De romería.
De romería.

En portada

Rodrigo Cuevas

Activismo de manual

Fotos: Alfredo Arias

19.09.2023
A Rodrigo Cuevas le cuesta verse como activista, pero lo cierto es que reivindica, revoluciona y esparce la tradición asturiana (y aledaña) absolutamente enraizado en su tierra. Sin bajarse de las madreñas, cantando en asturianu y desde su base de operaciones en Piloña. Revitaliza la vida cultural de la comarca organizando, entre otras cosas, el festival Una Señora Fiesta, en el que han actuado Rigoberta Bandini, Niño de Elche, Mercedes Peón, Baiuca... Gesta música de tradición vanguardista (o viceversa) pensando para ella puestas en escena rebeldes, hedonistas y hondas. Su tercer disco, “Manual de romería”, se publicará este viernes y lo consolida como el más valiente, divertido y personal renovador del folclore de nuestro país. Lo pueden comprobar en directo este mes de septiembre en A Coruña (21) y Logroño (30).

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a música y la personalidad de Rodrigo Cuevas alcanzan su dimensión total sobre un escenario. Tras tener que alargar ¡casi un año! su aclamada gira “Trópico de Covadonga”, premio indiscutible a mejor nombre de gira del siglo XXI, Cuevas lleva desde el pasado junio presentando las canciones y las atmósferas que encierra su segundo manual en una nueva gira que está a punto de llevarle a Sudamérica: “‘La Romería’ es muchas cosas: a veces acaba como una verbena, otras como una ‘rave’, a veces como un mañaneo… Por eso la gira es muy verbenera, muy disfrutona, muy bailonga; hay mucha lentejuela”. “La Romería” se va a extender a lo largo de este año hasta finales de diciembre, haciendo escala en escenarios de España, Francia, México, Portugal, después de haber pasado por algunos de los principales festivales de este verano en nuestro país.

Y –por si todo esto fuera poco– existe quizá una última dimensión, una utilidad añadida en la música de Cuevas. Esto de llamar manuales a sus dos últimos discos no es gratuito. No quisiera usar la horrible palabra autoayuda, así que optaré por ¿divulgación?: “Los manuales son para todos, más bien. Es mi forma de verlo. Mi aprendizaje en la vida. Lo expongo un poco para quien le pueda servir. ¡Porque hay gente muy despistada! Necesitan manuales de todo…”. Lo dice entre risas, evidentemente.

Te has autodefinido como “agitador folclórico”...

Es una definición a modo de etiqueta casi exigida… Te preguntan: “¿Qué haces?”. Y, claro, los que partimos de la música tradicional para hacer otras cosas no tenemos una etiqueta que nos englobe; lo que a veces es bueno y a veces es malo. A mí me parece mejor no tener una etiqueta, la verdad. Pero esta me define rápidamente sin comprometerme mucho. Suena guay y no limita el espectro en el que me muevo. Parte de lo tradicional, pero tiene un punto de remover las cosas…

Agitar, agitas…

(Sonriente y categórico) Sí. Yo creo que define pero no comprime (la sonrisa pasa a risa).

Utilizas lo tradicional como transgresión, lo que en principio puede parecer contradictorio, pero creo que en tu música funciona perfectamente. En “MÁS ANIMAL” cantas, provocador y provocativo: “¿Quieres saber cómo lo fago? Fago lo tradicional”.

Claro, es que la gente que conoce lo tradicional de verdad, que no solo ha ido a unas clases de baile o de pandereta, sino que ha estado en fiestas en las que el folclore tiene una presencia totalmente libre, sabe que hay mucha transgresión. El mundo tradicional es muy transgresor: todas las mascaradas de invierno, las fiestas de carnaval, las rondas… esas fiestas en las que no entró, digamos, la programación son muy transgresoras. Más que transgresoras… tienen hasta un punto sórdido en algunos casos. Entonces, es lo normal para mí.

Agitando y disfrutando.
Agitando y disfrutando.


¿El concepto de romería está ahí, en ese tipo de fiestas? Porque la romería implica una parte católica, religiosa, aunque desde luego incluya una parte más carnal.

Yo me fijo en la parte más carnal, claro. Como casi todo el mundo. Es como un peaje: vamos a cumplir con la autoridad, mandamos al cura pa’ casa y ahora empieza la fiesta. Tiene el punto que refleja esta imagen (señala la portada del disco, un hermoso óleo de Javier Ruiz en el que se ve a Rodrigo desnudo), que llegó a tal punto de celebración que está fuera de sí, que está en una plenitud espiritual y personal que le hace disfrutar de ese momento y no pensar en nada más. Pero no como algo superficial, sino dándose cuenta, llevándose a un momento de pensamiento que para mí es elevado: nada tiene más importancia que lo que estoy viviendo en este momento.

Entonces, se asemeja mucho a un rito iniciático, o a una rave.

Funciona igual, sí. La gente no se preocupa de cómo va vestida. Llevas la peor ropa para poderla manchar. Y quitas muchísimas capas de máscara para mostrarte en un ambiente de confianza y libertad que es difícil de conseguir en otros lugares.

¿Crees que es especialmente bueno el ámbito del folclore para vehicular un discurso LGTBIQ+?

Bueno, es que para mí la tradición es un vehículo a partir del cual puedes transmitir cualquier cosa y además tienes muchas herramientas dentro del propio folclore para hacerlo. El canto, la tradición, la lírica popular te permiten hacerlo desde un punto más emotivo, reflexivo; o incluso puedes utilizar la moraleja dentro de los romances… o desde un punto de vista más picarón, con los cantos de cortejo y de ronda. O desde la socarronería, la retranca y el sentido del humor que se utilizan muchas veces en las improvisaciones de letras cuando estás picándote con alguien a cantar algo. Cuentas con muchas herramientas para hablar de la realidad.

Y de muchas realidades distintas.

¡Claro! Entra todo, no hay límites de temáticas. Entonces, ¿por qué no usarlo también para hablar de la heterogeneidad de la vida sexual de las personas?

Me gusta que rompas el concepto que se tiene de lo tradicional como algo insertado en unos parámetros muy concretos.

Eso es algo institucional, que nace de la institución. O de la imagen que la gente que no conoce el folclore empezó a construir. Pero no es lo que yo vivo.

Reivindicas la tierra, el entorno rural y luchas para recuperar la cultura asturiana desde ese mismo entorno.

Para mí ese entorno estuvo siempre ahí. El pueblo de mi abuela –Rodiezmo, en León– fue mi Arcadia, como la que retrata Palacio Valdés en el prólogo de “La aldea perdida” (1903). Ese lugar en el que se crio y al que no había llegado la industrialización. Rodiezmo era un sitio en el que, pese a que había muy pocas cosas, vivíamos de una forma plena. Mi sueño era tener esa vida, siempre lo fue. Luego te acaban metiendo pájaros en la cabeza en la universidad y no sé qué… Y cuando dejé el conservatorio, que estaba viviendo en Galicia y ya no tenía que rendir cuentas a nadie, me acordé: coño, pero si lo que yo quiero es irme a un pueblo y tener animales ¿Por qué no lo hago? Y me fui.


“El mundo tradicional es muy transgresor: todas las mascaradas de invierno, las fiestas de carnaval, las rondas… esas fiestas en las que no entró, digamos, la programación son muy transgresoras. Más que transgresoras… tienen hasta un punto sórdido en algunos casos. Entonces, es lo normal para mí”



Pero vas más allá. Eres activista: luchas por recuperar la tradición. Llevas música y cultura a esa zona.

Bueno, no es un activismo voluntario. Simplemente vivo y hago lo que creo que haría en otro lugar. En cierta manera soy consciente de una responsabilidad al hacer las cosas, pero creo que deberíamos tenerla todos y en todos sitios, vivas en el medio rural o en el medio urbano. Intento cuestionarme las cosas y ver lo que me parece justo, e intento mejorar la sociedad en la que me muevo.

Parece que en España por fin estamos poniendo en valor y renovando el folclore, trayéndolo al presente y fusionándolo con otros ritmos. ¿Qué te parece la explosión de estos sonidos en España?

Creo que la diferencia es que se le está dando foco, porque hay gente como Mercedes Peón que lleva sacando discos desde el 2000; o Eliseo Parra desde los noventa. Gracias al foco, todas estas personas, que somos hijas de aquellas que hicieron folk entonces, podemos hacer lo que ellas igual no pudieron… o no quisieron. Pero en muchos casos no tenían ese foco con el que trascender el estar englobados en esa etiqueta de la world music. Podemos salir de ahí. No tenemos que ir a festivales de world music, no tenemos que estar en ninguna casilla. Eso es lo interesante que nos está pasando ahora y nos está dando libertad de trabajo… ¡Y una alegría de vivir! (risas).

Eres muy de colaborar, Rodrigo: Rozalén, Baiuca, Zahara, Ortiga, iLe, Néboa, Matías Aguayo, Clara Peya, Vicente Navarro…

Me gusta, pero yo no soy una persona que llame a la gente para colaborar. Siempre me suelen llamar y me proponen cosas. No lo busco pero me proponen y, claro, caigo en la tentación (risas). Hombre, ¿cómo me voy a resistir a colaborar con toda esa gente? Siempre es divertido e instructivo ver cómo trabaja la gente. Se aprende mucho.

Tienes un single con dos versiones de tu paisano Tino Casal. ¿Es un referente?

No soy muy fan de su música, pero sí es un referente en lo rupturista, en ser un espíritu libre y vivir sin miedo, experimentar todos los sabores que te ofrece la vida y no negarse a probar nada. Más en lo vital que en lo musical.

Tradición y libertad.
Tradición y libertad.


Hablemos de tu “Manual de romería”, que Sony va a publicar el 22 de septiembre. ¿Cómo entras en contacto con Eduardo Cabra, ex Calle 13 y productor del disco?

Sigo desde hace tiempo el trabajo de Eduardo, ya con Calle 13 y luego el disco “Trending Tropics” (álbum de 2018 de Eduardo Cabra junto a Vicente García con colaboraciones de Ana Tijoux, Bomba Estéreo, iLe o Vetusta Morla), que para mí fue importante e influyó en “Manual de cortejo” (Aris Música-Altafonte, 2019), que es más o menos de la misma época. O el último de Rita Indiana (se refiere a “Mandinga Times”, publicado en 2020 y producido también por Cabra), que también me gustó mucho y es una referencia para mí. Me dije: “Será una locura, pero yo quiero hacer mi próximo disco con este señor”. Se lo dije a mi repre, dimos con él, tuvimos una videollamada, le conté lo que quería hacer, le dije que escuchara “Manual de cortejo”... Desde el principio hubo superbuena química y, de repente, ¡estaba en Puerto Rico grabando un disco!

Cuéntame cómo fue vuestro contagio mutuo: la asturianización de Eduardo y la puertorricanización de Rodrigo.

(Risas) Dijimos: “Vamos a hacer primero una canción a ver si hay química y luego, si funciona, vuelvo a hacer el disco entero”. Me fui en abril de 2022 a Puerto Rico a grabar “MÁS ANIMAL”, y luego se vino Eduardo y estuvimos grabando por Asturias, Zamora y León. Le enseñé el paisaje y el paisanaje asturiano y en Navidades ya me fui a Puerto Rico a hacer el disco entero. La asturianización de Eduardo fue bastante evidente, pero en el disco hay muchos elementos de Puerto Rico. Yo creo que lo más claro está en “CASARES”.

Allí tienen también una tradición de percusión de mano que es como el pandero de aquí, pero tiene su origen en la cultura afro. Utilizan la polirritmia, que no existe en la percusión de mano en España. Por eso tiene ese rollo de tambores, siendo panderetas. Quise hacer el baile tradicional de Casares, un pueblo que está al lado del de mi abuela, pero le presentamos estos ritmos –la jota, los titos y el agarrao– a un tocador de plena, que es como llaman al pandero en Puerto Rico, para que lo reinterpretase. En “CASARES” tanto la letra como la melodía son tradicionales, yo solo la canto.

“CASARES”, vídeo realizado por Jorge Rojas y Magdalena Orellana.

Es bonito buscar estos puntos en común…

Es un jugueteo. Lo bueno que tiene la música tradicional es que tienen códigos muy compartidos entre muchos lugares del mundo. Los códigos de percusión de la tradición asturiana los puede entender o reinterpretar cualquier percusionista de cualquier lugar del mundo. Y mola mucho jugar con eso.

La percusión es un elemento fundamental en tu música, como mínimo por dos vías. Una la del folclore y otra la de la música electrónica.

Exactamente. Tiene una función de entretener al bailador, que necesita muchos ritmos. Hay mucha música para el baile en este disco.

Hablando de ritmos. Una curiosidad: en la canción de “ROMERÍA” utilizas un motor, que parece de motosierra, para armar el ritmo de forma similar a como Rosalía usaba una moto en la bulería “De aquí no sales”. ¿Es un guiño?

No, no. Y de hecho yo quería usar una motosierra, pero Eduardo no tenía ninguna en casa…

¡Vaya!

Entonces hizo una convocatoria para gente con motos. Le pareció muy exótico, porque en Puerto Rico no hay muchas motos. Allí andan en unos coches gigantes que nadie entiende (más risas), que solo valen para quemar gasolina. Yo les decía: “¿Pero por qué vais en ‘pickups’?”, o en “picops”, como dicen ellos. Hice un concierto allí y les pregunté: “¿Qué sois? ¿Ganaderos? ¿Qué lleváis ahí atrás? ¿Alpacas?” (muchas más risas). Nadie sabe responderte por qué los tienen… Así que no es precisamente un homenaje a Rosalía. En las romerías también está muy presente el motor. La gente imagina que el paisaje sonoro de un pueblo son solo pajaritos, pero está muy motorizado: mucho quad, mucha moto de cross y mucha motosierra. Quería meter motores en algún sitio…

Me impresiona “DIME, RAMO VERDE”. Hablas de tu infancia y de bullying, pero de repente le das la vuelta y cantas: “La jodida maravilla que es la vida te hará ver que tú no tienes que cambiar, porque amar es el verbo de los valientes y en el odio solo hay miedo a los demás”.

Es un poco la historia que me gustaría haber escuchado cuando era un niño, me hacían bullying, todo el mundo hacía como si no pasara nada… Lo cuento en la letra: recuerdo que las profesoras me tenían a su lado en el recreo para que no me insultaran, en vez de tener a su lado al abusador, castigado. Cómo me hubiera gustado que me dijeran que no hay que poner el foco en la persona que está recibiendo el abuso, sino en el abusón.


“Recuerdo que las profesoras me tenían a su lado en el recreo para que no me insultaran, en vez de tener a su lado al abusador, castigado. Cómo me hubiera gustado que me dijeran que no hay que poner el foco en la persona que está recibiendo el abuso, sino en el abusón”



Mi canción favorita del disco es “MATINADA (Resaca)”. Me parece una especie de síntesis o conclusión de “Manual de romería”. Es minimalista, electrónica y agridulce. No sé si es a partir de una resaca real. Podría serlo, pero creo que es una resaca de la vida, ¿no?

Sí, es un poco resaca de la vida. Es verdad que resume un poco todo el rollo de la romería. Cómo deseas en algunos momentos no haber vivido algo o que no tengan consecuencias tus actos. Pero al final lo más guapo es asumirlos e, incluso en ese momento en que te perjudican, estar agradecido por lo que te pasó ayer y por lo que pueda pasarte. Es una exageración de ese estado resacoso que tiene el poso de habértelo pasado muy bien. Estar en casa destrozado pero diciendo “qué bien me lo pasé ayer”. Esa sensación tenía que estar también en un manual de la romería.

El disco empieza con “BYPA”, un tema minimalista, a capela, con la colaboración del grupo vocal corso A Filetta. ¿Por qué decides abrir “Manual de romería” con esta canción?

¡Ay, ya! (risas). Soy muy, muy, muy fan de la polifonía vocal corsa desde hace años. A Filetta organizan un festival en Córcega y me llevaron allí a tocar. Hice el contacto con ellos, un grupo mitológico de la música corsa. Un nexo de unión entre Asturias y Córcega es la tonada asturiana, que es monofónica pero tiene ritmo libre y canto melismático, igual que el solista en la música vocal corsa. Cuando toqué allí hicimos una improvisación juntos sobre esta canción y quedó superchula. Al grabarla tuve claro que los tenía que invitar. Además, en Puerto Rico hay una comunidad corsa muy importante…

¡Qué fuerte!

¡Sí! Además esa comunidad tiene mucha influencia en la música jíbara tradicional puertorriqueña. Así que lo tuve claro.

¡Increíble! Al final todo confluye. Hablando de confluencias: a modo de los skits en los discos de hip hop, en “Manual de romería” incluyes fragmentos de grabaciones de campo de música tradicional asturiana entre tus canciones. ¿Cuál es su función?

Están ahí para dar contexto, hacer respirar un poco al disco y ayudar a entender que lo que hago no es música tradicional, que lo tradicional es esto y que es muy importante que se siga cantando. Se da mucha importancia a lo que hace la gente que se dedica al folclore sobre el escenario, pero creo que lo más importante es seguir cantándolo en casa. Eso es lo más potente. Lo que se hace sobre el escenario es una performance, una exageración. No tiene tanta riqueza como lo que puede pasar en una cocina, en una fiesta, en una noche alrededor del fuego. Escénicamente, musicalmente y poéticamente. Eso es muy importante.

Y quería meterlos solos para no tergiversar. Muchas veces cogemos un sample y le ponemos electrónica debajo y queda superguay y supermoderno… pero a mí me parece un poco extractivista. Yo hice también lo otro antes, pero uno va pensando y evolucionando y pienso que esa persona a lo mejor no quiere estar en ese lugar, o no se le ocurriría. No es como cuando te juntas con otro artista y dices “vamos a hacer esto, o vamos por aquí o por allá…”. Es un poco ególatra: “Cojo esto, me lo pongo en mi canción y mira qué guay soy”. Es mejor decir “esta es la referencia. Esto es lo que ella hace y esto otro es lo que yo hago. Pero los quiero y me encanta que estén aquí para que los escuchéis todos”. ∎

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