Una especie de cine negro.
Una especie de cine negro.

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“La Gomera” y “El agente topo”: el cine negro como excusa

¿Puede el noir existir bajo el sol de las Canarias? ¿Una residencia de ancianos es un escenario propicio para un relato de espías? El estreno español de “La Gomera” y “El agente topo” nos permite interrogarnos sobre los límites y la puesta en crisis de uno de los géneros cinematográficos más icónicos.

21. 03. 2021

“¡A silbar!”. Así comienza la lección para Cristi, un policía rumano que llega a las Islas Canarias para aprender el lenguaje gomero, una forma de comunicación mediante silbos. En el archipiélago atlántico le espera una femme fatale, convenientemente envuelta en claroscuros. Entre los dos, planean la fuga de un recluso, aunque esto no es más que una excusa. Con el pretexto de la trama criminal en torno a un policía corrupto, una mujer fatal y un peculiar lenguaje silbado, “La Gomera” (2019; en España, 2021) se aboca a la exploración de los códigos genéricos. A su director, Corneliu Porumboiu, le interesa el cine negro como sistema codificado: quizá por eso deja a la vista sus principales señas de identidad, como el arquetipo de la femme fatale, la estructura deslavazada a través de flashbacks o la penumbra tan propia de la iluminación expresionista del noir. El director goza inspeccionando sus particularidades del género. Así, mientras incluye un fragmento de un filme policial rumano de 1974 (“Un comisar acuză”, de Sergiu Nicolaescu), deja ver también unas escenas de “Centauros del desierto” (John Ford, 1956), que invitan a que el clímax de “La Gomera” se pueda resolver en un espacio árido y exterior que bien podría pertenecer al wéstern.

Con el tiempo, el director de “Police, Adjective” (2009) ha aprendido a divertirse. Su penúltima película, el documental “Infinite Football” (2018), se acercaba a un hombre convencido de que las reglas del fútbol están mal (en su versión del juego, el terreno sería casi octagonal y los equipos se dividirían entre atacantes y defensas, confinados en distintos sectores del campo... en fin, que sería otro deporte). “La Gomera” sigue teniendo ese mismo regusto a divertimento: solo Porumboiu se animaría a hacer un film noir sobre un tipo que quiere aprender a comunicarse silbando, y solo a él se le ocurriría invitar a un cineasta de culto como Agustí Villaronga para que interprete un inquietante papel.

Eso sí, no todo es divertimento. Porumboiu investiga los códigos del género, pero también los entresijos del lenguaje. En el fondo, una cosa no está tan lejos de la otra: todo es cuestión de signos. Si el nuevo cine rumano se convirtió en un fijo en los festivales internacionales aplicando un realismo categórico y una diatriba social, ha sabido encontrar la madurez lejos de aquellos parámetros, más cerca de la autoconciencia. En este contexto, no es extraño que la cinematografía rumana sea una de las que recientemente mejor está explorando la noción del lenguaje: en “Malmkrog” (2020), Cristi Puiu sitúa la palabra en un lugar central de la representación; y en el flamante Oso de Oro del festival de Berlín, “Bad Luck Banging Or Loony Porn” (2021), Radu Jude propone un diccionario de conceptos básicos de nuestro tiempo.

¿Film noir como divertimento?
¿Film noir como divertimento?

En “La Gomera”, el director de “El tesoro” (2015) se interroga sobre la lengua y sobre qué queda hoy día del cine negro. El noir eclosionó en los años cuarenta para reflejar un momento de crisis: la de la Segunda Guerra Mundial y la del modelo clásico hollywoodense, que comenzaba a tambalearse. Ese paradigma estaba completamente roto cuando, en 2002, Spike Lee firmó una de sus mejores obras, “La última noche”, en la que boicotea la posibilidad de completar los códigos del género. La película habita los lindes del cine negro, pero cada vez que se precipita hacia su interior termina conteniéndose. Podría haber una femme fatale, el héroe podría disparar al tipo que lo traiciona y, sobre todo, al final de la película el protagonista podría huir, como en los años cuarenta lo hicieron los personajes de “Retorno al pasado” (Jacques Tourneur (1947) y “Forajidos” (Robert Siodmak, 1946). Sin embargo, nada de esto sucede. Del noir solo se conserva una esencia: un enorme pesar, que aquí tiene que ver con otra herida, la del 11-S.

En la actualidad, del género apenas queda el esqueleto; un arquetipo, un claroscuro. No se trata de una corriente novedosa, sino de una constante muy propia del siglo XXI. En 2005, Rian Johnson realizaba “Brick”, un film noir situado en un instituto, un escenario a todas luces diferente al paisaje propio del género. En “Brick”, se observan los personajes típicos del cine negro, pero están encarnados por adolescentes, que representan al detective, a la femme fatale y al extorsionista.

El noir se presenta bajo el disfraz de un claroscuro.
El noir se presenta bajo el disfraz de un claroscuro.

Más recientemente, películas como “El lago del ganso salvaje” (Diao Yi’nan, 2019) o “Lo que esconde Silver Lake” (David Robert Mitchell, 2018) han vuelto a los esquemas del noir para poner en evidencia que este no es más que una evocación, o un artilugio pop. En “El agente topo” (2020; en España, 2021), el documental de la chilena Maite Alberdi que competirá en la próxima edición de los Óscar, el cine negro es tan solo una premisa. De nuevo, el noir se presenta bajo el disfraz de un claroscuro. En el sombrío despacho de un detective, una serie de señores mayores se presenta a una entrevista de trabajo. El elegido tendrá que infiltrarse en una residencia e investigar si los pacientes están bien tratados. Del noir y del cine de espías, se observan únicamente algunas bases: el detective, una sombra, las cámaras escondidas en unas gafas.

Alberdi –que aparece en pantalla, pues no pretende esconder el dispositivo del proyecto– deja que su película abandone poco a poco las preocupaciones por la intriga y que se fije cada vez más en el interés documental. De la mano de Sergio Chamy, el abuelo que se ha infiltrado entre las cuatro paredes del centro, vamos descubriendo a sus habitantes: a la señora que cada tarde espera poder salir, a la más olvidadiza, a la seductora... La excusa del noir queda atrás, y ya no sobreviven ni siquiera los códigos del género, sino el retrato de la tercera edad. Sergio se las apaña como puede con las nuevas tecnologías y consigue mandar puntualmente sus notas de voz al detective. Lo que le cuenta, sin embargo, no son grandes misterios, sino algo tan bello como el día a día. ∎

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