De los intentos cinematográficos recientes de hablar de relaciones humanas en la era de internet, en un mundo obscenamente tecnificado, pocos tienen la fuerza, la lucidez y el valor –estamos ante una de las películas de ciencia ficción más importantes de los últimos años, quizá la más importante desde “¡Olvídate de mí!” (Michel Gondry, 2004)– de este drama sobre un hombre enamorado de la voz de un sistema operativo. También autor del guion –que no tiene nada que envidiar a los de Charlie Kaufman para sus anteriores y soberbias “Cómo ser John Malkovich” (1999) y “Adaptation (El ladrón de orquídeas)” (2002)–,
Spike Jonze propone una película compleja, llena de ideas, reflexiones (algunas solo esbozadas o en construcción, como las emociones de los personajes de su historia) e imágenes y símbolos con naturaleza de acertijo, sobre nuestra manera de relacionarnos con el mundo.
Su retrato es atípico y valioso porque excluye de la ecuación las variables comunes al hablar de la aldea global: ironía, cinismo, pesimismo o tremendismo. Posturas que, por difíciles de calibrar, suelen situar a los autores por encima del asunto que les preocupa. Jonze se despoja de todo eso y enfoca el tema desde una perspectiva meramente emocional. Es lo que hace de
“Her” (2013; en España, 2014) una película única y valiosa. El cineasta no busca teorizar sobre un nuevo mapa de relaciones humanas (de hecho, al utilizar una estética retro en un relato futurista ya está indicando que, en esencia, no han cambiado tanto las cosas), sino capturar, sin escepticismo y a partir de un ejemplo al límite, el sentir de un hombre metido en un romance virtual que le alegra y le duele tanto como si fuera real. En un filme paradójicamente moderno por cómo naturaliza esas relaciones virtuales, Spike Jonze plantea así un interrogante acorde a la dolorosa melancolía del conjunto: ¿qué es una relación real?, ¿quién lo decide? ∎