Pan Daijing, voz de jade. Foto: Virginia De
Pan Daijing, voz de jade. Foto: Virginia De

Entrevista

Pan Daijing: “En los últimos años hemos consumido demasiada música”

Transitando entre la electrónica y los círculos del arte contemporáneo, Pan Daijing ha consolidado gradualmente su posición de célula musical incómoda. En su último trabajo, “Jade”, su voz se hace más presente que nunca, en todos los sentidos.

13. 09. 2021

Tal vez porque la primera vez que vi en directo a Pan Daijing me sentí como si alguien me vendara los ojos y me llevara por regiones ignotas, imaginaba que la artista tendría unas dimensiones casi mitológicas, así que cuando me reúno con ella a la salida del metro de Hansaplatz, en Berlín, donde arquitectos como Niemeyer y Gropius levantaron lo que aspiraban a ser edificios del futuro, me sorprende encontrarme a una mujer menuda, silenciosa y que pasa prácticamente desapercibida (algo, que como me contará más adelante, valora mucho de la capital alemana).

En el momento de realizar esta entrevista, Pan Daijing acaba de volver de Hong Kong, donde está exponiendo una obra multidisciplinar hasta diciembre y que quiere que sea un espacio seguro en el que los visitantes puedan “experimentar un momento de libertad”. También tiene bajo el brazo un nuevo álbum, “Jade” (PAN, 2021), posiblemente su trabajo más accesible pero también más complejo, lleno de voces, en el que canta mucho más que de costumbre y en el que transmite tanta intensidad como en sus directos.

En “Jade” cantas mucho, algo que hasta ahora no lo hacías en tu música. Además, en el tema “Dust” te planteas cuestiones casi filosóficas. ¿Es una forma de interrogarte sobre tu lugar en el mundo?

Más que una pregunta a mí misma, es un interrogante genérico, porque no creo que uno deba escribir sobre sí mismo todo el tiempo. Se trata más bien de ideas y pensamientos, pero por supuesto que también expresan ideas que me pasan por la cabeza, aunque las letras no sean necesariamente literales ni representen exactamente cómo me sentía en ese momento, sino que era más bien una pista o una metáfora.

En el disco hay muchos temas que transmiten una sensación de imprevisibilidad similar a la que logras en tus directos: uno sabe dónde empieza el viaje pero no dónde termina. ¿Has querido grabar un disco así para compensar la falta de actuaciones en directo durante la pandemia?

Mi relación con quien escucha mi música y con el público se basa en la confianza; incluso si son completos desconocidos, confío en que durante ese tiempo van a entender lo que quiero hacer, incluso cuando lo que entrego es confusión o curiosidad. Quiero darlo todo y ser vulnerable y transparente. Sé que es difícil de decir porque la pandemia ha sido muy dura para todo el mundo, pero para mí no ha habido una diferencia específica porque yo ya me había replegado antes, y aunque ha sido muy triste ver lo que estaba pasando en el mundo, a nivel personal no ha supuesto una gran diferencia. Las ideas de aislamiento y soledad están en mi trabajo y me gusta sugerir que debemos pasar más tiempo con nosotros mismos, porque el mundo está saturado de información y creo que debemos ralentizar el tiempo.

“Las ideas de aislamiento y soledad están en mi trabajo y me gusta sugerir que debemos pasar más tiempo con nosotros mismos, porque el mundo está saturado de información y creo que debemos ralentizar el tiempo”

¿Crees que el patrón que ha traído la pandemia y esa introspección se verán reflejados en un cambio de actitud en los próximos directos o incluso en el público?

En realidad, he seguido actuando incluso durante la pandemia. Los dos años anteriores apenas hice conciertos (a lo sumo, una o dos veces al mes). Y cuando se aligeraron las medidas de confinamiento y fue posible volver a actuar, noté que la gente acudía desesperada por escuchar música. La experiencia resultaba distinta, porque había ansiedad: era una reunión de gente, había que tener cuidado, tomar precauciones y no te sientes tan libre. También tengo más conciertos cerrados, pero no sé si se cancelarán. Sin embargo, aunque haya ansiedad, creo que es importante que pensemos que la música debe tener un lugar importante y que debería estar al margen de la idea de diversión y entretenimiento, porque la música no es siempre divertida; también puede ser dolorosa. En los últimos años hemos consumido demasiada música y en ciudades como Berlín se tiende a exagerar todo, y es bueno que nos paremos a pensar antes de actuar, y precisamente hay mucha presión en el hecho de tocar. Se está sacrificando el tiempo que se debería dedicar a pensar e investigar en actuar y reaccionar.

Arte sonoro. Foto: Virginia De
Arte sonoro. Foto: Virginia De

Dices que el arte no debe ser siempre complaciente, pero a menudo  da la impresión de que la gente prefiere el entretenimiento y las cosas sencillas de digerir…

Creo que no deberíamos cambiar lo que hacemos en base a lo que creemos que va a funcionar, porque nada va a funcionar si te adaptas. Por supuesto que es importante pensar en el proceso y hacer cosas relevantes para transmitir tu mensaje, pero el resultado debería ser honesto y no a medida. Si no, se convierte en un objeto de consumo. 

¿El hecho de haber estado involucrada en proyectos artísticos estos últimos años ha cambiado tu percepción de la música o tu forma de componer?

Desde el principio he sentido que hay una relación muy estrecha entre música y arte; no quiero separarlos. En mis comienzos, cuando actuaba como artista en solitario, mi propuesta se presentaba sobre todo en locales en que mi música se podía recibir y percibir de una forma específica, y es algo que ha ido evolucionando y expandiéndose, y mi actuación en el Gropius Bau (se refiere a la performance “Dead Time Blue”, que presentó en dicho museo berlinés en enero de 2020) representa ese tipo de evolución. Para mí la música no es solo sonido, sino una cuestión filosófica; para mí el proceso de composición no tiene estructura, es como una experiencia psicológica, emocional y física que plantea preguntas como qué es el arte.

¿Cómo fue tu salto a este circuito?

Como no tengo formación académica, lo hago todo de forma natural. Es la gente la que me coloca en un lugar determinado cuando me llaman para actuar o participar en un proyecto artístico, pero considero que estoy en ambos sitios por igual, en el arte y en la música: nunca me he sentido parte de una escena, pero con el arte me siento en casa porque es un lenguaje que me da libertad absoluta para crear, porque los límites son más difusos y te da más espacio para cuestionar cosas. ¿Fue mi elección? No, creo que ambos mundos van de la mano, lo que pasa es que a la gente le gusta encasillar, “oh, eres mujer, o eres china, o eres esto”, pero me pueden poner en donde les plazca, porque creo que las fronteras se están desdibujando, incluso si piensas en la raza, o en lo que supone vivir en una ciudad como esta…

“Sé que puede parecer que soy antisocial y que puedo resultar rara cuando estoy en un grupo, pero quiero que la gente conecte conmigo a través del trabajo. También creo que la música y el arte trascienden todas las limitaciones lingüísticas que tenemos y mi sentido de pertenencia a un sitio no tiene nada que ver con mi nacionalidad, sino con un estado mental”

¿Te sientes a gusto en Berlín?

Aquí puedes ser anónima, y es algo que hace que me sienta segura, porque nada se hace para impresionar, y me gusta esa sensación, me siento más en casa aquí que de donde vengo, porque aquí cualquiera puede sentir que pertenece a esto. Por supuesto, también hay gente ignorante que te va a decir cualquier cosa, pero en general hay mucho respeto. También me gusta el lado triste de Berlín y el invierno… y tienen esta personalidad directa de no callarse que me hace sentir en casa. También me gusta el sentimiento de sentirme pequeña como artista y que mi trabajo sea honesto y más importante que yo, que haga más ruido.

Que el ego no mate el arte…

Exacto. Creo que lo que hay que decir no hay que decirlo en las fiestas ni en las inauguraciones, sino con el trabajo. Sé que puede parecer que soy antisocial y que puedo resultar rara cuando estoy en un grupo, pero quiero que la gente conecte conmigo a través del trabajo. También creo que la música y el arte trascienden todas las limitaciones lingüísticas que tenemos y que mi sentido de pertenencia a un sitio no tiene nada que ver con mi nacionalidad, sino con un estado mental.

¿Cómo terminaste en esta ciudad?

Cuando tenía 20 o 21 años salí de China por primera vez y me dediqué a recorrer Europa durante un mes haciendo autostop. Pasé unos días en Berlín y me gustó mucho, y por supuesto hice todas las cosas turísticas y fui al Berghain. No era la primera vez que iba a un club –y, honestamente, la música tampoco me impresionó demasiado–; me pareció fascinante como experimento social y como espacio: era un ambiente muy distinto que me dejó muy intrigada, aunque en esa época ni siquiera estaba haciendo música. También es la ciudad en la que me he sentido más aceptada, y decidí mudarme aquí tras mi primera gira en Europa, porque donde sentí que la gente conectaba mejor con mi música era aquí, y Berlín no es una ciudad que se ande con tonterías. Tampoco tenía nada, por lo que no había nada que perder.

Entonces, ¿empezaste a hacer música en China?

Sí, sí. Pasé dos años en Estados Unidos y allí es donde compré mi primer equipo y empecé a trastear: no creo en la idea de profesionalidad, para mí todo comienza con la curiosidad. No creo que haya buena o mala música, es subjetivo, así que cuando me compré el primer sintetizador es cuando empezó todo.

La mujer inmaterial. Foto: Virginia De
La mujer inmaterial. Foto: Virginia De

¿Qué sinte era?

Un Korg, creo que era un Korg Drum Machine rosa, lo compré por 100 euros en Craigslist. Odiaba cómo sonaba, era demasiado digital, pero lo conservé porque estoy en contra de comprar en exceso. Me gusta la idea de no poseer nada y que cuando quieras irte solo tengas que cerrar la puerta. No tengo muebles ni discos ni equipo del que preocuparme, solo un espacio vacío con las cosas básicas, así que el equipo que tengo es porque realmente lo necesito y tengo una relación especial con él.

Supongo que si el sonido no te gustó tuviste que “hackearlo” de alguna forma.

Exacto, porque solo me podía permitir comprar una cosa, así que tuve que “hackearlo” para poder hacer el sonido que quería. Tampoco me asusta cometer errores o que se rían de mí porque no tengo nada que perder, porque después de todo, ¿quién soy yo? Creo que debes tratar de hacer las cosas que quieres y me avergonzaría si dejara de hacer algo solo porque estoy muy pendiente de lo que piensen los demás… No tengo tiempo para eso. ∎

“trust & confusion”

Pan Daijing lleva desde mayo trabajando en “trust & confusion”, un proyecto artístico multidisciplinar de ciencia ficción en Tai Kwun, una antigua comisaría de Hong Kong reconvertida en museo, que se podrá ver hasta diciembre. Con las protestas como fondo, una de sus prioridades ha sido “crear un espacio seguro en el que la gente pueda abandonar sus temores. La audiencia de Hong Kong está muy sensible; siempre me siento muy protectora con mi público y mis ‘performers’, y espero que esto se convierta en un lugar donde la gente pueda ir… Por otro lado, ¿qué significa la libertad? No es una idea absoluta, sino una perspectiva, se trata de cómo liberar tu mente cuando no hay nada libre alrededor. No quiero que esta gente se sienta abandonada, quiero crear este túnel en el que sientan que están con alguien”. ∎

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