Ayax y Prok, Leiti Sène, Kenya Racaile y Morad.
Ayax y Prok, Leiti Sène, Kenya Racaile y Morad.

Informe

Rap español contemporáneo (y 6): todo a la vez en todas partes

Terminamos este informe Rockdelux en el lugar al que siempre quisimos llegar: el presente. Un presente continuo y vibrante en el que la brutal dispersión estilística de la que hablamos en la anterior entrega ha terminado por volver a sacar a la luz el rap más canónico, un rap clásico en fondo que luce con orgullo las cicatrices de todas las mutaciones sufridas a lo largo de la última década, exhibiendo una forma atlética y equilibrada. Mientras la idea de plugg sigue evolucionando y ahora adopta maneras de hyperpop y el drill viene y va entre la ortodoxia y lo melódico, mientras no cesa la conversación con Latinoamérica… “¿Ahora vuelven a ponerse a rapear? Tú no confiabas que se peguen las ‘bars’”. Dano, Elio y otros visionarios siempre lo hicieron.

13. 04. 2023

Al final del anterior episodio de este informe, insistimos en la necesidad de repasar las distintas diásporas estéticas, sonoras y de imaginario para entender la nueva vida del rap en España. La dispersión desde mediados de la década pasada fue tal que las etiquetas comenzaron a confundirse. Con la nueva década habían perdido casi por completo el sentido y las definiciones parecían más difusas que nunca. Se había convenido en llamar a todo “música urbana”, un término impreciso que borra del imaginario el concepto de “música negra” y que utiliza como aglutinante cualquier ritmo de ascendencia o recorrido urbanos, más allá de procedencias reales o intencionalidad.

Pero lo que esto revela en realidad es el asentamiento de un nuevo paradigma artístico definido por los artistas de rap. Por supuesto que cada nueva aproximación puede construir su propia estructura, pero todas compartirán siempre esencias y matices por su vinculación a la evolución del concepto “urbano”, lo que ha instaurado en la escena una idea de equilibrio con una diversidad nunca vista antes. Así, se han dinamitado las expectativas, las posibilidades y los accesos. Se ha generalizado la idea de que se puede triunfar haciendo música que provenga naturalmente de nichos porque, en el fondo, los nichos han desaparecido: las redes sociales han provocado que se esfume aquella idea de “secretos bien guardados”. Y esto se intensificó con la irrupción de la pandemia. La imposición de la virtualidad que supuso aceleró el modo en que los jóvenes aspirantes a artistas se fijaron en los modelos de éxito digital del streaming –y en fenómenos aventajados como Bizarrap–, pero también la forma en que ocuparon los espacios de la viralidad, deslizándose siempre hacia las grandes audiencias: ahí tenemos el polémico caso de Orslok o el del dúo Los Xavales, incluso el del actor Jaime Lorente. Esto ha llevado a ampliar las aspiraciones más allá de lo puramente artístico para invadir casi por completo el ámbito de lo estrictamente profesional.

Esta sensación de posibilidad, unida a la enorme diversidad de subvertientes, ha generado un nuevo statu quo en el que la convivencia ha ido desplazando, poco a poco, al viejo estado de competencia. Hay más música, más público, mayor accesibilidad y por tanto menor distancia entre artista y público. También menos complejos, tanto del lado emisor como del lado receptor. Y esto tiene que ver, además, con que la cultura post break y el imperio del subgrave –a través del rap, de subgéneros como el trap y el grime y sus subsecuentes evoluciones y dispersiones relacionadas con la música electrónica y el avance de la digitalidad– han terminado de asentarse como elemento nuclear de todas las músicas, vamos a decir, pop-ulares.

Nos hemos acostumbrado a abrazar el eclecticismo: ya no nos extraña escuchar un fraseo boombapiano sobre bases diluidas de drill británico, ni sobre 808s, ni sobre tresillos de cristal. Hemos entendido que la rave, igual que los ritmos latinos, tiene la vocación de ser global. Y, con el global bass, que un ritmo dembow puede estructurarse entre breaks. Que reguetón y club pueden ser espejos. Que el rap funciona como un subgénero de la música electrónica y que muta con ella, alejándose más o menos de una esencia sobre cuyos ingredientes podemos discutir a sabiendas de que nunca encontraremos una solución o receta clara. Que el rap también se funde con el pop de masas –o con cualquier cosa– si su matriz lo hace. Que la electrónica se ha convertido en el motor de prácticamente todas las músicas y que su lenguaje “global” ha servido para descodificar los mensajes entre las culturas dominantes y las culturas periféricas, y que esto ha tenido la consecuencia implícita de que las narrativas del rap se conviertan en globales. Pero ¿qué hace al rap ser precisamente eso, rap?

Y, más en concreto, ¿qué es el rap estricto?

Llevar a cabo una radiografía del rap en España no es sencillo, porque en ocasiones las diferencias entre un sonido u otro, o entre una microescena y su contraria, no se basan tanto en aspectos formales u objetivos, sino en aspectos tan arbitrarios como las escenas geográficas o los saltos generacionales. También en causas más subjetivas, como las temáticas, el contexto del artista u otras vicisitudes directamente sui generis, como son su historia personal, las filias y fobias, las relaciones sociales o incluso lo que nos evoca dicha música.

Para explicarlo mejor, en la entrevista que protagonizaron en el pódcast de Jordi Wild, “The Wild Project”, los gemelos granadinos Ayax y Prok hablaban del concepto “rap estricto”, estableciéndose como uno de los garantes de dicho sonido. Bajo esta etiqueta lo que se esconde es una escuela que se ancla a los ritmos cuatro por cuatro con baterías predominantes y protagonistas a través del bombo y la caja, con cierta querencia por los samples soul o jazz y máxima presencia del mensaje en la parte vocal. Temáticamente, dicho rap busca un complicado equilibrio entre lo social y la conciencia de clase, sin olvidar su arraigo con el origen callejero del género. En definitiva, una traslación del boombap de la Costa Oeste, principalmente de los noventa, pero adaptada a un cierto deje ibérico. En este territorio de los estrictos podríamos incluir nombres como los ya mencionados Ayak y Prok, FERNANDOCOSTA, Natos y Waor, Foyone, DENOM, Al Safir, Cristian Brawler… Cuentas de memes en Instagram como Foromafia han denominado a esta corriente “Rap de la Sierra” en referencia a la Sierra de Madrid, de donde algunos de estos artistas son oriundos y que estéticamente se definen por las rimas asonantes, una cierta actitud callejera-chulapa... No es exactamente lo mismo a lo que se referían los gemelos granadinos en su entrevista, pero el que esté familiarizado con esta escena entenderá que esta referencia aquí es pertinente porque ejemplifica muy bien lo intrincado del hip hop en España en ocasiones, las microescenas que se llegan a establecer, a veces de forma completamente ajena a los músicos.

Ayax y Prox, Foyone & FERNANDOCOSTA: “Total 90”, con producción de Blasfem y Sceno (2022).
Seguramente algunos de los citados no se reconocerán en este concepto. Otros se encuentran más cerca de otros sonidos. Por ejemplo, podemos trazar una línea recta de FERNANDOCOSTA a Dollar Selmouni, y de ahí a otros artistas como JC Reyes u Omar Montes, aunque no tengan nada que ver con ese rap estricto del que estamos hablando. En realidad, lo interesante de esta etiqueta es que esconde un pensamiento preconcebido que está inserto en el córtex del hip hop en España, según el cual hay una forma correcta de hacer rap, lo cual implica que todas las demás son incorrectas. Un discurso similar al de la conversación que ya se daba en la primera década de los 2000 y que representaba un gatekeeping que no aportaba demasiado valor y que actuaba más bien como palo en las ruedas de lo industrial y lo creativo. Muchos de los artistas que por aquel entonces personificaban lo que cierta parte de público entendía como rap bien, y otros que no se contaban en ese bando, hoy siguen en activo, lo que nos lleva a una reflexión: ¿cómo afrontan la madurez los artistas más consagrados en un género tan edadista como puede ser el hip hop?

La (buena) madurez

Otro de los aspectos interesantes de la escena hip hop actual en España es el legado que están construyendo determinados nombres una vez alcanzado cierto estatus y trayectoria artística. Ese podría ser el caso de Toteking, que, siendo uno de los OG’s del rap, continúa generando un corpus discográfico de lo más notable pero dejándose ver también junto a rookies, como puede ser el caso de Hoke, o junto a otros artistas que, simplemente por coexistencia generacional, no serían la opción más lógica; Dheformer en su momento o Easy-S más recientemente.

Toteking feat. Hoke: “Oversize” (2021).

Otro ejemplo es el de Titó, miembro del icónico y mítico grupo Falsalarma, que firmó “Hondo” (Autoeditado, 2020), una obra repleta de madurez pero también de frescura. O, por ejemplo, Elphomega, seguramente la persona que cuenta en nuestro rap con una carrera más longeva y, sin embargo, continúa actualizando su aportación, ahora también ligada a los nombres que más están revolucionando el rap desde el sur.

La madurez en el rap no es necesariamente una cuestión de edad, puesto que aquí también tendríamos que mencionar a sujetos como Elio Toffana o Dano. Ambos representan esa generación bisagra que a finales de la primera década del siglo irrumpió en la escena como elefante en cacharrería, buscando acabar con el statu quo existente. Y lo lograron. Quince años después se encuentran, seguramente, en el momento más dulce de su trayectoria y han firmado dos referencias recientes –“SHOCK WAVE” (MÉCÈN, 2022) y “El hombre hace planes, Dios se ríe” (MÉCÈN, 2023)– que son reflejo de su capacidad para estar conectados con lo que está sucediendo actualmente y, a la vez, aportar el bagaje que otorga la experiencia y sapiencias acumuladas. Misma situación que podríamos atribuir a Joka Jr. Suarez, que recientemente ha lanzado “Burning Bridges” (Autoeditado, 2023) tras más de un decenio de silencio, siendo uno de los artífices del viraje vivido en la década de 2010 como miembro de Guante Blanco. O a Wase, icónico rapero de Coslada que ha editado en 2023 la nueva entrega de sus mixtapes, “Losing My Religion. Vol. 3” (Spryred-Ataque!, 2023), sonando tremendamente contemporáneo pese a ser uno de los MCs de más larga trayectoria en España. Apuntamos, además, el disco conjunto que han lanzado recientemente Carmona y Zekie, “Plátanos de sombra” (A13, 2023), que recoge el espíritu de una de las eras doradas del rap de Madrid, como lo hizo también “Planetazero” (Mari Nakome, 2005) del propio Zekie y Souchi.

Wase: “Whoopty” (2023).

Nuevas fórmulas: el drill ibérico

Para entender el mapa actual del drill tenemos que ir recogiendo las migas que el subgénero ha ido dejando desde su irrupción en Chicago a principios de la década pasada, su alineación con los códigos del trap, el inicio de un viaje de ida y vuelta con la vertiente británica, su posterior mutación hacia la escena de Brooklyn y, más recientemente, la hiperdigitalidad del sample drill, que está relacionado con un uso indiscriminado de samples de dudosa procedencia provocado por las necesidades caseras impuestas por los confinamientos. Pero en España su implantación se ha dado fundamentalmente a través de la vía británica, siguiendo a un impacto profundo del UK drill en el hip hop europeo en general y a una reordenación de elementos preexistentes en nuestro país: el trap electrónico –y las corrientes plugg–, las bases diluidas de la tradición post break, el imperio del subgrave, los ritmos acelerados a más de 140 BPM –a veces hasta a más de 150– y el uso de las cajas Roland 808, así como las temáticas agresivas, la idea de ganga, la imaginería futbolística, las balaclavas y la exaltación de la vida callejera.

Adaptando la “versión española” de esos códigos británicos y fijándose en colectivos con aires de banda juvenil como los londinenses CGM, Harlem Spartans y 410, los senegaleses 667 o los franceses Lyonzon, todos señalados por la justicia de sus respectivos países como “grupos violentos”, en 2019 asistimos a la aparición de dos agrupaciones muy distintas en ideario pero iguales en esencia, marcando el inicio del drill español. Son dos escenas surgidas en dos barrios de las periferias de Madrid y Barcelona, formados por hijos de inmigrantes y con mucha herencia marroquí y cuya oposición va a marcar la rápida bifurcación del género en dos grandes vías, una más purista y otra más heterodoxa, de un modo parecido al enfrentamiento entre Harlem Spartans y 410. Por un lado, desde Leganés (Madrid), la ortodoxa 970BLOCK, integrada por ElPatrón970, B10, Yxungdy970, KG970, Barry970, Gneral970 y LilJ970. Su “40% Mixtape” (Hidden Society-Autoeditado, 2019) es una de las primeras piedras de este camino, y en su estela han caminado artistas como Pobrediablo, GhettoBoy, El Bobe, Skinny Flex, Yenda o Wise.

970BLOCK: “Buffet” (2020).

Por otro lado, desde el barrio de La Florida en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), tenemos a la MDLR, surgida en torno a las figuras de Beny Jr, Morad, Delarue, Moha The B o Cyril Kamer y el productor SHB. Mientras “Essence” (Autoeditado, 2019), de Delarue, plantaba la semilla del drill en el barrio, Beny Jr y Morad coqueteaban con el mainstream y se presentaban en sociedad de la mano de Steve Lean, y no es hasta 2020 cuando se configuran en torno a una aproximación sonora naturalmente más laxa del drill, más cercana conceptualmente a Francia que al Reino Unido y muy permeable al influjo de otras tendencias como el pop, el reguetón, el club, el dancehall, el dembow o el latin trap.

Es en este momento, 2020, cuando se produce la gran explosión del drill ibérico: prácticamente todos los pesos pesados de nuestro rap hicieron su aportación, empezando por un Kidd Keo que fue clave en avivar el fuego del beef entre MDLR y 970BLOCK y terminando por Ergo Pro o Israel B, pero pasando también por Yung Beef, Cecilio G, Jarfaiter o Cruz Cafuné. Y es indiscutible que en la manera de enfrentar las producciones de Amoeba, tanto para Ébano como para Hoke, hay un gran impacto de las bases del drill. Esto se amplificó, además, con la aparición de escenas aún más periféricas como la MKS, en Bilbao, a la que pertenecen Nickzzy, Rakeem –actualmente ThePoing– o Aiman JR, o con el hecho de que algunos tiktokers, como La Xinni, decidan empezar una carrera en el drill. Pero según se iba dispersando el género también se iba diluyendo la esencia, la agresividad. Se iban explotando las posibilidades comerciales y se iba definiendo una nueva naturaleza melódica muy influida por lo latino. Y, como los caminos de la música son inescrutables, la mecha del drill llegó desde España a Latinoamérica y allí, especialmente en Argentina y Puerto Rico, se mantiene prendida y esperando una nueva respuesta.

Nickzzy: “Ahora no lloro” (2023).

Iconoclastia y horizontes de la digitalidad: el hyperpop

Si hubiera que situar en el tiempo la irrupción del hyperpop en nuestro país dentro de la escena urbana, primero tendríamos que situarnos geográficamente en Barcelona y localizar algunas señales lo-fi, así como toda la herencia de Pedro LaDroga y las corrientes plugg. Daríamos con Damed Squad. Formados por Enry-K, Lil Moss y Mishii, supieron dar con la tecla de la alternatividad soleada, colorida y minimalista de OddFuture, como ejemplifica “Damed Squad The Mixtape” (Autoeditado, 2017) o su primer EP, “El contrato” (Onovo, 2017). Pero sobre todo sirvieron de pegamento para una nueva forma de entender la escena de la Ciudad Condal, muy abierta a experimentar con géneros diferentes. Su filtrado de los códigos digitales y su interés por la experimentación electrónica se plasma en trabajos en solitario posteriores como el EP “Recreo” (Autoeditado, 2019), de Lil Moss, o “Bonanit” (Autoeditado, 2020), de Mishii, producidos por un siempre visionario Enry-K.

Gracias a la elasticidad que aportaron a la escena surgieron nuevas formas de entender los códigos del trap. Rojuu traería su propia visión sobre la virtualidad a las vibraciones del emo y el sad rap a través de álbumes como “Children Of God” (Autoeditado, 2019), mano a mano con Clutchill, o “Bad Trip Camp” (Ceuve, 2019), en el que ya aparecen productores fundamentales para entender los nuevos derroteros hiperdigitales: Paul Married, Ambeats y Carzé. A partir de 2020 se empezó a relacionar artísticamente con otro nuevo colectivo, Cutemobb, liderado por Leïti Sène e integrado, entre otros, por Bikôkô, ChineseGuy2021, Anouck o Bexnil. Sus “Cute Tapes” (Autoeditado, 2020) marcan otro paso más hacia la configuración de una escena sin límites estéticos que sabe aplicar el filo del pop y la plasticidad del R&B, pero que también entiende cada paso, vertiginoso, que está dando la electrónica entre el club, la rave y el piso.

Leïti Sene: “Bitcoin” (2022).
Por otro, el colectivo Holics –formado entre otros por Santo Romeo, Wonkaflako o Eflexx– empieza a aplicarle al trap una capa galvanizante para conducir las nuevas sensibilidades electrónicas, que en este momento ya están completamente volcadas en la vertiente experimental del deconstructed club, en el glitchcore y en las distintas derivaciones del sonido PC Music, incluida una reivindicación de la mákina y otras formas del hardcore techno. Es sobre este constructo extraño y desacomplejado donde caben, sin exagerar, todas las músicas con algún punto de conexión con la idea de “lo urbano”, donde estamos construyendo hoy un futuro ultraviral en el que trap, emo, rap, punk, pop, dembow, reguetón, dancehall, vanguardia, industrial, glitch, continuum rave, mákina, hardcore, chunda-chunda, bakalao, drill o R&B son la misma cosa. Un batiburrillo frenético de universos sonoros que hemos convenido en llamar hyperpop y que apunta hacia ideas transhumanistas y posdigitales. Productores como Cardopusher o Broken Lip, artistas como Orslok –cuyo “Tofu Delivery” con Rojuu se ha convertido en un verdadero himno del hyperpop nacional–, raperos como Dafresito o Taichu y hasta reguetoneros como Saiko y su impresionante “Polaris”.

Saiko: “Polaris” (2022).

También clásicos que siempre se adelantaron a la tendencia como Sticky M.A., nuevos clásicos como Albany o Ben Yart y los productores InnerCut, Merca Bae, ODDLIQUOR y $kyhook. Junto a ellos, una vibrante escena de neopunks, neorrurales y neobakalas formada por los granadinos Plasaporros, los albaceteños Nerve Agent o el madrileño Parkineos, así como la nueva ola lo-fi chill-sampledélica del sello rusia-idk, con mori, Ralphie Choo, rusowsky, TRISTÁN! y el productor DRUMMIE. Sin olvidarnos de toda la gente que verdaderamente conforma el hyperpop, de los miembros del colectivo 1111 a los del colectivo Los Monsterz pasando por Euskoprincess, LVL1, Mda, Rakky Ripper, Hofe, Kievra, Exit303 o Amore.

Tanto se han dispersado en los últimos años el universo y la idea de rap que a día de hoy parece atrevido intentar trazar según qué líneas. Es como tratar de dotar de sentido al Reddit Place, aquel inmenso mapa de píxeles que hermanó comunidades de todo el mundo y dejó alguna batallita chovinista curiosa y bastante anecdótica. Sin embargo, las diferencias se enarbolaban siempre sobre lugares comunes, se intuía la pertenencia a un mismo sistema de valores. Había algo de mente-colmena en aquel mural. En el r/place del rap contemporáneo de nuestro país, del mismo modo, si uno reduce la vista hasta el ángulo de la eternidad, reconocerá, formándose a partir de un mar de píxeles de colores diferentes, la esencia misma del hip hop.

La enésima vida del rap dogmático

En parte motivado por la explosión de sonidos complementarios al rap como los que hemos visto y también por el desarrollo de nuevas corrientes en el rap de Estados Unidos (con la aparición y explosión de Griselda, la madurez de la figura de Roc Marciano, el trabajo como productor de Alchemist, o la obra de nombres como Boldy James u otros recientes como el colectivo RRR en Nueva York), se produjo algo que pocos podíamos prever: la vuelta del rap más dogmático a la escena española, en la mejor forma posible y actualizado a los sonidos de hoy. Aquí han sido capitales nombres como Ergo Pro, que pasó rápidamente de joven promesa, como atestiguó con el EP “Bone Fortuna” (Crypta Mag-MG, 2018), a voz consagrada de la escena con trabajos recientes como “Ópera Fidelio” (MG Knowledge, 2022) y junto a su inseparable Ill Pekeño con “Av. Rafaela Ybarra” (MG Knowledge, 2021).

Ergo Pro & Ill Pekeño: “96 Mónica” (2022).
Antes de eso habría que mencionar obligatoriamente un disco sorprendente por su profundidad y enfoque, como es “Last 2 People On Earth” (Autoeditado, 2021), de Ébano y Louis Amoeba. El primero es un MC con más de una década de trayectoria en la escena, siempre ligado a círculos underground, tanto madrileños como valencianos, que lanzó un proyecto casero en su concepción, pero profesional en su ejecución, la mixtape “1984” (Autoeditado, 2011), mientras que el segundo es un productor de Valencia que ha logrado generar un sonido de autor y un fenómeno fan desde la más absoluta independencia y casi hasta secretismo, se podría decir. Este disco tiene mucha culpa de ello, por el imaginario estético, letrístico y sonoro que logra dibujar.

Ébano & Louis Amoeba: “No Gifts Allowed” (2020).
Parte de la culpa –en el buen sentido– de esta vuelta del rap más clásico corresponde a Louis Amoeba. En este caso, por poner banda sonora a “BBO” (Autoeditado, 2022). El disco debut del también valenciano Hoke ha sido el fenómeno del año pasado. Un trabajo corto en esencia pero profundo en detalles, que ha generado un fenómeno en forma de recepción positiva tanto de público como de crítica, así como de asistencia a conciertos. Un hito inesperado por la forma en que han logrado atraer todas las miradas hacia ellos, pero lógico si se piensa en el camino recorrido previamente por otros raperos de Valencia como Chicoes3 u otros ejemplos que han sido anecdóticos en cuanto a la profundidad de su creación musical pero no por su impacto en la escena, como Farniente L-Berr.

Hoke · Louis Amoeba: “Medallones” (2022).

Hacia el futuro: un modelo de fuerzas centrípetas y centrífugas

El rap en España, seguramente como sucede con cualquier otra industria musical y cultural, se ha movido en distintos polos geográficos que van generando su atracción hasta que, como en una especie de juego de fuerzas centrífugas y centrípetas, acaban disparando hasta otro nuevo punto, que vuelve a actuar como capital sonora. Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza y Valencia, en mayor o menor medida, han sido plazas destacadas durante un tiempo, cediendo después su hegemonía a otros lugares. Pero, como reza el título de este artículo, en la actualidad se produce todo en todas partes.

Desde distintos puntos geográficos, pero también generacionales, se están ofreciendo propuestas de todo tipo, que no paran de aportar profundidad y bagaje al fondo de armario del hip hop patrio actual. Podríamos citar aquí nombres como el de los inclasificables norteños Chill MafiaBen Yart como miembro in-n-out del colectivo– con una propuesta que, bebiendo de la vanguardia musical y la irreverencia, se instala también en los códigos más autóctonos. Y se puede hablar también de artistas como Dellachaouen, Nickzzy, Mitto Koronkon, KvndySwing o L’Haine. También de CKC Clique, formado por Sabio Sport y mb Casablanca, que hace unos meses firmaron “Port Vauban” (CKC Clique, 2022), EP de inspiración yacht music, o de la exportación de talento del sur Galicia, especialmente Vigo, con nombres como los ya clásicos Elecesar (que recientemente ha vuelto a sacar una referencia de rap), Kaixo Sama, Dirty Suc, Beauty Pikete, Tekilas, Uf Dog o el productor iagh0st, además de otros como D.L. Blando desde el norte de la comunidad.

Chill Mafia (Kilili & Ben Yart): “No se k que me pasa” (2021).
Como contrapunto al buen estado de salud del norte, regiones como Andalucía o Murcia se muestran en las mismas condiciones. Conviene citar el trabajo desarrollado por colectivos como Space Hammu, con nombres como Delaossa e Easy-S, entre otros; a Dolores y Mazmorras, integrado por Sokez, Hide Tyson y Trozos de Groove, que firmaron uno de los álbumes del año pasado, “Proyecto Hambre” (Afromarket, 2022); o a El Califato, desde Córdoba, con nombres como Percless, F Muñoz o Joseca. En Andalucía también destacan propuestas mucho más sui generis como Space Surimi o Califato ¾, la apuesta icónica de J Higgz, nombres con trayectoria en la escena como Piezas, artistas que darán de hablar en el futuro como el prometedor Seccio… Son muchos los ejemplos que merece la pena citar –C. Terrible, Joha, Judeline, Juicy BAE, Pepe : Vizio, Enjoy Canoa, Riber & Rober, Sandro Jeeawock, Gese da O…– para dar fe de la riqueza inédita de dicha escena y de la construcción de una identidad fuerte, con enorme gusto local, más allá de la mera adopción de referencias.

Space Surimi: “Confeti” (2020).
No termina aquí la mancha de aceite que representa el hip hop extendiéndose lenta pero inexorablemente por España. Podríamos ir poniendo chinchetas en el mapa en zonas como Levante, con nombres como el productor Allan Parrish, Kenya Racaile, Kitty110, Johnny Doc, Erick Hervé, Chico es3 o Valencia Estancia. O en Cataluña, que ha visto en los últimos años el retorno de clásicos como Nene Fresco, las constantes mutaciones de Cecilio G o el escurridizo Juli Giuliani y los movimientos de herederos espirituales como Crie930 y Dirty Porco, aparte del asentamiento de una fuerte escena femenina representada por Santa Salut, LaBlackie, Las Ninyas del Corro y Queralt Lahoz o el surgimiento de una nueva generación que persigue las luces de neón con LaMon, Apollo T & Moed o gran parte de la nueva ola hyperpop.

Las Ninyas del Corro: “SIN UN PLAN” (2023).
También unas Islas Canarias que han sabido construir sus propios subecosistemas: una playa de soul y R&B ocupada por Maikel Delacalle, Daniela Garsal, Abhir Hathi o, con su sabor muy personal, Choclock; un oasis de rap con eco latinoamericano en el que encontramos a Scarface Johansson aka Étre Supreme o un La$$ Suga’ que acaba de estrenar el muy destacado “Flexxo Season” (Blackmilk, 2023), y un refugio de reguetón que ya coquetea con la primera línea del mercado hispanoamericano por medio de fenómenos como Quevedo, Ptazeta o La Pantera mientras ofrece un retorno a los clásicos con Monaly o N. Blanco y esconde curiosas excepciones como vatocholo, que ha importado a España los corridos tumbados.

La$$ Suga’: “TKM” (2023).
Un flujo y cruce constante de caminos que casi siempre termina en la capital, en Madrid, que ha ido ensanchando y contrayendo sus horizontes según avanzaban los años, acogiendo y desarrollando propuestas periféricas, devolviendo tendencias y manteniendo la mecha de un underground propio casi siempre de extrarradio y muy arraigado al freestyle. De crews de la última década como Gadafi Click y Poli Díaz Army han salido grandes estrellas como Natos, Waor o Recycled J, pero también ídolos del underground como Doser o M de Mini. Han convivido y conviven propuestas como Hijos de la Ruina, Matasvandals, Ozono Crew o CSQ con casos de éxito probados como Agorazein o Ziøntifik y con aspirantes ambiciosas como las integrantes de la FREESISMAFIA, integrada por Laura Siyahamba, Duku, Salvia, Candela Cuore y Huda. Y en el pintoresco plano de la región –que muchas veces se expande naturalmente hacia las dos Castillas– caben artistas tan dispares, tan distantes y a la vez tan cercanos como SD Kong, Love Yi, Diego 900, Kare, Chef Cheeza, Tutto Vale, Juancho Marqués, Sule B, Cheb Rubén, Nico Miseria, Zamoranobeatz, Ezdo Marchito, Rapp Gotti, Ralphie Choo, Illlink, Claudio Montana o Midas Alonso. Incluso se plantó, a través de la 970BLOCK, como ya hemos visto, la primera semilla del drill en España.

Huda: “Keep It Halal II” (2023).
El futuro, como siempre, es incierto. Hay modas que se irán diluyendo y permeando en otros estilos, que seguirán evolucionando a base de adaptar rasgos de distintas mutaciones y subescenas. Y vendrán otras, seguramente muchas arraigadas en la nostalgia. Los cruces y lo heterogéneo servirán de pegamento y lo local se incorporará más allá de glosas y homenajes al corazón de las músicas globalizadas, aún no sabemos con qué efecto. Seguirán rebotando los ecos entre infinidad de geografías distintas. Pero lo que podemos sacar en claro es que el rap, en nuestro país, está viviendo a día de hoy una nueva edad dorada en la que, además, existe una atención nueva desde lugares ajenos al underground, imaginación y libertad para evolucionar e investigar con una gama cromática de estilos casi infinita y un conocimiento más amplio –y más accesible– de su pasado y de su presente. Todo el camino recorrido nos ha traído hasta un ahora en el que, como en Estados Unidos, el rap se ha convertido en uno de los géneros más escuchados de nuestro país, especialmente entre la gente joven y las nuevas generaciones. Y ha asentado su lugar dominante entre los viejos colosos del rock y el pop, dos géneros que, entre su infinidad de formas, cuentan ya con numerosos crossover con el mundo de “lo urbano”. Como decíamos en la primera parada de este largo viaje, “España es rapera”. Y no parece que vaya a cambiar. Bienvenidos a la España rapera. ∎

Al Sobrino y Diego Rubio seleccionan esta playlist como complemento al superinforme de Rockdelux sobre el rap español contemporáneo.

Compartir
Etiquetas

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión