Pocas películas exploran el deseo femenino, el bloqueo emocional y su repercusión en la capacidad de crear relaciones, vínculos emocionales y sexuales. Y pocas lo hacen desde el prisma que utiliza “Creatura” (2023, se estrena hoy). El segundo largometraje de Elena Martín Gimeno (Barcelona, 1992) cuenta la historia de Mila, una chica a la que conocemos en tres momentos vitales diferentes: de niña (interpretada por Mila Borràs), de adolescente (por Clàudia Dalmau) y de joven (interpretada por la propia directora).

La búsqueda que propone la película parte de un presente en el que Mila, de adulta, decide mudarse con su pareja, Marcel (Oriol Pla), a la casa familiar alejada de la ciudad. Este es el momento en que ella empieza a buscar respuestas sobre sus bloqueos. Y lo hace yendo hacia las entrañas de ese deseo. Para ello, el guion firmado por Martín junto a Clara Roquet –realizadora de “Libertad” (2021)– invierte el orden cronológico: parte de la actualidad y después se narran las experiencias de la adolescencia y luego las de la niñez, en un proceso que va descubriendo así lo más recóndito.

La película transcurre a través de flashbacks para generar un retrato natural de los miedos y secretos de su protagonista donde Freud tiene una larga sombra en este relato, que se hace evidente en la última parte del filme. Mila tiene hambre, está ávida de respuestas sobre qué es aquello que siente hacia su cuerpo y su deseo, sobre la culpa, sobre el pudor.

La directora catalana ya había interpretado en el corto “Suc de síndria” (Irene Moray, 2019) a una joven que intenta salir de un bloqueo sexual a partir de una violación. En cambio “Creatura” huye de esa idea. Desde la ficción nos han acostumbrado a que cuando ves a una mujer que tiene una herida en torno al sexo, automáticamente se piensa en un abuso. “Creatura” se desprende de eventos traumáticos para subrayar que la relación con el cuerpo, el deseo femenino y la sexualidad están ligadas a muchos determinantes estructurales y sociales. Hasta el punto de que Mila, una joven ya adulta, se enfrenta a la pasión y al sexo con ansiedad. Tanta, que su piel reacciona con erupciones ardientes. Si bien este hecho resulta algo errático, no deja de ser interesante ver cómo la ficción aborda visceralmente aquello que el cuerpo somatiza.

El motor de la película, sin duda, parte de la emoción y por ello construye escenas descontroladas y puramente alejadas de lo racional. La obra se mueve entre la ambigüedad y la contradicción y, por momentos, la frustración. Pero ¿cómo se explora el tabú si no es situándose entre la vacilación y la cavilación?

Después de “Júlia ist” (2017), una ópera prima algo más inmadura, como es lógico, Martín avanza en “Creatura” como directora y guionista y disfruta de la interpretación, continuando la estela de otras mujeres que en los últimos años se están lanzando a la escritura, dirección e interpretación de sus historias: Lena Dunham, Phoebe Waller-Brigde, Greta Gerwig, Leticia Dolera, las hermanas Villapuig o el equipo formado por Berta Prieto y Belén Barenys.

La joven cineasta continúa con su estilo naturalista, logrando escenas orgánicas, vitalistas y vivas donde aquello que no se dice es más importante que lo que se dice. Y por ello falla en ocasiones: los diálogos pueden pecar de cierto tono didáctico. La película destaca por la determinación y valentía para explorar las entrañas del deseo femenino desde el núcleo familiar. Y es ya un gran referente fílmico con el que reflexionar sobre el contexto patriarcal en el que crecen el despertar sexual y la libido femeninas. ∎