Entre los cabezas de cartel del festival Primavera Weekender –que se celebrará este fin de semana en Benidorm– destaca la presencia de Arab Strap, que el año pasado publicaron nuevas canciones tras casi dos décadas de inactividad discográfica –recogidas en el álbum “As Days Get Dark” (2021)– y las presentarán –junto a sus clásicos particulares– en la segunda jornada del ciclo, el sábado 19 de noviembre.
Gran parte del encanto de los álbumes que el dúo escocés –formado por el cantante Aidan Moffat, que responde a las preguntas de este cuestionario, y el multiinstrumentista Malcolm Middleton– provenía de su capacidad para encapsular vivencias generacionales, miserias personales y humor negrísimo en canciones evocadoras y potentes, recogidas en discos emblemáticos como “Philophobia” (Chemikal Underground, 1998), “The Red Thread” (Chemikal Underground, 2001) o “Monday At The Hug & Pint” (Chemikal Underground, 2003).
Un cuarto de siglo después de su afortunada irrupción en la escena musical británica, y con un largo parón de por medio, Arab Strap se han convertido en una garantía de exquisitez a la hora de facturar canciones emocionalmente abrumadoras y de fusionar slowcore con electrónica y clásica contemporánea.
He visto que acabas de anunciar un nuevo álbum en solitario con tu proyecto paralelo, Nyx Nott. ¿En qué difiere hacer música con Arab Strap y hacerla para otros proyectos?
En el caso específico de Nyx Nott me dije a mí mismo que iba a evitar meter voces y letras, que iba a ser un proyecto totalmente instrumental, con lo que esa barrera autoimpuesta acaba dando sentido al conjunto. Al hacer música de esta manera no puedes controlar su significado, no tiene un mensaje, es algo más primario, más instintivo. En Arab Strap la letra es tan central o más que el acompañamiento instrumental, y lleva a unos procesos creativos totalmente distintos. También Nyx Nott es un ejercicio de soledad. Siendo honesto, prefiero trabajar con otra gente, pero está bien que haya variedad.
¿Cómo te sentiste al retomar Arab Strap en 2017? ¿Sentiste que había continuidad con la música que llevabas años haciendo en solitario, tenías miedo a que la reunión fuera mal acogida?
Bueno, creo que es inevitable tener un cierto runrún cuando te embarcas en un proyecto, digamos, grande. Pero también es verdad que cuando volvimos a grabar canciones nuevas Malcolm y yo nos obsesionamos con la idea de hacer un disco que representara lo que éramos como músicos en ese momento específico, no intentar volver atrás en el tiempo y coger el grupo donde lo habíamos dejado. Es imposible recapturar eso, así que intentamos no tener en mente las expectativas que podía tener nuestro público.
Y al volver a la actividad con Arab Strap, ¿sentiste que la escena musical británica había cambiado mucho en ese período de quince años?
Claro, claro. Cuando publicamos nuestro último LP antes de parar nuestra actividad, en 2005, las redes sociales andaban en pañales, el streaming prácticamente no existía, la actividad comercial más importante era la venta de CDs. Pero también es verdad que tanto Malcolm como yo habíamos permanecido en activo por separado durante muchos años. Seguimos trabajando por nuestra cuenta, fuimos viviendo cada cambio de la industria desde dentro. Al volver a hacer las cosas juntos nada nos pilló por sorpresa, y creo que eso nos diferencia de otros grupos que se han reunido recientemente.
¿Y tú mismo como consumidor de música has cambiado?
Supongo que es inevitable, ¿no? He empezado a escuchar música en streaming hace muy poco. Intento evitar hacerlo por Spotify porque me parece que paga una miseria a los artistas y que hay plataformas mejores, o por lo menos menos malas. Durante una época compraba muchos álbumes en formato digital, pero me di cuenta de que a nivel económico no podía permitírmelo. Y también había parado de comprar discos en formato físico por una cuestión puramente logística: no tenía sitio para más discos en casa.
En los 90, Arab Strap teníais mucho de heterodoxos dentro de la escena musical británica, con vuestra apuesta por canciones narrativas y por el spoken word. Veinte años después grupos como Dry Cleaning o Black Country, New Road han convertido esto en tendencia. ¿Sentís una conexión con esta escena joven?
Me parecen dos grupos fantásticos, particularmente Black Country, New Road. “For The First Time” es uno de los álbumes que más he escuchado en los últimos años. Al escucharlos por primera vez me pasó una cosa interesante, y luego también leí que a algún periodista le había ocurrido algo similar. Creo que si a mi yo de veinte años le hubieras preguntado cómo sería el grupo perfecto del que formar parte hubiera descrito exactamente a Black Country, New Road. Hacen exactamente la música que yo quería hacer de chaval. Y los vi en directo este verano, después de que el cantante original dejara la banda. Me parecieron buenísimos, y el hecho de que se atrevieran a hacer un set exclusivamente de canciones que aún no habían salido me pareció particularmente admirable.
¿Qué más cosas recientes escuchas?
La verdad es que los últimos años me he interesado más por el ambient y por la clásica contemporánea que por el pop. Sobre todo a partir de escuchar un programa de BBC Radio 3 llamado “Trax”, empecé a interesarme mucho por artistas jóvenes del circuito de música tal vez más experimental, como Iain William Craig, Max Richter o Sophie Royer. Hay artistas de mi generación que siguen haciendo cosas fascinantes, como Bill Callahan. Y de vez en cuando también escucho grupos pop actuales que me parecen buenísimos. Te diría que un buen ejemplo son Haim, que me parecen estupendas.
¿Y escuchas música de la misma manera?
No, la verdad. Paso mucho tiempo componiendo y arreglando mi música, y he terminado por desarrollar el hábito de escuchar la música de otros, sobre todo en la cama, por la noche. Supongo que de ahí mi tendencia a buscar sonidos más relajados, más próximos a lo ambiental. También el tener hijos ha cambiado mi forma de escuchar música. Muchas veces son mis hijos, que tienen catorce y nueve años, los que deciden lo que suena en el espacio donde estoy.
Se nota en las canciones recientes de Arab Strap que te alejas de la primera persona confesional para convertirte en un narrador omnisciente, externo. ¿La madurez da pudor a la hora de escribir canciones?
Bueno, no es solo eso. Diría que creo que mi vida, aunque ahora es más feliz, también es más rutinaria y menos excitante que cuando tenía veinte años. Ya no salgo, ya no bebo tanto, ya no conozco a tanta gente, ya no cometo errores lamentables todo el rato. Y está bien así. Si tuviera que escribir sobre lo que hago ahora un día común haría canciones aburridísimas. De cualquier forma, me hace gracia que menciones la idea del pudor porque he grabado un álbum en solitario de canciones y no sé qué hacer con ese disco, porque siento que tal vez sea demasiado confesional.
Viniendo del cantante de Arab Strap me impresiona la idea de que algo pueda ser demasiado confesional.
(Risas). Bueno, te diré lo que pasa con este disco. Estos últimos años estuve experimentando con la idea del sueño lúcido, y una de las recomendaciones que te hacen para poder llegar a tenerlos con facilidad es intentar escribir cada mañana qué es lo que has soñado ese día. Acabé teniendo una serie de textos, digamos, eróticos, que decidí convertir en canciones. Así que sí, hay grabado un disco sobre los delirios sexuales de un hombre de mediana edad. Es una temática impúdica y un poco delirante, hasta el punto de que me paso el día preguntándome “pero ¿a quién coño le puede interesar esto?”. Al mismo tiempo son canciones que me gustan mucho. No sé qué haré al final con ello. No lo ha escuchado nadie, ni siquiera Malcolm o mi pareja. Estamos hablando de canciones que mezclan escenas de sexo explícito con montones de referencias a Batman. No me preguntes por qué. Me da miedo, precisamente, llegar demasiado lejos en este disco, resultar demasiado desagradable, demasiado honesto.
Vuestro último álbum es también muy político. ¿Cómo has vivido los últimos años de la política escocesa y británica?
Como lo que ha sido: un desastre total. Crecí en los años 80, con el mandato de Margaret Thatcher, que fue desastroso, terrorífico. Pero al menos Thatcher se creía lo que hacía. Los dirigentes que hemos tenido estos últimos años han sido absolutamente cínicos, transparentemente corruptos. Han ido convirtiendo el Reino Unido en un país que no solo es más pobre, menos seguro o más injusto. Es que lo han convertido en el hazmerreír de Europa y del mundo. Se habla de una posible independencia escocesa, pero no acabo de creerme que vaya a suceder. Me da miedo ver el país que está quedando para nuestros hijos. Mi hijo mayor tiene catorce años, ¿va a poder permitirse ir a la universidad? Mi propia economía ha quedado muy tocada después del Brexit. ¿Podré ayudar económicamente a mi hijo de alguna manera? Es imposible que todas estas dudas y estas sensaciones no se filtren en el disco.
¿Y crees que, igual que pasó con Thatcher, esta situación espoleará algún tipo de reacción creativa o artística?
No lo sé. Me cuesta verlo. No porque a los artistas no les interesen estas cosas o porque no puedan hacer cosas valiosas, sino porque cada vez las plataformas de exposición al público premian más los contenidos inocuos. Programas generalistas del tipo “Friday Live”, como los que había en los años 80, eran explícitamente políticos y críticos con el gobierno. Ahora no hay nada similar. O series como “Boys From The Blackstuff”, que hablaban de los dramas económicos de la época explícitamente. No hay lugar en las grandes plataformas para proyectos así. Se ha visto con la muerte de la Reina y su funeral. Por mucho que hablemos de las grandes posibilidades de libertad que nos ha dado internet, parecía que después de la muerte de la Reina cualquier revisión crítica de su figura era censurada, cuando no directamente juzgada. Hay un cierto espíritu totalitarista flotando en el ambiente político y social del Reino Unido. Va a ser muy difícil que Escocia llegue a ser independiente en un clima como este. Tendrían que cambiar muchísimas cosas.
¿Qué significa para vosotros tocar en un festival como el Primavera Weekender y enfrentaros al público español?
La última vez que tocamos en un Primavera Sound nos sorprendió ver que prácticamente no había público local. De hecho vimos a un montón de amigos de Glasgow que hacía montones de años que no nos encontrábamos. Pero en otra época el público español nos acogió muy muy bien. Pienso en conciertos que dimos hace dos décadas, o en cómo fue la respuesta frente a un álbum como “Philophobia”. De todos modos, siempre es un placer tocar para cualquier evento que monte el Primavera: hay siempre carteles muy buenos y me encanta descubrir cosas nuevas cuando voy a tocar al extranjero. ∎
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