“’Round About Tete. Una mirada coral a la vida y obra de Tete Montoliu” (2023), editado por Libros del Kultrum, no es una biografía estricta, sino una semblanza en la que cerca de un centenar de personas –muchas de ellas entrevistadas por el propio autor– aportan sus opiniones sobre una figura –la de Tete Montoliu– que, a pesar de todas las polémicas, brilla con más luces que sombras.
Pere Pons Macias (La Bisbal d’Empordà, 1965) se licenció en Historia, pero su vida profesional ha discurrido en el campo del periodismo musical, concretamente escribiendo y hablando sobre jazz, además de ser programador de diversos festivales y salas de conciertos. Dirigió la revista ‘Jaç’, ha escrito varios libros –“Jazz” (Ediciones Celeste, 2000), “Els 100 millors discos del jazz català” (Cossetània, 2010) y “El cas Jamboree” (Pagès, 2012)– y también ha realizado los documentales “Ovidi Montllor. Crònica d’un artista” (2005), “Tete Montoliu. Una mirada” (2007) y “El gran Xibarri. Taller de Músics. 30 anys” (2009). Su último proyecto, el que nos ocupa, es un libro cuyo argumento gira alrededor de un personaje único, inimitable.
¿Por qué un libro sobre Tete Montoliu, y por qué ahora?
Este libro es un encargo de la editorial, que me pidió un ensayo sobre Tete visto desde una perspectiva coral. Eso me daba la oportunidad de aportar una visión plural no solo musical, sino también humana, sobre el pianista. Además, más que reivindicarlo, se trataba de darle valor a través de diversas voces autorizadas, de todas las generaciones y épocas. Hablamos de alguien que en el panorama del jazz ha sido una referencia mundial y que en Cataluña es muy conocido, aunque en el fondo nadie tiene argumentos claros para defender por qué fue tan importante. Por eso he pretendido unificar todas esas voces dispersas de gigantes del jazz junto a amigos suyos, familiares y músicos coetáneos o que lo han admirado. Yo creo que el sentido de este libro radica en el reconocimiento unánime de noventa voces sobre lo que ha significado Tete, así como su singularidad, porque todos tenemos nuestros defectos, y también he querido mostrar esa faceta que a menudo ha sido criticada por su carácter áspero o difícil.
¿Cuál ha sido la trascendencia de Tete Montoliu?
Hay diversos niveles de trascendencia. Para empezar, hablamos de un país en el que cuando él empezó el jazz era casi una actividad clandestina. Además tenía el obstáculo de la invidencia, que él convirtió en un incentivo en lugar de una limitación. Y, más allá de todo esto, en un momento en que el jazz estaba en primera línea –y no como ahora, que está al margen– consiguió destacar entre los más grandes sin haber formado parte de ese colectivo de una forma natural, porque no nació en Nueva Orleans ni en Nueva York. Cuando los músicos que habían mamado el jazz desde la cuna escuchaban su manera de tocar el piano, lo sentían como uno de los suyos, pero con la diferencia de que nadie lo hacía como él, ya que tenía una entidad propia, en su caso catalana, y eso le otorgaba un sonido característico que no era homologable al que hacían al otro lado del Atlántico. Por eso los músicos que venían a Europa consultaban la agenda de Tete para poder contar con él, porque siempre les aportaba algo diferente. Él ya lo decía: “Yo amo mi cultura, mis tradiciones y mi música, pero me gusta tocarla con un poco más de swing”. Y eso es lo que le daba un carácter especial, no solo en la España franquista, donde era considerado como un bicho raro, sino entre los músicos más bregados del jazz. Eso es lo que le otorga una condición especial, tanto aquí como en el extranjero.
¿Se puede considerar a Tete Montoliu como un músico que se limitó a tocar bebop o también frecuentó otros estilos?
Él nació en el momento en que el jazz experimentaba un cambio, pasando del swing al bebop. Por eso se avanzó a su tiempo, porque en aquella Cataluña sometida al franquismo, el Hot Club de Jazz de Barcelona era un defensor a ultranza del jazz clásico. Y Tete apareció con aquel nuevo lenguaje, provocando una división de opiniones sobre si lo que hacía era o no era jazz. Pero él siguió a lo suyo. Ahora bien, la esencia de su música, su forma de entenderla, estaba en el blues, aunque lo expresara a través del bebop. Y a medida que pasaba el tiempo y se iban renovando las tendencias no comulgó con el free jazz o el jazz fusión, pero a su manera conectó con esos estilos y dio su visión del free jazz con el disco “Lliure jazz” (1969), o del jazz fusión, en este caso junto al también pianista Jordi Sabatés, en el disco “Vampyria” (1974). Todo ello sin dejar de ser él mismo. Paralelamente, tampoco fue un gran amante del movimiento de la nova cançó, pero eso no le impidió acompañar a Joan Manuel Serrat, porque quería llevar su música a otros territorios y contaminarlos con el jazz. Él estaba comprometido social y culturalmente, y se asoció a la nova cançó porque compartió su ideario en defensa de una cultura, un país y una lengua.
Por lo que sintió una verdadera devoción es por el bolero.
Su pasión por el bolero se manifiesta explícitamente cuando se casa en 1956 con la cantante cubana Pilar Morales, que en aquella época era la artista importante de la pareja. Tete tuvo siempre un vínculo muy estrecho con el bolero. Como también demuestra su trabajo posterior con Mayte Martín, con la que grabó el disco “Free boleros” (1996). Ninguno de los dos se dedicaba a ese género, pero aquí encontraron un punto de conexión, que también tuvo sus momentos tempestuosos.
En algún momento del libro se comenta que Tete fue el rey del jazz en el Estado español, y tal vez por ese motivo se convirtió en una especie de tapón, con un poder hegemónico que impidió que progresaran muchos otros artistas.
Creo que esa apreciación va más allá de la voluntad de Tete. Aquí estamos acostumbrados a que solo puede haber sitio para una figura, para un exponente de esto o de lo otro. Y el resto queda diluido. Lo que ocurre es que Tete ejerció de involuntario prescriptor, y para muchos promotores lo que él decía iba a misa. En este aspecto sí que es cierto que hasta que no murió, toda una generación de jóvenes músicos que posteriormente han triunfado no gozaron de una proyección internacional.
Tete nunca tuvo una vocación pedagógica, pero ¿eso ha impedido que creara escuela y tuviera discípulos?
Ha tenido más discípulos de lo que se cree. Por su propia experiencia, la referencia que tenía de la pedagogía oficial no era muy positiva, precisamente. Su educación musical fue autodidacta, a través de relaciones directas, como con Don Byass. Incluso llegó a hacer unas declaraciones criticando las escuelas de jazz. No obstante, también participó con el Taller de Músics de Barcelona porque le permitía estar en contacto con las nuevas generaciones de instrumentistas. Pero si ha tenido discípulos fue porque cuando veía un músico que tenía curiosidad por aprender y evolucionar, lo invitaba a su casa y compartía sesiones, tocando su música o escuchando discos. Así ocurrió con los pianistas Ignasi Terraza, invidente como él, y Albert Bover; con el vibrafonista Geni Barry o con el contrabajista Horacio Fumero, que fue miembro de su trío más habitual junto al batería Peer Wyboris. O la mencionada Mayte Martín y otro cantante de boleros, Moncho. Y no olvidemos a Chano Domínguez. Cuando Tete lo escuchó por primera vez se quedó sorprendido de que hiciera jazz con un acento propio, ligado al flamenco. Chano es uno de los dos artistas españoles del que Tete ha grabado un tema suyo. El otro es el saxofonista Pedro Iturralde.
Hay una expresión que aparece numerosas veces en el libro: la de las luces y las sombras en torno a Tete. ¿Tú qué crees, hay más luces o más sombras?
Obviamente, hay más luces. Tete es un faro absoluto, es un personaje resplandeciente. A nivel artístico es todo un referente. Ha iluminado la escena del jazz en un país donde esta música era considerada casi delictiva. Pero también existen las sombras, porque nadie es perfecto, y estas debilidades lo humanizan, lo hacen creíble. En todo caso, más allá de los claroscuros de su personalidad, las sombras procederían más bien de ese entorno de medios de comunicación e instituciones que obstaculizan su reconocimiento, porque han dado la espalda no solo a Tete, sino a toda la escena del jazz.
Nadie es profeta en su tierra y precisamente Tete ha tenido muy pocos reconocimientos una vez muerto. ¿No es así?
Cuando murió, su segunda mujer, Montserrat García-Albea, intentó negociar con la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona qué salidas se podía dar a su legado, pero en ambas administraciones encontró una respuesta negativa. Tan solo en el auditorio de la sede de la ONCE de Barcelona –una entidad por la que el pianista no sintió mucha simpatía, por cierto– hay un “Rincón de Tete” que solo lo abren si hay una petición previa, y también hay unos Jardines de Tete Montoliu en la antigua sede de esa misma entidad. Aparte de eso, hay un pasaje a su nombre en Terrassa junto a la Nova Jazz Cava; en Girona hay una avenida, en las afueras, y en Granada hay una calle Tete Montoliu, bautizada por el escritor Antonio Muñoz Molina, que fue concejal de cultura de la ciudad. Pero a un nivel más práctico nadie se ha encargado de ordenar su discografía, porque todavía hay muchas grabaciones inéditas, y hacer una edición crítica. Por ejemplo, hay cinco horas de grabaciones de 1968 de Tete con la sección rítmica de John Coltrane, el contrabajista Richard Davis y el batería Elvin Jones. Pero él dijo que no se podían publicar porque no había estado a la altura requerida. De este material se podría editar una selección, porque hay momentos sublimes, pero la discográfica de turno desearía publicarlo todo. Y ahí estamos.
Ahora mismo acaba de salir un disco de la cantante Laura Simó con Tete Montoliu, “Together Again”. ¿Has tenido algo que ver con esta iniciativa?
Sí. Hace más de diez años que Laura me decía que quería hacer alguna cosa con unas grabaciones de las actuaciones conjuntas que hicieron entre 1994 y 1997. Cuando la entrevisté para que aportara sus palabras a este libro, acordamos que había que tirar adelante esa operación. Entonces la puse en contacto con el sello Swit Records, de Ignasi Terraza. Se hizo una selección y se extrajo un repertorio presentado en Calella junto a una canción grabada en Oviedo, “Lush Life”, que fue la primera que interpretaron juntos. Este disco se ha editado con motivo del 90º aniversario de Tete Montoliu y será presentado por Laura Simó junto a la Big Band Girona Jazz Project dirigida por Perico Sambeat, con nuevos arreglos y músicos como Horacio Fumero y Ignasi Terraza, el 27 de octubre en el auditorio de la ONCE de Barcelona. Posteriormente será interpretado en formato de trío con Laura y con algunos invitados en Madrid (17 de noviembre), Zaragoza (19 de noviembre), Las Palmas (2 de diciembre) y Palma de Mallorca (15 de diciembre). ∎
Pere Pons Macias ha querido emular –manipulándolo– el título de una composición de Thelonious Monk, “‘Round Midnight”, para bautizar su “’Round About Tete. Una mirada coral a la vida y obra de Tete Montoliu”, el libro que ha dedicado a la figura del pianista barcelonés Tete Montoliu. Y lo ha hecho con toda la intención, no solo porque Monk era uno de los ídolos de Tete, sino porque este volumen va más allá del somero repaso biográfico para convertirse en una especie de puzle cuyas piezas son las diversas opiniones que se vierten sobre el jazzman catalán, y que poco a poco van conformando una panorámica tan completa sobre su personalidad, no exenta de contradicciones.
A pesar de algunas notables ausencias como la de la última compañera de Tete, decenas de músicos de todas las edades y procedencias –junto a familiares, amigos, periodistas y promotores– definen a través de las páginas de este libro un retrato bastante acertado sobre el entrañable pianista, que modesta pero cínicamente solo se consideraba como el músico más famoso de la calle Muntaner del Eixample de la capital catalana. Algunas de esas declaraciones, no obstante, no acaban de encajar del todo en el rompecabezas; incluso se contraponen. Y tal vez en esa disparidad radique el elemento más destacable y jugoso del trabajo que Pons ha realizado con esa selección de interlocutores.
El ensayo está dividido en dos partes. Así, tras un prólogo firmado por Paquito D’Rivera y una semblanza que aborda algunos aspectos importantes de la vida y la obra del protagonista del estudio, entre los que se recogen declaraciones de muy diversas personalidades, muchas ya fallecidas, el periodista entra a fondo –pero sin meter baza– en la disección del pianista al ofrecer una miscelánea de testimonios de una veintena de informantes, que hablan de las luces y las sombras de un artista que fue toda una rara avis en este país. Por su ceguera, por el género musical que escogió –no solo el jazz en su vertiente bebop; también el blues, sin olvidar su debilidad por el bolero– y también por su particular, culta, seductora y a menudo retorcida personalidad, aunque, como suele ocurrir, fue más aclamado en el extranjero que en su casa, donde todavía le espera un reconocimiento digno.
“’Round About Tete” concluye con un epílogo de tipo más intimista en el que el autor del ensayo desgrana su relación personal con el pianista, ya en sus últimos años de vida. Este último capítulo viene precedido por una selección discográfica comentada y una “hoja de ruta” con seis significativas partituras escogidas entre su amplísimo repertorio. ∎
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