Desde el rap se adentraron en la electrónica británica y descubrieron los sintetizadores, el dubstep, el UK bass. Pusieron bakalao, echaron unas gotitas –no mucho, que sube que flipas– de gabber y se lo llevaron a bailar con la ola fría del post-punk entre parkineo y muros industriales. Amaneciendo, de resaca, empezaron a charlar sobre lo jodida que está la industria, sobre el nepotismo y la clase, sobre ansiedad generacional, sobre Quevedo y sobre Obama escuchando “Pepas” mientras bombardea colegios. Descendemos la espiral de VVV [Trippin’you], que este viernes, 30 de septiembre, actúan en Madrid (Ochoymedio) y este sábado, 1 de octubre, en el Festival•B (Barcelona).
Ni hay cuatro tiros en la mesa –aunque sí unas cuantas cervezas vacías– ni estamos en el Apartamento. Pero sí discurre por la conversación la energía caótica, reivindicativa y extrema de “Turboviolencia” (Flexidiscos-Conjuro-Helsinkipro, 2021), la de una banda que antes que discos sacó un documental sobre su carrera porque a veces lo más seguro es empezar a construir por la azotea: se pasa con pocas transiciones de la seriedad al dadaísmo, un chiste sirve para quitar el sabor de una bocanada de ácido, las tripas que nos obligaban a diseccionar en los laboratorios de biología del colegio se convierten en las de la industria y alguien asesina al dragón de los porros. Todo eso y mucho más cabe en las cabezas de Adrián Bremmer (voz), Salvi Urbaneja (bajo) y Elinor Almenara (guitarra y teclados), que juntos forman ese tren desbocado de electrónica, cold wave, punk y guitarras industriales que es VVV [Trippin’you].
Pero hay mucha más profundidad en los túneles de una banda que, en muchos sentidos, resulta inclasificable. Por un lado, los videojuegos nutren gran parte de su imaginería posapocalíptica: discutimos sobre por qué el mejor volumen de “Grand Theft Auto” es “Vice City”, sobre lo increíble que es “Shadow Of The Colossus”, sobre la cantidad de horas que Adri invierte en ver gameplays o análisis porque en su momento eligió “la musiquita” antes que jugar a la consola, sobre aquel Sónar en el que llevaron al novio de Eli a jugar al “Metal Gear Solid” como apoyo visual.
Por otro, Adri viene del rap y su propio tránsito por la aventura de la música cristaliza de algún modo en “triple v”. “Se nota en las letras de Trippin’, por sus fraseos, cómo alarga algunas sílabas”, corrobora Eli. Y se nota en que los acompañe en este encuentro con Rockdelux Javi Bilbao, One Path, no en calidad de nada, sino como compañero y amigo. Él y Adri se conocieron en 2011, mucho antes de C.I.A.N.U.R.O., grupo con el que Bremmer se adentraba en territorio witch house: “Vi una pegatina de su grupo de rap del barrio, Men In Mad, en mi escuela de sonido y me enteré de que él estudiaba en la misma. Así que nos conocimos y quedamos para ir a un concierto de Hudson Mohawke en una movida que organizaba Red Bull en la antigua Independance”, explica Javi. “Yo ya le había visto alguna vez en directo, con Agorazein y con Hermanos Herméticos”.
Y, en fin, a todos les unen cosas parecidas, empezando por una aguda iconoclastia y siguiendo por un abanico de influencias que si en algo coinciden es en su falta de complejos. Dan fe el par de sudaderas de Salem que se ha comprado Salvi –“una inversión”–, o que Javi haya pinchado en el festival Cala Mijas un mash-up del tema de Quevedo y Bizarrap con el “Maria Caipirinha” de Carlinhos Brown. Se reserva para sí el que incluye “Cbat”, de Hudson Mohawke, su otra canción del verano.
Dan fe comentarios como “en la música se consumen otros pollos” –todos ríen– cuando hablamos de nuevos formatos de entrevista y del Chicken Shop Date por el que ha pasado hasta la Rosalía. O como este: “¿Respetar los derechos laborales en el mundo de la música? Increíble”, cuando recuerdan las sorprendentemente buenas condiciones de los técnicos en el festival Medusa a raíz de un comentario de Grimaldo, de Urano Players. También dan fe anécdotas como la de aquel día, en febrero de 2016, en el que Salvi y Javi coincidieron en la mítica fiesta de AGZ y C. Tangana en la madrileña sala Siroco –que era más una listening party de la discografía de Drake y en la que Pucho presentó “C.H.I.T.O.”– aunque no llegaran a conocerse. Pero sobre todo puede dar fe cualquiera que pase un rato con ellos.
Así que podría decirse que venís un poco del rap…
Adri: Yo empecé haciendo rap a los 14 y estuve como hasta los 20. Podríamos decir que con las batallas de gallos me pagué mis primeros monitores. Y luego fui interesándome por otras movidas más electrónicas. Recuerdo un festival Cultura Urbana, en 2010 creo, al que fui solo para ver a Urano Players. También vi a Plastician, a los Foreign Beggars y otras cosas guapísimas, pero iba básicamente por Urano Players. No los conocía personalmente y en apenas un par de años estaba haciendo cosas con ellos: nos los presentó a Javi y a mí una colega, La Mosta, que reunió un día en su casa, así como a la peña de Urano Players y otros grupos de la escena; ese día también conocimos a Grimaldo. Y a día de hoy seguimos siendo amigos. Y te puedo decir que tienen la culpa de que yo empezara a meterle sintes al rap y que empezara a interesarme mucho por la música electrónica del Reino Unido, que son movidas que naturalmente evolucionaron en Trippin’.
¿Habéis escuchado gabber y diríais que es importante en vuestra música?
Adri: Claro. No mucho, ¿eh? Pero sí. A ver, el protogabber y las escenas holandesa, alemana y tal sí que lo he escuchado bastante, pero tampoco he ido mucho más allá. Y tampoco me lo he planteado para el grupo. Evidentemente, se nota un montón en cosas como los bombos distorsionados de “Odiar frontal”, pero, ya te digo, tampoco he sido un conocedor máximo de la movida y me cuesta decir que el gabber sea una influencia real.
Es algo que se está volviendo a reivindicar ahora, ¿no?
Adri: Son escenas que en su momento trascendieron poco y que creo que están entrando más por esas reivindicaciones modernas, no por las escenas en sí. Björk y Kali Uchis –y parece que también Doja Cat– ahora quieren hacer gabber, y me parece bien que la peña se fije en la electrónica de la escena alemana de los 90 y que se reivindique el rollo Thunderdome. Es una escena que mola, realmente, y que es un poco análoga aquí al bakalao.
¿Por?
Adri: A mí lo que más me mola de Valencia es que evoluciona del rollo The Haçienda a una cosa muy propia, primero a través del rollo ambient y el sonido este “balearic” y luego con una cosa mucho más ácida y mucho más hardcore también. Cuando digo que nosotros somos “neobakalas” es porque nos sentimos muy entre la música que se hace en Reino Unido y la que se hace en España. No tanto por el sonido bakala, sino por la influencia que tienen en mí las escenas electrónicas de Reino Unido. El dubstep, por ejemplo, es mi género favorito; todo lo que es el UK bass me flipa… y me está flipando que ahora lo estén rescatando peña de la nueva escena rollo Overmono, Kelman Duran… Incluso escuchas el disco de Beyoncé y ves que ahí hay cositas, que aunque esté muy cerca del deep house está muy basado en UK.
Eli: Una cosa que me flipa de la electrónica es el rollo impersonal: no son muy famosos aunque estén produciendo para los tops mundiales. Son escenas muy pequeñas, pero a la vez son megaglobales.
Mira OPN, que ha terminado siendo no solo el productor de The Weeknd, sino su DJ en directo y haciendo bandas sonoras increíbles.
Adri: Sí, toda esta movida viene del rollo Underground Resistance, de no centralizar la música y mantener la experiencia colectiva, rehuir la idolatría… Me parece la hostia. También hablo de la electrónica más pura porque a día de hoy creo que todo es electrónica, porque prácticamente todo pasa por medios electrónicos.
De hecho, vuestras guitarras son “electrónicas”, ¿no?
Adri: En directo sí que llevamos guitarras, pero en el disco son todo sintéticas. La única canción para la que grabamos guitarras fue “Amianto” y porque fue una decisión artística de Diego, de La Plata, que era el productor y dijo: “No, no, esto tiene que sonar feo”.
¿Fue muy importante y significativa la aportación de Diego?
Adri: Sí, sí. Yo además tengo un poco de “maquetitis” y me acostumbro tanto a las demos que termino por no verles los defectos; así que me viene bien un oído fresco. En “Turboviolencia” se ha notado mucho el salto de tener un productor dedicado exclusivamente a producir, porque Willy en los primeros se tenía que encargar también de mezcla y máster y no daba abasto. Ahora estaba Diego, pero es que además estaba Grimaldo, estaba Adolfo… había muchos filtros y eso es muy sano. Que luego llega Yung Lean y te saca un disco increíble grabado con un móvil en su puta casa. Pero nosotros no somos Yung Lean.
Entiendo que hacer “Turboviolencia” cuesta mucho más pasta que hacer “Escama”, el álbum que autoeditateis en 2020.
Eli: ¡Pero vamos!... En “Escama” las voces están grabadas en el armario de Adri o en el de Willy con un micro de mierda… Este está grabado en los estudios Metropol.
Adri: Y en los Metropol porque Adolfo es colega y nos ayuda, pero si no es imposible.
Claro, al final se van acomodando los precios, pero no deja de notarse mucho la diferencia económicamente.
Adri: Pero no sé cuántas veces más…
¿El doble?
Adri: Qué va, qué va. Diez veces más.
Eli: Piensa que “Escama” salió prácticamente gratis.
¿Y “Turboviolencia” lo pagasteis todo vosotros?
Eli: Helsinkipro ayudó para prensar el vinilo y la distribución, y es verdad que asume el 20% de prácticamente todo lo que hacemos, por ejemplo los videoclips.
Adri: Pero a hacer el disco no. La grabación la pagamos nosotros y sí que nos dieron un adelanto de la parte editorial para poder terminar de costear todo. Pero la mayoría de las cosas que hacemos en Trippin’ son autogestionadas. Pillamos el adelanto porque si no, no salía el disco, pero en general no me gusta depender de nadie. Y, bueno, ceder la parte editorial era lo que menos nos importaba porque ¿dónde vamos a salir?, ¿en una peli de Netflix que ya nadie ve?
Viendo el resultado de “Escama” y el resultado de “Turboviolencia”, ¿son tan diferentes? Es decir, ¿es diez veces más el resultado de “Turboviolencia”? ¿Merece la pena invertir en un disco en condiciones e ir con todo o a veces merece la pena hacerte un Yung Lean?
Eli: Para mí merece la pena 100%, siempre.
Adri: Yo no estoy de acuerdo.
Eli: Si no tienes la suerte que hemos tenido nosotros de tener a alguien que te apoye, aunque sea un poco, y haber podido ganar algo con lo que ya has hecho, pues sigue con tu movida. Pero creo que si puedes gastarte diez veces más, lo vas a notar.
Adri: Yo es que creo que diez lo he dicho muy a la ligera, ¿eh? Son más, pero bueno…
Eli: El caso es que creo que este año nos han tomado un poco más en serio. Quizá no tanto…
Claro, la cosa es… ¿diez veces más en serio?
Adri: ¿Nos toman diez veces más en serio que en “Escama”? Y cien veces más. ¿Nos toman más en serio porque hayamos invertido más? No lo creo. Ha coincidido, yo creo, con otras movidas. Nosotros escribimos por ejemplo a Helsinkipro y a otras muchísimas más para ver si querían sacar el “Escama” en vinilo y ni nos leyeron. Lo que pasa es que coincidimos con Xulian, que es nuestro mánager de ahora, en un concierto de Trippin’ en Valencia y vio que teníamos la sala petada… Él estaba trabajando en Helsinkipro entonces, lo había escuchado y le molaba, pero no lo veía claro. Y gracias a ver que llenamos la sala pudo convencer a Helsinkipro. O sea, que no es tanto el efecto “Turboviolencia”… Que evidentemente nadie se va a fijar en el grupo en la época de “L’ennui” (Autoplacer, 2018) porque es que ni siquiera éramos un grupo que me interesara a mí. Pero en “Escama” sí hay un salto que quizá es suficiente en comparación con “Turboviolencia”.
El hecho de que tengáis público detrás para seguir llenando salas entiendo que os da un cierto respaldo cuando apuntáis a ciertos problemas o sectores de la industria, os da seguridad.
Adri: No tanto eso como que ¿quién le quiere caer bien a todo el mundo? Si a mí alguien me cae mal, ¿por qué le quiero caer bien? Si a mí algo me parece mal, ¿por qué no voy a decirlo?
Alguien podría decirte que porque te programa…
Eli: Claro, es que si tu sueldo y tu comida dependen de ello pues igual entiendo que…
Vosotros seguís teniendo vuestro curros, ¿no? Que de alguna manera es algo que también te da un poco de independencia.
Adri: No, no, ya no. Eli sí, pero porque ella tampoco lo quiere dejar. Pero yo no. Llevaré un año o así.
O sea, que “Turboviolencia” sí ha funcionado…
Adri: Bueno, sí, al nivel de poder permitirme sobrevivir, pagar el alquiler y darle de comer al gato. Pero no ha hecho que ahora me sienta más capacitado para decir lo que pienso. Que no somos The KLF… No hemos quemado un millón de libras en una plaza y no somos los artistas más íntegros del mundo, pero sí soy consciente de que yo me represento a mí mismo, no a una marca, y de que en esta industria hay que revisar muchas cosas en cuanto a las condiciones laborales. Nos quejamos de que estamos currando ocho horas en un Primark por 1000 pavos, pero no de que nos paguen 600 a los tres por dar un bolo en una ciudad a 400 km de casa, porque “estás cumpliendo un sueño”. Y eso no es ni medio normal. Hay mucho servilismo y mucha peña que viene con todo resuelto y que no le importa aceptar condiciones de mierda. ∎
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