Nos habla
Anari Alberdi de animales huidizos, de antecedentes penales y mapas caducados; de flores que nacen en las rocas y daños colaterales. Nos habla de todo eso, sí, pero lo que en realidad se oye en
“Zure aurrekari penalak” son heridas cicatrizando, lágrimas laminando lentamente las mejillas, veneno surcando las arterias y, en fin, tensiones, dolores y pellizcos eléctricos formando un frente de batalla conjunto para arrastrar el folk por un pedregal y arremeter con saña contra el rock de autor. Armas todas ellas gastadas y ajadas de tanto usarlas en trabajos como
“Habiak” (2000) o
“Zebra” (2005), pero que la de Azkoitia afila justo a tiempo para ensartar la inaugural
“Ametsen eraiste neurtua” y no soltar a su presa hasta que llega el último aliento de
“Armagabetzea”.
Cada vez más dura y resistente, como una pieza de cuero curtida al sol y envejecida entre alcoholes cada vez más nobles, la guipuzcoana refuerza aquí el peso de unos pianos marciales para incrementar la sensación de desasosiego –piensen en los Bad Seeds tallando piedra con parsimoniosa lentitud–, y transforma todo lo que toca en espasmos de electricidad brumosa y esquiva. Jirones de vida desparramados en canciones como
“Nola galdu”,
“Otzanak” y la rotunda
“Orfidentalak” con las que, además de hipnotizar al oyente, siempre queda la sensación de que Anari quiere decir mucho más de lo que canta. Inquietante y hermoso. Dolorosamente sobrecogedor. ∎