Si Kae Tempest sabía algo del lugar en el que confluyen todas las rutas jacobeas tuvo que flipar con lo que se encontró la noche del sábado, 28 de mayo. No solo porque su escenario estuviese ubicado a pocos metros de la Porta Santa catedralicia que anhelan cruzar las almas que peregrinan a Santiago, que también, sino por la temperatura tropical: inusual en Galicia y descabellada a finales de mayo. Sobraba hasta la rebequita, ya se puede creer. Aunque la Torre Berenguela no se refleje artísticamente en los charcos de A Quintana, bajo cualquier circunstancia, en medio de ese campo de piedra, se comprenden la emoción, la fe –según preferencias– y los siglos de inspiración.
La unión de dramaturgia, poesía y rap de Tempest demuestra de nuevo su capacidad de adaptación a todos los formatos. Desde el recogimiento de las salas a los espacios abiertos, su propuesta, de gran relevancia en el ámbito cultural británico, sigue defendiéndose desde la honestidad personal y el compromiso artístico, valores desde los que enfoca la indagación en los conflictos más íntimos de la existencia y su confrontación con la colectividad. Y eso cala hasta los huesos, sea un concierto para fans o para gente que pasaba por allí porque son las fiestas y vamos-a-ver-quién-toca-que-es-gratis. Había numerosos seguidores entre el público de Santiago, pero otros tantos se asomaron a ver qué había esa noche como colofón a las Fiestas de la Ascensión. Y nadie se marchó.
El disco nuevo centró la primera parte del concierto, a medida que iba cayendo la noche. Abrió con “Priority Boredom”, a la que siguieron “No Prizes”, “Salt Coast”, “Move”, “More Pressure”, “Grace” y “These Are The Days”. La actitud de Tempest, en terrenos de performance, es la de quien se expone con el corazón en la mano. “Sobre una verdad a medias no puedes construir algo duradero” (“But you can’t build for long on a partial truth”), viene a decir el primer tema. Su lucidez es característica, pero se hace más accesible conforme avanzan los cortes de “The Line Is A Curve” (2022), su álbum más colaborativo hasta la fecha y que, desde un clima sonoro un tanto sombrío, evoluciona hacia una instrumentación orgánica y luminosa y, en conjunto, traslada un anuncio de aceptación y de respeto moldeado desde el afecto. “Let me give love, receive love and be nothing but love”, proclama en “Grace”; “Each moment is open, open / These are the days I used to see in dreams / These are the days I told me I would receive”, recita en “These Are The Days”.
Otro clima se forjó en el recital con temas emblemáticos, más políticos y sociales, de sus trabajos anteriores, como la profética “Europe Is Lost” o con “Ketamine For Breakfast” –ambas de “Let Them Eat Chaos” (2016)–, “Circles” –del primer disco, “Everybody Down” (2014)– y “Firesmoke” y “People’s Faces” –de “The Book Of Traps And Lessons” (2019)–, tema que solía emplear para finalizar en ocasiones anteriores. Para el colofón reservó “Water In The Rain”, “Holy Elixir” y un poema de regalo. Tan simple como el ropaje escénico que viste su comparecencia al micro en esta gira, en la única compañía de los sintes y teclados de la artista japonesa afincada en Londres Hinako Omori; tan potente que es irresistible prestar atención. Encontrar de frente a alguien que está en su sitio y desgrana el mundo y sus contradicciones desde un lugar en paz, alguien que invita a comprender que las líneas también pueden ser sinuosas, es así de sencillo y así de intenso. Sí, en comparación con la Kate de gesto incómodo y hasta doliente que visitó las ediciones de Barcelona y Oporto del festival Primavera Sound en 2019, en 2022 Kae Tempest acaba de compartir en sus redes sociales que está viviendo el mejor momento de su vida. ∎