Se ha escrito mucho sobre todo, y esta regla también se aplica a la Guerra Civil Española (1936-1939). Es sorprendente que, mientras se acerca el centenario de este conflicto que aún resuena en el imaginario colectivo, la tercera novela de David Uclés (Úbeda, 1990), un tocho de 700 páginas, logre cumplir su misión de desvelar una perspectiva intrigante sobre el tema y además sin mostrar señales de agotamiento.
Fruto de una investigación que llevó al autor quince años y muchos recorridos, “La península de las casas vacías” construye un sinfín de personajes, paisajes y situaciones que se entrecruzan repetidamente por la curiosa combinación de desgracias e ilusión. En Iberia, el país al que pertenecía el pueblo de Jándula y donde tiene lugar toda la trama, soldados, poetas, maestros, fotógrafos y niños exponen una realidad desgarradora, aunque también desafíe los pronósticos al esbozarse igualmente quimérica.
Es cierto que el libro está lejos de idealizar vidas miserables, especialmente las del protagonista Odisto y su familia, absorbidos por esta implacable deshumanización. Sin embargo, al trazar esta multiplicidad de historias, el autor elige seguir caminos ya abiertos por veteranos del realismo mágico como Gabriel García Márquez e Isabel Allende. En manos de aquellos, árboles genealógicos y episodios violentos se convirtieron mucho antes en canon.
Las comparaciones no serían justas. La originalidad con que Uclés narra los hechos y los homenajes rendidos a sus propios familiares, quienes vivieron el conflicto real, permiten al escritor seguir un camino que propone a la literatura una nueva frecuencia de pulsaciones. Las fechas pueden ser antiguas, pero no la manera con que se construye una conexión con el lector de hoy, aficionado a tramas complejas que saben a “Juego de tronos” (David Benioff y D. B. Weiss, 2011-2019).
Aquí, el lector se sitúa en un lugar privilegiado donde la única manera de sobrevivir parece ser presenciar desde fuera la extinción de todo un linaje. A veces delirante, “La península de las casas vacías” funciona como el recordatorio poético de que, incluso inmerso en la realidad más brutal, sería posible encontrar destellos de fantasía. En la escritura de David Uclés se vislumbra una mirada a las astillas, pero mucho más al silencio típico de la ruina absoluta. ∎
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