Repartos corales o interpretaciones estelares. El colectivo o el individuo. ¿Sería lo mismo uno sin los otros, o este o esta se valen por sí solos y los demás se limitan a aportar unas pinceladas de las llamadas “de carácter”? Estas cuestiones sobre la actuación en una película aparecen con inusitada fuerza ante la visión de “Otra ronda” (2020; en España, 2021), de Thomas Vinterberg, una de las “películas europeas del año”, o la película europea a secas si nos atenemos a opiniones demasiado mayestáticas.
Sus protagonistas son cuatro, y todos juntos recibieron la Concha de Plata a la mejor interpretación masculina en el último festival de San Sebastián. Podríamos deducir de este hecho, de esta decisión de un jurado cinematográfico, que es una película equilibradamente coral; que cada uno de los protagonistas masculinos tiene el mismo peso en el relato y sus apariciones son equitativas y armónicas. Pero uno de los cuatro personajes de esta fábula etílica está encarnado por Mads Mikkelsen. Sin restarle mérito a ninguno de sus tres compañeros de reparto –Thomas Bo Larssen, Magnus Millang y Lars Ranthe–, Mikkelsen no solo es superior, sino que sobre su personaje gravita la fuerza de este relato agridulce sobre el alcohol y la razón.
Evidentemente, Mikkelsen es mucho más conocido internacionalmente que los otros tres, aunque, en el panorama del cine danés, los compañeros de Mads no sean precisamente unos recién llegados: Larssen es habitual en el cine de Vinterberg –“Celebración” (1998), “Querida Wendy” (2005), “La caza” (2012)– y figuró en “Pusher” (Nicolas Winding Refn (1996) junto al mismo Mikkelsen; Millang es realizador y actor televisivo, y de Ranthe retengamos breves cometidos en “Hermanos” (Susanne Bier, 2004) y en la reciente teleserie “Cara a cara” (2019).
Más allá de esa manifiesta internacionalidad, el semblante curtido, duro y anguloso de Mikkelsen, un rostro imperturbable e impenetrable apto para las secuencias de fuerza física y las derivas introspectivas –con flujo de alcohol en las venas o sin él–, da mucho juego: puede ser sinuoso, puede ser sarcástico. Es, por qué no, uno de los rostros que mejor delimitan un cierto cine contemporáneo, hoy que es tan importante el modo de representación cinematográfica que pone la figura humana y la gestualidad en el centro de todas las cosas. Pese a su manifiesta frialdad nórdica, no exenta de un gran sentido del humor, como demuestra en su papel en “Otra ronda”, Mikkelsen es de esos actores que se expresa mejor con el cuerpo que con la palabra.
Su cometido en el último trabajo de Vinterberg es el de un profesor de instituto superado en todos los sentidos: por la edad, la rutina, el trabajo y la vida familiar. Junto a sus tres compañeros, profesores del mismo centro, decide llevar a cabo un experimento consistente en demostrar que pueden mejorar en muchos aspectos si mantienen la misma tasa de alcohol a diario en su cuerpo. Nada que ver con “Días de vino y rosas” (Blake Edwards, 1962) o “Leaving Las Vegas” (Mike Figgis, 1995). El alcohol aquí es otra cosa, lejos del castigo o la autodestrucción.
Entre atribulado y risueño, superado y radiante, Mikkelsen ofrece a la luz de la cámara de Vinterberg una comedida lección de cómo estar siempre firme y coherente pese a los vaivenes de su personaje. Lo mismo que en muchas, y tan distintas, de sus anteriores interpretaciones. El actor ha sido el Hannibal Lecter de la teleserie “Hannibal” (Bryan Fuller, 2013-2015), el guerrero atávico y tuerto de “Valhalla Rising” (Nicolas Winding Refn, 2009), el profesor enfangado por una acusación de abuso sexual en “La caza” e incluso el sádico Le Chiffre de “Casino Royale” (Martin Campbell, 2006), tomando el relevo de tantos actores autorales que han sucumbido al encanto (bien remunerado) del universo 007. En su obra abundan, también, filmes de consumo y algo de morralla. Pero que recordemos a estos personajes divisibles por lo que son, un psicópata refinado, un luchador del medievo oscuro, un villano de James Bond, imaginándolo también a él en su permeabilidad, es una muestra de una ductilidad y fuerza escénica que conecta con los mejores tiempos del “nuevo Hollywood” y las performances, entonces con sentido, de Robert De Niro, Gene Hackman, Harvey Keitel, Robert Duvall o Al Pacino. ∎
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