La vida es dura. Mucho. Así que bienvenidos (ja, ja) a Airdrie, en el extrarradio de Glasgow, espacio geográfico en el que Graeme Armstrong nació en 1992 y en el que vivió su infancia y adolescencia, etapas de su vida marcadas por los gangs juveniles (los “young team” del título), el alcohol, la violencia, las drogas, la música trance, las raves y el horizonte de un no future gris y lluvioso.

Afortunadamente, Armstrong logró ver la luz al final del túnel y encontró en la Universidad y en la escritura su pócima para escapar hacia confines mejores.

Graduado con honores en Stirling, Armstrong publicó su debut en 2020 (“The Young Team”; Automática, 2022), novela trufada con sus experiencias personales que causó asombro y recibió parabienes en Escocia y en el resto de los territorios del Reino Unido. La etiquetación no tardó en llegar: un “Trainspotting” del siglo XXI. Vale, algo hay. Pero si el retrato que Irvine Welsh plasmó en 1993 en su descripción de los colgados de Edimburgo y alrededores (y que la película de Danny Boyle de 1996 expandió por medio planeta) se arrimaba a la sátira sangrante, la opción de Armstrong tira más hacia un desesperado realismo social que se antoja un conseguido cóctel entre Dickens, Alan Sillitoe y Ken Loach.

“The Young Team” es la nítida instantánea, trazada con prosa eléctrica, ocasionalmente reflexiva y puntualmente poética, de una juventud sin esperanza que ve pasar sus días entre toneladas de nicotina, arrobas de MDMA, bafles que escupen hard techno, sexo tirando a chungo y tortazos con las bandas rivales.

Ambientada en la primera década de los 2000, la narración –un aplauso para Carolina Santano Fernández: no debe haber sido fácil traducir unas páginas plagadas de argot y referencias locales– discurre entre viernes de resaca y desfase, raves interminables y la búsqueda desnortada de una salida que parece vetada a los moradores de North Lanarkshire, con el recuerdo de la infancia como único y cálido refugio.

Armstrong es tajante en cuestiones que ha vivido en primera persona (los drogas no tienen la respuesta a la desazón vital; la adicción se supera con constancia y con la intuición de que detrás de los muros roñosos del barrio quizá brille el sol) y su libro las recoge con una fuerza testimonial formidable y emotiva (en este tipo de batallas siempre hay alguien que se queda por el camino). Como se lee en un breve y gran momento metaliterario: no, no todo es escoria en Escocia, Irvine. ∎