Reflexiones y lamentos. Foto: Danilo Pellegrinelli
Reflexiones y lamentos. Foto: Danilo Pellegrinelli

Entrevista

En la galaxia ambient de William Basinski

La discografía de William Basinski inmortaliza sonidos que, de puro degradados, están a punto de desaparecer, convirtiéndolos en ventanas desde las que contemplar hechos históricos. Su último disco, “Lamentations”, contiene su colección de loops más dispersa, pero también es el que pretende entablar un diálogo más directo con nuestro presente.

15. 12. 2020

William Basinski ha pasado la mayor parte de 2020 confinado en su pequeña casa de Los Ángeles, entregado (como buena parte de la población mundial), al doomscrolling, neologismo con el que los anglosajones denominan el acto de consumir compulsivamente un flujo de información apocalíptica. No sería descabellado pensar que esta actividad –que el propio músico califica de “nociva”–ha sido el alimento de su más reciente obra discográfica, “Lamentations” (Temporary Residence-Popstock!, 2020), pesarosa desde su mismo título. Pero, en realidad, el disco estaba listo para salir a la luz antes de que la pandemia se instalase en nuestro día a día (originalmente, su publicación estaba prevista para la pasada primavera, pero fue aplazada hasta el otoño). Y, de hecho, el grueso de su contenido se compone de archivos que Basinski llevaba acumulando desde mucho tiempo atrás, remontándose a sus primeros tanteos con el ambient en la década de los setenta, e incluyendo también esbozos destinados a otros proyectos.

Semejante acumulación de capas sónicas y temporales es, en sí misma, un eco del mayor hito en la trayectoria del artista: “The Disintegration Loops” (2002-2003), un ciclo de bucles sonoros melancólicos que, a cada repetición, refleja la progresiva descomposición material de la cintas que los contenían originalmente. Al ser emparejadas con unas imágenes, tomadas por el mismo Basinski, del humeante crepúsculo en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, estas composiciones se convirtieron en lo más cercano a la banda sonora de una nación de luto. “Lamentations” no posee un componente visual equiparable, pero eso no ha sido óbice para que haya sido leído en clave de zeitgeist, como una manifestación acústica del dolor que padece el mundo. Y aunque sea fruto de la casualidad, su autor parece cómodo con el discurso oficial: cuando, al final de la conversación telefónica que mantuvimos en noviembre, le pregunté qué clase de sonido elegiría para definir el balance que nos deja 2020, él no dudó en responder que “Lamentations” es justamente “eso”.

Este agudo don de la oportunidad no debería menoscabar la sensibilidad de Basinski, cuya figura se asemeja un poco a la del trapero alegórico que definió Walter Benjamin: alguien que recoge y acumula los desechos de la Historia para luego colocarlos en un escenario donde adquieren un brillo peculiar. Su trayectoria es una galería de trazos sonoros residuales y expuestos a las inclemencias del tiempo, proyectados por el músico hacia un Gran Concepto iluminador, que tanto puede ser la vibración de los agujeros negros –en “On Time Out Of Time” (2019)– como una elusiva elegía a David Bowie –el tema “For David Robert Jones”, incluido en “A Shadow In Time” (2017)–. En lo estético, “Lamentations” es un trabajo claramente continuista de este proceso, pero pocas veces Basinski se había atrevido a levantar el velo de su metodología y hacer tan evidente la procedencia azarosa de sus materiales. Según el ángulo desde el que se observe, el álbum no deja de ser una mera limpieza de fondo de armario, pero la palpable vulnerabilidad que transmiten sus piezas crea un relato que nos habla, de manera cristalina, del proyecto a largo plazo de su autor, de una técnica artesana que va más allá de marcos contextuales. Porque, en sus mejores momentos, la obra de William Basinski no es otra cosa que el retrato de la música en el instante exacto en que esta empieza a olvidarse a sí misma.

“Estados Unidos, y el mundo en general, llevaban ya un tiempo sumidos en el miedo y la crispación irracionales, así que esta colección de sonidos dañados me pareció el punto de partida indicado para tratar de captar el sonido del presente”
Sueles emparejar la abstracción de la música ambient con narrativas conceptuales claras. El tono de “Lamentations” parece venir marcado por su título, pero el hecho de que hayas recuperado archivos antiguos para este trabajo me lleva a pensar que, en el fondo, el verdadero tema de este disco eres tú y tu manera de hacer música. ¿Crees que es así, o lo estoy sobreanalizando?

Tiene sentido verlo así. En cierto modo, “Lamentations” es una colección de descartes, así que, quizá, lo que refleja el disco es cómo he aprendido a dejar que los accidentes se introduzcan en mi trabajo. Durante mucho tiempo, estuve obsesionado con la búsqueda del loop perfecto, de esa espiral sónica en la que no puedes evitar caer. En su día, ninguno de los bucles que aparecen en “Lamentations” me pareció lo suficientemente hermoso para incluirlo en un álbum, pero el año pasado me crucé de nuevo con estos archivos, y empecé a verlos de otro modo. Aún faltaban meses para que empezáramos a oír hablar del coronavirus, pero Estados Unidos, y el mundo en general, llevaban ya un tiempo sumidos en el miedo y la crispación irracionales, así que esta colección de sonidos dañados me pareció el punto de partida indicado para tratar de captar el sonido del presente.

¿Me puedes dar un ejemplo de algún “accidente” que pueda escucharse en el disco?

En el loop de piano de “Tear Vial” hay uno muy claro. Al escucharlo, puedo decir con certeza que lo grabé en San Francisco a finales de los setenta, seguramente en 1979, antes de mudarme a Nueva York. Cuando empecé a experimentar con el ambient, tuve que aprender a manipular las cintas para conseguir mis propios sonidos. Al principio, no sabía cómo cortarlas al sesgo, de manera que el loop crease un efecto de fundido; lo hacía en ángulos de 90 grados, que dejaban un “click” audible en la versión final. En aquel momento me parecía un defecto irritante, pero al volverlo a escuchar después de tanto tiempo, me gustó que hubiera quedado esa señal, que me permitía localizar el momento y las circunstancias en que había creado ese sonido en concreto. Forma parte de la realidad de esa música.

Iconicidad estética. Foto: Danilo Pellegrinelli
Iconicidad estética. Foto: Danilo Pellegrinelli
¿Te resulta sencillo ubicar temporalmente el material que has acumulado a lo largo de los años?

Sí, pero creo que es algo inherente a la música. Cuando escuchas una canción que te ha dejado algún tipo de huella, es inevitable viajar en el tiempo hasta el momento en que la escuchaste por primera vez.

Me intrigan las voces que suenan en “O, My Daughter, O, My Sorrow”. ¿De dónde provienen?

Esta composición es un estudio que realicé hace unos diez años, cuando ANOHNI me propuso ser el codirector musical de la ópera de Robert Wilson “Life & Death Of Marina Abramovic”. Tras leer el libreto, pasé meses buceando en YouTube para investigar la música de los Balcanes, su folklore, el muzak de los años cincuenta… Las voces que mencionas salen de allí, es un canto de una gran melancolía, con el que conecté de inmediato. Utilicé la pieza para marcar las directrices de lo que sería la obertura de la obra. Bob estaba entusiasmado, y muy pronto empezamos a experimentar aislando unos elementos, realzando otros. Svetlana Spajić creó una preciosa melodía vocal que se integraba con el loop de una sección de cuerda… Fue un largo camino hasta el resultado final, pero siempre he sentido debilidad por este esbozo preliminar, y me pareció que encajaba muy bien con el tono general de “Lamentations”.

Lo operístico también está presente en el tríptico que ocupa el tramo final del disco...

Son unos loops que usé en los bises de mi última gira. Un día, estaba en el estudio con mi asistente Preston y dije: “Vamos a hacer una grabación decente de esto”. Realizamos un par de tomas conmigo manipulando la cinta en directo a distintas velocidades; es impresionante escuchar cómo las voces empiezan a emerger y a desintegrarse.

Buena parte de tu música trata sobre las metamorfosis y el deterioro de los materiales físicos. ¿Crees que esta noción de “decadencia” puede sobrevivir en la era digital?

Está claro que existe un deterioro específico en lo digital, pero no me parece demasiado interesante... (medita durante unos segundos) No, no me gusta. Qué quieres que diga, ¡soy hijo de lo analógico!

Poco antes de que publicases “The Disintegration Loops”, Bill Morrison estrenó su película “Decasia” (2000), que recopila fragmentos de celuloide antiguo extremadamente deteriorado. Después del 11-S, el disco ha quedado unido a la tragedia, pero siempre he creído que existe un vínculo muy estrecho entre tu trabajo y ese filme. ¿Lo conoces?

Claro. Bill es un buen amigo mío. De hecho, empezamos a intercambiar e-mails por esa época; hablábamos mucho de nuestros respectivos proyectos. Cuando me envió una copia de “Decasia”, quise probar algo: quité el volumen y la vi sincronizada con “The Disintegration Loops II”. Fue precioso. Quizá esté mal que diga esto, pero… ESA debería ser la banda sonora de “Decasia” (ríe).

¿Nunca os habéis planteado hacer una proyección de la película con tu música?

Bueno, Bill tiene su compositor de confianza (Michael Gordon), no sé si le haría mucha gracia… De todos modos, me gusta la idea de que nuestras obras puedan cruzarse como un mashup casero. ∎

La fiesta según Basinski

William Basinski debe ser el único alto mando del ambient a quien confunden con Jon Bon Jovi en los actos públicos (una anécdota que el artista explica con jocoso fastidio). Su presencia es desafiante, fruto de una iconicidad estética cultivada desde que, en su juventud, empezó a frecuentar los círculos del underground queer. La etiqueta solemne que demandan sus empresas más cercanas a la hauntología ha llevado a Basinski a adoptar un registro discreto encima del escenario, pero este mismo año el autor de “Cascade” (2015) ha puesto de largo Sparkle Division, un proyecto compartido con su ayudante Preston Wendel, en el que Basinski recupera el saxo, instrumento con el que se fogueó en sus inicios. “To Feel Embraced” (Temporary Residence, 2020), el LP de debut del dúo, es una rodaja lounge surgida del hemisferio derecho del cerebro que ocupa un lugar especial en el corazón de su coautor. “Lo teníamos listo desde hacía tiempo, pero a Preston le entraban los nervios cada vez que hablábamos de editarlo. Hasta que, a principios de este año, lo convencí de que había llegado el momento de que viera la luz, y de que este iba a ser un disco de verano. Es jazzy, es raro, es divertido… Aunque este año no hayas podido ir a la playa, como mínimo tenías la opción de poner nuestro disco, prepararte un cóctel y bailar en casa”. Sobre la posibilidad de trasladar el grupo al directo, Basinski se muestra reticente, y no solo porque en estos momentos le resulte inconcebible planear una gira. “He perdido práctica al saxo, pero aún puedo improvisar algo resultón si me arrojas un material lo suficientemente enérgico y lo grabamos en una sola toma, que es lo que hizo Preston. Pero ensayar cosas que han surgido espontáneamente para luego tocarlas en un concierto… Cuando era joven no me suponía un problema, porque si algo no faltaba en Nueva York en los ochenta eran bandas con las que subirse al escenario. Pero ahora debería tener el tiempo y las ganas para hacerlo. No lo veo. Aun así, Preston se ha metido mucho en el disco y el funky últimamente, y me insiste con que tiremos por esa vía. Quién sabe, quizá de allí salga algo viable para los directos”.

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