La estadounidense Haley Fohr (Lafayette, Indiana, 1988) no es demasiado conocida en España, dejando al lado una puntual colaboración de Refree en su disco compartido con Lee Ranaldo “Names Of North End Women” (2020), en el que Fohr intervenía en el tema “The Art of Losing”, y una gira de cuatro conciertos en salas pequeñas que ofreció en 2018. Tampoco es que lo haya puesto fácil: no emplea su nombre, sino el alias Circuit des Yeux, con el que debutó discográficamente en 2008, y al que añadió, en 2016, otro alias más, Jackie Lynn, que va alternando con el primero desde entonces. Las diferencias son claras: Circuit des Yeux es absolutamente personal, mientras que Jackie Lynn es un experimento, por así decirlo, “comercial”… Todo lo que Fohr quiere expresar de forma más personal y emotiva (y artística) va a Circuit des Yeux; todo lo que pueda considerarse como “divertimento” lo hace Jackie Lynn. En Circuit des Yeux, Fohr se emplea a fondo en los arreglos; como Jackie Lynn se limita a cantar y tocar la guitarra, de los arreglos se encargan los músicos que la acompañan, a su aire.
El único elemento que permanece constante en toda la música de Fohr es su voz de contralto, que es, quizá, su principal instrumento, de una profundidad tal que ha dado lugar a frecuentes comparaciones con Nico o Keeley Forsyth. Y por su teatralidad, también se la ha comparado con la de Scott Walker y ANOHNI –al que, sorprendentemente, en 2018, en la entrevista que le realizó Juan Manuel Freire para estas mismas páginas, admitió no haber escuchado nunca–.
El disco supone un importante cambio desde el punto de vista musical, situándose en un terreno inexplorado hasta ahora, próximo a lo industrial y los tonos más oscuros de lo gótico. Frente al despliegue orquestal de su disco anterior, “-io” (2021), Fohr se ha acercado a los terrenos de otra outsider majestuosa, Gazelle Twin –y con la atemorizadora voz de Andrew Eldritch, de Sisters Of Mercy–, especialmente con el impresionante arranque del álbum, formado por dos temas dignos de formar parte de cualquier antología de rock gótico, “Megaloner” y “Canopy Of Eden”. Con este último entramos casi en una dimensión germánica, de pistas de baile oscuras y sudorosas de club berlinés, a donde nos transporta gracias a sus ritmos marciales.
Uno de los aspectos más apreciables de “Halo On The Inside” es la forma en que navega entre extremos sónicos: “Anthem Of Me” es una mezcla desconcertante de percusión a cámara lenta y ruido en espiral, con la voz de Fohr atravesando la disonancia, hasta llegar al extraño final del tema, con un delicado motivo de piano que parece completamente fuera de lugar, pero que proporciona un momento de respiro que anticipa la calma tensa de “Cosmic Joke” y “Cathexis”, con las que recupera el aliento antes de regresar, con “Truth”, a la febril urgencia de un himno rave gótico (aunque también recuerda al “Tananore” de Nico, un tema ¡de hace 40 años!), que resume a la perfección la dualidad del álbum: su capacidad para ser intimidante y magnético a la vez.
Con “Organ Bed” y “It Takes My Pain Away”, lentas y contemplativas, nos ofrecen la versión más espectral de Fohr, dejando que el álbum se disuelva en la bruma, como si de un mal sueño se tratara, dejando tras de sí apenas rastros de su inmenso peso emocional. ∎
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