La justicia poética de Bill Fay y las segundas oportunidades. Foto: Mathew Parri Thomas
La justicia poética de Bill Fay y las segundas oportunidades. Foto: Mathew Parri Thomas

Fuera de Juego

Bill Fay: gracias a la vida y a los demás (pese a todo)

De todos los cantautores de los años sesenta o primeros setenta cuya carrera quedó frustrada al poco de iniciarse, para pasar al silencio y el olvido, la de Bill Fay es quizá la más importante, por el valor de la segunda oportunidad. Sus dos álbumes de juventud ya podrían ser considerados obras maestras del pop barroco y el folk-rock, pero fueron fans ilustres que no olvidaron su música –como David Tibet, Jeff Tweedy y Joshua Henry– quienes le sacaron de un silencio de décadas y lograron que completara su gran obra de madurez, con tres álbumes excepcionales en el sello Dead Oceans. Ayer se supo que falleció el viernes 21 de febrero, a los 81 años.

24. 02. 2025

Lo llamaron “el Salinger del pop”, aunque él no se negó a publicar nada, simplemente no le hicieron ningún caso después de grabar dos discos sensacionales para Decca, “Bill Fay” (Decca-Deram, 1970) y “Time Of The Last Persecution” (Deram, 1971). Se conformó con lo que parecía su destino. Pero como un Nick Drake que simplemente hubiera estado en letargo durante cuatro décadas para resurgir en la madurez y reafirmar su talento único, Bill Fay (1943-2025) tuvo en la trilogía creada para el sello Dead Oceans desde 2012 su ocasión de completar la gran obra que llevaba dentro. Y, en su etapa de despedida, de mostrarse sereno, agradecido, en comunión con la naturaleza, la gente y las cosas básicas de la vida, en plenitud creativa para dotar a sus melodías a menudo tristes de un poder balsámico, reconfortante y conmovedor. La voz y el piano de aparente fragilidad que se asientan en los fundamentos de la sabiduría y la humildad para transmitir al mundo una emoción inusitada; el sentir del cantor conforme con lo que le ha tocado vivir no por resignación, sino como una capacidad de adaptación que combate todos los males de la ambición.

Sus lamentos se deben en todo caso a la observación del daño que el hombre inflige a sus semejantes, a la naturaleza o al mundo en general más que a frustraciones o angustias personales. No tiene más intención que la de mostrar su honestidad a través de sus canciones, con la convicción de que el amor es el motor de la vida. Conceptos básicos que expresa desprovistos de cualquier artificio. “Hay milagros / en los lugares más extraños / hay milagros allá donde vayas”, cantaba en “Cosmic Concerto (Life Is People)”.

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