Dos de los compositores más personales de nuestro pop independiente se alían para hacer “Contigo”, álbum de formas sorprendentes que indaga en la tradición country para articular una atractiva narración de corte sentimental que cualquiera puede hacer suya. Un disco inesperado, capaz de generar un estrecho vínculo con el oyente prácticamente desde la primera escucha.
A Maria Rodés y David Rodríguez les está cundiendo la amistad. Se conocieron cuando ella pidió que le hicieran hueco en la furgo de La Bien Querida –el grupo que David comparte con su exmujer Ana Fernández-Villaverde– para regresar a casa después de una jornada festivalera por tierras galaicas. Dos años y pico después de aquel viaje, citan a Rockdelux para cenar en un restaurante del madrileño barrio de Canillas del que son parroquianos. “Contigo” (Elefant, 2021) está muy cerca de publicarse y la idea de una conversación sin prisas resulta tan apetecible como el menú que se nos propone. Tercios de Mahou, sopa castellana, calamares y torrijas.
“Nos caímos bien”, abrevia David al ser preguntado por aquel trayecto, mientras Maria le recuerda que lo primero que le preguntó –como a este periodista– fue “Tú, ¿de qué vives?”. “Es una pregunta muy normal… ¿no? –explica él– ¿A qué te dedicas? Hay gente que te dice, ‘soy diseñador, pero trabajo de teleoperador’. A mí me interesa tu trabajo de teleoperador. Que seas diseñador… ya sé que todo el mundo diseña…”. El caso es que de entrada se cayeron bien, algo que siempre ayuda. Más aún en una ciudad como Madrid, en la que encontrar personas con las que compartir puede ser más difícil de lo que parece. “Vimos que éramos un poco neuróticos los dos, yo creo que nos unió un poco el ser catalanes, nos dedicábamos a lo mismo, compartíamos chistes…”, explica David. Él es de Sant Feliu de Llobregat y tiene 53 años. Ella es de Cabrera de Mar y tiene 35. Hicieron buenas migas, consolidaron esa simpatía mutua y, durante los primeros meses de la pandemia, empezaron a plantearse hacer un disco juntos. Decidieron que estaría vertebrado por canciones de amor hiladas con sonidos country. Que ellos compondrían, turnándose frente al atril. Y que Sergio Pérez –conocido por su trabajo en Thelemáticos y SVPER, entre otras muchas cosas– sería productor y arreglista del álbum, con pleno mando en plaza creativa.
Pérez ha realizado una labor sensacional, desarrollando con espíritu de orfebre las ideas que Maria y David le han hecho llegar, potenciando siempre las cualidades de unas canciones muy elocuentes, que describen las idas y venidas de una relación con sencillez y potencia. “Le hemos dejado hacer”, asegura David. “Le dijimos que íbamos a hacer un disco country, que esta podía ser un bluegrass, esta una baladita… y ya está… Queríamos un disco country, con un sonido no muy grande, no muy moderno, un sonido pequeño de batería y todos los solos”. Ambos se deshacen en elogios ante la faena del guitarrista Alberto Martínez, reclutado por el productor y curtido en el exigente territorio de las orquestas gallegas. “En mi vida las hubiera puesto en un disco mío, y es verdad que me encantan. David Gilmour es mi ídolo, pero en mi vida lo habría hecho”. Lo cierto es que da gusto escuchar “Contigo”. Y cuando termina, apetece volverlo a poner.
A la hora de empezar a plantearle el trabajo a Sergio, ¿teníais discos o canciones del género como posibles referencias?
David: No te creas, a mí el country… lo he mamado mucho porque en mi pueblo había muchos grupos de country-rock: La Fiebre del Oro, los Old Jalapeños… gente que iba al bar Gringos, donde me pasaba el día en la barra. Era un bar de country, pero yo no era permeable a eso… ¿Conoces a Luis Troquel? La verdad es que Luis me dijo “no cuentes esto en las entrevistas, porque quedas mal”, pero la revelación me llegó viendo muy fumao en Movistar+ unos documentales muy buenos de Ken Burns sobre estrellas de la música country –se refiere a “Country Music” (2019)–. Ahí sí que conocí a Loretta Young, a Tammy Wynette, a George Jones… pero tampoco soy un experto. Conocía a Johnny Cash, a Kris Kristofferson, a Willie Nelson y poco más.
Maria: Desobedeciendo una vez más a Luis Troquel: no, yo no tenía una cultura country y la sigo sin tener. Considero que muchos artistas americanos que he escuchado, tipo Bonnie “Prince” Billy, beben de ahí. De alguna forma ya lo tengo incorporado, todos beben de ahí. La música americana nos ha empapado desde hace muchos años.
David: Las ruedas de acordes que funcionan ahí son do-fa-sol, mi-la-re… No es un lenguaje nuevo, como en el jazz…
Es interesante lo que decías, David, de que en tu pueblo había un sitio para escucharlo y grupos haciéndolo, pero en realidad el country era vade retro para vosotros (en aquel tiempo, David tocaba en el grupo noise Bach Is Dead, y luego formaría Beef).
David: Sí, eran el enemigo porque yo era el punki. Era muy amigo de los de La Fiebre del Oro, pero era “el country es de viejos”. Nosotros hacíamos el punk y el noise. La escena fuerte del pueblo era la country, nosotros éramos el enemigo. Ahora me he acercado un poco a estos, me pongo en el lado romántico a posteriori. Cuando estaba haciendo el disco no pensaba en eso.
¿Cómo se explica que hubiera tantos grupos country allí?
David: Pues fue un poco por la fiebre de La Frontera, eso pegó muy fuerte en Sant Feliu. A raíz de ahí esta gente empezó a ahondar en este tipo de rollo. Había un grupo que se llamaba La Fiebre del Oro, que hacían country-rock, eran más tipo Long Ryders, de la etapa ‘Ruta 66’ también, que ahí tocaban fuerte los Long Ryders y ese tipo de grupos. Eran de esa escuela. Luego estaban los Lirones Caretos, que eran una mezcla de country y rock urbano, ahí tocaba el padre de Crepus (su amigo Joe Crepúsculo) y compartían local conmigo cuando yo empezaba.
La estructura narrativa del disco apunta a una historia que se va hilando con cada canción. Tiene sus preliminares, su consumación y un final con “Nos vamos a divorciar” que no digo que sea necesariamente amargo, pero que sí cierra la historia.
David: Nos ha comentado lo mismo el chico de la anterior entrevista y le hemos dicho que la verdad es que no lo hemos hecho pensando. Pero creo que habrá que empezar a decir que sí, que está hecho expresamente.
Eso está bien saberlo, si había o no un plan a ese respecto.
Maria: Es que a veces, aunque no tengas plan, las cosas salen con un orden, la intuición hace su trabajo. A lo mejor sí que había un medio plan, tampoco muy conciso, pero sin querer queriendo nos ha salido esto.
David: El plan original, que luego nos dimos cuenta de que nos apretaba demasiado, era hacer un disco con una temática parecida a la canción “Hacer el amor”, que es una exaltación del amor romántico, del amor antiguo, pero vimos que si seguíamos por ese camino…
Maria: No teníamos mucho que decir al respecto… (Ambos ríen a carcajadas).
David: No, era muy impostado. Puedes creer en eso un rato, pero luego se te pasa. No podíamos machacarlo todo el rato porque al final el resultado no iba a ser muy creíble, hubiera quedado un poco falso. Nos fuimos desmarcando de ese discurso hasta el divorcio. Pero antes del divorcio pasamos por la rutina, por la bajona, por la depresión…
Una de las cosas que más me gusta del disco es que aborda asuntos universales de manera coloquial. Eso hace que llegue con más poderío, lo pillas enseguida. No es un disco pudoroso, pero tampoco hace subrayados.
Maria: Tiene algo ligero de fondo, no ligero en el mal sentido…
David: Le gusta a mi padre…
Maria: Incluso en canciones como “Viernes”. No sé, no es un drama el disco…
David: La vestimenta también hace. Que Maria y yo hagamos un disco country puede parecer una parodia, aunque no sea así. Por eso parece más ligero, porque no es nuestro lenguaje musical. Es un disco country, y el que nos conoce se lo toma un poco con distancia.
Maria: Yo, sinceramente, tampoco lo veo tan lejos de algo que hubiese hecho sin proponerme hacer un disco country. Lo más característico o excéntrico quizá pueden ser los solos, que igual eso sí que no lo habría puesto nunca en un disco mío.
A propósito de “Nos vamos a divorciar”, ¿tuvisteis la tentación de dejar la historia más abierta en algún momento?
David: El divorcio fue idea de Maria y acabó en el final del disco porque tenía que ser así… Es verdad que cuando lo dijiste no lo veía. Me parecía un poco de cachondeo, pero luego cuadraba.
Maria: Me pareció guay hablar del divorcio como algo positivo. Necesario incluso. Dijeron que después de la pandemia los divorcios habían aumentado en un 50%. Y me acuerdo de que escuché una noticia en la radio de una furgoneta que anunciaba divorcios exprés: lo habían hecho así para quitarle hierro a la historia del divorcio. Y me pareció guay.
David: Cuando lo planteaste no me lo tomé muy en serio.
Maria: Yo qué sé. He visto a muchos matrimonios que aguantan cualquier cosa y que son infelices por no divorciarse, sobre todo en la época de nuestros padres. Joder, divorciarse es algo positivo si esa relación no tiene más.
David: Yo no lo veía así, pero porque el disco pasa por muchos lados y es bastante intensito. Es “cuqui”, pero intensito. Y eso me parecía un poco ligero, pero luego sí que es verdad que lo reconducimos bien.
Tengo entendido que “Venga va” nació como una canción-regalo que David escribió para una boda.
David: Sí, era para una parejita, Rocío Quillahuamán y Néstor F., su novio. Una amiga común me dijo que tocara en su boda. No toqué pero le dije que, si quería, les hacía una canción para que la pusieran en la boda. Como también conocía a Amaia Romero, hablé con ella para que cantara conmigo el dueto que hago ahora con Maria, y la pusieron cuando se casaron. Cuenta un poco la historia de ellos, su primera cita, cómo se conocieron en la Sagrera, que no se atrevían a darse un beso, que ella dijo “venga va” y se lo dio. El videoclip lo ha hecho Néstor justamente, cuenta su historia. Amaia sí que estaba en la boda. Rocío y Néstor estaban muy contentos. Lloraron mucho, que era la idea. Les gustó mucho, les hizo ilusión y fue guay.
¿Qué habéis aprendido haciendo este disco?
David: Es que Maria y yo también nos parecemos un poco en eso. Al final, es un poco asqueroso el término, pero somos muy de experimentar. Y, al final, todos nuestros discos son experimentos. Ella es muy conceptual con lo que trabaja. Yo también lo soy, siempre lo he sido. Cuando abordas un disco u otro te metes en un terreno que no dominas mucho y acabas aprendiendo un poquito de ese lenguaje, de esa manera de hacer. Es un disco muy normal, ya te digo que le gusta a mi padre, pero para nosotros ha sido un poco experimento. Pero no buscábamos tampoco un experimento chirriante. Para nosotros era un experimento hacer canciones de amor, normales, vestidas de una manera concreta.
Maria: Lo paradójico, o lo curioso, es que para nosotros hacer canciones de amor es un experimento, porque la mayoría de artistas hacen canciones de amor toda su vida. He aprendido mucho de David, me parece un supercompositor y un superletrista; siempre se lo digo. Yo siempre he estado mucho en lo conceptual y esto me ha permitido volver a atreverme a hablar de cosas más cercanas.
David: Y yo he aprendido de ti lo contrario. No mojarte tanto, tomar distancia, porque siempre me volcaba mucho en mis cosas. Y en este disco hay canciones en las que fabulo, como “Eres”. He aprendido un poco a fabular, porque no me atrevía.
Maria: Nos hemos complementado. Yo quizá soy más metafórica y él de tocar hueso. Y en este he aprendido a tocar más hueso y él a ser más metafórico. ∎
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