De anécdotas anda servido Eric Jiménez (Granada, 1967), algo que ha exprimido con criterio y gracia. Sus peripecias, aunque ya menos, tienen algo de feria, juergas y desfases. Como cuando conoció a Enrique Morente y le ofreció un espectáculo de percusión con la cristalería de un bar, a lo que el cantaor respondió “tú tienes ritmo”. Esa anécdota puso en contacto a Lagartija Nick con Morente y fue uno de los episodios germinales de “Omega” (1996). Hay leyendas que no se olvidan, que pasan a la historia.
Más allá de las anécdotas, las imágenes y la fama, está la persona, el tipo. Y en Eric encontramos a alguien entrañable con ese punto entre vacilón y colega. Alguien curioso, sociable y muy locuaz, dotado de un fuerte sentido del humor con mucha retranca. Jiménez ha trascendido en la música siendo uno de los mejores baterías de nuestro país, y su marca es incontestable en dos bandas granadinas antológicas como Lagartija Nick y Los Planetas.
Lleva dando clases desde 1997, formando a una buena tanda de baterías en Granada. En la promoción de sus clases “de bombo y platillo” aparece Manolo “el del bombo” con el que fue su atuendo habitual y un mensaje absoluto: “Si él fue internacional, tú no vas a ser menos”. Actualmente imparte clases de batería y percusión en la Fundación Caja Granada, donde también se beca a niños y adolescentes con riesgo de pobreza de la asociación ALFA (Almanjáyar en Familia).
Ha escrito sus batallas, anécdotas y su vida en dos libros editados por Plaza & Janés: “Cuatro millones de golpes” (2017) y “Viaje al centro de mi cerebro” (2021). Ahora ha llegado el Eric audiovisual con el documental dirigido por César Martínez Herrada que nos muestra las diversas caras del músico. Nos acercamos a su faceta libre y salvaje, pero también a su lado más familiar a través de su hermano, Carlos Jiménez. Al recuerdo de su madre Adoración y de su padre Carlos, de su pareja Guille y de su hija Gabriela.
La culpa de todo quizá sea de la sección juvenil falangista, la OJE (Organización Juvenil Española), en cuya banda de cornetas y tambores dio sus primeros pasos musicales. Eric se abre y narra cómo vivía en la pensión Penibética de la calle Santa Paula que regentaba su madre. O cómo andaba preguntando a los huéspedes por sus profesiones y su historia. Todo eso dice mucho de alguien de la calle, un habitual de los tranquillos (el escalón del portal). Cómo eso le forjó mucho el carácter y lo espabiló ante el mundo con esa capacidad para sobrevivir y meterse en proyectos propulsado por la magia de la gracia, el esfuerzo del currante y la filosofía del buscavidas. J y Florent se sorprenden de que haya sobrevivido llevando una vida salvaje y sin frenos. Todo lo que tiene de personaje también lo ilustra y lo refleja como persona.
Después del Eric escritor viene el Eric audiovisual.
Totalmente. Yo me lanzo a todo.
¿Fue César Martínez Herrada quién te propuso hacer esta película?
Fue a mi bar. Yo me había tomado unos vinos, y me lo propuso.
¿Y te viniste arriba?
Claro, me vine arriba y le dije: “Coño, una peli mía, sí, tío”. Pero, bueno, yo quería una serie.
¿Por qué querías una serie?
Hombre, es que mola...
Pero ya lo hizo Alaska, con quien por cierto tienes foto en tu bar.
Bueno, pero mi serie sería diferente.
¿Cómo sería tu serie?
Mi serie sería una serie ácida, con canalleo, con sentío del humor negro y con emotividad también.
¿Una serie un poco tocapelotas?
Sí. Provocadora pero sin llegar a ser un hijo de puta. En el hijoputismo se puede caer fácilmente, es como la malafollá granaína, que si te pasas ya eres un hijo de puta y un maleducado. Hay una delgada línea para encontrar ese punto y no caer en la malafollá. Es complejo, porque entonces pasamos a la otra parte, que ya es una hostia.
Cuando te vas de casa con 14 años, ¿cómo sobrevives?
Me voy a casa de amigos y entonces los amigos iban quitando latas de conserva de sus casas. Yo he estado tomando pan con mantequilla meses, pero no lo pasé mal. A mí me parecía acojonante porque estaba haciendo lo que me salía de los cojones. Tampoco es que en mi casa me prohibieran mucho, pero yo no necesitaba nada más porque mi gusto culinario siempre ha sido un gusto infantil. Si en mi casa estuviera comiendo salmón y ternera, pues, claro, me voy de casa y las paso putas. Pero si yo en mi casa comía pan con mantequilla, pues entonces estuve de puta madre, para mí no cambió nada. Una lata de atún con pan. Y hasta estaba comiendo lo que realmente yo tenía que comer a escondidas en mi casa, porque me ponían el plato y tenía que comérmelo, pero luego cogía pan con mantequilla o pan con aceite, que era lo que comía, e intentaba tirar el plato de comida. Entonces era hasta más feliz. No estoy presumiendo de haber pasado carencias, que para otro hubieran sido carencias, pero es que para mí era de puta madre porque estaba comiendo lo que me gustaba, que era pan.
Uno no se va de un sitio solo porque esté mal, sino porque necesita ver mundo.
Claro, y como veía que tampoco en mi casa iban a llamar a la policía o a buscarme, pues de puta madre.
¿Está mitificado un poco tu lado salvaje de las drogas y demás?
No. Fue muy salvaje, pero nunca estuve enganchado.
En el documental comentas con Antonio Arias la primera vez que te metes un pico.
Sí, con los miembros de Conservantes Adulterados, porque yo quería ser punk, tío. Yo vine aquí a Madrid y vi en una misma sesión “Quadrophenia” y “La gran estafa del rock and roll”. Tenía que saber qué sentía Sid Vicious y ese tipo de cosas. Entonces lo probé y me pareció asqueroso, lo pasé fatal. Vomité todo. Menos mal que no lo quise probar luego porque si no probablemente hubiera caído. Realmente hay una época que utilizo las drogas muchísimo, pero para pasármelo de puta madre. Como el beber; bebía los fines de semana o cuando acababa un concierto, pero un lunes, un martes, un miércoles no bebía nada. No fumaba, soy fumador social. Yo era drogadicto de fin de semana; entonces podía estar dos días metiéndome droga y bebiendo alcohol, pero si no me metía, tampoco pasaba nada. Nunca estuve enganchado, pero sí estuve muchísimos años poniéndome hasta el culo, pero en modo ocio. Eso sí, iba al gimnasio para estar en forma y aguantar la farra del fin de semana.
Has jugado mucho con tus distintas personalidades, también lo comentas en el documental. Ahora creo que has encontrado tu sitio y por eso también te entusiasmas y te metes en proyectos. Te llevas bien con mucha gente, pero creo que con Antonio Arias tienes más complicidad, porque vuestra amistad es otro rollo y con él te sale tu lado más directo.
A Antonio lo conozco de cuando yo me fui de mi casa, que estaba con KGB, y él dejó a los Cero (091). Yo dejé a KGB para empezar Lagartija Nick. Somos amigos de dientes de leche, de primeras novias, primeros cubatas. Y eso marca mucho, porque es un rollo infantil. Éramos adolescentes de 14 años. Con cualquier grupo de los que llevan más de veinte años has pasado los mejores ratos de tu vida y los peores. Porque pasa como con las familias, ¿no? Tanto con Lagartija como con Los Planetas pasé las putadas más grandes que me han gastado en mi vida; me las han gastado ellos. Igual que los momentos más felices también me los han dado ellos, o me los ha dado el grupo, el estar ahí. Por eso es fundamental cuando llevas muchísimo tiempo con una banda no ir ni de coña al mismo bar, ni al mismo McDonald’s, ni a la misma sala a ver la misma película. Si quieres tener una salud, necesitas un poco de distancia.
¿Qué es lo que hace a Granada que haya tenido una escena musical tan brutal?
Yo creo que mucha culpa de eso la tienen Los Ángeles y Miguel Ríos. Ten en cuenta que en los años sesenta, los años setenta, el poder adquisitivo de la gente de a pie es rico o pobre, no hay clase media. O eres un aprendiz o tienes mucha pasta. Y Miguel Ríos y Los Ángeles le echan los huevos, igual que hice yo, pero ellos se van a Madrid, donde todo es mucho más complicado. Se van a intentar vivir de la música, tío. Era algo rarísimo. Se transforman en héroes para la sociedad granadina. Todos los niños sueñan con ser Miguel Ríos o Los Ángeles porque ven que se han comprado un coche, ven que llevan ropa de moda, que tienen todas las chicas detrás de ellos. Salen por la televisión, se les escucha en la radio, que antes era lo más. Se transforman en héroes y todo el mundo quiere hacer eso. Y ven que eso no está tan lejano. Hay mucha gente que en los ochenta cambió la flauta travesera y la armónica del colegio por una guitarra. De ahí pasas a escuchar a los Beatles y todo eso. A raíz de aquello empieza esa curiosidad en Granada por la música, que luego se ha mantenido.
En el documental se mencionan las cuevas de Cristóbal, unos locales de ensayos y un tipo que hace que Granada sea un hervidero musical.
Allí había como unas cincuenta cuevas y todo el mundo ensayando. Y allí había un mercado de segunda mano de instrumentos, te pongo la batería, toco contigo, tocas tú conmigo. Era un hervidero, entonces era la hostia. Me acuerdo de que en los años ochenta se presentaron en Granada como trescientas y pico maquetas.
¿Qué supuso para ti conocer a Morente?
Fue una de las cosas más alucinantes que me han pasado en la vida. Fue conocer a un amigo, a un artista y prácticamente a un padre. Conocer la bondad, la valentía y el sentido de la amistad. Es una de las personas que más me ha gustado conocer en la vida. Fue conocer a un genio.
¿“Omega” fue un calvario?
Para mí no fue un calvario en absoluto. Fue una de las experiencias más maravillosas que he grabado en mi vida. Solo que, después de estar con “Omega” tanto tiempo, Lagartija se paró y tenía un malestar con mis compañeros. Se extendió mucho la grabación y se había descuidado Lagartija en lugar de haberlo llevado a la vez. Habíamos dejado un poco de lado Lagartija. Entonces quise volar para otro sitio. Estaba un poco quemado.
¿La OJE y la Semana Santa te llevaron a la música?
Me llevaron al punk rock. Ten en cuenta que yo me meto en la OJE sin tener en cuenta que es una banda de falangistas. También había estado en un coro de la iglesia de los Salesianos con una guitarra que me había regalado mi padre. Si lo primero en lo que tocas es con la iglesia y la Falange, pues te vas al lado contrario echando hostias. La Semana Santa me lleva a la música siniestra. Con las procesiones me enamoro de los primeros discos de The Cure, como “Pornography” (1982), o me enamoro de Diamanda Galás o de The Birthday Party. Me enamoro de todo lo siniestro porque acojona, y todo lo que da miedo nos gusta un poco. Entonces me da por la onda muy oscura. La OJE sí que me lleva al tambor. Cuando escucho esos tambores y se meten por todo tu cuerpo las vibraciones, siento una llamada hacia la percusión y ese sonido que me atrae profundamente. Es un sonido un poco desagradable pero que me atrae a la vez.
El documental es un recorrido por el universo Eric con todos sus protagonistas y con mucho humor: la familia –tu madre Adoración, tu hermano Carlos, tu pareja Guille, tu hija Gabriela–, la música, las bandas. Siempre dices medio en broma que es un milagro que estés vivo. ¿Cómo crees que has llegado adonde estás ahora?
He llegado hasta donde estoy ahora porque aunque haya tonteado con las drogas nunca he estado enganchado a ninguna. Sencillamente me lo he pasado muy bien. Y punto. Y creo que soy uno de los tíos más disciplinados de todo el país. He estado llevando conciertos en directo, llevando grabaciones, llevando escuelas de batería, llevando bares. He estado haciendo de todo. Cuando hago eso es porque nada dura toda la vida, y por eso he sido muy previsor. He estado trabajando en muchísimas cosas. Cuando tienes muchas cosas por hacer y necesitas disciplina, entonces no te da tiempo a maltratarte tanto como para quitarte la vida. Sí es cierto que he tenido muchos excesos. Pero al tener tantas responsabilidades no me he podido permitir dejarlas.
¿Sigues teniendo algo del espíritu punk?
Yo nunca fui punk. Para ser punk tienes que tener una falta de identidad y yo siempre he sabido quién soy. He sido un amante de la música post-punk y me ha llamado muchísimo la atención toda su indumentaria, que era algo rompedor. He tenido mucha actitud punk. He hecho lo que me ha dado la gana en cada momento. Pero eso también lo hace muchísima gente sin escuchar música punk. Nunca puedo decir que yo fui un punk, eso son palabras mayores. He sido un amante del movimiento after-punk. Cuando empecé a crearme como músico, era de lo que mamaba. Igual utilizaba el punk para justificarme y hacer lo que me salía de los cojones en cada momento. Y evidentemente quien tuvo, mantuvo. Bastantes ramalazos de actitud y de mucha postura punk.
En el documental no aparece una banda querida por ti como Napoleón Solo. ¿A qué bandas reivindicas de nuestra escena?
Gran banda Napoleón Solo; tampoco aparece una gran banda como Tarik y La Fábrica de Colores. Pero es que si aparecieran todos con los que he colaborado o tocado, necesitaríamos una serie.
¿Qué te queda por hacer?
Me queda por hacer la serie y me queda por hacer lo que llevo haciendo toda mi vida, que es el ridículo. Me gustaría ser presentador, me fliparía presentar un musical o un programa por ejemplo de debates, pero en vez de moderador, ser incitador. La verdad es que me encantaría hacer televisión. ∎
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