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omo si tomara entre sus manos un álbum de fotos para repasar los momentos y situaciones de los últimos años, el cantautor Tim Bernardes (São Paulo, 1991) revisita sus composiciones de vez en cuando. La última vez que esto sucedió, durante la pandemia, estaba en su casa en São Paulo y sintió que había llegado el momento de hacer un disco. Así nació “Mil coisas invisíveis” (Comala-Psychic Hotline-Popstock!, 2022), una sensible colección de quince temas en los cuales el artista explora el amor y sus percepciones del mundo bajo la perspectiva existencialista.
De hecho, la madurez mostrada en este trabajo dirige sus creaciones por caminos distintos a los que ha recorrido con la banda O Terno y en su propio trayecto artístico como solista, en el que encontramos otro álbum muy alabado: “Recomeçar” (Risco, 2017). En la actualidad, Tim no quiere ser totalmente introspectivo, sino que prefiere compartir historias como quien decide sentarse en la panadería por la mañana para charlar, entre amigos, de casualidades.
Con mayor o menor énfasis, se sobreponen a esta narrativa la delicadeza de pianos –en algunos casos, como veremos durante la conversación, con mucha historia– e instrumentos como violines, violas, trombones y fiscornos. Son ellos quienes tejen, alrededor de cada mensaje, auras casi abstractas llenas de éxtasis, ilusiones, renacimientos y misterios no resueltos.
Basado en esta extraordinaria experiencia que es vivir, “Mil coisas invisíveis” es un trabajo que parte de un lugar muy solitario. Mientras transcurren interpretaciones de distintas fases de su vida y se ve conectado al autodescubrimiento, el autor va intentando conferir cierta materialidad a “lo que no se puede ver”. “No soy un compositor instantáneo, es decir, no puedo sentarme aquí y ahora con la intención de hacer un sencillo en cinco minutos”, dice Bernardes. “Pero siempre estoy con mi antena encendida para las cosas que me pueden afectar, para lo que veo, leo o escucho y puede provocarme algún impacto personal. Eso es lo que le dará vida a mis canciones”.
En esta entrevista exclusiva para Rockdelux, realizada durante un intervalo de su gira por Estados Unidos, el artista –que se prepara para actuar en la primera edición de Primavera Sound São Paulo en noviembre– comunica sus percepciones sobre temas que cree fundamentales. Habla de sentimientos, de contradicciones y del deseo de seguir compartiendo el corazón con quienes se permiten sumergirse en universos internos y fantásticos.
Algunas composiciones de “Mil coisas invisíveis” son existencialistas. ¿Te ves como un ser inquieto?
Pues sí. Yo creo que las canciones son un reflejo de mi inquietud como persona, además de reflejar los temas que me marcan y que se me revelan significativos. Veo lo que he creado como una serie de intentos de descubrimiento, es decir, tengo ganas de comprender qué está vivo dentro de mí, qué es el mundo, qué hago y por qué lo hago. No creo que haya una separación lógica para estas cosas cuando pienso quién soy como artista y quién soy en el ámbito personal, aunque no necesariamente mis canciones reflejan mis experiencias. Tengo muchas letras de amor, hice canciones tristes, pero no soy demasiado dramático. La verdad es que cuando haces un disco te ofrecen la oportunidad de exponer cosas, de hablar de lo que es parte de tu cotidianidad, de lo que es esencial. Y la inquietud tiene un papel fundamental en este sentido. No tenía intención de dejarme ver desde una perspectiva conceptual, pero hace poco escuché “N95”, tema de Kendrick Lamar, en el que repite varias veces la expresión “Take off”. Eso me hizo pensar en cosas como ¿qué queda de la persona, después de todo, cuando te quitas esas capas varias? Soy músico, soy hermano, soy hijo, soy tímido, a veces introvertido. ¿Qué forma parte de mi esencia? Creo que de ahí viene el carácter existencial de mi obra. Toda la obra podría haber sido una simple conversación en la panadería. No quería iniciar una conversación embriagadora. Aunque la vida tiene esto de las síntesis complejas.
Mencionas la palabra “síntesis”. Artísticamente, y teniendo en cuenta la riqueza de sentimientos que abordas en el disco, ¿cómo valoras la forma en que te expresas? ¿Te sientes más objetivo que prolijo?
Hoy me considero más objetivo, pues quiero hablar claro de las cosas. Por otro lado, no puedo dejar de mencionar que, en ciertos casos, hablar claro sobre un determinado tema va a requerir que seas prolijo (lo dice entre risas). Por suerte, tengo la oportunidad de ser sintético en una gran parte de mi tiempo, pero aun así siento que vacilo. Antes de que me llegara tu pregunta he notado la dualidad de estos dos frentes dentro de mí cuando estoy creando. Cuando hago una, dos, tres o cuatro letras largas, de pronto siento la necesidad de concentrarme en composiciones más ligeras. “Melhor do que parece”, de O Terno, refleja muchísimo eso que te digo. “A história mais velha do mundo” es otro ejemplo; veo esta canción como la más sintética que he hecho, y es algo que no se repite en “<Atrás/Além>” (se refiere al cuarto álbum en estudio de O Terno, publicado en 2019 por el sello Risco), un proyecto que involucra muchos temas. En un breve análisis, diría que tengo la certidumbre de la coexistencia de estos opuestos en mí, así que trato de obedecer ambas vertientes.
Al final del disco dices que “el mundo existe dentro de usted”. ¿Explorar esas sensaciones, ese bagaje que llevamos cada uno, nos permitiría aliviar grandes dudas internas?
Yo creo que planteo mis canciones como preguntas. Propongo muchas reflexiones, aunque no necesariamente las respondo. Esto me da una sensación de avance en el proceso de hacer consciente lo que es inconsciente. Pero hay una cosa acerca de la subjetividad que me deja ensimismado. Todos ven desde dentro, pero nadie puede ver cómo es el otro en su interior. Esas cosas me fascinan. Nótese también que somos tan infinitos internamente como el mundo es infinito en su carácter externo. Estas reflexiones me han llevado a construir, por ejemplo, largas canciones de seis minutos para poder expresar lo que sentía. Otras, a su vez, pudieron sintetizar todo en dos minutos. Hay olas de reflexión por todas partes y es por eso que en mi nuevo álbum las canciones de amor asumen una función fundamental de traer equilibrio, para que el oyente no solo esté pensando de modo incesante. Son pensamientos que están respaldados por el corazón, no es algo que parta de lo mental. Estoy aquí para pulir sensaciones que legitimamos como verdaderas y luego poder decir: “Tengamos el ímpetu de entender de qué trata eso”.
Entre las quince canciones del disco está una composición que hiciste para Gal Costa hace cuatro años. La estética de “Realmente lindo” nos invita a mirar hacia la Música Popular Brasileña de las décadas de 1960 y 1970, un período creativo que se revisita a menudo, tanto por ti como por otros artistas de tu generación. ¿Por qué crees que ha ocurrido eso? ¿Atribuirías este movimiento a una cierta nostalgia?
Debo decir que observo diferentes maneras de hacer referencia a este momento. O sea, muchos artistas han agregado algo de contemporaneidad al proceso de revisión. Yo soy uno de esos ejemplos. Cuando pensamos en estas dos décadas tan específicas, debemos pensar que la industria musical, a nivel internacional, abrió mucho espacio para la experimentación; existía una creatividad jamás observada. Internacionalmente, The Beatles se convirtieron en un símbolo de este proceso al crear una obra estupenda pero igualmente libre. En cuanto a la música brasileña, esta dio origen a una ola de compositores, intérpretes y músicos que no se ha visto en ninguna otra parte del mundo, una gente que creó discos capaces de trascender la idea de hacer música con el único propósito de ser escuchados. En mi caso, siempre tuve esa influencia, pero también la conciencia de que no solo quería sonar retro. “Realmente lindo” añade a la totalidad de “Mil coisas invisíveis” algo de esa música que es genuinamente brasileña, que quizá no esté tan presente en otros momentos de mi discografía. Supe que necesitaba un afoxé y lo logré; esta es la canción con la que tuve más oportunidades de experimentar en términos de arreglos, timbres e instrumentos de viento. Pero si pudiera evaluarla desde mi punto de vista, diría que es la canción indie más contemporánea del álbum. Voy a confesar que no aprecio lo que es demasiado nostálgico, pero me interesa seguir un hilo imaginario, figurativo. En otras palabras, ver que doy continuidad a las discografías de mis ídolos de alguna manera.
¿Qué te dijo Gal Costa al escuchar tu propia versión?
Sorprendentemente, todavía no lo sé (risas). Leí una publicación que ella misma escribió sobre el álbum en sus redes sociales, pero aún no hemos tenido la oportunidad de hablar cara a cara para saber cuáles fueron sus verdaderas impresiones. Nos faltó tiempo y oportunidad, así que te digo: tengo mucha curiosidad.
¿No compartes la idea de que la nostalgia es uno de los sentimientos más fértiles a la hora de componer?
La nostalgia nos toca en un lugar interior muy específico con la finalidad de despertar cosas mágicas. El amor también consigue esta hazaña, pero el hecho es que cuando estoy componiendo, incluso estas canciones que uno puede considerar dramáticas, nada de eso parte de un lugar lleno de significados superficiales. Siempre me acerqué a estos temas porque quería convertirlos en algo hermoso. Todas mis canciones que se ven atravesadas por algún sufrimiento son capaces de generar sentimientos preciosos. Es decir, a veces escucho los discos de Neil Young y me encuentro con pistas del género. Me imagino que de alguna manera estoy solo con él, y compartir este dolor con el que escribe me divierte. Además, quisiera decir que hay tantas desgracias en Brasil en este momento que nuestro internet y los memes hacen que las cosas sean un poco más ligeras. He percibido que las páginas de humor que me gustaban adquirieron un tono deprimente y despectivo. Me parece que ahora tenemos que recordar que, sí, podemos burlarnos de lo malo que nos pasa, pero tampoco podemos dejar que esa sea nuestra identidad personal y nacional. Ahí está la dualidad de la nostalgia. Mi disco no teme la tristeza, pero tampoco se permite caer en trampas algorítmicas.
Sueño y agotamiento son palabras que, no es raro, atraviesan las charlas que tengo con amigos sobre São Paulo. En “Meus 26” hablas un poco sobre esto. ¿Se puede decir que todo ahí es realmente una eterna contradicción? ¿Cómo mantenerse cuerdo en medio de esto?
Yo nací en São Paulo y, a pesar de haber viajado por tantas ciudades y lugares, nunca he vivido en otro lugar. Esta letra a la que te refieres deriva de un flujo de conciencia, me acuerdo que me permití escribir todo lo que pasaba por mi cabeza e iba dejando salir lo que venía. Por supuesto, São Paulo aparece como una analogía de este agotamiento, de esta ruina que nos provoca el trabajo incesante. Tengo la sensación de que todos aquí vivimos en modo automático; este estado de las cosas es algo muy paulista. No puedes parar y vas pateando tu propia vida sin darte cuenta de que no estás necesariamente sano. Me veo un poco así, y es curioso que pongas estas dos palabras juntas en un mismo análisis porque, al mismo tiempo que las desgracias nos han rodeado por todos lados, este lugar termina siendo un centro de gravedad de los sueños. Tengo muchos amigos que vinieron de otras partes de Brasil, este país inmenso, porque aquí, de alguna manera, las cosas realmente ocurren. Es verdad que si te encuentras con los tuyos, automáticamente, se crea una forma de pensamiento colectivo. Pero São Paulo es demasiado grande, estás siempre intentando encontrar un rincón de la ciudad para estar en paz y todo conecta con una experiencia disforme, desigual. Si sales a caminar por la calle es difícil saber qué hacer frente a lo que ves, cómo no sentirse impotente o culpable. Entonces, mantenerse cuerdo es, sobre todo, una experiencia muy intensa.
Grabaste “Olha” en el mismo piano con que Os Mutantes, Rita Lee y Caetano Veloso, entre otros grandes artistas brasileños, crearon álbumes icónicos. ¿Qué tipo de influencia crees que un instrumento tan icónico como este, que reserva una energía tan singular y presenció múltiples historias, puede ejercer en un proceso creativo?
Esta fue una experiencia provista de aspectos místicos, diría yo. Hubo canciones que, cuando empecé a grabar el disco, no estaba seguro de si funcionarían o de si las debería hacer de otra forma. Con O Terno, al hacer discos, en general lo ensayamos y luego lo grabamos; es todo muy rápido. Pero cuando trabajo como solista a menudo grabo cosas y luego cambio de opinión. Puedo abandonar una guitarra de nailon para coger una guitarra de dos cuerdas, por ejemplo. El piano que está en la radio El Dorado, el objeto con que tantos genios han creado antes que yo, no me dejó dudas sobre las ganas de seguir este único plan. Pensé desde el principio que todo conspiraba a favor, así que la canción parecía predestinada. Todos creíamos en los elementos mágicos cuando se encendieron las luces del estudio y eso ejerció una especie de influencia, floreció una inspiración muy natural. Sentimos que la grabación sería única y que solo se podía hacer en aquel momento, ya que el efecto fantástico tiene validez y todo pasa muy rápido. Y así fue.
He notado tu creciente interés por lo cósmico, además de una destacada curiosidad por los aspectos sagrados. ¿No sería el amor la máxima expresión de la mística?
Algunas cosas no son tan fáciles de explicar, están muy restringidas al ámbito mental, pero creo que podemos experimentar lo sagrado a través del amor cuando estamos íntimamente enamorados. Si tengo la certidumbre de algo en esta vida es que el amor es un sentimiento que nos desborda. De hecho, eso está muy claro incluso en los textos místicos, tanto de Occidente como de Oriente. Fue justamente lo que predicaba el mismo Jesucristo. Hubo un nivel extraordinario de distorsión por parte de las instituciones religiosas, pero cuando comprendes la unidad y la profundidad de las cosas, ves que todo es poderoso. Hay un verso oculto en este álbum que dice: “Y el amor, como la ley de la gravedad, fue a unirnos a los dos al final”. En ese sentido, mi disco se dedica a abordar mi visión del amor y de lo sagrado.
Hay “mil cosas invisibles” ahí fuera, flotando entre energías, sentimientos, pensamientos… Por otro lado, el mundo parece haberse vuelto más insensible, incapaz de palparlas. ¿Cómo rescatar la sensibilidad en días como hoy?
Desgraciadamente, el funcionamiento de las cosas en el mundo, en medio de una excesiva valoración del “tener” en detrimento del “ser”, aleja a las personas de las sensaciones esenciales o les ofrece ilusiones de poder. Durante la pandemia, hablando con personas distintas, he percibido que una gran parte sentía lo mismo que yo. Es como si hubiéramos llegado a un extremo de ese ritmo frenético que te roba el corazón. Hay un rebote en contra de nuestros deseos e instintos, eso nos hace empezar a cuestionar con más frecuencia qué tiene sentido real en la vida. Fíjate, estamos hablando de una energía primordial que no se puede enterrar por ahí. Sé que el amor se puede sentir por todas las partes, en cualquier situación, pero, más que nunca, es necesario volver a tocar el corazón del ciudadano común, como nos dijo el también cantante Erasmo Carlos. La música tiene ese poder de rescatar a la gente y, en mi caso, no me ha dejado llevar por ilusiones. No quiero decir que es infalible, pero trato de agarrarme a ella para no desviarme de ese camino.
En “Fases” cantas: “Traigo marcas del camino, perdí la pureza de la infancia. Trato las marcas con cariño, ya son parte de mí”. ¿Dirías que esta fue una manera que encontraste para bailar con los traumas y las inseguridades?
En la práctica es difícil lograr esta hazaña. Pero si tratamos de aceptar las cosas como realmente son, quizá empecemos a actuar de una manera más ligera. Siento que hemos renunciado a la negación y hemos enfrentado la realidad, libres de mucha neurosis. Cuando tenía 18 años, por ejemplo, sufrí un accidente de carretera. El autobús se volcó, personas murieron y yo me lastimé. Me impactó mucho en ese momento, pero fue igual de interesante la forma en que se desarrollaron mis pensamientos acerca de esa cicatriz tiempo después. Siempre pensé que podría no estar vivo, pero lo estoy. Tengo una marca relativamente grande en mi hombro y eso se convirtió en un síntoma de que estamos aquí y necesitamos vivir. Bueno, cuando logramos trasladar esta idea de carpe diem a otras cosas, incluso a una canción, todo toma otra proporción. No es que yo sea un tipo superevolucionado al punto de decir tantas cosas teóricas y densas (risas). Pero es que, como humanos, somos tercos y nos negamos, muchas veces, a aceptar cosas que no nos gustan. Poder entender lo que somos y abrazarlo, siguiendo la vida desde allí, nos abre puertas para un mundo nuevo. ∎
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