Decir que el nuevo trabajo de Baiuca es sorprendente sería faltar a la verdad. Pero aunque “Barullo”, entendido por el propio Alejandro Guillán como una “foliada electrónica”, parta de preconcepciones obvias a la vista de su discografía, realmente se sitúa en un punto más intermedio que nunca en la carrera del gallego: jamás había conseguido que la rave sonara tan como una verbena, y que la verbena sonara tan como una rave. Sí, sus discos anteriores ya se definían por la mixtura entre el folclore gallego y la música electrónica en general de raíz británica, pero al principio todo estaba sobrevolando más el territorio ignoto de la folktrónica, y el ámbito de artistas y productores con el que se relacionaba entonces Baiuca (El Búho, Nicola Cruz, Dengue Dengue Dengue...) no hacía sino confirmar esa dirección. Es en “Barullo”, por primera vez, donde la tradición musical gallega se convierte en material del sampleo, y son los beats, las producciones, los ritmos y los efectos electrónicos lo que vehicula el discurso de principio a fin. En su tercer trabajo, Baiuca se acerca al club, investiga su propia muscularidad y, por qué no, se abandona más al disfrute y al hedonismo, quitándose más de un corsé en torno a lo que se espera de él y disfrutando de géneros post-rave (deep house, post-dubstep, progressive breaks...) a los que le apetecía abandonarse, como ha contado, con más devoción.

Compuesto en general de viaje, girando sin descanso como el artista consolidado en el circuito mundial del club alternativo que es, y con la única compañía de su portátil, “Barullo” invita al movimiento rodado, pero también a la escucha silenciosa; es extrovertido y festivo pero al mismo tiempo es introspectivo, y adopta siempre un lenguaje universalmente entendible a nivel de melodías, construcciones y drops, poniendo por delante el idioma del ritmo de cualquier referencia o localismo, por mucho que el gallego siga expresándose, a través de toda su extensísima nómina de colaboradores, en su lengua natal. El enfoque tradicional galaico, la “foliada”, se mantiene en forma de gritos y cánticos, y ahí están para proveerlos Antía Ameixeiras (de Caamaño & Ameixeiras), Felisa Salgade (de Leilía) o el cantautor Xurxo Fernández en un trabajo que además ha contado con la asistencia a la producción, en algunos temas, de Lucas de Centi, cerebro de Néboa. Pero Baiuca se desprende en su tercer álbum de casi toda la rítmica orgánica y tradicional y apuesta por la “electrónica” para construir su pulsión.

“Barullo” se mueve, así, todo el rato en las aguas fluidas y mercúricas del UK bass, sumergiéndose por momentos en las corrientes más veloces de los progressive breaks, y Bicep resultan la referencia más evidente en temas fundamentales para su motricidad como la apertura que supone “Navajitas” o “PAEQB”, que se escogió como su primer sencillo. Jamie xx también aparece en el post-dubstep “Sísamo”, Four Tet en las composiciones más orgánicas (como “Alentejo”, “Xoia” o el cierre, “Rachafaldra”), y en general la sombra de Caribou y su forma de dejar que emerjan canciones entre sus producciones electrónicas sobrevuela todo el metraje de “Barullo”. Es, de hecho, una canción más canónicamente folktrónica, la muñeira “Ribeirana” junto a las pandereteiras Lilaina, la que más se pierde entre la narrativa de este trabajo. Y las que más se salen del guion terminan siendo las más estimulantes: el break diluidísimo de “MonteViso” (con Carlangas a la voz principal) o la homónima “Barullo”, que juega casi a ser un electro sin perder esa forma de orgánico deep house. Y que, en fin, es la que mejor captura esa idea de “foliada electrónica”. De queimada aderezada con MDMA. ∎