La figura de Frank Zappa (1940-1993) ha entrado y salido de mi vida en muchas ocasiones desde que era un adolescente. Unas veces me fascina y otras me aburre de solemnidad, no hay término medio. Es normal cuando hablamos de alguien con una obra tan extensa como la suya. Me veo reflejado en su adicción al trabajo más veces de las que me gustaría admitir, pero eso es otra historia que (quiero pensar) pasa a todos aquellos que se dedican a lo que más les gusta. En los últimos meses he recuperado nuevamente su música con gusto, y estoy aprendiendo a disfrutarla de un modo nuevo gracias a la lectura de “La música se resiste a morir: Frank Zappa. Biografía no autorizada” (Alianza, 2021).
Zappa fue un maestro componiendo a destajo partituras complejísimas, y ha de ser reconocido como uno de los compositores más relevantes del siglo XX. Sin embargo, aún hoy cierto sector del academicismo musical se resiste a reconocerlo como una figura a la altura de Györgi Ligeti o John Cage. Su pecado fue abrazar el rock y el humor para intentar llegar a un público más amplio (no olvidemos que Zappa, además de músico, fue empresario). Sin embargo, no fue el primero en adoptar el lenguaje cómico para acercar al gran público una obra oídos educados. Uno de sus principales referentes fue Spike Jones, rey de lo bufo en la música estadounidense de la primera mitad del siglo XX. Basta con ver una de las actuaciones en la televisión norteamericana de Jones que circula por internet, en la que interpreta un medley de varias obras de Tchaikovsky, para entender cómo nuestro hombre haría suya la habilidad de incluir el humor en la interpretación de música culta, sin por ello perder un ápice de calidad. Zappa vio esto siendo un niño, y su marca lo acompañaría toda la vida.
Pero son los compositores contemporáneos los que ejercerían una mayor influencia en él, y a menudo se sentiría frustrado al tener que utilizar la estética del rock’n’roll para producir su música, siendo en esencia un compositor de vanguardia, como sus admiradísimos Varèse o Stockhausen, por citar solo a dos. Allá donde quiera que esté el bueno de Frank, debe de estar mordiéndose los puños viendo cómo su legado ha influido principalmente no en la escuela clásica contemporánea, sino en la del rock.
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