el carácter imperecedero de la maestra de ceremonias. (Foto: Óscar García). Carlos Marlasca
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Y el Señor tuvo a bien acercarse a su pueblo, y el pueblo se llenó de gozo al verlo en todo su esplendor –24 octubre (Palau Sant Jordi, Barcelona) y 25 octubre (WiZink Center, Madrid)–. Nick Cave apareció puntual, secundado por su banda, The Bad Seeds, lista para incendiar sus instrumentos. Y se hizo la noche y él cantó, y su voz profunda penetró en cada uno de nosotros. Y posó sus manos en las de muchos fieles hasta casi hacerles notar su aliento de exalcohólico y drogadicto redimido, y lo hizo no una sino muchas veces. Y se dejó ver vulnerable al sentarse al piano para cantar por sus hijos muertos, y su sentimiento desgarrador nos rompió a todos un poco por dentro. Pero volvió la furia, y su mano derecha, cual Moisés endemoniado, nos hizo rechinar los dientes con el grito ensordecedor de su violín y su guitarra. Y la banda se retorció como poseída por una única fuerza que emanaba de sus brazos. Y todos fueron uno, y cada uno de nosotros fuimos todos.
Para cuando el concierto hubo terminado todos éramos fieles devotos –unos ya convencidos y otros convertidos– de la religión del único dios posible en esta atalaya de rock y punk y mugre y blues y sangre y furia. Fue una celebración pagana de la vida y la muerte, del amor y el dolor. (Foto: Cristian Bertrand). JuanP Holguera
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16. Fontaines D.C. / 17. Autechre / 18. The Messthetics And James Brandon Lewis / 19. Jessie Ware / 20. Troye Sivan / 21. Cigarettes After Sex / 22. John Maus / 23. Turnstile / 24. Shame / 25. Tindersticks / 26. Julia Holter / 27. Yard Act / 28. Air / 29. St. Vincent / 30. Jane Weaver
1986 Peter Hammill / 1987 Tom Verlaine / 1988 Sonic Youth / 1989 Van Morrison / 1990 Public Enemy / 1991 Kraftwerk / 1992 George Clinton / 1993 Sugar / 1994 Suede / 1995 PJ Harvey / 1996 Orbital / 1997 Primal Scream / 1998 Atari Teenage Riot + Asian Dub Foundation + Audioactive / 1999 Elvis Costello & Steve Nieve / 2000 Primal Scream / 2001 Neil Young & Crazy Horse / 2002 Youssou N’Dour / 2003 Steve Earle / 2004 Patti Smith / 2005 Rufus Wainwright / 2006 Kanye West / 2007 John Zorn’s Complete Masada / 2008 Joe Henry / 2009 Leonard Cohen / 2010 LCD Soundsystem / 2011 Sufjan Stevens / 2012 Swans / 2013 David Byrne & St. Vincent / 2014 Stromae / 2015 Patti Smith / 2016 PJ Harvey / 2017 Rubén Blades / Solange / 2018 David Byrne / 2019 Janelle Monáe / 2020 - / 2021 - / 2022 Low / 2023 Feist ∎
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