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Paprika” (Sonido Muchacho, 2022) es el álbum que La Bien Querida publica después de un par de años en que su trayectoria se ha visto catapultada hacia algunos de los circuitos más comerciales. El año pasado pudimos escuchar su versión de “Resistiré” (Dúo Dinámico) en la banda sonora de la serie “Élite” (Carlos Montero y Darío Madrona, 2018-). Además, su nombre también se ha asociado en los últimos años a algunos productos audiovisuales como “Paquita Salas” (Javier Calvo y Javier Ambrossi, 2016-2019) o “Todo lo otro” (Abril Zamora, 2021). Este séptimo álbum, que se publicó a mediados del pasado noviembre, permite enfocar su trayectoria desde otra perspectiva: el trabajo sobresale dentro de su discografía por lo novedoso a la hora de abordar el sonido.
En alguna ocasión, Ana Fernández-Villaverde ha afirmado que se arrepiente de no haber llevado el concepto de “Paprika” –elegido por Rockdelux quinto mejor álbum nacional de 2022– un paso más allá. Ahora, que está aprendiendo salsa caleña en una agrupación colombiana, ha encontrado en los ritmos latinos un mapa conceptual para expresar algunas de las inquietudes más repetidas dentro de su universo lírico: el amor, el deseo o el poder como vértices inseparables entre sí, pero también de sus composiciones. Sin embargo, tampoco podemos hablar del nuevo trabajo como “lineal”, ni tan siquiera como un alegato purista: los ritmos autóctonos de América Latina se entrelazan con beats electrónicos, bajos saturados y otros recursos propios del indie pop. La amalgama de estilos –y sabores, como ella misma indica en el título– se completa con las composiciones propias de la canción de autor a las que acostumbra desde 2009, año en que publicó su primer álbum de la mano de Elefant Records. La salsa y la bachata se unen, de este modo, con las composiciones que evocan a “Romancero”, mejor disco nacional de 2009 según Rockdelux, sin perder de vista la electrónica propia del contexto estético actual.
Las influencias del álbum encuentran la cohesión gracias a la colaboración de David Rodríguez (La Estrella de David) y Sergio Pérez (Svper, Pegasvs) como productores, algo habitual en su discografía a excepción de “Brujería” (Elefant, 2019). Para la vizcaína, el primero posee la creatividad y la imaginación, mientras que el segundo domina la técnica. Otros nombres, como José Chacón (trompeta) y Alberto Martínez del Río (guitarras), aportan el estilo interpretativo dentro del equipo.
Además, “Paprika” se completa con algunas colaboraciones. En primer lugar, J, de Los Planetas, pone voz en “No es lo mismo”, siendo ya un clásico dentro de los discos de La Bien Querida, ya que también colaboró en “Domingo escarlata” y “La fuerza” –de “Brujería”– y en “Recompensarte” –de “Fuego” (Elefant, 2017)–, mientras que ella participó cantando “Espíritu olímpico” en “Zona temporalmente autónoma” (2017) y en “No sé cómo te atreves” y “La Veleta” –de “Una ópera egipcia” (2012)– dentro de la discografía de los granadinos. Miren Iza, la jefa de Tulsa, colabora aquí en la rumba “Mala hierba”, mientras que Santiago Motorizado, vocalista de Él Mató A Un Policía Motorizado, participa en “La cruz de Santiago”.
Como afirma la artista, afincada desde hace muchos años en Madrid, la publicación de un disco le permite la inmediata proyección hacia el siguiente. Sin embargo, también admite con valentía todos sus bloqueos creativos: con siete discos bajo del brazo, La Bien Querida es uno de los proyectos más prolíficos y veteranos de la música alternativa nacional y, aunque la dificultad de no repetirse llegue a ser una obviedad, admitirlo puede llegar a ser reconfortante para la lectura de todos los artistas más noveles. Al fin y al cabo, aunque Fernández-Villaverde siempre recurra a una serie de lugares comunes, su perspectiva hacia los mismos va cambiando con el transcurso de los años y las experiencias propias que acompañan a los mismos.
Así, “Paprika” se convierte en un disco de temática concreta pero de desarrollo abstracto, en el que Ana habla de sus deseos, miedos y anhelos con el fin de purgarse internamente: una acción que para ella solo puede ser realizada a través de la cultura, tanto como creador como espectador. Por ello, la compositora insta a todo individuo a encontrar el poder terapéutico del arte: hacer canciones, escribir un diario o ir al teatro son sugerencia de la artista para encontrar la belleza y agitar el pensamiento crítico.
¿Que el disco se llame “Paprika” se debe a la hibridación de estilos que hay dentro?
Quería que el título reflejara la mezcla extraña que ha acabado siendo este disco, en el que hemos incorporado algunos sonidos caribeños y latinos. Este título evocaba eso en mi cabeza y me hacía gracia. Además, existía un grupo en los 90 que se llamaba Beef (se refiere a uno de los grupos liderados por David Rodríguez), y su guitarrista, Juanjo López, tenía un proyecto en solitario que se llamaba Paprika Joe. Siempre me ha hecho mucha gracia ese nombre.
¿Cómo surge la idea de insertar ritmos latinos? ¿Habéis tenido que realizar mucho trabajo de investigación para encontrar el sonido? Es algo bastante novedoso dentro de tu universo estético.
En 2020 pensé que tenía que empezar a hacer el siguiente disco y fue el año de la pandemia. Le dije a David de hacerlo con él, porque “Brujería” no lo habíamos hecho juntos aunque todos los anteriores sí. Nos reunimos y, como ya nos conocemos y hemos trabajado mucho (fueron pareja durante muchos años), surgió la idea de meter ritmos latinos. Estos comprenden los géneros autóctonos y los derivados; los autóctonos son los que hemos escogido, la salsa, la bachata o el bolero. Los derivados, por ejemplo, son el pop latino y el reguetón. Pero, claro, con la edad que tenemos nos pega más el rollo autóctono y por eso tiramos por ahí. Pasó 2020 y estábamos superatascados con el disco; entonces, barajamos varias opciones para que alguien nos echase un cable.
¿Ese fue Sergio Pérez?
Sí. Con él empezamos a dar un poco de luz al proyecto. David es muy creativo, tiene ideas muy guays para llevarlas a cabo, pero a veces le cuesta porque técnicamente no controla tanto.
¿Los programas de producción?
Exacto. En cambio, Sergio sí domina todo eso. Al unirnos los tres empezamos a darle color. En todos los álbumes que he hecho con David siempre pasa que hay una mezcla rara, y eso es porque nos aburrimos: no queremos hacer dos canciones iguales porque al final nos quedaría un disco muy monótono. Aun así, queríamos enfatizar el rollo latino y caribeño.
Tus melodías vocales son muy similares a las que podemos encontrar en los discos anteriores, aunque la instrumentación sea diferente. ¿Pensabas en la sonoridad latinoamericana cuando escribías las canciones? ¿Cuáles han sido las influencias latinas que has escuchado y cómo casan con tus referencias previas?
Claro, las canciones las sigo haciendo yo con una guitarra y eso queda ahí superlatente: da lo mismo que las vista como sea, siempre compongo igual. Si yo empezara a componer de otra manera quizá podría ser diferente, pero al final siempre es un poco rollo. Sigo siendo La Bien Querida, lo vistas como lo vistas, ¿no? Con respecto a las influencias, a lo mejor te quedas un poco alucinada. Aquí teníamos influencias de Marc Anthony, porque somos muy fans de él. También de Willie Colón y de Joey Pastrana.
Después de siete discos, que son muchos, ¿te has planteado alguna vez buscar una forma distinta de componer? ¿Tienes bloqueos creativos después de tantos años?
Sí, tengo bloqueos constantemente, todo el rato. Siempre pienso que va a ser el último disco, que no voy a poder hacer otro. Antes de que salga estoy dándole vueltas a todo: si está bien, si está mal. Ahora que lo he publicado y que la gente lo está empezando a escuchar, ya puedo cerrar esta etapa y pensar en cómo va a ser lo siguiente.
Yo creo que siempre tienes que ponerte un tope para acabar un disco porque, si no, no terminarías nunca. Siempre se pueden hacer correcciones, ¿no?
Esto es como un libro o como una película, aunque creo que un disco es más sencillo que una película. Ahora ya estoy pensando en otra cosa. Y sí, quizá tendría que empezar a componer de otra forma para que no me queden todas las canciones igual. Pero también es mi estilo, mi sello personal, ¿no?
Aun así, después de una carrera tan amplia, ¿te planteas qué es lo que te queda por decir que no hayas dicho todavía?
Bueno, yo tengo mi universo particular, que es donde me muevo y donde me siento a gusto.
Por ejemplo, la temática fundamentalmente amorosa de tus canciones.
Realmente, es el deseo disfrazado de amor.
¿Y cómo se encuentran el deseo y el amor dentro de tus canciones?
Yo creo que las canciones, para todas las personas que creamos, son pequeños exorcismos donde sacas todo: tus fantasías, lo que te gustaría que pasara, tus deseos o frustraciones… Mostrar todo eso en una canción te alivia un montón. Además, cualquier actividad cultural es buena para esto, está comprobado. Yo escribo canciones, pero también es bueno para cualquiera que escriba un diario o vaya a una obra de teatro, lo que sea. Creo que para poder soportar la realidad en la que vivimos en este mundo es fundamental la imaginación. La cultura es una vía directa a eso y te hace ser más feliz.
¿Crees que todo el mundo debería convertirse en creador?
No necesariamente hacer canciones, a lo mejor hacer algo relacionado. O ir a una obra de teatro, ir al cine o a cualquier actividad cultural. Puede ser de forma activa o pasiva. En una película los cineastas exponen temas antropológicos o existenciales. Esto hace que te hagas más culta y empieces a pensar en cosas que no habías pensado antes. Si vas con alguien, comentas lo que has visto y generas un pensamiento crítico. Lo que te hace más culto también te hace más guapo, porque las personas más interesantes intelectualmente son más atractivas, eso es verdad.
De hecho, tú antes pintabas. ¿Sigues pintando?
Bueno, sigo haciendo cosillas. No tanto, pero vamos, todo en mi casa lo he hecho yo: paredes, techos, todo… O sea, no solo lo fino, ¿eh? Te pongo los ventiladores, las lámparas, los muebles que he encontrado en la basura, que los he tapizado y restaurado…
¿Y encuentras paralelismo en la forma que tienes de hacer canciones y la forma en que te expresas creativamente en estos ámbitos?
Supongo que hay un paralelismo. Yo en mi vida soy superordenada, muy metódica, esteta. No lo puedo evitar. Mis canciones, si te fijas, también tienen una composición muy clásica y ordenada: la estrofa, luego el puente, el estribillo… Algo se refleja en cuanto a la forma, no tanto en el contenido.
En estos años de carrera, ¿cómo crees que ha cambiado tu forma de percibir y de expresar ese amor y ese deseo del que hablan tus canciones?
Va cambiando porque voy cambiando: tú no eres la misma ahora que hace un año. Sin querer, te empiezas a volver un poquito menos inocente. Aunque no te creas, porque luego cuando te enamoras… Aunque tengas ochenta años, el amor es el amor. Yo prefiero sentir que no sentir nada. Eso está claro: cuando no sienta nada, será el fin de La Bien Querida.
Pero existe el tópico de que los nuevos amores no se sienten tanto como los primeros.
A lo mejor cambia la forma de sentir pasión. Lo que pasa es que con las diferentes parejas que tienes a lo largo de tu vida adoptas un rol diferente, porque no te comportas igual con todas las personas. Con una pareja eres más dominante, más sumiso, más intrépido… vas cambiando. También vas haciendo poso de una a otra, llevas una mochila.
Otro de los lugares comunes en tu disco es la locura: en varias de las canciones dices que estás loca o que te dicen que estás loca.
Me he dado cuenta yo también. Ha coincidido en esta etapa. Pues sí, yo creo que la pandemia también nos ha enloquecido un poco a todos.
¿Por la pandemia también ha salido tu disco más tarde?
Sí, por la pandemia. El parón, que no avanzábamos con David… Todo empezó a funcionar un poco mejor después de Sergio. También cambié de sello. Estoy con Sonido Muchacho, que me parece que, sin ser independiente del todo, es un sello joven y fresco. Creo que ellos me aportan a mí y yo les aporto a ellos.
¿Cómo surgió el guiño a Depeche Mode en “La voz de su amo”?
Depeche Mode tiene una canción que se llama “Master And Servant”. En su época fue muy polémica porque hablaba del dominio de los poderosos sobre los menos poderosos, pero lo disfrazaron de BDSM. Me hacía gracia esa canción. Yo encontré la analogía como parte de los ritmos latinos. Empecé a dar clases de salsa en una agrupación colombiana y encontré un paralelismo en el baile. No sólo el baile latino, sino en los bailes en pareja en general: por ejemplo, en las clases de bachata uno siempre tiene que ser el gobernante y otro el sumiso. Me di cuenta de que podía unir la canción de Depeche Mode y el BDSM con los ritmos latinos y con mi disco.
¿Y bailas bien?
Ahí estoy. Con un grupo de gente colombiana hago salsa caleña, de Cali. También hacen quedadas los fines de semana. Me gusta más que cualquier academia y me da muchísima alegría. Es que es una pasada.
Los vientos y las cuerdas que hay en el disco, ¿son grabados o son MIDI?
Son grabados. Los vientos son de José Chacón. La guitarra, que también es muy importante en este disco, es de Alberto Martínez del Río, que era amigo de Sergio. Son guitarras muy guays. La de “Átame”, por ejemplo, rollo Prince, me gusta mucho.
“Átame” es una de tus favoritas del disco, ¿tiendes a pensar que las que más te gustan a ti pueden ser también las más valoradas por el público y la crítica?
Nunca coincide. De repente a la gente le ha gustado mucho “La voz de su amo”. Es una canción que me da hasta un poco de vergüenza, que no sabía si la veía, pero a la gente le ha gustado un montón. Me puse a ver cuál le había gustado a la gente y a cada uno le gusta una, tampoco hay unanimidad. El gusto es variado, como el disco. Yo creo que la gracia de este álbum está en dardos envenenados como “Mala hierba” y “Como si nada”, que es una nana un poco cruel.
El ritmo caribeño de “Mala hierba” contrasta mucho con el bajo tan electrónico. ¿Tú tienes esos sonidos en la cabeza a la hora de abordar una producción?
Estos detalles son más de Sergio y David.
¿Tienes muchos descartes cuando haces discos?
En este trabajo hay tres canciones que se quedaron fuera. Además, hay una que se llama “Paprika”, que la sacamos en un flexi y no entró. En Spotify todavía no está. A lo mejor algún día.
¿Crees en la inspiración? ¿Estás haciendo canciones nuevas?
Sí, creo. Hay veces que estás más receptiva y que las palabras llegan. Otras veces las esperas y otras tienes que salir a buscarlas. De momento no tengo nada, pero ya estoy pensando en cómo voy a hacer el siguiente álbum. ∎
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