Tres canciones como tres soles. Cada una a su modo, pero todas de sobresaliente. La primera es “El parque de las balas”, una oda punk a la amistad –tan melancólica como emocionante– que podría ser la mejor canción del repertorio del grupo hasta hoy. Le sigue “Lo segundo, ya no tanto”, con un crescendo en las estrofas que estalla en cada estribillo. Es otro acierto, pero quizá sea la menos destacable de todas. Echa el cierre “La canción que creo que no te mereces”, con J de Los Planetas en una colaboración testimonial –cantando la segunda voz– que suena más a bendición simbólica de los reyes del indie patrio a los más firmes candidatos al trono de la actualidad. Un disco breve, para disfrutar una y otra vez, de una banda que sigue creciendo a cada paso y no deja de brillar. Qué buenos son. JuanP Holguera

El jovencísimo trío barcelonés revalida aquí todo lo prometido por el EP “Mercurio retrógrado” (2019). Son apenas nueve minutos –algo más en la versión casete que suma “Ansiedad”– de argumentos sintéticos pero efectivos. “Vista desde la ventana en Le Gras”, feroz andanada contra el solipsismo contemporáneo y sus herramientas de envase al vacío, nos pone en situación. El medio tiempo “Playa desierta” analiza los perniciosos efectos existenciales de un sistema fundamentado en la alienación. “Control parental”, entre New Order y los primeros The Strokes, amplía este atinado breviario sobre ansiedades posadolescentes. Y en “Club Caribe” se intuye que Diamante Negro debe seguir desarrollando su atractivo discurso guitarrero. No les faltan buenas ideas. Y, más importante aún, tienen cosas que contar. César Luquero

Si la música, como todo en esta vida, es un estado de ánimo por encima de cualquier otra cosa, el primer EP de Depresión Sonora encapsula en un cuarto de hora el mood oficial de este año que, más que pandémico, ha sido difícil de creer. “A veces pienso que la vida podría ser mentira, me levanto cada día y no sé qué hago aquí” es la primera frase que escuchamos en esta colección de canciones de post-punk primitivo basadas en hechos reales. Cuando las colgó en mayo ya se olía que se avecinaba un verano bajonero como ningún otro (“ya me han dicho que este año ya no hay verano, ya no hay diversión”), pero todavía no sabía que iban a convertirse en pequeños himnos subterráneos que terminarían reeditados por Sonido Muchacho. El proyecto parece nacer de la desconexión y el aislamiento, pero en su estreno plantea una excitante conversación multicanal: conecta con lo de aquí y lo de allá, con Derribos Arias o Esplendor Geométrico y la escuela soviética; con lo de ayer y lo de hoy, con los recuerdos musicales de algo que no vivió y unos códigos importados directamente de Twitter 2020. Víctor Trapero

Tras remezclar a bandas alternativas en “Laguna Mixes” (2013), el veterano DJ pamplonica /Göo! se marca su primer repertorio propio en “June EP”, maxi muy variado (y cuidado) en sonido que debería ser solo el principio de algo grande. Apoyado por el productor Hans Krüger, que lo animó a incorporar voces, Fermín Lorente (ese es su verdadero nombre) revisita aquí con esmero un puñado de géneros electrónicos que han llamado su curiosidad a lo largo de los años. Podría seguir tirando con éxito de muchos hilos.

El lote se abre con el “club mix” de “Drones Never Surrender”, corte de tintes industriales con subtrama synth-horror y guitarras de Karlos Osinaga de Lisabö. “Afraid Of Leaving” es un hipnótico conjuro space disco cuyas congas, al parecer, tienen inspiración en Marvin Gaye (el de “I Want You”, seguramente). Por último, “Riot Against The Lion” y “More Questions Than Men” son como viajes retroactuales a la electrónica de los noventa. Nada de relleno, todo bastante letal. Juan Manuel Freire

El guitarrista David Flores y el batería Jorge Fuertes formaron parte de Doss, una de las bandas más interesantes surgidas en el efervescente subsuelo madrileño de principios de siglo. Algo de la experimentación post-rock de aquellos pervive en este primer trabajo de Agrio, así como el propósito de vadear fórmulas convencionales o acomodaticias sin renunciar a las infinitas posibilidades del formato canción. En “La Murga EP”, pese a que el título pueda indicar lo contrario, no hay sitio para la vacuidad travestida de vanguardia ni para el postureo museístico. Es un disco de rock inquieto y contemporáneo, que conoce bien el pasado y se proyecta sin miedo hacia el futuro. Los siete minutos y medio de “A Drink Of Poison Water” –con Mark Lanegan frente al micro– confirman el arrojo creativo de sus artífices. El dúo se muestra hábil con el manejo de atmósferas y texturas, atrapando al oyente en una maniobra tan sutil como efectiva. Una breve e inmejorable carta de presentación. César Luquero

A Rebeca Díaz hay que imaginársela aburrida en su habitación en una casa de la sierra madrileña. Allí fantasea con canciones románticas clásicas en castellano, las pasa por sus personales filtros (tanto sonoros como estéticos) y les confiere una atmósfera realmente inquietante. Rebe se presenta como una nínfula cibernética que se exhibe en sus canales de Instagram y YouTube, con una iconografía que aúna los clichés del mundo rosa adolescente, un erotismo ingenuo y recursos aparentemente cuquis de arte digital casero presentados de modo nebuloso, como si se revelasen en duermevela.

“CeloOoOos” se inspira mucho en “Celos” de Junco, “Pínxame mosquito” parece actualizar en clave picante y gore el bolero clásico “Bésame mucho”, y “Na nananana”, el tema introductorio, lo mismo puede recordar a Ana D como a alguna banda sonora de una película de serie B de los años setenta que fluya en nuestra imaginación. David Saavedra

Venganza. Navajas como cruces. Bisexualidad no admitida. “Me alegro de verte” sería la cara B de “Bisexual”, de Cariño, compañeras de sello. Menta es pop de guitarras, abrigado de sintetizadores y percusión, que remite a los años 80, sin llegar al ruido de los 90. También puede referenciar a Triángulo de Amor Bizarro.

Amiga del flamenco, Cristina Mejías aka Meji ajusta cuentas cuando escribe y canta. Poco fan de aplicar filtros, no es raro que lance estribillos como “Detrás de ti no me he dejado nada”. Aromas de Caño Roto. Realismo sucio, dicen de Menta, cuya elocuencia pop se aprecia en “Ojalá te mueras” y “El apartamento”, un hit para sus fans. Tres canciones, tres clips. El joven sexteto afincado en Madrid se siente cómodo con un sonido embarrado y descuidado, en apariencia. Y la mala baba. Miquel Queralt

Era 23 de abril cuando recibimos el mensaje de C. Tangana, confinamiento mediante: carita triste y melodía melancólica. Su “bien” sonaba como ese “fatal, gracias” de la Tía Loli. No nos había preguntado cómo estábamos, pero música triste en español era todo lo que necesitábamos. Incluso había acertado en los dos puntos y paréntesis cerrado: un emoticono triste habría sido demasiado correcto. Este EP de cuatro temas –que después fueron cinco, sumando “Ojalá”, una colaboración con Chico Blanco– se convirtió instantáneamente en la banda sonora del confinamiento. “¿35 veces vamos a hablar de la misma mierda?”. Sí, pero “no estés triste, no hay por qué llorar”, decía C. Tangana, y nos lo decíamos también a nosotros mismos. Resulta que para ganarse el corazón de los españoles no hacía falta seguir siendo un Ídolo, bastaba con un estribillo de Rosarito y una estrofa de Alejandro Sanz: eso era “Nunca estoy” (canción con la que Antón Álvarez alcanzó por primera vez el número 1 en España y con la que marcaba un antes y un después en su carrera).

Aunque menos celebrado, quizá el mejor tema del disco –y el que mejor definiría el discurso que desde entonces adoptaría El Madrileño– es en realidad “Guille asesino”. Con un imaginario estético extraordinario, obra de Diana Kunst, C. Tangana nos confiesa que está perdido como hombre –snif, snif– y que las actitudes que le enseñaron de niño ya no son valiosas. Para él y para muchos otros, 2020 ha sido el año de la nueva normalidad, de la bajona 24/7 y también de las nuevas masculinidades. Pero tampoco habrá que preocuparse demasiado, lo que es seguro es que Puchito nunca se cansa de sí mismo: su tristeza vende camisetas. Otro año, demasiados hombres :( Berta Gómez Santo Tomás

En un mundo ideal, Ministry Of Sound no estaría en cuarentena y se escucharía este miniálbum de Chico Blanco retumbando el subwoofer. “Gominola” es más pop que su anterior trabajo, el EP “Life After House” (2019), pero sigue soñando con el sonido que llenaba este club nocturno a principios de la primera década del siglo XXI y también con el legado de Inner City o Soul II Soul; con el plus añadido de que Pablo Cobo –anteriormente conocido como VVhiteboy– procede de la nueva ola hip hop española y convierte esta chuche en algo que todavía no habíamos probado.

Ya sea remezclando a Goa y Yung Beef –“101 dálmatas”– o siendo versionado por Hidrogenesse –“Caramelo House (Otro lado)”–, mantiene su sabor intacto. A veces, con unas gotas de high energy –“No quiero verte”–; otras, con un regusto a reguetón y un contrapunto baleárico –“Paso de ti”–. Además, todas las producciones son suyas, excepto en la canción que da título al disco, una colaboración con VAN17INO6 que samplea el clásico “Saturday Night” de Whigfield. Otro punto a favor: visibiliza la realidad LGBTQ+ en la adolescencia, sin darse más importancia, y crea una estética propia, justamente prescindiendo de las preestablecidas. Ya quedó lejos la candy shop tan straight de 50 Cent. Ahora se llevan las gominolas, medicinas y drogas para todos los gustos. Aïda Camprubí

En 2019, el dúo Tarta Relena (Marta Torrella y Helena Ros) sorprendía a propios y extraños con un álbum de debut atemporal –no de otra década; de otra era– y deslumbrante, titulado “Ora pro nobis” y edificado sobre sus voces (a capela puro y duro, con algún pequeño toque electrónico), que cantaban en varias lenguas, incluido el latín. Del confinamiento regresaron con “Intercede pro nobis”, la extensión natural de ese disco: se reeditarán juntos en un doble LP junto a remixes de otros artistas. “Intercede pro nobis” suma cinco nuevos temas a su repertorio, grabados en Londres y producidos por el dúo anglocatalán Nerobambola. En la delicada introducción, “Desigs”, el único cantado en catalán, ponen música a un poema de Kavafis traducido por Carles Riba, con el fantasma de Ovidi Montllor revoloteando. “Peproteico” se podría considerar casi un interludio instrumental, ya que las voces, fundidas con los efectos y la electrónica, no transportan palabra alguna (menos al final, cuando una de las cantantes pregunta “¿qué le haces al gato pa' que suene?”). “Tres morillas” es su deliciosa y contemporánea versión (con percusión electrónica) de esta tonada popular del Cancionero de Palacio del siglo XV. “Christos” es un rebétiko en versión original griega. Y tras el griego, y para rematar la faena, “Infants qui nascitur”, en la que funden la melodía de la tradicional georgiana “Chela” con una letra propia... ¡en latín! Lo dicho, de otro mundo: el suyo. Esteve Farrés