Pese a que estamos en uno de esos escasos y raros años de este siglo en que Paul Weller no ha publicado un nuevo disco, el hecho de que emprenda una gira europea por salas medianas es motivo suficiente para acercarse a presentar respetos al modfather. Más aún si tenemos en cuenta que en Bilbao solo se le había visto en 2002 compartiendo cartel con Oasis en el pabellón de La Casilla, y posteriormente en el festival Bilbao BBK Live de 2010. Algunos se acercaron a verlo al Azkena Rock de Vitoria en 2011. En sala y en solitario, con repertorio largo, era la primera ocasión, por lo que el ambiente y la expectación eran los de las grandes ocasiones.
Compareció con puntualidad británica, con sencillo atuendo de camiseta negra y vaqueros que, con su buen estado de forma y esa percha, le hacían parecer elegante como el que más. Casi no se había colgado la guitarra cuando los dos baterías –una más centrada en labores de percusión a lo largo del concierto– doblan el sugerente ritmo de “Cosmic Fringes”, de “Fat Pop (Volume 1)” (2021), que será el álbum más representado en la velada junto con “On Sunset” (2020). Eso dice mucho de una figura con tan dilatada carrera.
Las referencias a sus míticas bandas previas fueron surgiendo intercaladas como conejos de la chistera del mago. La primera –como para recordar a los despistados ante quién estábamos– fue “My Ever Changing Moods”, de The Style Council, que sonó tan fina y delicada como siempre y constató que Weller conserva intactas sus cuerdas vocales y canta mejor que nunca. Si alguien tenía dudas –por todo el tiempo pasado– sobre si valía la pena acudir un jueves por la noche, se habían disipado en tres minutos. El inglés se mostró seguro y sin prisa alguna por agradar al público a base de hits, interpretando cada canción como si todas lo fuesen.
El repertorio estuvo más escorado hacia su vertiente soul, pero sin descartar incursiones en el rock y el rhythm’n’blues, como en la inédita “Jumble Queen”, en la que brilló su lugarteniente y guitarra solista Steve Cradock, líder de Ocean Colour Scene, versátil e impecable toda la noche, también en las canciones más tiernas, como “All The Pictures On the Wall”, “Village” o la estilosa “Headstart For Happiness”.
Weller dejaba ocasionalmente la guitarra para interpretar alguna tanda de canciones al piano –como la sesentera “Stanley Road”– y demostrar que lo hace todo bien. Y eso que Tom Van Heel, su teclista, dejó en otros temas muestra de su buen hacer, como en el arranque de la legendaria “Shout To The Top”, otra de The Style Council, que no ha perdido su chispa y devolvió a la sala a su origen como discoteca. Si alguien no se había dado cuenta ya, al fino trabajo de músicos y técnicos había que sumar el excelente sonido del recinto.
El ambiente estaba caldeado, pero nuestro zorro plateado sabe templar y buscar la ternura, como en la delicada “It’s A Very Deep Sea” o la ingrávida “Above The Clouds”, antes de soltar a los perros con una intensa “Into Tomorrow” cuyo alargado final mutó en infeccioso funk con wah-wah. Y, en medio de la mayor ovación de la noche y sin presentación alguna, interpretaron como si nada el sincopado riff de bajo y guitarra de “Start!”. El veterano público agradeció jubiloso el primer recuerdo a The Jam. Con “Peacock Suit”, que hace buena pareja con la anterior, se retiraron a camerinos.
La disciplina de Weller a la hora de no abusar de la nostalgia se hizo aún más evidente en los bises, en una primera tanda de su colección en solitario con la reciente “Testify” dando paso a la sentida y emblemática “Wild Wood”. El rock psicodélico de “The Changingman” parecía ser el número final de la noche.
Se hicieron de rogar y los pitos y aplausos anárquicos dieron paso a un masivamente coreado “beste bat” (“otra más”, en euskera). Algunos estaban comentando sus apuestas en voz alta y “Town Called Malice” parecía ser el objeto de deseo, pero Weller tiene obras maestras para dar y regalar y el inconfundible riff de guitarra acústica era, sorpresa, el de “That’s Entertainment”, que provocó la locura y el coreado a voz en grito de la frase: lo de los versos es de Proficiency y lo hace mejor Paul. Difícil terminar mejor. La banda saludó –abrazada como en el teatro– y las luces del local dieron paso a la retirada y los corros para comentar lo que se había visto, que no fue poco. ∎
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