¿Qué tienen en común Els Pets, Chuck Prophet, Sisa, Joe Crepúsculo, Martin Rev, Beasts Of Bourbon y Sergio Makaroff? Fácil: todos ellos han actuado alguna (o más de una) vez en el Sidecar. A la efeméride de 34 años en activo, el decano barcelonés en activo del rock y aledaños añade otra: en plenitud de forma,
el 12 de diciembre celebró su concierto 5000, que recayó en la actuación de Nick Lowe & Los Straitjackets. Según explica
Roberto Tierz, director de la sala, esta conmemoración con regusto a turismo sesentero tiene su rigor:
“Vimos que había salas que celebraban 1000, 2000 conciertos, y con la calculadora ves que exageran. ¿Es que programáis cinco conciertos al día? Y nos pusimos a recopilar todo lo que habíamos
hecho. Nos salían unos 4950 y dijimos: ‘Busquemos una fecha para celebrar el 5000’. Y a un artista que nos gustara y representara, de carrera larga. Salió Nick Lowe y no miramos más, claro”. De estas 5000 noches podemos recordar en
su web unas 1500: que son el número de carteles de conciertos que la sala ha digitalizado, disponibles para descarga y para recibir en casa (envío gratuito). Los mejores se exponen en Sidecar para celebrar el fasto.
“Algunos los hacen los grupos; otros son de nuestro diseñador, Wookie. Pero lo interesante es que explican la evolución de cómo un artista quiere representarse”, reflexiona Tierz.
Un minuto moviendo la pestaña del histórico local produce vértigo: recuerdas que este sótano tan familiar y casero es básico para la cultura musical española. Ha sido y es cantera de nuevas bandas –las facilidades que pone a los grupos noveles para tocar son míticas–, y sala de estar para iconos que quieren regresar a las distancias cortas.
“A finales de los ochenta, Alex Chilton tocó aquí en un momento no muy álgido y por primera vez pensé que podíamos programar a grandes artistas que busquen un contacto directo”, recuerda Tierz. Lo íntimo de la sala no apacigua su carácter sudoroso y vibrante, donde si te descuidas te alcanza un lapo: al contrario, contribuye a la sensación de peligrosidad.
Noches como la de los New York Dolls (
“David Johansen dijo que era el infierno, como tocar hacía treinta años en el CBGB”) o la demencial actuación de Beasts Of Bourbon (con un Tex Perkins que acabó tirado, durmiéndola en el suelo) lo corroboran. La celebración proseguirá en enero con exposiciones sucesivas de tres fotógrafos puntales de la imagen de la música en vivo en Barcelona: Xavier Mercadé, Jordi Vidal y Ray Molinari. Un apreciable y merecidísimo regodeo ensombrecido por la reciente muerte del programador Quim Blanco; su categoría humana la resume Tierz en el hecho de que durante los tres conciertos de homenaje que se le hicieron
“nadie, absolutamente nadie cobró”.
Si me permitís el símil, Sidecar es el km. 0 de los conciertos en Barcelona, el auténtico
slow food: el mejor producto degustado en condiciones de proximidad, aliñado con toda la emoción y el sudor que propician el comer en la mesa del chef, al lado de los fogones. Un
show-cooking que va directo de la cocina al comensal, a precio de casa de comidas. Una pitanza larga, placentera y digestiva durante la que se puede asimilar lo engullido. El mejor antídoto contra algunas degustaciones de veinticinco platos sin criterio que pueden derivan en empacho y diarrea (mental). ∎