Luis López Carrasco es director de cine, artista visual y escritor, dirigió “El año del descubrimiento” (2020), por el que ganó dos Goya, entre otros premios (octava mejor película del año según Rockdelux). Antes había publicado la novela de ciencia ficción “Europa” (Gollarín, 2014), que bien podría ser un episodio de “Black Mirror” (Charlie Brooker, 2011-2014), sobre un padre que ve en un reproductor digital los sueños de su hijo adolescente.
En 2023 obtuvo el Premio Herralde de Novela con “El desierto blanco” (Anagrama, 2023), otra especulación inquietante. Es parte del colectivo de cine experimental Los Hijos y profesor de Comunicación Audiovisual y Periodismo de la Universidad de Castilla-La Mancha. Conversamos en la librería madrileña Tipos infames una mañana primaveral de insoportable calor, de esas que arrancan ironías climáticas sobre horizontes tan distópicos como los de sus personajes.
¿Cómo surge este libro?
Me ha acompañado diez años. Decidí escribirlo un día tras recopilar ideas. Trabajando en otra cosa me vino a la mente el final. Desde entonces fui diseñando las historias. Hay algo de memoria generacional que conecta con un momento de 2012 en Madrid, cuando venían amigos a emigrar; y cuestiones que reflexionaba, como construir una voz narrativa que nos contase el presente desde un futuro incierto. Con esos elementos pude escribirlo en 2020, en el confinamiento.
“El año del descubrimiento” es un documental sobre eventos históricos, tus novelas son ciencia ficción. ¿Qué te aporta saltar de lo real a lo especulativo?
Las personas creativas solemos ser más plurales y heterodoxas que las casillas donde nos meten. Empecé a escribir guiones de cortos de ficción con un punto fantástico cuando vine a Madrid a hacer cine. Trabajé de ayudante de dirección con veintipocos. Rodar ficción se convirtió en algo pesado, aparatoso y de responsabilidad, y me hizo hiperconsciente de los recursos que cuesta poner en escena algo. Me bloqueó un poco, así que decidí que desarrollaría la ficción en la literatura.
¿Cómo te planteas la estructura y la resolución formal de tus historias?
Vengo de Michigan, he repasado mis primeras obras colectivas y en solitario, me he dado cuenta de que comparten una conexión temporal. En la primera que hice en Berlín –una videoinstalación sobre inmigrantes turcos de tercera generación con una cámara de Super-8 y otra de alta definición– conectaba los años cincuenta y 2010. “El año del descubrimiento” está en dos tiempos a la vez, “El desierto blanco” también. Con “El año del descubrimiento” leí novelas del siglo XIX con muchísimos personajes para hilvanar los discursos, para que fluctuaran como las personas, con un arco narrativo que cambia. En “El desierto blanco” los cinco capítulos estaban definidos; la escribí del tirón, llevaba años pensando en ella. Con obras anteriores también me pasó. Lo voy rumiando y al ponerme intento no perder que la escritura esté abierta y te lleve por caminos. Sabía dónde acabar, si no llegaba allí tampoco pasaba nada, aunque siembras para que los caminos aparentemente no conectados lo hagan.
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