Cómic

Alex Graham

Dog BiscuitsFulgencio Pimentel-La Casa Encendida, 2022

15. 06. 2022

Que la pandemia iba a ser caldo de cultivo para obras de ficción era algo sobre lo que se albergaban pocas dudas, aunque sí que existía cierto recelo general sobre el oportunismo y la pertinencia de las mismas. Por otro lado, negar que un evento como la irrupción en nuestras vidas de la COVID y sus dolorosas (e interminables) consecuencias no propiciara una producción artística acerca del mismo es una demostración de cinismo siglo XXI de manual, precisamente cuando no está el horno para bollos.

Y cualquier cosa menos cínica es “Dog Biscuits” (2020), obra nacida durante la pandemia que habla sobre vidas humanas (por muy funny animals que sean sus protagonistas) que sufren, como no podía ser de otro modo, la pandemia. “Dog Biscuits” fue publicada diariamente online a través de Instagram a modo de ejercicio narrativo. No existía un guion previo y el contenido de la obra era improvisado, lo que permitió a Alex Graham (Denver, Colorado, 1987), su autora, mantener la obra en permanente contacto con las noticias que se sucedían en nuestro tiempo presente cada vez más disparatado. Graham confiesa que la iniciativa de publicarlo partió en gran medida del aburrimiento, pero también funcionó como una tabla salvavidas para mantenerse a flote y en forma en un tiempo convulso.

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Más allá de su propósito inicial, “Dog Biscuits” es un retrato del angst contemporáneo, de la precariedad que salpica a jóvenes y no tan jóvenes, de la dificultad de relacionarse en un mundo hiperrelacionado y del amor, en letras mayúsculas. Con un dibujo urgente, como no podía ser de otra manera, y un blanco y negro sin alharacas, Graham se encarga de presentarnos un triángulo amoroso y un conflicto viejo como el mundo. Casi podría decirse que despide cierto aroma a underground clásico y, si no hablara explícitamente de la pandemia, se haría difícil situarlo cronológicamente. Es en los diálogos donde la autora encuentra el espacio para instalar las coordenadas que lo convierten en testimonio del ahora. La impecable caracterización de los personajes y la habilidad de Graham para convertirlos en seres tangibles (que viven, se divierten, sufren y follan: tiene una de las mejores escenas de sexo que se hayan dibujado jamás) elevan a “Dog Biscuits” a algo más que un mero ejercicio de estilo nacido durante el peor de los tiempos. Plus: la excelente traducción de Joana Carro y César Sánchez, toda una lección de cómo hacer que los tebeos hablen. ∎

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