David, Josele, Chema y Fino: equilibrios sin prisas. Foto: Alfredo Arias
David, Josele, Chema y Fino: equilibrios sin prisas. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Los Enemigos: el rock’n’roll rejuvenece

Los madrileños regresaron con nuevos bríos para vivir una segunda juventud de la mano de uno de sus mejores discos, lo que es mucho decir. Las diez canciones que componen su trabajo de 2020 son un revulsivo estimulante cargado de energía y poesía de la mala leche, con un nivel de calidad a la altura de muy pocos. Con ustedes, parte de lo mejor del rock de aquí, aún con mucho que cantar.

Rockdelux 392

(Marzo 2020)

Suenan las primeras notas de “Siete mil canciones”, la canción que abre “Bestieza” (Alkilo-Altafonte, 2020), y siento la emoción de la primera vez que escuché a Los Enemigos. Fue con “La vida mata” (GASA, 1990). Yo era muy niño, pero el flechazo fue inmediato. Desde entonces han formado parte de mi educación musical. He vestido sus camisetas (aún conservo la del dibujo del botijo que cualquier fan reconocería); los vi en Festimad 2001 cuando Josele Santiago, cantante y guitarrista, soltó al micrófono aquello de “joder con el festivalito de los cojones”, molesto por los fallos técnicos en el escenario; les dije adiós con emoción en uno de los dos conciertos de despedida que dieron en 2002 en la sala La Riviera de Madrid... Incluso –sin medios pero con ilusión– intenté dar forma a un disco de homenaje que ellos, muy elegantemente, supieron rechazar. Por todo esto, como tantos otros, me alegré cuando regresaron doce años después de aquel adiós y editaron “Vida inteligente” (Alkilo, 2014), su vuelta al ruedo. Pero aquel álbum no terminó de ser el gran retorno esperado por muchos. Estaba bien, pero no era EL DISCO. “Bestieza”, seis años después, sí lo es.

Pese a todo lo dicho, nunca hasta ahora había podido entrevistar a Los Enemigos como banda. De camino a nuestra cita, en unas antiguas oficinas de Altafonte –distribuidora de discos de Madrid–, me invaden la emoción y los nervios. El primero en aparecer es el bajista Fino Oyonarte, tan cercano como siempre, que se escapa rápidamente al servicio después de invitarme a pasar a la habitación donde el resto de la banda se está cambiando de ropa después de una sesión de fotos. Dentro me reciben en calzoncillos. Chema “Animal” Pérez, batería, me estrecha la mano ya vestido. David Krahe, guitarrista de reciente incorporación (más tarde hablaremos de ello) se sube la bragueta justo antes de darme un caluroso abrazo de bienvenida. Josele, ya con pantalones, prefiere quitarse los calcetines para estar a gusto. Quiere ir al grano. “Venga, dispara”, dice. Comienza la entrevista.

“En estas canciones hay cierta urgencia, porque grabar ha sido bastante terapéutico para nosotros. Estábamos en un momento especialmente rarito, y eso se traduce en que hay muchas ganas de pegar cuatro guitarrazos bien daos”
Josele Santiago

“Visto desde dentro, nos parece natural que hayamos tardado seis años en sacar este disco, aunque desde fuera no debe verse igual, porque nos lo han preguntado bastante. Puede dar la impresión de que haya habido una retirada y una vuelta, pero en realidad hemos estado en la carretera como grupo y también cada uno con sus historias paralelas, que las tenemos y las seguiremos teniendo, seguramente, y ahora toca ‘enemiguear’. El motivo de hacerlo justo ahora es que nos hemos juntado con diez canciones que nos gustan mucho, nada más. La separación existió, pero de 2002 a 2012. Lo de después ha sido reajustar. Y yo intuyo que esta vez durará, porque nos va bien y nos llevamos bien”, explica el cantante con su timbre tan reconocible, mientras Fino se apresura a puntualizar: “Pero te digo una cosa, AHORA era el momento de hacer este disco. Lo necesitábamos, era una cuestión vital. Todas las energías a nuestro alrededor se habían alineado para que lo hiciéramos. Habíamos estado hablando de grabar cuatro canciones y bla bla bla, pero todo se iba dilatando en el tiempo y no hacíamos nada. Y mientras tanto pasaron cosas. El año pasado Manolo salió del grupo y eso nos obligó a que los tres hiciéramos piña y nos pusiéramos las pilas”.

Aquí hay que hacer un alto para las explicaciones. La persona a quien se refiere Fino es Manolo Benítez, guitarrista de Los Enemigos de 1997 a 2019, que en los últimos años había simultaneado su puesto en el grupo con el de también guitarra en la banda punk Porretas hasta que la situación fue insostenible. En su lugar, el nuevo Enemigo es David Krahe, guitarrista también de Los Coronas y Corizonas, y esporádico colaborador desde hace años de Josele en su aventura en solitario. Oyonarte explica la nueva incorporación. “Superar lo de Manolo fue complicado porque habían sido muchos años juntos, y solucionar todo eso y enfrentarte a un nuevo trabajo no es fácil. Al principio pensamos en hacerlo como trío, pero ya en el segundo ensayo decidimos hablar con David, y fue dicho y hecho. Se montó con el tren en marcha”. El propio Krahe añade su visión. “Me llamó Josele para preguntar si conocía a algún guitarrista para que tocara con ellos, y mientras me hablaba yo estaba flipando, porque, joder, ¡quién mejor que yo mismo!”, cuenta entre las risas cómplices de todos. Su entrada ha supuesto un soplo de aire fresco que se hace notar en la dinámica de las composiciones. Las guitarras suenan compensadas, compenetradas, con diferentes matices que dejan respirar a las canciones y aportan ambientes y texturas que renuevan el típico sonido del grupo.

Pero no nos detengamos, porque la conversación continúa. Si Fino dejaba caer anteriormente el momento especialmente difícil por el que pasaban justo antes de comenzar la aventura de este nuevo disco, es Josele quien profundiza en ello. “En estas canciones hay cierta urgencia, porque grabar ha sido bastante terapéutico para nosotros. Estábamos en un momento especialmente rarito, y eso se traduce en que hay muchas ganas de pegar cuatro guitarrazos bien daos”, reflexiona con deje cañí. “De los ensayos salíamos rebosando energía”, añade Fino. “Está muy sudao este disco”, remata Josele. Y continúa. “También es importante que las ideas estaban muy claras. ‘Vida inteligente’ estuvo muy bien, pero es cierto que no tenía la contundencia ni la cohesión que tiene este. Supongo que todo eso le da esta personalidad digamos ‘pubertosa’”, dice con sorna.

“De los ensayos salíamos rebosando energía”. Foto: Alfredo Arias
“De los ensayos salíamos rebosando energía”. Foto: Alfredo Arias
Esta urgencia juvenil se traduce en uno de los trabajos más breves de su discografía, con siete de las diez canciones por debajo de los tres minutos y una ausencia casi total de solos de guitarra. Además, los coros están más presentes que nunca. Les sugiero que, de algún modo, me recuerda a Big Star. “Es un halago. ¡Pero no significa que las canciones no tengan mala leche!”, puntualiza Fino. “En realidad, en la trayectoria enemiga ya ha habido otros temas con este rollo power pop o como lo quieras llamar, como ‘Sr. Correcto’, ‘Dentro’, ‘Blues’, ‘No se lo cuentes’... Son canciones que ahora van a encajar en el repertorio de los conciertos mucho más que antes, porque tienen que ver con lo que estamos haciendo”, explica Josele.

El tono de “Bestieza” es vitalista. “Es curioso, porque cuando nos pusimos a trabajar no intuíamos lo que estábamos creando. Sabíamos que eran canciones cañeras y punk, pero el resultado final nos ha sorprendido a todos”, comenta Fino. Por contraposición, su momento personal era amargo. Josele, taciturno y pensativo desde hace rato, decide sincerarse. “En mi caso venía de una etapa muy jodida, mira tú por dónde”. Habla mirando al suelo, enredando entre los dedos de sus pies. “Desde la muerte de Rafa Fustes –mítico hostelero muy vinculado a los locales de la noche del barrio de Malasaña de Madrid, y a quien dedican el disco–, no había manera de levantar cabeza. Fue un golpe muy duro. Y es muy probable que la energía que transmite el álbum venga de esa urgencia por salir a buscar la luz”, confiesa, por fin, diciendo mucho con las palabras justas. Siempre afilado, brillando a su pesar. Poeta del dolor y de la mala baba. Cantante de voz superviviente.

La charla se relaja y, ya al final, hablamos de nuestros últimos descubrimientos musicales. David menciona a Graham Coxon, el guitarrista de Blur. “No le había prestado atención por prejuicios, y la verdad es que me ha sorprendido”. A Fino le gusta el último de Lana Del Rey. “En ese disco menos es más”, resume. “Pues yo ahora lo estoy flipando con Ezra Furman”, dice Josele. ∎

Ataques enemigos

“La vida mata”
(GASA, 1990)

Para su tercer disco, el por entonces todavía trío abandona la coña de sus dos precedentes y se adentra de cabeza en una lírica inspirada por la Biblia, la muerte y la mala suerte. Casi como una respuesta al hedonismo sin sustancia del pop de la década de los ochenta, Los Enemigos mostraban los dientes en una obra de rock que aún conserva intacto su puesto de honor entre lo mejor hecho aquí jamás.

“Tras el último no va nadie”
(RCA, 1994)

Marcado por la muerte de su mánager Lalo Cortés e inspirado por el sonido de guitarras de bandas como Sonic Youth, Dinosaur Jr. o Hüsker Dü, es contundente en sus cortes más directos y delicado y hermoso en los más acústicos. Supuso otro acierto que, además, podría haber funcionado comercialmente. Lástima que en RCA estuvieran a otra cosa y, tras agotar las primeras tiradas, nunca más se reeditara.

“Nada”
(Chewaca-Virgin, 1999)

Tras terminar su contrato con RCA, llegan a Chewaca, subsello de Virgin creado a rebufo del indie noventero. Manolo Benítez aparece por primera vez en los créditos como miembro oficial. De aquí destacan, mostrando dos facetas muy diferentes, un par de canciones que se convertirían rápidamente en clásicos de su repertorio: “Me sobra carnaval” y “Todo a cien”. Nada presagiaba que el fin estaba cerca.

“Bestieza”
(Alkilo-Altafonte, 2020)

Cuando pocos apostaban por ello, Los Enemigos han entregado otro disco imprescindible. Se abre con “Siete mil canciones”, una melodía que ya llegaron a grabar (aunque sin letra ni estribillo) en la época de “Nada”, y se cierra con “Rey pescador”, una epopeya mística épica que lo concluye de la mejor forma posible. Entre una y otra, un festín de rock de guitarras rebosante de urgencia y mala leche. ∎

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