Enric Montefusco (Barcelona, 1977) grita susurrando. Es una capacidad que ya mostró con Standstill, pero que ha perfeccionado en “Viaje al centro de un idiota” (Buena Suerte-Satélite K, 2022), su nuevo disco, presentado primero como espectáculo teatral en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid (enero 2022) y en el festival Grec de Barcelona (julio 2022). Pensado como infierno y purgatorio donde el cielo queda reservado para momentos más íntimos de su paternidad, aquí Montefusco se despoja de la mirada más social que mostraba en sus anteriores álbumes –en “Meridiana” (Buena Suerte, 2016) y, sobre todo, en “Diagonal” (Buena Suerte-El Segell, 2019)– para conseguir el grial de todo creador: apelar a todos hablando de sí mismo.
De hecho, incluso para sobrecogernos, algo que consigue en el spoken word de “La escalera oscura”. Es cierto que la culpa, los antidepresivos de tres generaciones y los monstruos desfilan por este círculo en penumbra, pero también lo hacen la inteligencia de aferrarse a contextos que el presente pulveriza cada día y la generosidad de elegir una catarsis personal que filtre lo mejor de ti a quien tienes cerca. Es decir, Montefusco sigue escribiendo sobre aquello que es social. Nos encontramos con él entre coches y franquicias en una de sus vueltas a la Ciudad Condal. El 9 de marzo presentará sus nuevas canciones en la sala Paral·lel 62 de Barcelona, dentro de la programación del Festival Mil·lenni, y el 15 de ese mismo mes actuará en el Festival de Arte Sacro de Madrid.
Vives en un pueblo pequeño. ¿Es algo buscado, una opción vital o casualidad?
Hacía tiempo que tenía ganas de irme de Barcelona. La ciudad misma ya te echa, o así lo sentí yo. Siempre quise vivir más tranquilo, con otro ritmo y otros valores, sin toda esta contaminación de información y acústica que a mí me molesta especialmente. Me fui y tuve que volver por el trabajo de mi mujer, pero aguantamos en Barcelona un año. Cuando ya has probado lo que es vivir de otra manera no eres capaz de volverlo a asumir. Es una decisión muy firme y más aún con hijos.
¿Tiene “Viaje al centro de un idiota” tanto de autobiográfico como parece?
Es que no tengo inventiva. Lo puedo disfrazar, usar primera, segunda o tercera persona, singular o plural, pero no tengo la necesidad de esconder aquello de lo que se habla. Y más en un disco así, que va un poco de ir al grano y buscar la crudeza, un disco donde tocaba ser especialmente honesto.
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