Nueva paleta de sonidos.
Nueva paleta de sonidos.

En portada

Núria Graham

Luz después del desastre

Fotos: Jordi Vidal

14.02.2023
Cocinado en casa sin prisas, y con un relevante cambio de pelaje sonoro respecto a producciones anteriores, Núria Graham ha condensado en las trece tomas de “Cyclamen” el fruto de introspecciones y observaciones que no son ajenas a los tintes oscuros que han caracterizado, a nivel colectivo, los últimos tiempos. Un álbum que la cantante y compositora catalana se ha querido autoproducir, algo que ambicionaba desde hacía tiempo pero que hasta el momento no se había decidido a llevar a cabo.

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E

mpezó a escribir canciones con apenas 13 años y a los 16 facturó su primera maqueta. Hablamos de Núria Graham, cantante y compositora nacida en 1996 en la muy musical ciudad de Vic. “Bird Eyes” (El Segell del Primavera, 2015), su primer álbum oficial tras “First Tracks” (Autoeditado, 2013), marca el inicio de una discografía de interés creciente que tiene su cuarto largo en “Cyclamen” (Primavera Labels-Verve Forecast-New Deal-Universal, 2023), una exquisita obra que ha cocinado a fuego lento en el comedor de su actual domicilio en otra ciudad catalana de especial mimbre musical: La Bisbal d’Empordà.

Antes de entrar en detalles, uno se pregunta si habitar en poblaciones con particular querencia melómana influye en la creación. Núria está convencida de que sí: Absolutamente, y no solo por el hecho de que haya músicos, sino porque hay gente a quien le interesa la música en general. Cuando tenía 16 años ya iba a la Jazz Cava de Vic, al Mercat de Música Viva… Descubría mucha música, la gente hablaba de ello todo el tiempo, y esto me habría marcado aunque al final no me hubiera dedicado a este oficio. En La Bisbal el proceso también ha sido muy bonito en este sentido. Vivo aquí con mi pareja, Malcus Codolàcomponente de b1n0–, y en la ciudad también hay una ebullición musical que se contagia, un aire que invita a crear”.

“Cyclamen” marca un importante punto de inflexión en la trayectoria de Núria Graham, que ha asumido a solas la producción de un álbum elaborado a partir del piano y por el que también desfilan contrabajo, cuerda, fagot, arpa… Cancionero exquisito que adelantó en septiembre precisamente en el Mercat de Música Viva de Vic, inicio de una suerte de “gira preliminar” internacional. Fue un otoño muy intenso”, comenta ella. “El concierto en Vic ya fue un ‘challenge’ muy gordo, por la sobrepresión que supone enseñar una cosa que todavía no ha salido, y encima en casa… En los conciertos que hicimos luego en Estados Unidos, y más tarde en todo el resto de la gira europea, que han sido unos treinta, reducimos el formato. Solo éramos Marcel·lí Bayer en el clarinete bajo, Jordi Matas a la guitarra y el bajo, y yo. Ha sido una experiencia gratificante. Necesitábamos rodar los temas para que tomaran una nueva vida. Al final una cosa es el disco y otra el directo. Ha sido muy productivo tener este tiempo para que las canciones tomaran su aire”.

Ya con el álbum en la calle, lo presentará en diversos puntos del Estado en formato ampliado, con la incorporación de batería y arpa. Y también tiene conciertos programados lejos de aquí. El 17 de febrero tocará en Barcelona, dentro del festival Guitar BCN, y el 3 de marzo actuará en Vilafranca del Penedès en la primera jornada del festival Hivernacle. Después viajará a Norteamérica para tocar en Nueva York (9 de marzo), Toronto (11 de marzo) y Los Ángeles (20 de marzo). Luego, regreso a España para tocar el 21 de abril en Figueres. En mayo le esperan conciertos en Londres (3) y Vic (14). Y en junio, tres conciertos para Primavera Sound en Barcelona (6), Oporto (9) y Madrid (10), semanas antes de su paso por Vida Festival (29).

Contra el catastrofismo.
Contra el catastrofismo.


En el disco hay un cambio de paleta musical muy significativo que me parece que ha ido paralelo a un cierto cambio vital por tu parte. ¿Es así?

Correcto. Es imposible desligar una cosa de la otra, la vida personal influye mucho. Este disco no es en ningún momento una ruptura con el pasado, ni nunca lo ha pretendido. Pero sí tenía la necesidad de hacer un cambio de ciclo, de recuperar la sensación de hacer algo así como un primer disco. En esto también tuvo su papel el hecho de haber tenido una cierta tranquilidad. He estado en este comedor encerrada durante dos años, creando, y el hecho de poder disfrutar de este tiempo de semiaburrimiento y de creación es lo que ha hecho posible el disco.

Entiendo que has hecho bastante introspección personal…

Sí, pero aparte de la introspección personal también ha habido mucha observación. Es inevitable pensar que en los últimos años las vidas de todos han sido energéticamente muy extrañas. De alguna manera existía la posibilidad de exorcizar algunas sensaciones comunes. Dar vueltas a la vida y a nuestra propia naturaleza como humanos, que a veces da miedo y a veces es bonita. Ha habido mucha observación de mí misma y también del mundo en general. Yo creo que ha sido un tiempo oscuro y quizá por eso el disco es un poco catastrófico, aunque al final acaba siendo muy esperanzador y especialmente optimista.

¿Esta oscuridad sería todo lo relacionado con la pandemia?

Evidentemente va ligada a la pandemia, pero también va más allá. Creo que desde hace unos años estamos cada vez más abducidos. Quizá tenía esta necesidad de intentar conectar de nuevo, no sé si con la naturaleza o con nosotros mismos. Estamos tan abducidos por las malas noticias… Hay un cierto catastrofismo que nos rodea y que nos hace desconectar de nuestra propia naturaleza como humanos. Todas estas cosas han afectado.


“Quizá tenía esta necesidad de intentar conectar de nuevo, no sé si con la naturaleza o con nosotros mismos. Estamos tan abducidos por las malas noticias… Hay un cierto catastrofismo que nos rodea y que nos hace desconectar de nuestra propia naturaleza como humanos. Todas estas cosas han afectado”



¿Qué fue lo más complicado del proceso?

Yo siempre he ido escribiendo temas, pero el problema era que no quería hacer un disco que fuese simplemente un compendio de canciones que me parecieran bonitas. Necesitaba encontrar una dirección y una razón, así que la decisión más larga y complicada fue precisamente cómo lo hacía. El mismo hecho de estar encerrada en casa con el piano me marcaba un poco la dirección estética: partía de esto. Luego, y de manera inevitable, mis ganas de autoproducir cada vez salían más a la luz. Siempre me había dado mucho miedo tomar esta decisión: temía ser demasiado inexperta, tenía dudas de pura autoestima (risas). Pero cuando tomé la decisión, ya no hubo vuelta atrás. Me costó, pero una vez decidido se me allanó el camino. Y después la sensación era como: “Da igual lo que salga, ahora voy a disfrutar”. La cosa fue fluida. Hace un año estaba grabando en casa y pasados un par de meses ya lo estaba mezclando todo.

Regresando a la paleta musical. ¿Por qué elegiste precisamente esta y no cualquier otra?

Me dejé llevar mucho por las canciones. En este caso no tenía una paleta sonora en la cabeza cuando me puse a escribir el disco, aunque sí una dirección, una paleta más de colores. Simplemente sabía que partiría del piano y también había algunas canciones que hice con la guitarra clásica. Todo tenía un toque más acústico, pero en ningún momento pensaba hacer una cosa con cuerda, ni que habría arpa o fagot… Estos elementos se me fueron presentando cuando ya tenía los temas casi acabados. De pronto se caía un santo del cielo y me decía a mí misma: “Necesito un fagot”. La canción manda mucho. Me he dado cuenta de que como productor no influyes tanto con tu opinión, es más la canción la que influye.

¿Es como si las canciones te pidieran cosas y tu labor fuera ser capaz de leer lo que te piden?

Eso es. Eres esclavo de la canción, lo que también es muy cómodo porque así te sacas de encima algo de presión. No es que seas un mensajero o un médium, pero sí que llegas a un punto en el que tienes que dejarte llevar. He descubierto que producir era esto, no romperme la cabeza ni ser absolutamente racional. Es dejarte llevar por el instinto, que en realidad es lo que necesitaba hacer.

Regreso a los orígenes.
Regreso a los orígenes.


¿Cómo te dio por trabajar con el piano?

Ya hacía tiempo que tenía una curiosidad creciente por el instrumento, especialmente porque no es mi instrumento y no lo controlaba mucho, y la curiosidad se fue multiplicando por mil. También influyó el hecho de que me mudara a La Bisbal y, por primera vez, tuviera espacio en casa para tener un piano. Tener un instrumento nuevo en el comedor te permite experimentar no solo con las notas, sino con la propia sonoridad de ese instrumento. Fue el punto de partida. Luego tuve ganas de coger la guitarra, pero la clásica: era como regresar a los orígenes de cuando era pequeña. Fue un poco como reencontrarse con la niña pequeña que empieza con un instrumento nuevo.

Creo que con Blake Mills, que firma contigo la letra de “Poisonous Sunflower”, hablasteis en algún momento de las posibilidades del piano como elemento percusivo. ¿Has aplicado mucho esto en el disco?

En la grabación no mucho, pero durante la composición sí. Hubo muchos momentos en los que utilizaba el pedal del piano para hacer ruidos, las maquetas están repletas de detalles así. He utilizado mucho el sonido mate, no brillante, sino más bien silenciado. He investigado muchos elementos así y al final todo venía muy influenciado por la propia sonoridad que utiliza Blake Mills. Su disco “Mutable Set” (2020) me influenció muchísimo y después entramos en contacto casualmente y compartimos algunos miniconciertos. Hemos coincidido también en maneras de entender la música y, de alguna manera, esto también me ha marcado el camino.

He leído en alguna parte unas declaraciones en las que decías que la Núria de este disco es “esa Núria que no me había permitido ser hasta ahora”.

Es verdad, pero también es curioso que en este disco hay canciones muy antiguas, como “Disaster In Napoli”. La tenía hecha desde hacía años y nunca había encajado en mis discos anteriores. Siempre lo había intentado y no era su momento, quizá porque intentaba cambiar un poco la idea visceral de inicio, que he acabado conservando. Esta canción es un poco el hueso del disco, que al final tiene una narrativa.


“La idea es que todo empieza y acaba en el mismo lugar, pero que ya no eres el mismo. Entremedio hay unos personajes de fábula que cuentan historias y ven este desastre del que hablo todo el tiempo, una especie de desastre natural representado por un volcán que explota. Es un poco como un aviso comunitario, ¿no?”



Si esa es la canción más antigua, ¿cuál es la más reciente?

Me cuesta saberlo, porque la mayoría vinieron como en bloque. La mayor parte se hicieron el otoño de 2021. La que más tardó en entrar, aunque no sea la más nueva, es “Yes It’s Me, The Goldfish!”, que también era muy vieja. Una idea que tenía seis o siete años, pero que rehice justo antes de cerrar el disco a partir de un ritmo de batería que sacó Malcus aquí en casa. Entró casi derrapando, pero ha acabado siendo una de las canciones más importantes.

El disco comienza y acaba con dos tomas de “Procida”, como marcando un aire circular al cancionero.

Recuerdo que no paraba de hacer listas de canciones en la mesa del comedor. Ya estaban las dos “Procida” y, cuando tuve la revelación de que una iba al principio y la otra al final, de pronto toda la historia se empezó a revelar a sí misma. En el disco intento hablar de esta naturaleza cíclica, pero esto lo sé ahora; en el momento en que lo estaba haciendo no era muy consciente de ello. La idea es que todo empieza y acaba en el mismo lugar, pero que ya no eres el mismo. Entremedio hay unos personajes de fábula que cuentan historias y ven este desastre del que hablo todo el tiempo, una especie de desastre natural representado por un volcán que explota. Es un poco como un aviso comunitario, ¿no? Pasa algo, regresas al mismo lugar físico (se refiere a Procida, la isla del golfo de Nápoles), pero ya no estás en el mismo estado mental. Estás en el mismo lugar, pero has cambiado.

Háblame de los personajes que desfilan en este viaje.

Son The Catalyst, Goldfish, Birdman… Han tomado forma ya sea de la naturaleza o de algo aún más impalpable. “The Catalyst” (la canción) fue muy importante, porque surgió de una conversación muy profunda. Es un personaje que habla del duelo no solucionado, habla directamente de la muerte. Esta canción podría ser claramente deprimente, pero después no lo es tanto, incluso intenta tener una cierta ironía. Siempre son personajes que ven el futuro. The Catalyst es el narrador que explica que tiene algo en mente y después este algo es lo que pasa. Birdman también es un animal que sobrevuela el terreno y avisa a todo el mundo de lo que está a punto de suceder. Todo el rato aparecen estos animales que, en el fondo, son representaciones del propio subconsciente.

“The Catalyst”, vídeo realizado por Marc Cuscó.

¿Y que anuncian una especie de apocalipsis?

Bueno, el disco no intenta ser apocalíptico, pero sin pretenderlo me ha salido una temática… Cuando escribí “Fire Mountain Oh Sacred Ancient Fountain”, que habla de una montaña que escupe fuego, me di cuenta de que quizá me estaba refiriendo al Vesubio. Pero no pretendo hablar de un apocalipsis o de un desastre natural, sino de una observación de la naturaleza y de la aceptación de que formas parte de un ciclo natural. Es un recordatorio de este ciclo, no un grito en plan: “¡Nos vamos a morir todos!”. Es solo una constatación de que la naturaleza es así, casi graciosa a veces, y que no la tenemos suficientemente en cuenta. Todo esto se mezcla con un proceso de duelo. No he llegado a ninguna conclusión, pero es verdad que la historia parte de un duelo y por esto hay este misterio constante.

¿El hilo narrativo sería este duelo y este misterio?

Sí. Cuando lo hacía no era consciente, pero ahora lo veo en el orden de las canciones del disco. Al principio están estos personajes que te van avisando, The Catalyst, Birdman… Más o menos por la mitad, “Oh I Bless Thee” y “Disaster In Napoli” hablan de cuando realmente está pasando el desastre. Y después hay una serie de canciones que caminan más hacia la luz, como “The Beginning Of Things” o “Gloria”, hasta llegar a un final para mí muy optimista con “The Waterway”. En todo el camino se habla de la anticipación, del desastre en sí, y finalmente de la luz después del viaje. Donat Putx

Por el camino de Graham

“First Tracks”
(Autoeditado, 2013)

Núria Graham tenía 17 años cuando autoeditó esta demo –Halley Records la volvió a prensar en 2015 y rediseñó ligeramente la portada– que sorprende por el aplomo interpretativo que empezaba a mostrar y por la variedad de registros que esgrimía, pasando del folk reverberante de “Intro” al pop efervescente de “Poems”. Las coordenadas de “Oregon”, efectivamente, la sitúan en territorio americana, mientras que en la deliciosa “As Sweet” –acudiendo al poemario de la británica Wendy Cope– bascula entre delicadeza y potencia.

“Bird Eyes”
(El Segell del Primavera, 2015)

La entente con el también productor y músico Jordi Casadesús se afianza con este primer álbum bajo el paraguas de Primavera Sound, envuelto en una portada más que llamativa obra de Adam Green. La mayoría de edad se hace notar más allá del DNI gracias a canciones tan conseguidas como “Bird Eyes”, la ensoñadora “Bad Luck”, la fibrosa “Christopher” o la mutante “You Fall Asleep So Easily”. Y su expansión como intérprete e instrumentista le permite encajar en el exigente molde artístico de heroínas particulares como St. Vincent.

“Does It Ring A Bell?”
(El Segell del Primavera, 2018)

Sigue por la senda pop abierta por “Bird Eyes”, pero con matices, porque este álbum no es tan claramente melódico como aquel. La salmodia de Lou Reed o Kurt Vile asoma en canciones de impacto asegurado como “Cloud Fifteen”, incluso amaga un scat en la pegadiza “Smile On The Grass”. La galería de personajes con nombre propio crece gracias a la herida de “Marianne”. Y que “Morphine” se titule así –y suene como lo hace– no parece casualidad, porque “Cure For Pain” (1993) –el segundo álbum del inolvidable trío estadounidense– también es una referencia importante para la de Vic.

“Marjorie”
(Primavera Labels-Universal, 2020)

No estaba planteado como un disco de tesis sobre sus raíces irlandesas, pero estas terminaron impregnando parte del contenido –el tema titular está inspirado en su abuela, del mismo nombre– o sirvieron como escenario a canciones de estilizado dream-folk: “Connemara”. Cálido y atemporal como el trabajo de los artistas setenteros que le sirven de referencia –de Todd Rundgren a Carole King, pasando por Laura Nyro–, confirma su habilidad como melodista, su capacidad para defenderse en territorio a priori ajeno –“Toilet Chronicles”, versión de Power Burkas– y su crecimiento como narradora.

“Cyclamen”
(Primavera Labels-Verve Forecast-New Deal-Universal, 2023)

Cambian los enfoques sonoros, el menú de producción se amplía considerablemente, el planteamiento instrumental es distinto, la voz de Graham emite desde un lugar nuevo. Se intuye que las ambiciones son otras, y que siguen siendo elevadas. Canciones de inevitable efecto hipnótico como “Yes It’s Me, The Goldfish!”, de inclemente pegada voltaica à la PJ Harvey como “Disaster In Napoli” o de considerable preciosismo ornamental como “Poisonous Sunflower” vienen a confirmar que Núria ha pasado de pantalla con este quinto disco, cambiando las reglas de su propio juego. ∎

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