Con mariposa (negra).
Con mariposa (negra).

En portada

Marianne Faithfull

Una dama de cierta edad

Fotos: Patrick Swirc

Rockdelux 268
(Diciembre 2008)

Cuando recuerda su pasado, reconoce que ya debería estar muerta, pero hoy prefiere aprovechar el presente para asegurarse el futuro. Acaba de culminar un proyecto largamente acariciado: una colección de versiones dirigida por su amigo Hal Willner. “Easy Come Easy Go” es un capricho solemne, el disco que sueña cualquier artista a partir de cierto punto de su vida. Podría ser un testamento, pero la Edith Piaf del rock exhibe aquí madera de superviviente.

Bajo

Suscripción

Neil Hannon acabó grabando “A Lady Of A Certain Age” en el “Victory For The Comic Muse” (2006) de The Divine Comedy, pero esa canción estaba pensada para otra persona que la rechazó y cuyo nombre nunca ha querido desvelar. La historia de esa dama inglesa que de joven anduvo “de Londres a Nueva York, de Cap Ferrat a Capri” y que hoy disfruta en soledad de su retiro de la Costa Azul encajaría soberanamente en el cancionero de Marianne Faithfull.

Esta dama de cierta edad (62 intensos años) ha elegido el Salón Chinois del hotel más requetefashion de París para hablar de su nuevo disco, “Easy Come Easy Go” (Naïve, 2008). No cita aquí a la prensa para aparentar, sino porque su residencia parisina queda a pocos minutos a pie. Como no es cuestión de dar más publicidad al local, solo diré que aquí una cerveza cuesta once euros y que descorchar la botella de champagne de las grandes ocasiones se va a los cuatro mil novecientos.

Madame Faithfull canceló su gira del pasado junio por agotamiento físico y mental. Nada relacionado con el cáncer de mama que le diagnosticaron en 2006 ni con la hepatitis C que contrajo décadas atrás. “Pero noto que ahora me canso más a menudo”, aclara. El médico le recetó seis meses de reposo y no han pasado ni cinco cuando aparece en el salón. Viste traje-pantalón oscuro y una camisa blanca a cuyos botones les cuesta no reventar los ojales a la altura del pecho. Aparenta la edad que tiene. De hecho, cuesta reconocer en sus facciones a la adolescente que enloqueció a Mick Jagger con su despampanante inocencia e ilustrada personalidad.

Su voz áspera, educada y hosca se ajusta como nunca a su aspecto de mujer mayor pero tenaz. Está mejor: “Me siento más fuerte y tengo muchas ganas de trabajar. Entonces estaba agotada, necesitaba un descanso”, se excusa. Hoy, de hecho, el enfermo soy yo. Llego con gripe, así que antes de sentarnos ella misma sale a pedirme una botella de agua. En este hotel tan moderno el servicio no es del todo eficiente, así que cuando empiece a sudar la señora Faithfull me servirá su agua en mi copa.

Confesiones de una dama digna.
Confesiones de una dama digna.

Después de tantos años, ¿sabes ya qué te impulsa a hacer música?

Creo que soy buena en esto y que tengo algo que dar. He adquirido mucha habilidad, pero cuando hago música también siento algo extra. Es un trabajo y también un placer. A través de ella recibo grandes satisfacciones. Disfruto pudiendo dar algo. He recibido mucho y quiero devolver algo.
El subtítulo de tu nuevo disco, “18 Songs For Music Lovers”, es un reclamo muy preciso para cierto tipo de melómano. Supongo que tú también te consideras una “amante de la música”, ¿no?

Siempre me he sentido así. Es una forma estupenda de conectar con la gente y con las fuerzas que mueven la vida en el universo. La música es algo maravilloso que te lleva con sus alas.
¿Ha habido alguna época en que te hayas visto apartada de ella?

Las drogas no fueron ninguna ayuda; amputaron mi energía para vivir. Fue como si me hubiesen cortado el suministro eléctrico.

Ahora, tras haber sufrido un cáncer, lo cual siempre es una buena ocasión para plantearse la retirada, ¿qué te…?

¡Oh, no! En absoluto. No es un buen momento para abandonar. Además, yo no puedo imaginarme sin hacer música. Para mí es muy importante seguir adelante. No me sentiría una persona completa sin la música. Y, en cualquier caso, mi cáncer tampoco fue tan grave. Fue algo difícil, pero tuve mucha suerte y me lo diagnosticaron muy pronto.
¿Lo consideras solo un pequeño obstáculo?

No fue un pequeño problema entonces, pero con el paso del tiempo no lo considero algo tan importante.
¿Cómo diriges hoy tu carrera? ¿Te sientas a esperar propuestas o planeas los pasos a seguir?

Es una mezcla de ambas cosas. Me trabajo mis oportunidades, pero a veces alguien como, por ejemplo, Metallica me proponen hacer algo y acepto. Estoy bastante abierta a propuestas. Me interesan todas las ideas. Hay muchos músicos interesantes ahí fuera y quiero hacer lo que pueda.
¿“Easy Come Easy Go” es una idea tuya o una propuesta ajena?

Mía. Llevo años pensando en este proyecto. Quería volver a trabajar con Hal (Willner) y quería reunir algunas de mis canciones favoritas.

Con la maleta llena de vivencias.
Con la maleta llena de vivencias.

Se conocieron en los años ochenta, cuando, según Hal, Marianne iniciaba su tercera vida (se refería a las dos sobredosis a las que había sobrevivido). Grabaron “Strange Weather” (Island, 1987) con la intención de repetir un año después. Desde entonces ha habido varias colaboraciones mutuas, pero nunca otro disco completo. Hace seis años (ver RDL 194) Faithfull aún no veía clara la posibilidad de grabar otro álbum con Willner. Pero algo debe haber cambiado para que este ansiado proyecto haya cristalizado.

Marianne se definía hace año y medio en el ‘Magazine’ de ‘El Mundo’ como “una mujer de 60 años que piensa en su salud, en su bienestar, en su porvenir económico”. Le pregunto si piensa tanto en cómo asegurarse su futuro y relativiza: “Ojalá pudiera. Lo intento, pero aún no lo he logrado”. En cualquier caso, su carrera como actriz está más activa que nunca, abundan sus cameos en discos ajenos (Patrick Wolf, Joe Jackson, Ryan Adams, Fernando Saunders...) y este año también ha editado “Live At The BBC”, una colección de grabaciones primerizas fechadas en 1965 y 1966.

“Easy Come Easy Go” es una colección de versiones. Ella seleccionó las antiguas (de Billie Holiday, Bessie Smith, Smokey Robinson, Judee Sill, Randy Newman...) y Wilner las actuales (de Neko Case, Black Rebel Motorcycle Club, The Decemberists, Espers...). Aunque hay excepciones: “Down From Dover” (Dolly Parton) fue una recomendación del escritor y periodista musical Greil Marcus y “Dear God Please Help Me” (Morrissey) de Lou Reed. Es, desde su misma portada, una obra de aspecto solemne e imponente. El disco que todo artista sueña a partir de cierta edad. Su voz, de elasticidad limitada, está más arropada que nunca. No solo por una treintena de instrumentistas y media docena de arreglistas, sino también por Antony, Jarvis Cocker, Rufus Wainwright, Teddy Thompson, Cat Power, Nick Cave y las hermanas Kate y Anna McGarrigle.
Algunos no eran necesarios, otros pasan desapercibidos. A veces hay atasco de estrellas e intenciones. No hay disco para tanta gente y cuesta encajar tantas piezas, pero la dama transita por él con su clásico aire de reina amateur inyectando agónico verismo a versos de amargo trasfondo y recuperando canciones clave en su vida: “Somewhere” la retrotrae a cuando su abuela la llevó a ver “West Side Story” con 8 años. Ella siente predilección por “Sing Me Back Home” (Merle Haggard), la letanía de un convicto con la que cierra el disco a dúo con Keith Richards: “Sing me back home, the song my mama sang / Make my old memories come alive / Take me away and turn back the years / Sing me back home before I die”, cantan.


“Creo que soy buena en esto y que tengo algo que dar. He adquirido mucha habilidad, pero cuando hago música también siento algo extra. Es un trabajo y también un placer. A través de ella recibo grandes satisfacciones. Disfruto pudiendo dar algo. He recibido mucho y quiero devolver algo”


Es bonito ver cómo tu relación con Keith Richards sigue intacta. ¿Qué hace tan fácil mantener la amistad con él?

Keith es un encanto. Pasamos juntos una noche maravillosa y nos hemos seguido viendo durante años. No tenemos una relación muy estrecha, pero somos muy buenos amigos. Y aunque hemos hecho cosas terribles en nuestras vidas, yo nunca le he hecho nada malo a Keith y él tampoco me lo ha hecho a mí. Supongo que eso ayuda.

Hay gente que prefiere desentenderse de las amistades del pasado para zanjar una etapa y así evitar la posibilidad de tener que recordarla.

Lo sé, pero yo intento no portarme así con la gente por mucho que hiciese cosas terribles tiempo atrás. También me alegra ver a Mick (Jagger) de vez en cuando y con él sí que ocurrieron cosas horribles. Creo que es importante ser honrado con tu pasado. Y con tus amigos.
En la foto interior del disco tienes una inmensa sonrisa. ¿Tan feliz te encuentras en un estudio de grabación? Hay músicos que lo ven como un suplicio.

Yo me siento cómoda y segura en el estudio. Me proporciona momentos de gran placer. Lo disfruto.
¿Ni siquiera te llegas a aburrir si tienes que repetir durante varias veces tomas de voz?

Yo nunca hago eso. Me aburro muy rápido y cuando me aburro lo puedes notar en mi voz. Sale mejor si lo hago rápido. La gente con la que trabajo lo sabe: a la quinta o sexta toma ya no hay nada que hacer.
Es cierto. Te pusieron el mote “one take Faithfull” años atrás, ¿no?

Fue durante la grabación de “Strange Weather”, pero es exagerado. Grabo rápido, de eso no hay duda, pero no acostumbro a grabar en una sola toma. “Solitude” –incluida en “Easy Come Easy Go”– sí la hice en una, pero en este disco grabamos un promedio de tres canciones al día. Y más o menos siempre ha sido así.
No debes ser de las que gasta mucho dinero en el estudio...

Lo gasto, pero en grandes músicos y grandes arreglos. Y hago mi trabajo antes de ir al estudio, preparando las canciones en casa. Para mí es una idea fatal pasar cuatro meses en un estudio. Es mejor hacerlo lo más cerca posible a una grabación en vivo. Así obtienes esa sensación de energía.
¿Y en todos estos años ningún productor te ha convencido para grabar cientos de tomas y recortar lo mejor de cada una como se hace hoy?

No, porque así ya funcionaba. Reconozco que en los años sesenta trabajaba muy rápido, de verdad, pero entonces era porque no querían gastar grandes cantidades de dinero en horas de estudio. Ahora sí es decisión mía, pero no grabo tan rápido como para que se cuelen fallos. Y no los hay porque trabajo duro en ello. Aun así, prefiero no tener que hacer más de seis tomas. Si para entonces todavía no he obtenido algo bueno significa que esa canción no es para mí.
El día que entraste por primera vez en un estudio Andrew Loog Oldham –el mítico productor y mánager de The Rolling Stones en los años sesenta– solo te dio un consejo para cantar: que te acercases al micrófono. ¿Cómo ha cambiado tu relación con el micrófono desde 1964?

Ahora sé muchas más cosas, pero sigue siendo todo muy instintivo. No sé si podría analizarlo de forma más técnica, pero supongo que el micrófono se ha convertido en ese amigo a través del cual me comunico con la gente. Es un buen instrumento y me siento conectada a él. De hecho, lo necesito más que cualquier otra cosa, ya que no toco ninguna clase de instrumento.
¿Qué te hace decidir que estás ante una toma buena? ¿Qué buscas en ella: una textura de voz expresiva o que tu voz fluya con la música?

Simplemente sé de manera instintiva si funciona o no. Cada canción tiene su voz y un modo de saber si funciona es dar con esa voz. Por eso trabajo en casa buscando la esencia de cada canción para saber cómo acercarme a ella en el estudio.

Rockdelux 268 (Diciembre 2008). Foto: Patrick Swirc. Diseño: Nacho Antolín
Rockdelux 268 (Diciembre 2008). Foto: Patrick Swirc. Diseño: Nacho Antolín

Entrevistar a Mariane Faithfull es un reto. Especialmente hoy, que se ve a la legua que desde que nos hemos sentado solo piensa en una cosa: lo que tiene que hacer cuando acabe. Responde despacio y con concisión para asegurarse de que me queda clara su opinión y, aún más claro, que no tiene más que añadir. Es educada pero tajante, aunque según con qué le vengas pondrá cara de “eso ya lo he contado mil veces”, de “tú y yo sabemos que eso no te lo voy a explicar” y hasta de “no hace falta que me halagues”.
Se cierra en banda con facilidad, pero en ningún momento adopta una actitud de víctima o de diva. Suelta algún que otro tópico y varias respuestas mecánicas para ahorrarse pensar, aunque es muy probable que yo no haya acertado con las preguntas. En cualquier caso, si repregunto para profundizar en algún tema responde antes de que yo acabe la frase reforzando la postura de su primera respuesta sin dejar resquicio para seguir por ese camino. Yo voy abriendo temas y ella los va cerrando.
Para colmo, lleva rato intercalando sus respuestas con ataques de tos. En algún momento detiene la conversación para coger un pañuelo del bolso y secarse los labios. ¡Y ahora estornuda! Espero no haberle contagiado mi gripe, le digo. Que no me preocupe, que sigamos, por favor.
¿Escoges canciones que te definan o te ayuden a comprenderte mejor?

No, no funciono así (risa con sorna). Escojo canciones que me gustan, que me emocionan de algún modo y a las que creo que puedo aportar una buena interpretación. No pienso en mí misma tan a menudo.

Solo en las entrevistas...

Bueno, eso es cosa vuestra, de los periodistas. Yo hago lo que puedo, pero no voy a pretender hacer creer a nadie que me paso la vida pensando en mí porque definitivamente no es así.
De hecho, últimamente pareces más interesada en interpretar las ideas de otros (ya sea textos de Shakespeare, guiones de películas, obras de teatro o canciones ajenas) que en componer tu propio material.

Bueno, también quiero seguir componiendo. Lo que pasa es que ahora no me encontraba de humor. Hay momentos en que no te parece tan adecuado como en otros. Además, llevaba mucho tiempo con ganas de hacer este disco y ahora parecía el momento ideal porque no me apetecía componer. Lo que pasa, sencillamente, es que me canso de mí misma. Me canso de mi propio rollo y prefiero meterme en el de otros.
¿Y grabar un disco de versiones es como darse una ducha?

Exacto, es algo refrescante que me permite olvidarme de mí por un tiempo. Si te pasas la vida escribiendo sobre ti acabas haciendo el mismo disco una y otra vez, repitiéndote. De vez en cuando te has de dar un respiro de ti mismo. Cuando sienta que componer no es una lata, cuando el pasado haya quedado atrás y me hayan pasado cosas nuevas, volveré a componer.


“Keith Richards es un encanto. Pasamos juntos una noche maravillosa y nos hemos seguido viendo durante años. No tenemos una relación muy estrecha, pero somos muy buenos amigos. Y aunque hemos hecho cosas terribles en nuestras vidas, yo nunca le he hecho nada malo a Keith y él tampoco me lo ha hecho a mí. Supongo que eso ayuda”


¿Cuándo fue la última vez que empezaste a escribir una canción?

Acostumbro a componer solo cuando tengo que hacerlo. Como la mayoría de gente, de hecho. No voy con una libreta por ahí anotando cosas, así que la última canción que compuse seguramente esté en “Before The Poison”.
Cuando has publicado biografías las has justificado diciendo que necesitabas exponer tu verdad y mostrar al mundo quién eras realmente. ¿Trabajas con la misma intención en el momento de componer canciones?

Sí, aunque de forma más disfrazada. Me escondo un poco, pero aun así las canciones deben contener algún tipo de verdad fundamental. En caso contrario la gente podría decir que no es real.
¿Quieres decir que componer es un proceso más creativo y escribir una biografía es algo más mecánico?

No, quiero decir que en las canciones disfrazo, literalmente, las situaciones de las que hablo. No puedo comparar las dos cosas. Componer una canción es algo más artístico, claro, y al escribir una biografía debes ceñirte a unos hechos. Una canción es una canción y una biografía es una biografía.
Dices que escuchas mucha música cuando estás en casa: clásica, jazz, blues, Kurt Weill, Nick Cave... ¿Escuchas también tus propios discos?

A veces, sí. Cuando he acabado de grabar un buen disco me lo pongo, sin problemas.
¡Eres la primera que lo reconoce!

Yo lo admito, pero te aseguro que todos lo hacen. Y además te diré que escuchar tu disco cuando aún no se ha publicado es un momento realmente mágico.
Si las ruedas de entrevistas promocionales ya suelen parecerse a una visita al médico, hoy se confirma la tesis hasta el último detalle. Acabamos de hablar y mientras ella recoge el bolso me mira con cara seria y me dice: “Intenta conseguir algo de paracetamol y métete en cama en cuanto puedas. Te lo digo en serio, es evidente que te estás poniendo enfermo”. Le explico que lo he tomado al mediodía y que el próximo me toca en tres horas. Ya desde la puerta, insiste: “¿Y tomar vitamina C?”. Le respondo que sí de espaldas porque estoy poniéndome la chaqueta. Cuando me giro hacia ella ya ha desaparecido. ∎

Las entrevistas, ese otro oficio

Marianne Faithfull se ha desnudado física y emocionalmente en canciones, fotos y libros. También lleva más de cuarenta años practicando ese otro oficio que es enfrentarse a la prensa. “Hice mi primera entrevista en 1964 y nadie me dio ningún consejo. Me lanzaron ahí, sin más. Celebro que no me aconsejaran, pues en caso contrario nunca hubiese sido tan honesta”, opina ahora cuando le pregunto cómo torea las injerencias de la prensa en su vida privada.

Un artista desarrolla una carrera, vive una vida y de vez en cuando se encuentra ante personas a quienes nunca antes había visto y que le preguntan sobre cosas realmente íntimas. Son las reglas del juego, sí, pero es una situación antinatural. Extraña e incluso incómoda, a menos que te lo tomes de otro modo. “Para mí no eres tú la persona con quien estoy hablando. Tú eres la vía que tengo para comunicarme con mi público. No hablo contigo sino a través de ti”, me alecciona, con total franqueza.

La transparencia con que ha expuesto en sus autobiografías los capítulos más morbosos de su vida ha atraído riadas de periodistas en busca de titulares amarillos. “Que les jodan”, suelta, aunque los atiende a todos. “La gente hace preguntas muy invasivas. De joven no era muy buena en eso, pero ahora sé cómo desviarlas. Les digo que no quiero hablar del tema y no les queda más remedio que aceptarlo”, explica. Lo último que hará, insisto, es dárselas de víctima: “Nada de lo que me puedan preguntar me hará daño. Hay muy pocas cosas ya que puedan romperme. Quizá no me guste la pregunta, pero haré lo que tenga que hacer. No lo considero la parte sucia de mi trabajo, pero tampoco me dejo avasallar. Soy bastante fuerte”. ∎

Recuerdos y reflexiones

MARIANNE FAITHFULL
“Memories, Dreams & Reflections”
(Fourth Estate, 2007)

“Memories, Dreams & Reflections” (Fourth Estate, 2007) comienza donde acababa “Una autobiografía” (1994; edición española de la editorial Celeste, 1995) y lo primero que hace en esta segunda autobiografía es mostrarse sorprendida (y escarmentada) por las quejas de varias personas citadas en la primera. Pero ello no le impide seguir hablando aquí de quien quiera, ya que, en cierto modo, su vida es la suma de toda la gente a la que ha conocido. Y, al fin y al cabo, ¿qué otro ser humano se ha cruzado en su vida con Francis Bacon y Kate Moss?

Su desorden cronológico recuerda al de las “Crónicas” de Bob Dylan, pero mientras aquel habla principalmente de música, ella solo destina tres de sus treinta y cuatro capítulos a los discos “Vagabond Ways” (Instinct-EMI, 1999), “Kissin’ Time” (Hut-Virgin, 2002), “Before The Poison” (Naïve, 2005) y otro a su etapa Brecht-Weill. Mucho más espacio dedica a sus padres y a sus amigos muertos: el poeta beat norteamericano Gregory Corso, la escritora británica Caroline Blackwood y la modelo y musa artística hindú Henrietta Moraes reciben un tratamiento tan generoso que por momentos olvidas quién es el verdadero protagonista del libro.

No obstante, y ahí radica el interés del nuevo volumen, esta vez Marianne alterna recuerdos y reflexiones, lo cual cohesiona su desordenada narrativa y le permite ir más allá del cotilleo llano; que también lo hay (por sus páginas pasean Joe Orton, John Boorman, Brian Jones, Bob Dylan...). Son profundamente reveladoras sus conversaciones con William Burroughs, su admiración por Juliette Gréco, la naturalidad con que describe los masajes que se aplica a diario en el pecho para difuminar las cicatrices de la operación y su admiración por el poeta Arthur Rimbaud: no el adolescente que inoculó en el rock el modelo romántico de artista autodestructivo, sino el que se instaló en Etiopía, descubrió la vida real y ya no escribió más poemas. Ella misma confiesa que si ahora no necesitase dinero haría lo mismo: nada.

Sí, ha sobrevivido a muchos de sus compañeros de excesos. Sí, se ha desenganchado de todas sus adicciones. Sí, ahora prohíbe a sus músicos pasarse de la raya. Pero no, ella no ha visto la luz a través de ninguna religión o terapia mística. Pragmática hasta la médula. ∎

Contenidos relacionados

Marianne Faithfull

Before The Poison
ÁLBUMES / Por Quim Casas → Rockdelux 222 (Octubre 2004)

Marianne Faithfull

Kissin Time
ÁLBUMES / Por Ramon Súrio → Rockdelux 195 (Abril 2002)

Marianne Faithfull

Easy Come Easy Go
ÁLBUMES / Por Jordi Bianciotto → Rockdelux 268 (Diciembre 2008)

Marianne Faithfull

Broken English (Deluxe Edition)
REEDICIONES / Por Ricard Martín → Rockdelux 315 (Marzo 2013)

Marianne Faithfull

Negative Capability
ÁLBUMES / Por Juan Cervera → Rockdelux 378 (Diciembre 2018)

“La Hora Rockdelux”: in heaven

Febrero 2025
PÓDCAST / Por Santi Carrillo, Juan Cervera → 05.02.2025

Marianne Faithfull: la terapia del deseo

ENTREVISTAS / Por Jordi Bianciotto → Rockdelux 194 (Marzo 2002)

Marianne Faithfull

Blazing Away
ÁLBUMES / Por Jordi Turtós → Rockdelux 66 (Julio-Agosto 1990)

Marianne Faithfull

A Secret Life
ÁLBUMES / Por Jordi Bianciotto → Rockdelux 121 (Julio-Agosto 1995)

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión