En su cine adscrito al género de la ciencia ficción, Stanley Kubrick se adentró en historias del futuro para hablar de la violencia como parte inherente de la naturaleza humana. Joe Haldeman en “La guerra interminable” (serializada entre 1972 y 1974 en la revista ‘Analog Science Fiction’) compuso una novela-metáfora de la Guerra de Vietnam a través de un conflicto contra extraterrestres, una respuesta en parte a la militarista “Tropas del espacio” (Robert A. Heinlein, 1959). La ciencia ficción, en fin, tiene querencia por hablarnos de nuestros ángulos oscuros. En “Territorio” el guionista David Muñoz (Madrid, 1968) y el dibujante Miguel Robledo (Ourense, 1970) entregan también un relato ambientado en el mañana en el que el contacto con una civilización alienígena es el marco para disertar sobre la violencia, pues la humanidad está en guerra con dicha raza.
El capitán Noguera forma parte de las tropas desplegadas en el planeta enemigo, un militar modélico que recibirá la incorporación del soldado Castro a sus tropas. Castro fue compañero de clase en su infancia y autor de un sistemático acoso escolar contra quien ahora es su superior. Así se articula una historia en la que la agresividad se muestra como algo inherente a nuestra propia naturaleza, tanto en lo particular como en lo universal. Pero ¿tenemos capacidad de elección? La tensión desplegada en “Territorio” deriva de este albedrío y las preguntas que nos suscita.
Todo esto obviamente cobra ecos en nuestro presente y nuestro pasado. Este se menciona en una conversación donde varios humanos hablan de los armadillos –criaturas acorazadas con interior blando, magnífica metáfora para explicarnos a los extraterrestres–. Una charla en la que se comparan los métodos humanos con la conquista del oeste norteamericano. Y el presente, aunque nos encontramos ante una obra de cocción lenta –siete años de trabajo–, reverbera con la lectura. La guerra contra “el Otro” de esta ficción evoca conflictos tan actuales como los de Oriente Próximo.
Las violencias de ayer, de hoy y de mañana, en fin, están ligadas en un cuento de pulso sutil donde destacan una construcción de personajes meticulosa, diálogos fluidos que definen con puntería a los personajes y un sobresaliente trabajo visual de Robledo. Revela influencias como el cine de Paul Verhoeven –cuya “Starship Troopers” (1997) era una adaptación satírica de la novela de Heinlein– o los futuros plasmados por el historietista barcelonés Toni Garcés, asimilados con una personalidad sólida. En su recreación de un futuro cercano emplea un color atmosférico narrativo, planos en ligero contrapicado en las secuencias de impasse (que provocan un efecto opresivo) y escenas bélicas ilustradas a menudo con planos generales acongojantes por su amoralidad impávida.
Robledo y Muñoz han formado un tándem orgánico que nos traslada una idea: tras la lectura de “Territorio” uno tiene la sensación de que ni hemos cambiado demasiado desde el pasado ni lo haremos en el futuro. ∎
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