Cuando el 1 de octubre de 1993 se iniciaron las transmisiones de MTV Latino, las primeras palabras que se escucharon fueron “son hermosos ruidos”, que sonaban en el videoclip de “We Are Sudamerican Rockers” de la banda chilena Los Prisioneros. Triángulo de Amor Bizarro no son rockeros sudamericanos, son gallegos, pero si hablamos de ruido y belleza siempre serán ellos quienes queden en primer lugar. El sol pegando fuerte en la cara no importó –eran las seis de la tarde– y llegó una buena cantidad de público al escenario Estrella Damm para escuchar una lista de canciones infalibles: “El fantasma de la transición”, “Robo tu tiempo”, “Fukushima”, “ASMR para ti”, “Vigilantes del espejo” o “De la monarquía a la criptocracia”, entre muchas otras. Desde su fundación, si algo caracteriza a Triángulo de Amor Bizarro es que canciones mediocres u olvidables no publican. Por eso cada selección de repertorio supone ganancias y pérdidas para el público. Hablamos de una banda que perfectamente podría haber hecho su show ya más entrada la noche y que puede mirar de frente a cualquier proyecto internacional que se presente en este festival.
“Somos la primera banda de Zambia en tocar en Primavera Sound, pero no la última”, dijo Sampa Tembo al inicio de su concierto. Porque además de saber cómo montar un gran espectáculo de zamrock, entiende que ser una excepción siempre es el síntoma de un problema estructural y nunca un regalo, nunca una distinción puramente positiva. Otro ámbito en el que parece tener todo claro es en el de performer. Sampa The Great se come el escenario y lo devuelve en forma de joyas de hip hop y neosoul. Una belleza de concierto (escenario Binance) que muchos pudieron disfrutar debido a la cancelación de última hora –COVID mediante– de Clairo. No hay mal que por bien no venga.
Con el paso de la tarde, empiezo a notar que no solo las bandas que estoy viendo están muy bien en la distancia, en el papel y en los audífonos. Al caer la noche en esta jornada de Primavera Sound veo un hilo conductor: este día trata de intérpretes que nacieron para estar sobre el escenario.
Inmediatamente después de Sampa The Great, vimos a Brittany Howard –cantante y compositora de Alabama Shakes– presentando, en el Estrella Damm, el proyecto solista que estrenó en 2019, revolucionando todo. ¿Quién puede hacer una versión de “(Your Love Keeps Me Lifting) Higher And Higher”, de Jackie Wilson, de esa forma y no haber nacido para revolucionar tarimas? Acompañada por una banda que añade peso a su propio talento, la artista se paseó por las canciones de “Jaime” (2019). Verla imponente sobre el escenario, con su guitarra en las manos haciendo ver su ejecución como algo fácil, al igual que Sister Rosetta Tharpe, genera emoción y hasta una nostalgia por algo que no hemos vivido. Pero supongo que de eso va la música popular: conectarnos con pasados en los que no estuvimos y hacernos sentir destellos de esperanza por el presente y el futuro.
Hasta este momento de la noche, me siento afortunada. Llevo encima tres grandes conciertos, cero aglomeraciones y he podido hidratarme. La vida a veces es buena. Así que con optimismo, después de disfrutar de la dicha de una barra vacía para llenar mi vaso, me quedo frente al escenario Ouigo esperando a The Murder Capital. Post-punk irlandés, un quinteto hermanado con el sonido de Shame, Fontaines D.C. e incluso IDLES. Y vuelvo a pensar: “¿Pero quién es este?”. Este es James McGovern, el vocalista y superintérprete del grupo. Digámoslo así: fue interesante mirarlo durante todo el concierto, es magnético. Y superdivertido verlo saltar y nadar en el público también. La oscuridad del alma también tiene algo de goce, pensé. De lo contrario, James no existiría.
Solo debo cambiar de escenario, unos pasos cortos hasta Plenitude, para comenzar a ver el show de IC3PEAK y sentirme la persona más normie de todo el planeta. Se les podría definir como dúo ruso de electrónica experimental en el que cabe desde el witch house hasta el metal. Compositores de canciones en las que realizan crítica social y reflexiones políticas respecto a la realidad de su país, hablando de la violencia doméstica, del totalitarismo o la homofobia, siendo incluso censurados por el gobierno de Putin. Pero son mucho más que todo eso, que ya es bastante. “Fuck the war”, dice la vocalista Nastya tanto al principio como al final, declarando su apoyo a Ucrania. Y luego comienzan las bases y percusiones a cargo de Nikolay, como si fuera una ametralladora. Acá hay más que un dúo de música, hay performance. Incluso en las visuales: cada uno tenía instaladas cámaras pequeñas cerca de sus atriles e instrumentos y esas tomas eran las que veíamos en pantalla. Las de Nikolay, brutales: desde abajo en su batería. Como un gigante que viene a salvarnos de algo.
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