Preparados, listos, ya: el k-pop, a un paso de la dominación mundial.
Preparados, listos, ya: el k-pop, a un paso de la dominación mundial.

Informe

Por qué BLACKPINK y BTS serán los grupos que cambien el k-pop

Aunque ya había habido intentos en los últimos años, fue 2020 el año de consagración del k-pop a nivel mundial, gracias al éxito definitivo de BTS y al primer disco de BLACKPINK, las dos puntas de lanza de la industria del pop coreano ahora mismo. Pero a mayor éxito, mayores son las dudas que generan sus estrategias, basadas en una cultura del trabajo abusiva y turbocapitalista. ¿Puede el triunfo global de BLACKPINK y BTS contribuir al cambio?

02. 03. 2021

Que el k-pop funciona como un engranaje impoluto en apariencia, con luces y sombras en su interior, es algo más o menos conocido por todo el mundo a estas alturas. Corea del Sur lleva dos décadas promoviendo la Hallyu, que se traduciría como “ola coreana”; esto es, una forma de poder blando a modo de iniciativa con apoyo gubernamental que busca globalizar su cultura y fomentar su turismo a través de la exportación de entretenimiento: series (k-dramas), cine, programas de televisión y, por supuesto, música a través de lo que se engloba dentro del cajón de sastre que es el k-pop. 25 años después de la llamada primera generación de bandas de k-pop (se suele citar a Seo Taiji And Boys como precursores del género en 1992, aunque el movimiento como tal empezó con la boy band H.O.T. en 1996; actualmente estamos en lo que se conoce como cuarta generación de bandas), la industria del pop mainstream coreano está capitalizada por tres grandes macrocorporaciones: la pionera SM Entertainment (que sentó las pautas del género a través de su fundador Lee Soo-Man con el entrenamiento sistemático de proyectos como Girls’ Generation, EXO, BoA y TVXQ!), JYP Entertainment (fundada por el artista J. Y. Park, con Wonder Girls, Rain, Got7 y, actualmente, TWICE como buques insignia) y YG Entertainment (creada por Yang Hyun-suk, miembro de Seo Taiji And Boys, y conocida por nombres como BIGBANG, 2NE1, PSY y, actualmente, TREASURE y BLACKPINK, entre otros), con el añadido reciente de Big Hit Entertainment (artífices de BTS, el grupo de k-pop más popular del mundo en la actualidad). Aunque peculiar a simple vista, el reparto del pastel no es distinto al que tienen las discográficas multinacionales como Universal, Warner y Sony en el mundo occidental, con sus distintas ramas en forma de subsellos y de control del mercado. La diferencia es que en Corea estas empresas (llamadas agencias) funcionan desde el primer momento en modo full 360º; es decir, son al mismo tiempo el sello discográfico y la agencia de representación y contratación de sus artistas. Y que, allí, el mercado musical está copado por estas agencias y no por las multis habituales, convirtiendo a Corea del Sur en una especie de Galia musical que, por si fuera poco, en los últimos años está consiguiendo finalmente su objetivo de conquistar el mercado global desde un país con apenas 50 millones de habitantes.

Seo Taiji and Boys: el protok-pop.

La diferencia en la aproximación a la música, eso sí, es sustancial: en el k-pop, son las agencias las que crean las bandas, cuando y como quieren, y las que controlan absolutamente toda la carrera de sus integrantes mientras el vínculo contractual siga vigente. En vez de intentar acercarse a ello como lo haríamos desde el romántico punto de vista occidental (en el que todo nace a partir del artista, que encuentra en la industria la infraestructura y el apoyo para dedicarse a su arte), seguramente la mejor manera de explicar el funcionamiento del mundo del k-pop sería como una mezcla entre el deporte de élite y el cine: por un lado las agencias fichan y mantienen a una serie de artistas en formación constante en sus academias, entrenándolas en canto, baile e idiomas para convertirlas en idols (“ídolos”, literalmente), y cada cierto tiempo deciden qué integrantes formarán parte de su nuevo grupo. A partir de ese momento, el lanzamiento de una nueva banda es como el de cualquier película, serie o producto: se va desgranando previamente toda la información a su alrededor, presentando a sus integrantes, su estética y su universo hasta llegar al día del debut, cuando por fin se desvela la primera canción del nuevo grupo. En ese instante, los o las integrantes, que hasta el momento eran trainees (“estudiantes” sería el término más cercano), pasan a ser debutantes, y muy probablemente tengan algunos años asegurados de lanzamientos, giras y actividades promocionales si la respuesta del público es positiva. Todo ello, sea un papel en una serie o película, una gira mundial, un contrato con una marca de ropa o un anuncio de televisión, siempre vehiculado a través de su agencia.

BLACKPINK, del anonimato a Coachella en doce canciones.
BLACKPINK, del anonimato a Coachella en doce canciones.

Este engranaje, por supuesto, tiene su cara oculta. La más pública y notoria, aunque sigue habiendo mucho secretismo y leyendas a su alrededor, es la de la exigencia desorbitada de estas academias donde se forman a los futuros artistas durante años y de toda la gente que se queda por el camino. Los trainees, que se van seleccionando mediante audiciones y se cuentan por miles, suelen ser reclutados en la adolescencia, y entonces empiezan varios años (la media es de tres antes de debutar) de formación intensa alejados de sus familias, con un control casi absoluto de su vida por parte del personal de la agencia: se vigila qué comen, con quién salen, a qué dedican su tiempo libre… y qué hacen con su dinero, claro, puesto que toda esta formación corre a cargo de la agencia, que espera recuperar la inversión cuando el trainee debute. En 2012, ‘The Wall Street Journal’ cifró en 3 millones de dólares el coste de formación de un/a idol en la agencia SM Entertainment.

El modelo, que por supuesto excluye cualquier cuerpo no normativo de su sistema (la práctica totalidad de idols son personas blancas, muy delgadas y que cumplen a rajatabla los cánones de belleza surcoreanos), resulta francamente aterrador desde una visión artística occidental hasta que reparamos en que por aquí también hemos tenido un buen puñado de grupos prefabricados (desde las Spice Girls y los Backstreet Boys a One Direction) y que el modelo de formación deportiva de los Centros de Alto Rendimiento o de los clubes de fútbol tampoco está tan alejado en esencia de este. Incluso, actualizándolo a los nuevos tiempos, podemos encontrar similitudes con esas mansiones de youtubers o tiktokers que esconden lógicas de producción permanente y abren debates muy pertinentes sobre la explotación laboral, tanto propia como ajena.

TWICE, otro grupo de k-pop imparable.

Bangtan Boys in your area

Ni BLACKPINK ni BTS son en absoluto grupos ajenos a este funcionamiento. De hecho, en el documental “Light Up The Sky” (Netflix, 2020) sobre BLACKPINK, dirigido por Caroline Suh y coproducido (por supuesto) por su agencia YG Entertainment, empezamos el recorrido del filme con un momento que raramente concebimos cuando hablamos de un grupo: su primera aparición pública. El 8 de agosto de 2016, Jisoo, Jennie, Lisa y Rosé aparecieron por primera vez en público en una multitudinaria rueda de prensa que marcaba el inicio de la carrera del nuevo grupo femenino de YG Entertainment años después de haber acariciado la internacionalización con el cuarteto 2NE1, de haber propulsado a BIGBANG con el por muchos considerado “el rey del k-pop” G-Dragon (la reunión de la banda era uno de los reclamos del aplazado Coachella 2020) y de haber vivido el fenómeno más loco a la par que efímero de la industria con PSY, el del “Gangnam Style”, que puso a bailar a todo el mundo en verano de 2012 para poco después desaparecer del mapa.

BLACKPINK en Coachella: un vendaval audiovisual.
BLACKPINK en Coachella: un vendaval audiovisual.
Desde ese 8 de agosto de 2016, la trayectoria de BLACKPINK hasta convertirse en la formación femenina de k-pop que ha batido más récords ha sido meteórica. Con un reguero de lanzamientos muy espaciados en contraposición con los incansables ritmos habituales del género, el grupo consiguió actuar en la edición 2019 de Coachella con apenas una docena de temas, convirtiéndose no solo en la primera formación femenina de k-pop en pisar el festival, sino seguramente también en una de las más precoces. El lanzamiento el pasado mes de octubre de su esperadísimo primer disco, llamado “The Album” (Universal, 2020) a pesar de solo contener ocho canciones, no ha hecho más que confirmar su estatus: ha sido el primero en despachar más de un millón de copias en Corea del Sur (dos millones y medio si hablamos de todo el mundo), debutó en el número 2 tanto en las listas de Estados Unidos como de Reino Unido, y tienen récords de streams en YouTube para aburrir (no en vano, son el segundo artista con más seguidores, solo por detrás de Justin Bieber). Incluso en Spotify cuentan con más de 17 millones de oyentes mensuales… y eso que la plataforma de streaming no se estrenó en Corea del Sur hasta el pasado mes de enero. Podríamos decir, sin exagerar, que son la girl band más famosa desde las Spice Girls.

El revelador documental sobre BLACKPINK es el primero que aborda el k-pop en Netflix.

Del mismo modo, BTS son indudablemente la boy band más popular desde los Backstreet Boys. Aunque el caso de BTS (en coreano, Bangtan Sonyeondan, que se traduciría como boy scouts a prueba de balas; en inglés, Bangtan Boys) ha seguido un camino inverso al de BLACKPINK: con una trayectoria que arrancó en 2013, el hecho de pertenecer a una agencia fuera de las big three como Big Hit Entertainment (fundada por el compositor y productor Bang Si-hyuk, que desarrolló su carrera en JYP Entertainment) ha significado que el septeto formado por RM, Jin, Suga, J-Hope, Jimin, V y Jungkook –todos ellos entre los 23 y los 28 años– ha tenido que labrarse su propio camino desde cero. Un camino de sangre, sudor y lágrimas (“Blood, Sweat & Tears”, como reza una de sus canciones) que empezó en el hip hop malote made in USA y ha terminado en el pop ultravitaminado, llevándolos directamente a lo más alto. Literalmente: el año pasado fueron el primer grupo de k-pop en llegar al número 1 de la lista ‘Billboard 100’ con su macrohit “Dynamite”, su primera canción íntegramente en inglés y adelanto de “BE” (2020), su segundo disco de 2020 y el quinto de su carrera (en siete años, recordemos). No satisfechos con la hazaña, y por si su salto al inglés generaba alguna duda acerca de su éxito real, repitieron número 1 un par de meses después con el segundo single del disco, “Life Goes On”, esta sí íntegramente en coreano por primera vez en la historia de la lista. Con más de 20 millones de álbumes vendidos, enumerar sus éxitos requeriría de un artículo propio, pero ahí van algunos: son el primer grupo desde los Beatles en haber colocado cuatro discos en el número 1 de la lista ‘Billboard 200’ (y lo han hecho en menos de dos años), su gira de 2019 fue la más exitosa del año para un grupo, superando a los Rolling Stones o Metallica, y el año pasado batieron el récord de espectadores en un concierto online con “BTS Map Of The Soul ON:E”, que congregó hasta 993.000 asistentes virtualmente. Se calcula que BTS son responsables del 0,3% del PIB de Corea del Sur y que una de cada 13 personas que visitan el país lo hacen movidas por el grupo. Busca tú los adjetivos, que a mí se me han terminado.

BLACKPINK: “Lovesick Girls”.
BLACKPINK: “Lovesick Girls”.

“BLACKPINK is the revolution”?

Con todo, BLACKPINK es un grupo un tanto distinto al resto de sus compatriotas Aunque sus cuatro integrantes pasaron sus correspondientes años en la academia de YG Entertainment (donde entraron entre los 14 y 16 años), solo una de ellas –Jisoo– ha nacido y crecido en Corea del Sur; Jennie nació en Seúl, pero pasó varios años de su infancia en Auckland (Nueva Zelanda); Rosé nació precisamente allí, en Auckland, de padres surcoreanos, y se crió en Australia, y Lisa es de Buriram, Tailandia. Esto hace del grupo una formación diversa e internacional, algo no precisamente habitual en la escena del k-pop (los siete miembros de BTS, por ejemplo, son coreanos, y solo uno de ellos habla inglés fluido). Se dice que la intención de YG con BLACKPINK era la de crear el grupo definitivo para triunfar a nivel internacional, y los hechos confirman que la fórmula ha funcionado en un tiempo récord.

Y si bien “The Album” (2020) pueda desconcertar a algunos por su mezcla un tanto dispar de hip hop, trap edulcorado, pop chicletoso y EDM circa 2010 –tan ajena al zeitgeist musical actual que casi convierte la mezcla en algo exótico–, es solo una porción del plan de BLACKPINK para seguir haciendo historia. Y en ese plan puede que haya algunas claves que acaben definiendo el futuro del k-pop. Porque es precisamente el documental “Light Up The Sky” donde, más allá de narrar ese ascenso meteórico que ha llevado al grupo del debut a la actuación en Coachella en apenas tres años, se habla de forma relativamente abierta de los sacrificios que las cuatro integrantes han tenido que hacer para llegar hasta allí. Son tantos, y han condicionado su manera de ver el mundo hasta tal punto que uno tiene la sensación de que BLACKPINK ni siquiera son capaces de disfrutar plenamente del éxito astronómico que están viviendo. Las vemos felices por su éxito, por supuesto, pero también agotadas física y mentalmente, sintiéndose solas a pesar de apoyarse constantemente entre ellas e incluso echando de menos su vida antes de debutar con el grupo. El documental acaba, de hecho, con una escena entre cándida y terrorífica: las cuatro integrantes del grupo reunidas en un restaurante hablando del futuro a sabiendas de que su proyecto, como todos los productos del k-pop, tiene fecha de caducidad. (Aunque habrá que ver si con el monumental éxito de BTS y BLACKPINK a escala global sus respectivas agencias dejarán escapar una potencial y lucrativa madurez artística).

Coreografías perfectas y escenografías espectaculares: las claves visuales del k-pop.

Sin ir más lejos, en agosto de 2019, BTS anunciaron que se tomaban un período de descanso y relajación por primera vez en su carrera desde su debut, para poder disfrutar de sus vidas normales de personas de 20 años, aunque sea brevemente. Apenas dos meses después ya volvieron a subirse a un escenario y en febrero de 2020 publicaban un nuevo álbum, Map Of The Soul: 7 (Big Hit, 2020). El mero hecho de que esto fuera noticia en el mundo del k-pop ya deja patente qué es lo habitual en estos casos, siendo bastante públicos los ritmos de trabajo durísimos (en el caso de los trainees, con largas jornadas de formación y semanas de seis o siete días; en el caso de los grupos que ya han debutado, en forma de compromisos promocionales constantes). Como en todo, cada agencia tiene sus particularidades, siendo las grandes tres (cuatro si contamos a Big Hit Entertainment) las que están más controladas a nivel de contratos, pero que el k-pop tiene un problema endémico de dinámicas de trabajo es más que evidente.

Aunque es cierto que en los últimos años la regulación en Corea del Sur ha tratado de minimizar el control que ejercen las agencias sobre sus artistas (se han reducido la duración de los contratos, entre otras cosas, limitando su permanencia a tres años en el caso de los trainees y a siete cuando el grupo ya ha debutado), de BLACKPINK se dice, por ejemplo, que las normas a las que son sometidas sus integrantes son aún más exigentes de lo habitual: no hay nada prohibido, pero es mejor preguntar antes de hacer algo, explican ellas mismas en su documental. Pero es precisamente aquí, en el revuelo generado por las vacaciones de BTS o en la exposición pública y consciente que hacen las integrantes de BLACKPINK en “Light Up The Sky” acerca de estos temas, donde puede hallarse un resquicio de luz para el k-pop. El hecho de que tres de las integrantes hayan sido educadas en el extranjero, alejándolas un poco de las estrictas normas de convivencia social en Corea de Sur (y que se pueden percibir claramente a poco que se vea alguno de los k-dramas que engrosan el catálogo de plataformas de streaming como Netflix), es una de ellas: a pesar de su apariencia moderna, Corea del Sur es un país todavía chapado a la antigua con una cultura eminentemente patriarcal, un sistema educativo reconocido como el más duro del mundo, un culto a la cirugía estética y donde el servicio militar aún es obligatorio… incluso para artistas de k-pop (un debate nacional que se está abordando ahora mismo con el caso de BTS). El segundo factor positivo es precisamente su éxito: paradójicamente, cuanto mayor sea el triunfo a nivel global que tanto ansían de BTS y BLACKPINK, más difícil será mantener ese tradicional hermetismo de la industria y más voz tendrán sus integrantes para plantear el debate sobre todo lo que rodea a la industria, también trágicamente célebre en los últimos años por varios suicidios de idols en activo.

Los Bangtan Boys: BTS.
Los Bangtan Boys: BTS.

La salud mental –otro de los temas tabú del k-pop y la sociedad coreana en general– y una masculinidad alejada de la tradicional son algunos temas que los miembros de BTS también tratan de abordar públicamente con el objetivo de ayudar a sus millones de fans y al mismo tiempo contribuir al cambio en su propia industria. Puede sorprender que los discos del septeto giren habitualmente alrededor de conceptos filosóficos o psicológicos, pero es parte de su ADN como grupo: en “Wings” incluyen fragmentos y temas de “Demian” de Hermann Hesse, y el álbum “Map Of The Soul: Persona” recibe este título por el libro “Jung’s Map Of The Soul”, escrito por Murray Stein sobre los conceptos de psicología analítica de Carl Jung. Los conceptos (universos narrativos y estéticos que enmarcan un disco o una canción) son una parte fundamental de las formaciones de k-pop, pero en BTS cobran dimensiones casi bíblicas, dando lugar a verdaderos universos propios repletos de referencias, mundos paralelos e historias complementarias en los que sus fans pueden bucear sin fin. Se entiende, sin ir más lejos, que la intención de Bang Si-hyuk con los Bangtan Boys fue la de crear una banda de héroes que puedan prestarte un hombro en el que apoyarte”. Pase lo que pase, BTS van a estar aquí para ti.

En gran medida, si pueden explorar todos estos temas seguramente sea por la libertad artística que les brinda Big Hit Entertainment, permitiendo a los miembros de la banda coescribir y producir sus canciones, algo muy poco habitual en el k-pop, donde se prima la interpretación por encima de todo. En ese sentido, las tres grandes agencias aún son muy reacias a ceder el control creativo, pero en el debut de BLACKPINK hay un timidísimo primer paso: Jisoo y Jennie son acreditadas por primera vez como letristas en “Lovesick Girls”, al lado de Teddy, productor insignia de YG Entertainment y el motivo por el cual BLACKPINK suenan como suenan. Hasta el momento, al menos.

“Dynamite”: la canción más importante de la historia del k-pop... hasta el momento.

La quinta generación

Si el k-pop amenaza con desplazar las placas tectónicas del pop mainstream hacia Asia es porque ha encontrado la fórmula perfecta para hacerlo, una especie de mash-up entre Oriente y Occidente, como lo definía este artículo de ‘The New Yorker’ en 2012: canciones construidas en múltiples partes (la canción americana tiene de media cuatro o cinco melodías distintas; la de k-pop tiene entre ocho y diez) a partir de los sonidos de moda, una estética impecable y exageradamente colorista en sus videoclips, coreografías alucinantes ejecutadas a la perfección y un peso crucial de los fans, auténticas armadas organizadas mejor que muchos partidos políticos para apoyar a su grupo de todas las maneras imaginables (capaces de lo mejor, con casos recientes como el boicot a los mítines de Trump, y de lo peor, con un nivel de toxicidad inmenso y una capacidad de generar polémicas salvajes a partir de situaciones absurdas). Al final y al cabo, si el k-pop ha triunfado a nivel mundial es porque necesitamos lo que propone: igual que el fútbol, las rom-coms feel good, los realities o la Navidad, ofrece un espacio seguro aunque sea falso, una fantasía temporal para sobrellevar las penurias del día a día. Una ficción ideal, un universo de mensajes empoderadores, positivos y autoafirmantes que viene a llenar el hueco entre la inocencia de los artistas de Disney Channel y los parental advisory: explicit content de gran parte del mainstream actual. Es la evasión que nos promete el pop occidental llevada al extremo de la perfección gracias a las dinámicas de producción en cadena de la cultura asiática.

El problema es, claro, que hasta el momento la premisa para conseguir todo eso ha sido la de “todo vale”, poniendo siempre el negocio y el resultado final por delante de los medios y las personas que lo forman (nada nuevo bajo el sol, en realidad). Hasta el punto de que la factura en cuanto a salud mental de los y las idols es ahora mismo uno de los mayores puntos de debate de cara al futuro, sometidos a años de entrenamiento y presión primero y luego de escrutinio público con un acoso salvaje en las redes sociales, en gran parte por la obligación de estar generando contenido constantemente para los fans.

“’Cause I, I, I’m in the stars tonight / So watch me bring the fire and set the night alight” (“Dynamite”): BTS.
“’Cause I, I, I’m in the stars tonight / So watch me bring the fire and set the night alight” (“Dynamite”): BTS.

Así que parece inevitable y necesario cambiar la industria del k-pop… y tendrá que cambiar desde dentro, conservando, si se puede, todo lo que la convierte en una alternativa tan divertida y sana (al menos de puertas hacia afuera) al pop mainstream de siempre. Puede, de hecho, que lentamente ya haya empezado a cambiar: desde hace un par de años, JYP Entertainment cuenta con algo tan básico como psicólogos en su plantilla de trabajadores a disposición de sus trainees y artistas; y Yang Hyun-suk, fundador de YG Entertainment, dimitió de todos su cargos en la empresa juntamente con su hermano (Yang Min-suk, CEO de la compañía) por su implicación en el escándalo de Burning Sun, el caso de corrupción, drogas y prostitución más sonado de la historia del k-pop, que involucra a Seungri (excomponente del grupo BIGBANG) en un puñado de actividades ilegales que tenían lugar en su club surcoreano Burning Sun. En su lugar, y por primera vez, una mujer ocupa el cargo de más responsabilidad en una de las grandes agencias del k-pop: se trata de Bo-kyung Hwang, nombrada CEO de YG Entertainment el 20 de junio de 2019.

Y si bien son las empresas más grandes las que están más en el punto de mira, es en las decenas de agencias más pequeñas donde se perpetran los mayores abusos, precisamente por la implacable competencia de la industria y porque si ahora aquí los niños quieren ser streamers en vez de futbolistas, en Corea del Sur lo que quieren ser es idols. Al mismo tiempo, son precisamente algunas de estas agencias más pequeñas las que se pueden permitir arriesgarse a romper barreras, bien sea incorporando alguna integrante negra a los grupos (la senegalesa Fatou Samba en BLACKSWAN, por ejemplo, aunque un intento anterior con la afroamericana Alex Reid se saldó con un episodio vergonzoso para todo el k-pop) o europeas (incluso una española, la valenciana Daniela Llopis, forma parte del recién debutado PRISMA), alargando carreras de idols más allá de los 30 años (como la de la transgresora Jessi, ahora militando en P Nation, la agencia fundada por PSY en 2019), promoviendo el empoderamiento femenino a través de solistas como HyunA o desafiando los cánones estéticos –aunque aún sea levemente– como hace el cuarteto MAMAMOO, plenamente implicado además en el proceso creativo de su música.

La revolución permanente de Jessi.

Hasta que el cambio sea real, veremos cuánto terreno gana a nivel global el k-pop en los próximos meses, ahora que BTS y BLACKPINK han abierto definitivamente el camino y que, gracias a películas como “Parásitos” o las decenas de series coreanas que pueblan los catálogos de streaming, la Hallyu tiene varias patas en las que sustentarse. Sin ir más lejos, hace solo unos días se anunció una alianza estratégica entre Big Hit Entertainment y Universal Music Group para lanzar una nueva boy band de k-pop global en 2022, a través de una serie de audiciones que se llevarán a cabo en todo el mundo y mediante el sistema de formación y entrenamiento de la compañía surcoreana. No debería sorprender a nadie, por tanto, si en los próximos años el foco de atención global se instala en el continente asiático, con la puerta de entrada en Corea del Sur a través de bandas como TWICE, TXT, LOONA, ITZY, TREASURE, EVERGLOW, SEVENTEEN, Dreamcatcher o NCTU, cada vez más orientadas al mercado internacional y al consumo masivo gracias a esas estrategias comerciales perfectas que combinan música quirúrgicamente elaborada para triunfar, un universo estético embriagador y el aprovechamiento al máximo de unas comunidades de fans entusiastas. Con ello, también debería ponerse una lupa aún más exhaustiva a sus prácticas y su hermetismo, sin que por ello dejemos de disfrutar de una propuesta musical desacomplejada, revitalizante y creada para desafiar la eterna hegemonía anglosajona en el pop.

Quién sabe si ese BLACKPINK is the revolution que proclamaba la letra de una de sus primeras canciones, “Forever Young”, pueda ser finalmente algo más que la declaración estética y vacía que seguramente se pretendía desde YG Entertainment en su momento. Quién sabe si BTS y BLACKPINK podrían acabar convirtiéndose en una especie de caballo de Troya dispuesto a salvar al k-pop de sí mismo. ∎

Las dos Coreas: una relación a través del k-pop

Kim Jong-un, saludando a Red Velvet: momento histórico.Kim Jong-un, saludando a Red Velvet: momento histórico.

Separados desde finales de la Segunda Guerra Mundial y con la cruenta guerra de Corea (1950-53) como cicatriz histórica, Corea del Norte y Corea del Sur tienen formas radicalmente distintas de entender el mundo. A pesar de ello, y aunque el consumo de entretenimiento surcoreano está penado con la muerte en Corea del Norte, el k-pop y los k-dramas han conseguido llegar hasta el hermético país del norte. Lo hicieron durante años a través de DVDs clandestinos y ahora lo hacen mediantes USBs y tarjetas SD, que contienen música y series y que circulan a través del mercado negro. De hecho, el k-pop ha sido históricamente uno de los protagonistas de la zona desmilitarizada que marca la frontera entre los dos países: durante años, mientras desde el norte se emitía propaganda antisur, desde sus vecinos de abajo se propagaban a través de once grandes altavoces noticias contrarias al régimen... y k-pop. Esta guerra sonora terminó en 2004 de mutuo acuerdo, pero en 2010, a raíz del supuesto ataque norcoreano a un submarino, los altavoces volvieron a sonar para reproducir el tema “HuH (Hit Your Heart)” del quinteto femenino 4Minute en bucle. En 2015, en protesta por otra represalia de sus vecinos, fueron tres los temas reproducidos durante dos semanas: “Bang Bang Bang” de BIGBANG, “Genie” de Girls’ Generation y “Heart” de IU.

El poder de la Hallyu y el k-pop es tal que en 2018 se celebró en Pyongyang (Corea del Norte) una serie de conciertos de artistas del sur, entre los cuales se encontraba la girl band Red Velvet, que aparentemente actuaron sin ningún tipo de censura y dejaron francamente anonadas a las señoras norcoreanas que había entre el público. Kim Jong-un, líder supremo de la República Popular Democrática de Corea, también estuvo entre los asistentes del histórico momento y, según la Agencia de Noticias Central de Corea del Norte, dijo sentirse “profundamente emocionado” por los conciertos, y agradeció “este tipo de regalo a los habitantes de Pyongyang”. Un solo k-pop para unirlos a todos. ∎

Como complemento de este informe, Aleix Ibars selecciona esta exclusiva playlist con 25 canciones que definen la esencia del mejor k-pop.

Contenidos relacionados

TOP 2020: canciones internacionales

PLAYLISTS / Por Rockdelux → 14.12.2020

TOP 2021: canciones internacionales

PLAYLISTS / Por Rockdelux → 21.12.2021

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión