Nuevos tiempos para las estrellas del pop.
Nuevos tiempos para las estrellas del pop.

Informe

Cómo nos sentimos ahora: la intimidad expuesta de las estrellas pop

Billie Eilish, Demi Lovato, Charli XCX y Taylor Swift revelan sus demonios personales en una nueva ola de documentales íntimos. Escudriñadas con lupa en cada una de sus apariciones, hostigadas por una industria que impone en las mujeres cánones imposibles de belleza, las ídolos del pop de masas se apean del pedestal para evidenciar sus crisis, exigir respeto y restañar en público sus heridas.

13. 04. 2021

Las muñecas rotas forman parte del ecosistema de la cultura de masas, que periódicamente se frota las manos ante la llegada a la pubertad de sus niñas prodigio y la promesa asociada de un festín de fotos comprometidas y desfases sexuales, narcóticos y estilísticos. Entre el morbo y el estupor, nuestros abuelos o padres asistieron a los tumbos de Judy Garland, como nosotros a los de Miley Cyrus, Christina Aguilera y Britney Spears.

El siglo XXI ha elevado a la máxima potencia la difusión planetaria de la caída en picado de luminarias del pop. Redes sociales y dispositivos móviles han exacerbado la presión tradicional inducida por los tabloides, con no pocos ensañamientos en directo. Sirva como botón de muestra el documental “Framing Britney Spears”, producido por ‘The New York Times’, donde se recrimina la crueldad y el cinismo de una sociedad que exige recato a las mujeres, disculpa el desparrame masculino y convierte en un chiste la enfermedad mental.

Sin embargo, hay una nueva generación de estrellas de la música que ha tomado el control del relato. Este último año, hemos asistido al estreno de documentales sobre Billie Eilish, Demi Lovato, Charli XCX y Taylor Swift. El común denominador es el relato de sus demonios en primera persona.

Palabra de Mother Monster

Lady Gaga, asumiendo la imperfección.
Lady Gaga, asumiendo la imperfección.

Lady Gaga rompió la mano en “Gaga: Five Foot Two” (Chris Moukarbel, 2017), donde los espectadores acompañaban a una rota mother monster en su travesía personal y profesional hasta la bombástica actuación en la media parte de la Superbowl. “No quería que el resultado pareciera una gran campaña publicitaria sobre lo perfecta que soy y lo perfecta que es mi carrera, porque no es verdad. Ese resultado no sería coherente con todo lo que soy como artista. Creo que lo importante es ser auténtico”, compartía en el Festival de Toronto durante la presentación de la película.

Los documentales de la década que acaba de arrancar se enmarcan en la cuarta ola del feminismo y en la incertidumbre de la pandemia. En ese contexto, las protagonistas verbalizan su decisión consciente de exponer en crudo desequilibrios mentales que, en muchos casos, tienen un componente de género. De la autolesión al deseo de suicidio, pasando por la ansiedad, desórdenes alimenticios y adicciones. Todas estas figuras coinciden en saldar así la deuda de honestidad contraída con sus fans. Han dicho “basta” al pedestal de ejemplaridad. Han asumido la imperfección.

Taylor: del silencio al activismo

Taylor Swift contra los supremacistas blancos.
Taylor Swift contra los supremacistas blancos.

Aunque en conjunto peca de medida y coreografiada, la producción de Netflix “Miss Americana” (Lana Wilson, 2020) expone los problemas de Taylor Swift con la anorexia y la inseguridad que le han provocado las críticas a su cuerpo.

“Una foto en la que mi tripa se veía demasiado grande o un comentario en el que se sugería que estaba embarazada desencadenaban que dejara de comer”, confía a los espectadores en una escena. La artista empezó a relativizar los comentarios dañinos en las redes cuando a su madre le diagnosticaron un tumor cerebral.

En un crescendo que pone la guinda a la película, la invariablemente apolítica Swift decide romper con las cadenas de su target de supremacistas blancos y se significa con una declaración pública en contra de la candidata republicana Marsha Blackburn y de su homofobia escudada en valores cristianos. Cuando Tree Paine, su publicista, le advierte de que Trump va a ponerse de uñas, la respuesta de la artista es: “Que se joda. No me importa”.

Miserias documentales de ayer y de hoy

Demi Lovato, impactantes confesiones.
Demi Lovato, impactantes confesiones.

Demi Lovato lleva casi una década desnudándose emocionalmente ante las cámaras. Su primer “yo confieso” se remonta a 2012 y llevaba por título “Stay Strong” (Davi Russo, 2012). Allí detallaba su proceso de rehabilitación a los 18 años. A aquella película le siguió el mea culpa “Simply Complicated” (Hannah Lux Davis, 2017), pues asumía su recaída al tiempo que mostraba el proceso de creación de su álbum “Tell Me You Love Me” (Hollywood, 2017). El, por ahora, documental definitivo llegó este pasado mes en formato seriado, a través de una producción de YouTube que lleva el mismo título que su último disco, “Dancing With The Devil” (Island, 2021).

Lo primero que llama la atención es la cantidad de veces que sus íntimos preguntan al director, Michael D. Ratner, si está seguro de abordar con ellos los aspectos más oscuros del alcoholismo y la drogadicción de la antigua niña Disney. La respuesta es “sí”. Demi quiere la verdad y nada más que la dolorosa verdad que, hasta ahora, ha amagado a la audiencia en parciales exposiciones de sí misma. “Me sorprendí. No pensaba que fuera a ser tan honesta. Desde mi sobredosis en 2018 he trabajado mucho, me he sincerado y he asumido responsabilidades. No quiero sentarme frente a mis fans diciendo que estoy curada y que soy un ejemplo modélico de recuperación. Ya no lo soy ni quiero serlo, pero el camino que he tomado me ha ayudado mucho y quiero compartirlo para que les sirva a otros”, declaraba Lovato en marzo en el festival South By Southwest, donde la serie tuvo su puesta de largo.

Ahora, la cantante se redime pormenorizando los estupefacientes que la llevaron al colapso (metanfetamina, MDMA, cocaína, oxicodona, marihuana y crack), su bulimia, ligada a la obsesión por ajustarse a estándares de belleza, y los abusos sexuales sufridos tanto el día que perdió su virginidad como el que casi pierde la vida. Tan impactante como estas confesiones es la revelación catártica de que Lovato mantuvo una segunda relación sexual con sus agresores, esta vez consentida, para sentir que ahora era ella la que asumía el control de lo que ocurría con su cuerpo.

Una y no más

Charli XCX y su dinámica workaholic.
Charli XCX y su dinámica workaholic.

South By Southwest también estrenó “Alone Together” (Bradley&Pablo, 2021), documental que retrata a Charli XCX durante la elaboración, en lo más duro del confinamiento de 2020, del álbum “how i’m feeling now” (Atlantic, 2020). Como ella mismo reconoció en el festival, estar frente a la cámara es lo que más odia de su trabajo. La pandemia, sin embargo, la motivó a superar sus tapujos y trabajar con el tándem Bradley&Pablo para documentar la grabación del discos, y ahondar en su dinámica workaholic; una experiencia contrarreloj y, tal como asegura Charli, irrepetible.

“Si sigues mi trabajo sabrás que soy de contrastes, conflictos y cambios bastante agresivos, así que imagino que lo próximo que haga será completamente opuesto a esto, porque ahí reside mi inspiración”, avanzaba en la versión online de la cita cultural de Austin.

El breve y espídico filme de 67 minutos da voz a los ángeles de Charli. Esto es, su comunidad de fans LGTBIQA, cuyos miembros participaron tanto en la gestación del álbum como en referir vía Zoom sus carencias y la conexión salvadora con la cantante británica.

Billie Belieber

Billie Eilish y su fijación con Justin Bieber.
Billie Eilish y su fijación con Justin Bieber.

“No pienso en ellos como fans. Nunca. Son parte de mí. Quiero dejarles claro lo que yo creo porque siento lo mismo que ellos”, asegura la siempre franca Billie Eilish en el generosísimo y auténtico documental de Apple TV “The World's A Little Blurry” (R. J. Cutler, 2021). La cantante prodigio de la generación Z ha dejado que el equipo de filmación irrumpa en el modesto hogar de sus padres en Los Ángeles, donde pergeñó junto a su hermano Finneas “When We All Fall Asleep, Where Do We Go?” (Darkroom-Interscope, 2019), debut sideral coronado en los Grammy 2020 con 11 galardones, el de mejor álbum incluido.

Las letras oscuras del álbum meten el dedo en llagas personales como la ansiedad y la depresión. En Billie no hay impostura, canta lo que siente, abraza porque quiere, se enfurruña porque el enfado es la emoción que predomina en su semblante. “Dicen que Billie canta canciones deprimentes, pero es que estamos en un momento horrible para ser adolescente. La gente se extraña de que estén tan hundidos, porque los consideran unos privilegiados, pero han tenido que lidiar con sus padres, que han atravesado una recesión y les han transmitido el temor a perder sus casas; viven una epidemia de opiáceos; se enfrentan a la destrucción del planeta y a un contexto político de odio y racismo aterradores”, argumenta la madre de la superestrella púber, Maggie Baird.

Entre las paredes de su cuarto de niña hay frases y dibujos de una etapa convulsa, en la que escupía su teenage angst en deseos de beber ácido y la certeza de que era “el epítome de nada”.

A los 12 años fue tal su fijación con Justin Bieber que su madre llegó a pensar en llevarla al psicólogo. En 2019, su ídolo de la infancia le pedía participar en una remezcla de su éxito estratosférico “bad guy”. Cuando se conocieron en Coachella, el mayor fenómeno del pop del presente siglo no pudo parar de llorar. Sabe lo que es sentir una devoción ingobernable por tus ídolos. Por eso, no escatima abrazos ni lesiones para fundirse en uno con sus seguidores.

Todos los ejemplos anteriores son síntomas no solo de una fiebre documental, sino de una era en la que las estrellas pop ya no quieren (o no pueden permitirse) ser inaccesibles, y deben integrar su intimidad en el discurso artístico. Esto hace partícipes a fans y a espectadores casuales de una confesión que tiene algo, también, de relato controlado por la propia estrella. Veremos quién es la (o el) siguiente a explicar su historia. ∎

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