Volviendo a seres benignos, confieso mi admiración por la estrategia de R.E.M. de los últimos cinco años. Aquellos temores de rendición a las fórmulas del sistema se borraron ante la bendita realidad de “Green” y “Out Of Time”. Dos discos efusivos en mostrar su grandeza como grupo y capaces de convertir a R.E.M. en uno de los nombres más famosos y rentables del planeta. Cuando escuchaba el año pasado “Losing My Religion” en cualquier rincón, por perdido que fuese, me alegraba por ellos. Para mí era la prueba de que un producto de nivel cualitativo elevado, si se le proporcionaba el mismo soporte de marketing que a los grandes monstruos aburridos y fastidiosos de la industria, podía triunfar tanto o más que ellos. Una simbiosis utópica calidad/accesibilidad cuyo éxito abriría las puertas a bastantes grupos merecedores de idéntica suerte. Y la guinda: viéndolos allí, en lo más alto, aún me parecen pocas las concesiones hechas (recuérdese que no hubo gira para promocionar “Out Of Time”); todo lo más el estribillo facilón de “Shiny Happy People”, o su beneplácito cuando se trata de mantener las reglas del juego (recoger algún galardón discográfico, entrevistas, etc.). Tan fecundos como en IRS y con mucho mejor acabado: definitivamente, el ejemplo a seguir. Y la prueba es que todos los músicos a quienes me ha tocado en suerte entrevistar en los últimos meses, absolutamente todos –Throwing Muses, Pixies, Blue Aeroplanes, Forster & McLennan, Fatima Mansions–, efectúan algún comentario acerca de R.E.M. Los adoran y los envidian, porque el suyo ha sido un éxito sano, el sueño ideal de cualquier artista con escrúpulos. Si estos cuatro magníficos caballeros andantes del sur anunciasen su disolución ahora, muchos nos entristeceríamos aún más que aquel colega mío fan de los Beatles en 1970. Por cierto, ya que hemos tocado materia clásica y los mosquitos se están poniendo realmente pesados, nada tan eficaz como los remedios lugareños: una loción a base de aceite vegetal y limón –Citronela, muy refrescante– o el famoso
coil, espiral verde –la misma Bayer fabrica– que se enciende por un lado y quema durante ocho horas, produciendo un humo que atonta a esas fieras del aire. Como de
coil suelo andar bien provisto, corro en busca de uno para zanjar el creciente problema. ¡Fastuosos los problemas de las vacaciones! Evitar las picaduras de los mosquitos, no perder el bronceador, guardar la pasta, reconfirmar un billete, pensar un sitio para cenar: a veces incluso se convierten en un problema trascendente, y solo de regreso a casa me percato de lo dejado atrás. ¡Y qué poco falta para volver!