Del concierto de Les Amazones d’Afrique podemos concluir que se puede seguir haciendo música desde la alegría y la participación. Desde la creencia inocente de que los viejos trucos funcionan. En África –también estas mujeres en concreto– lo fían todo a lo performativo, al poder de la presencia humana transfigurada en la música como poder curativo y engrudo para hacer comunidad. Aquí había una reivindicación de los derechos de la mujer: contra la mutilación genital, contra el patriarcado dominante, por la escolarización de las niñas. Fueron la demostración de que lo más sofisticado es no pretender serlo. Un concierto, en el Cupra, que se desarrolló como un globo: algo flácido al principio, e hinchado, sudoroso y eufórico en la recta final. Música para sonreír.
A unos cuantos metros más allá y casi solapados, ya sonaban Black Country, New Road. Cuando salieron al escenario Binance, más que banda de art rock, parecían un club parroquial de pop que hace travesuras cuando se va el vicario. Flauta travesera, viola, cara de no haber roto nunca un plato… Su propuesta no deja de ser la de una de esas bandas de concepto cuya encarnación hemos visto ya unas cuantas veces (recordemos a Los Campesinos!). Multinstrumentistas, espíritu inocente, ramalazos de escuela de arte, referencias cultas fuera del pop y dentro de él: Scott Walker, Richard Hell.
La primera vez que Tyler, The Creator vino a Barcelona –con Odd Future, en 2011– organizó un motín con su colectivo y el público en el escenario. Él y su banda crearon verdadera sensación de peligro y tensión. Hoy, en solitario, con una escenografía de jardín kitsch que permite el cambio de ambiente con distintas proyecciones (desde pájaros radioactivos a un bosque en llamas), iluminación y fuego, se mueve como un dibujo animado entre “El asombroso mundo de Gumball” y “Hora de aventuras”. Explota su faceta física para encarnar a todos los personajes de sus canciones. Pasa por ser la figura más sofisticada y subversiva de la música urbana gracias a la falta de complejos armónicos y a una paleta sónica exquisita, basada en el soul y en el jazz, fracturadísimo en sus manos. Y sigue en sus trece: ser el más gamberro y deslenguado de su clase, animando al público al mosh pit desde la comodidad del escenario.
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