¿Por qué Golpes Bajos?
Es un clásico que siempre me acompaña. Y me hacía ilusión escoger una banda gallega. Además, las bandas contemporáneas que escucho más recientes, por algún motivo, me resultan más difíciles de versionar.
¿Te sientes identificada con su propuesta artística?
Toda la estética que rodea a este grupo me encanta. Su forma de vestir, sus portadas, que también son icónicas, el videoclip de “Cena recalentada”… Esa atmósfera que yo percibo como punki elegantoide me resulta irresistible.
¿Por qué este álbum en concreto?
Porque tiene esa combinación entre lo oscuro y divertido que tanto me gusta. Me atraía como punto de partida para trabajar. También me parecía tentadora la portada de Ceesepe para su primer disco, “Golpes Bajos” (Nuevos Medios, 1983). Pero me atasqué con la idea de reinterpretar un dibujo. Así que al final me decanté por “A Santa Compaña”, que también es un discazo y tiene canciones y letras que me encantan. La de “Colecciono moscas” es insuperable.
¿Hay algo que no te convencía de la portada original?
Me encanta la propuesta original y para mí es irremplazable. Mejorarla me parece imposible. Me apetecía adaptarlo a mi rollo. Por jugar y pasármelo bien.
Explícanos un poco tu versión.
El estilo está inspirado en “Zona Fantasma”, una de las historietas que forman parte de “Mis agendas semanales”. En esta historia soy un esqueleto que vive sola en su habitación ataúd. Pasarlo bien con sus amigos y escuchar música pop, punk o post-punk mientras se maquilla, baila o sigue dibujando cómics en una especie de eternidad disfrutona es un poco el mood de la historia. Quería trasladar esta idea a la portada de Golpes Bajos, ya que la asocio un poco a eso, una banda que ya es eterna y siempre disfrutable.
En tu trabajo veo un evidente amor por el underground y el surrealismo.
La atracción por el surrealismo no sé muy bien de dónde me viene. Creo que funciona un poco así mi cabeza. Me atrae el absurdo y lo onírico desde siempre. Respecto al underground, no sé, quizá es que tuve la suerte de tenerlo siempre a mi alcance, de una manera u otra. Mis primeras referencias fueron quizá el ‘Xabarín Club’, un programa de TV para niños muy conocido en Galicia, esos videoclips y esas canciones raras… No te dejaban indiferente. Y cuando me encontré con las revistas de cómic de los ochenta de mi padre, eso me voló la cabeza. Después los cómics que hacían mis amigas. Los que seguimos haciendo después en la carrera… Y así hasta ahora.
¿Cuáles son tus referentes?
Me resulta imposible ser concisa. Tengo muchos mixes en mi cabeza. Desde Suzan Pitt hasta Sally Cruikshank, Robert Crumb, Nazario, Julie Doucet, Phoebe Gloeckner, Diane Noomin, Aline Kominsky, Simon Hanselmann, Dick Bruna, Seymour Chwast… Las revistas ochenteras, como ‘Totem’, ‘El Víbora’ o ‘Cairo’. Y mi generación de Bellas Artes, sobre todo de Pontevedra, a pesar de haber estudiado en Salamanca: Roberta Vázquez, Andrés Magán, Begoña García-Alén, Teresa Ferreiro, Óscar Raña, Cinthia Alonso, Julia Huete… También dibujos animados como “Los Simpson”, “Hey, Arnold!” o “Marmalade Boy”. Letras de canciones y videoclips, la publicidad antigua. Y los juguetes. Esto volvió especialmente cuando participé en el fanzine ‘La Villa Luminosa’, pero recuerdo que era una de mis fantasías de pequeña, ser diseñadora de juguetes. Puede que la película “Big” tenga algo que ver.
Fantasía y cotidianidad se entremezclan frecuentemente en tu obra.
Siempre hice cómics autobiográficos, así que surge de forma natural como herramienta para contar las cosas de otra manera… para que una simple anécdota se convierta en historia. Si no serían historias muy aburridas, como suele ser mi vida normalmente. Lo cual es curioso porque odio el aburrimiento, y supongo que por eso recurro constantemente a ella.
En 2024 has publicado tu debut largo con Apa-Apa: “Mis agendas semanales”. ¿Cómo ha sido su proceso?
Fue en la pandemia cuando empecé a dibujar el cómic. Decidí que lo mejor que podía hacer para arrancar eran historias cortas, ideas sueltas, es lo que hice siempre. Tenía muchas historias recopiladas, y una colección considerablemente extensa de portadas de “agendas” que sabía que quería incluir en el libro. Pero no sabíamos cómo integrarlas sin que pareciera un pegote sin sentido. También faltaba una introducción, un texto en el que me presentara como autora y hablara del porqué del cómic. Estas son decisiones importantes, ya que acaban de darle el sentido al libro entero.
¿Cómo han acabado las agendas vertebrando la publicación?
La colección de “agendas” yo pensaba al principio incluirlas como una curiosidad al final, incluso como un capítulo más. Sabía que tenía sentido incluirlas porque es un material autobiográfico que me fue acompañando mientras hacía el cómic. Fueron Toni (Mascaró) y Sergi (Puyol), de Apa-Apa, quienes me aconsejaron que se convirtiera en el tema central. De estas pequeñas portadas surgieron muchas ideas para el cómic, y viceversa. Hacen referencia a música, películas, animación, publicidad, portadas de revistas, autores que me inspiran. También a ciudades en las que he vivido, locales que me gustan, gente que he ido conociendo, estados de ánimo. Y esto, además, nos ayudó a escoger el título del cómic, otra decisión que no fui capaz de tomar hasta el final. Con la introducción, solo bastó con que Toni me amenazara suavemente con que no saliera el libro. Realmente íbamos justos de tiempo. Así que me senté y escribí en media hora el texto que llevaba rayándome un año la cabeza, y para mi sorpresa les gustó.
¿Cómo estás experimentando su buena acogida?
La recibo con mucha alegría, y la esperanza de que me sigan llegando encargos y algún día poder dedicarme únicamente a esto. Así que superagradecida e ilusionada, en general.
“Mis agendas semanales” ha coincidido con tu regreso después de pasar un año becada en La Maison des Auteurs de Angoulême. ¿Cómo ha sido tu experiencia en esa arcadia del cómic?
Ese año fue increíble, un oasis de paz. Me coincidió todo estupendo porque justo acababa de ganar un buen dinero de la Diputación de Barcelona, con la que hice las agendas escolares del curso pasado. Y estuve allí como una reina ocho meses, con mi compañera María Ramos. Fue la primera vez que tuve estudio y casa separados. Aprendí idiomas y conocí a gente maravillosa. Y pude acabar el cómic.
Desde 2017 colaboras como ilustradora para reconocidos medios, entre ellos ‘The New Yorker’. ¿Qué ha supuesto en tu trayectoria artística y laboral?
Pues lo del ‘The New Yorker’ y ‘The New York Times’ estuvo muy bien, fue un subidón. Pero creo que lo que realmente en aquel momento me dio visibilidad fue la entrevista que hice para ‘It’s Nice That’. De repente me llegaron muchos encargos, y eran mis primeros años de dedicarme a esto profesionalmente. Me dio fuerzas y ánimos para seguir y sentirme validada de alguna manera en esta profesión tan complicada. Pero ha habido muchas subidas y bajadas desde entonces. Nunca te puedes confiar.
En 2020, en colaboración con otras dibujantes como María Ramos y Ana Galvañ, y la escritora Elisa Victoria, presentasteis el fanzine en risografía ‘La Villa Luminosa’, que has comentado antes, un homenaje al juguete homónimo, la casa de la muñeca Chabel. Nuevamente un must ochentero. ¿Por qué conectas tanto con esta época?
Pues no lo sé, me pasa también con la música. En el caso de ‘La Villa Luminosa’, nos ocurrió además a María y a mí que las dos teníamos esa casa de muñecas, cuando realmente ni nos coincidía por época. Nací a finales de los ochenta, ya estaba pasándose el bum Chabel. Pero es que cómo no van a gustarnos esos diseños, son perfectos. Esa simpleza perfecta, geometría, colores pastelosos… Todo el universo Chabel es una pasada. No sé por qué conecto tanto con la estética de esta década que ni siquiera he vivido, pero es cierto que tengo cierta obsesión.
Si pudieras comunicarte con tu yo de hace dos décadas, cuando hacías junto a Roberta Vázquez fanzines en el instituto, ¿qué le dirías?
Pues que esto que tanto te gusta, en un futuro más cercano del que piensas, puede parecer una condena a ratos pero en realidad te va a salvar la vida. O del aburrimiento por lo menos.
¿En qué proyecto andas inmersa ahora?
Estos últimos meses le dediqué bastante tiempo a la promoción de “Mis agendas semanales” y a encargos que me fueron llegando a raíz de su publicación. Pero tengo superpendiente acabar un cómic corto que estoy haciendo con mi padre; sería el segundo que hacemos juntos. Son historias con un tono inquietante y onírico, de hecho son sueños que él tuvo y fue guardando. Y ahora en septiembre empezaré a publicar semanalmente en una revista nueva que no puedo decir porque también es sorpresa, pero me hace una ilusión tremenda. Es algo nuevo para mí tener algo fijo, y me dan mucha libertad creativa, lo cual ya es una fantasía.
¿Dónde te ves en el panorama del cómic actual en España?
Bueno, llevo años dedicándome a esta profesión pero todavía me siento en un limbo extraño porque aún no he conseguido vivir bien de esto. Mi sueño es conseguir poco a poco más encargos. Por el momento he trabajado sobre todo para el mundo editorial, pero me encantaría también hacer encargos para publicidad o animación.
Cita, según tu criterio, tres obras maestras del cómic que creas que perdurarán en el tiempo.
Mañana o dentro de media hora se me ocurrirán otros distintos, pero por responder algo ahora diría: “Mujeres raras” (1988) de Nazario, “El trabajo es el infierno” (1985) de Matt Groening y “J+K” (2017) de John Pham.
Y tres obras imperecederas de la música…
Me pasa como con la anterior pregunta. Imposible escoger. Pero te diría “13 Songs” (1989) de Fugazi, “Boys Don’t Cry” (1980) de The Cure, y “es q acaso no me oyes??” (2024) de rebe. ∎
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