William Basinski ha pasado la mayor parte de 2020 confinado en su pequeña casa de Los Ángeles, entregado (como buena parte de la población mundial), al doomscrolling, neologismo con el que los anglosajones denominan el acto de consumir compulsivamente un flujo de información apocalíptica. No sería descabellado pensar que esta actividad –que el propio músico califica de “nociva”–ha sido el alimento de su más reciente obra discográfica, “Lamentations” (Temporary Residence-Popstock!, 2020), pesarosa desde su mismo título. Pero, en realidad, el disco estaba listo para salir a la luz antes de que la pandemia se instalase en nuestro día a día (originalmente, su publicación estaba prevista para la pasada primavera, pero fue aplazada hasta el otoño). Y, de hecho, el grueso de su contenido se compone de archivos que Basinski llevaba acumulando desde mucho tiempo atrás, remontándose a sus primeros tanteos con el ambient en la década de los setenta, e incluyendo también esbozos destinados a otros proyectos.
En el loop de piano de “Tear Vial” hay uno muy claro. Al escucharlo, puedo decir con certeza que lo grabé en San Francisco a finales de los setenta, seguramente en 1979, antes de mudarme a Nueva York. Cuando empecé a experimentar con el ambient, tuve que aprender a manipular las cintas para conseguir mis propios sonidos. Al principio, no sabía cómo cortarlas al sesgo, de manera que el loop crease un efecto de fundido; lo hacía en ángulos de 90 grados, que dejaban un “click” audible en la versión final. En aquel momento me parecía un defecto irritante, pero al volverlo a escuchar después de tanto tiempo, me gustó que hubiera quedado esa señal, que me permitía localizar el momento y las circunstancias en que había creado ese sonido en concreto. Forma parte de la realidad de esa música.
Sí, pero creo que es algo inherente a la música. Cuando escuchas una canción que te ha dejado algún tipo de huella, es inevitable viajar en el tiempo hasta el momento en que la escuchaste por primera vez.
Esta composición es un estudio que realicé hace unos diez años, cuando ANOHNI me propuso ser el codirector musical de la ópera de Robert Wilson “Life & Death Of Marina Abramovic”. Tras leer el libreto, pasé meses buceando en YouTube para investigar la música de los Balcanes, su folklore, el muzak de los años cincuenta… Las voces que mencionas salen de allí, es un canto de una gran melancolía, con el que conecté de inmediato. Utilicé la pieza para marcar las directrices de lo que sería la obertura de la obra. Bob estaba entusiasmado, y muy pronto empezamos a experimentar aislando unos elementos, realzando otros. Svetlana Spajić creó una preciosa melodía vocal que se integraba con el loop de una sección de cuerda… Fue un largo camino hasta el resultado final, pero siempre he sentido debilidad por este esbozo preliminar, y me pareció que encajaba muy bien con el tono general de “Lamentations”.
Son unos loops que usé en los bises de mi última gira. Un día, estaba en el estudio con mi asistente Preston y dije: “Vamos a hacer una grabación decente de esto”. Realizamos un par de tomas conmigo manipulando la cinta en directo a distintas velocidades; es impresionante escuchar cómo las voces empiezan a emerger y a desintegrarse.
Está claro que existe un deterioro específico en lo digital, pero no me parece demasiado interesante... (medita durante unos segundos) No, no me gusta. Qué quieres que diga, ¡soy hijo de lo analógico!
Poco antes de que publicases “The Disintegration Loops”, Bill Morrison estrenó su película “Decasia” (2000), que recopila fragmentos de celuloide antiguo extremadamente deteriorado. Después del 11-S, el disco ha quedado unido a la tragedia, pero siempre he creído que existe un vínculo muy estrecho entre tu trabajo y ese filme. ¿Lo conoces?
Claro. Bill es un buen amigo mío. De hecho, empezamos a intercambiar e-mails por esa época; hablábamos mucho de nuestros respectivos proyectos. Cuando me envió una copia de “Decasia”, quise probar algo: quité el volumen y la vi sincronizada con “The Disintegration Loops II”. Fue precioso. Quizá esté mal que diga esto, pero… ESA debería ser la banda sonora de “Decasia” (ríe).
Bueno, Bill tiene su compositor de confianza (Michael Gordon), no sé si le haría mucha gracia… De todos modos, me gusta la idea de que nuestras obras puedan cruzarse como un mashup casero. ∎
William Basinski debe ser el único alto mando del ambient a quien confunden con Jon Bon Jovi en los actos públicos (una anécdota que el artista explica con jocoso fastidio). Su presencia es desafiante, fruto de una iconicidad estética cultivada desde que, en su juventud, empezó a frecuentar los círculos del underground queer. La etiqueta solemne que demandan sus empresas más cercanas a la hauntología ha llevado a Basinski a adoptar un registro discreto encima del escenario, pero este mismo año el autor de “Cascade” (2015) ha puesto de largo Sparkle Division, un proyecto compartido con su ayudante Preston Wendel, en el que Basinski recupera el saxo, instrumento con el que se fogueó en sus inicios. “To Feel Embraced” (Temporary Residence, 2020), el LP de debut del dúo, es una rodaja lounge surgida del hemisferio derecho del cerebro que ocupa un lugar especial en el corazón de su coautor. “Lo teníamos listo desde hacía tiempo, pero a Preston le entraban los nervios cada vez que hablábamos de editarlo. Hasta que, a principios de este año, lo convencí de que había llegado el momento de que viera la luz, y de que este iba a ser un disco de verano. Es jazzy, es raro, es divertido… Aunque este año no hayas podido ir a la playa, como mínimo tenías la opción de poner nuestro disco, prepararte un cóctel y bailar en casa”. Sobre la posibilidad de trasladar el grupo al directo, Basinski se muestra reticente, y no solo porque en estos momentos le resulte inconcebible planear una gira. “He perdido práctica al saxo, pero aún puedo improvisar algo resultón si me arrojas un material lo suficientemente enérgico y lo grabamos en una sola toma, que es lo que hizo Preston. Pero ensayar cosas que han surgido espontáneamente para luego tocarlas en un concierto… Cuando era joven no me suponía un problema, porque si algo no faltaba en Nueva York en los ochenta eran bandas con las que subirse al escenario. Pero ahora debería tener el tiempo y las ganas para hacerlo. No lo veo. Aun así, Preston se ha metido mucho en el disco y el funky últimamente, y me insiste con que tiremos por esa vía. Quién sabe, quizá de allí salga algo viable para los directos”. ∎
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