El 6 de abril de 2019 se inauguró en Manhattan The Shed, uno de los más grandes y sorprendentes centros culturales multidisciplinares de la gran manzana neoyorquina. Parejo a lo ambicioso del proyecto, la inauguración fue también espectacular y constaba de varios apartados en varios de los distintos espacios del centro. Uno de los más vistosos fue el encargo inaugural que se hizo a los compositores Arvo Pärt y Steve Reich para colaborar, cada uno por su parte, con el veterano pintor expresionista alemán Gerhard Richter. El proyecto tenía el nombre conjunto de “Reich Richter Pärt”, pero estaba dividido en dos: el trabajo de Richter con Pärt, por un lado, y el trabajo de Reich con Richter, por el otro. En ambos casos se trataba de interpretaciones en directo que se prolongaron durante casi dos meses, con cuatro pases diarios, seis días a la semana –se alternaban en las ejecuciones dos conjuntos instrumentales, el Ensemble Signal y el International Contemporary Ensemble–, hasta el 2 de junio. La colaboración “Reich / Richter” que ahí se estrenó mundialmente es lo que ahora, tres años después, llega al mercado, aunque mutilado de su parte visual, en forma de nuevo disco de Reich.
Richter y Reich se conocían previamente, pero nunca antes del encargo de The Shed habían colaborado. El punto de partida para su trabajo conjunto fue una serie de cuadros de Richter titulada “Patterns”, aparecida en formato libro, y que ideó, curiosamente, mientras escuchaba música de Reich (presumiblemente de su época minimalista, caracterizada por su sistematismo): a partir de un cuadro abstracto que había realizado en 1990, Richter creó una imagen digital del cuadro, lo dividió verticalmente en dos mitades y luego dividió esas mitades en cuartos, haciendo una imagen especular de dos de los cuartos. A continuación, dividió el cuadro en cuartos, octavos, dieciseisavos, y así sucesivamente, hasta llegar a 1/4096. Cada paso seguía exactamente el mismo procedimiento de repetir, reflejar especularmente y dividir. El resultado era una imagen abstracta que se convertía en una serie de patrones cada vez más densos y, finalmente, en bandas sólidas de colores. De esa serie, la videoartista alemana Corinna Belz realizó una película y en ella se basó Reich para crear una partitura que se interpretaba en directo siguiendo esa misma estructura, que comenzaba con un patrón oscilante de dos notas que progresa a cuatro notas, luego a ocho, seguidamente a dieciséis y, finalmente, ralentiza su ritmo para reflejar la naturaleza cada vez más abstracta de la película, en un proceso inverso de ida y vuelta (sin llegar a la microtonalidad) que disminuye las oscilaciones a ocho, cuatro y dos.
El disco que ahora ha publicado Nonesuch no recoge las actuaciones celebradas en The Shed, sino una posterior que tuvo lugar el 7 de marzo de 2020 en la Philharmonie de París, interpretada por el Ensemble Intercontemporain dirigido por George Jackson. El resultado es una composición de poco más de treinta y seis minutos dividida en cuatro partes –“Opening”, “Patterns & Scales”, “Cross Fades” y “Ending”–, escrita para catorce instrumentos (parejas de flautas, oboes, clarinetes, vibráfonos, pianos y violines, además de una viola y un violonchelo), y lo más sorprendente es que el disco resulta absolutamente reconocible como si perteneciera al Steve Reich de hace cincuenta años, su auténtica “edad de oro”, en la que se sucedieron obras maestras como “Drumming” (1971), “Music For Mallet Instruments, Voices And Organ” (1973) y, sobre todo, “Music For 18 Musicians”, empezada en 1974 y concluida en 1976, con la que “Reich / Richter” guarda paralelismos. Reich, que lleva más de cuarenta años alejado de esos planteamientos compositivos tan sistemáticos, ha regresado a sus orígenes por el carácter estrictamente matemático de la obra visual en la que se inspira, reflejado musicalmente en sus ostinatos, polirritmos y armonías o en los intrincados patrones entrelazados de los dos pianos y los dos vibráfonos que se escuchan, sobre todo, en “Opening”. Pero en su parte central –“Patterns & Scales y “Cross Fades”–, la música abandona la posible rigidez del patrón estructural y se ralentiza con notas más largas y sostenidas, antes de recuperar la estructura enfática con un final intenso y rápido con el que regresa a las notas del inicio. Afortunadamente, y pese a no haberse comercializado en formato DVD para poder ver el conjunto audiovisual que forman la película de Belz y la música de Reich, el disco, en solitario, consigue suscitar interés por sí solo. Aunque siempre quedará el lamento por lo que pudo haber sido y no fue… ∎
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.